Revista Tesis 11 (suplemento especial)
Flora M. Hillert*
Hoy sabemos que el socialismo, esa larga etapa de transición del capitalismo al comunismo, puede insumir algunos siglos; y sobre todo, que el socialismo solo puede ser democrático, porque debe movilizar la participación de millones; ignoramos cómo será la sociedad del futuro, pero sabemos que sus caminos no están trazados y que serán resultado de la voluntad y la invención colectivas.
- Introducción
La Revolución de Octubre de 1917 protagonizada por obreros, campesinos y soldados con una participación destacada de la mujer, culminó largos años de lucha contra la autocracia zarista, el régimen más despótico de Europa, y levantó banderas aun vigentes para la mayoría de los seres humanos de la tierra: Paz, Pan, Trabajo.
La irrupción de un primer estado socialista que decretaba la paz, repartía las tierras, establecía las 8 horas de trabajo con control obrero en las fábricas y organizaba una educación general, laica, obligatoria y gratuita, sorprendió a la burguesía mundial. La revolución, la formación posterior de un campo socialista extendido a un tercio del globo y la constitución de decenas de nuevas naciones como resultado de la independencia política de los países coloniales, marcaron en el siglo XX una alteración de la historia de la humanidad. Un corto siglo XX que se inicia con la primera guerra y termina con la caída de la URSS. Quizás el siglo más heroico en la lucha de los pueblos y de los trabajadores por su liberación. También el siglo más violento de la historia, cruzado por dos guerras mundiales y agresiones a la continuidad de la vida en nuestro planeta. Y un siglo de inimaginables conquistas científicas y técnicas que permitirían ya acabar con el hambre, con muchas de las enfermedades conocidas, y reducir y aliviar el trabajo humano.
Esta enumeración no tiene por objeto el elogio acrítico del pasado. Solo decir que lo alcanzado, con sus aciertos y errores, fue fruto de la capacidad de las luchas populares, y que con esa misma capacidad y energía es posible remontar el presente, recuperar logros y superar errores.
Desde la caída del llamado socialismo real, el mundo está sin dudas peor que antes: el pasaje de la bipolaridad a la unipolaridad deja el planeta a merced de los ataques imperialistas, vivimos amenazas de guerras nucleares, intervenciones militares locales, naturalización de la tortura; aumento de la desocupación, retroceso de las conquistas obreras, profundas regresiones democráticas.
En el siglo XXI, tomando distancia del dogmatismo omnisapiente, desde las ciencias sociales ya no pretendemos dominar las leyes de la historia. Esto afortunadamente no es posible; pero sí es bueno una y otra vez intentar humanizar la historia, imprimir subjetividad a la historia, culturalizarla.
El ensayo socialista inaugural tuvo sus penas y sus glorias. Entre las penas, la principal fue aplicar la consigna de dictadura del proletariado y creer que el fin justifica los medios, lo que llevó a décadas de construcción económica con represión, a la existencia de campos de concentración y de muerte, a los juicios con pruebas fraguadas y a los fusilamientos, a la censura cultural, a la apatía de las masas en la participación política.
Entre las glorias, haber sido el verdadero y decidido vencedor del nazismo al costo de casi 30 millones de vidas soviéticas; el haber superado en batallas no menos épicas al hambre y el analfabetismo, el haber alcanzado niveles altísimos de bienestar en salud, longevidad, vivienda, cultura. Todavía a distancia de las posibilidades de consumo de algunos sectores sociales en el capitalismo, éstas fueron mejoras distributivas igualitarias en un país que había partido de un piso de increíble atraso y pobreza: al momento de la revolución el 80% de la población era rural, y en un país con 175 millones de habitantes solo 17 ciudades tenían cloacas; en 1921, después de la primera guerra mundial, la guerra civil y la agresión de 13 potencias extranjeras, la producción agrícola e industrial había bajado a un tercio de la de 1913. Pero en la segunda mitad del siglo XX el socialismo llegó a igualar al capitalismo en muchos rubros de desarrollo industrial; y el envío del primer sputnik y del primer hombre al espacio señalaron un momento de superioridad de la ciencia y la técnica soviéticas sobre el capitalismo. Sin embargo todos estos adelantos en su conjunto no dieron inicio a una nueva civilización.
Hoy sabemos que el socialismo, esa larga etapa de transición del capitalismo al comunismo, puede insumir algunos siglos; y sobre todo, que el socialismo solo puede ser democrático, porque debe movilizar la participación de millones; ignoramos cómo será la sociedad del futuro, pero sabemos que sus caminos no están trazados y que serán resultado de la voluntad y la invención colectivas.
No corresponde a una educadora hacer un balance de la Revolución de Octubre. En un sentido pedagógico, apenas sí plantearnos tomarla como fuente de aprendizajes; o quizás menos aun, como fuente de alguna reflexiones.
Por eso en lo que sigue se muestran algunos de los logros educativos y algunos de los problemas educativos que el socialismo abordó y que continúan presentando interrogantes: la relación individuo y colectivo, la relación educación y trabajo; y la formación del hombre nuevo.
- 2. Los logros educativos
En 1917 casi el 80% de los habitantes de la Rusia zarista eran analfabetos, y en algunas regiones la cifra se elevaba al 97%. En 1906, una publicación especializada decía que superar el analfabetismo en Asia central, donde muchos pueblos carecían de alfabeto gráfico, insumiría 2600 años. Por eso la alfabetización de Rusia fue una epopeya: entre 1920 y 1940 fueron alfabetizados casi 60 millones de adultos. Hacia 1928, ya se publicaban libros en 70 idiomas y en 1934, en 104. Hacia 1985 el 87% de la población ocupada tenía enseñanza media incompleta (27 %), completa (49%) y superior (11%). Y uno de cada cuatro científicos del mundo era soviético. (Hillert, F. M., 1985)
Durante los años 20, años de ebullición revolucionaria democrática, en contacto con occidente los pedagogos soviéticos discutieron y pusieron en práctica muchas de las ideas de la Educación nueva; hubo un potente movimiento de experimentación pedagógica; John Dewey y otros pedagogos extranjeros visitaron y elogiaron los cambios en la educación soviética. Sin embargo, la revolución tomó el camino de poner toda la educación escolar y extraescolar bajo la dirección del partido, y más tarde el estalinismo profundizó el dogmatismo y la rigidez del sistema.
2.1. Individuo y colectivo
Hacia 1922 deambulaban en Rusia 7.000.000 (siete millones) de chicos en las calles. En Ucrania, el gobierno encarga al maestro Antón Semiónovich Makarenko la organización de una colonia para niños abandonados y adolescentes y jóvenes delincuentes. Makarenko invierte en esta tarea todo su entusiasmo educativo y revolucionario. Encuentra que la pedagogía tradicional no le alcanza para el trabajo con niños sin familia, y construye una pedagogía propia que fue considerada como modelo de educación socialista más allá de los límites de la Unión Soviética. Su influencia llegó a América Latina, en particular a México y Argentina, donde conmovió por su profundo humanismo, amor y confianza en los educandos. Su sistema combinaba educación y trabajo, autogestión, y preeminencia del grupo, del colectivo de colonos, sobre el individuo. El sistema de Makarenko se ubica entre las pedagogías sociologistas, con rasgos del disciplinamiento de los años 30. Hoy, cuando en nuestro país se piensa en centros de militarización y castigo para los jóvenes que no estudian ni trabajan, sería bueno volver los ojos a la pedagogía de avanzada de Makarenko.
El marxismo de la época estaba cargado de prejuicios contra el individualismo. Será Gramsci quien sostenga que existe un individualismo distinto de aquél que se identifica con egoísmo, consumo, o apropiación individual de la riqueza, y rescate el trabajo de síntesis personal de la propia individualidad.
En contexto distinto al de Makarenko, después de la segunda guerra mundial, el pedagogo Vasili Sujomlinsky, también ucraniano, que trabajó en una escuela común, dice: “Estoy profundamente convencido de que el objetivo de la educación comunista es el hombre, mientras que la colectividad no es sino el medio para llegar a ese fin.” Y si bien considera a Makarenko un amigo, un compañero en el que se inspiró, critica la actitud de pensar que es cierto todo lo que Makarenko dijo y que el que disiente con él es un hereje.
Y en relación al tema de la colectividad, del “colectivismo”, señala: “He intentado durante muchos años crear esa colectividad general escolar. Y cuanto mayor empeño puse con más fuerza surgió la tendencia a la colectividad por la colectividad, a la actividad para que hubiera “dirección”, “subordinación” e “interdependencia.” (Sujomlinski, V., 1975: 262-3-4)
En nuestros tiempos y en nuestra realidad, la relación individuo – sociedad continúa siendo un problema social, cultural y educativo, porque las condiciones económicas impiden para muchos la satisfacción de necesidades individuales elementales, y la publicidad y los medios de comunicación de masas imponen gustos únicos, pensamiento único, y cercenan la posibilidad de despliegue de diversidades personales.
2.2. Educación y trabajo
Los sectores populares, los socialistas utópicos, el marxismo, lejos de posiciones elitistas, siempre defendieron la relación educación – trabajo.
Pero Krupskaia, compañera de Lenin y miembro del Comisariado del Pueblo para la Educación, ya señalaba en los años 20’ que en el capitalismo la formación profesional era un arma dirigida por la burguesía contra los trabajadores, y solo en el socialismo el trabajo permitiría el pleno desarrollo de los individuos. Este tema no nos es ajeno en momentos en que la propuesta de “La secundaria del futuro” del gobierno macrista pretende reducir los horarios de clase y enviar a los adolescentes a hacer pasantías en empresas en el 5º año de la escuela secundaria.
Por el contrario, las bases educacionales de la sociedad socialista desecharon la especialización o profesionalización temprana. El concepto socialista de enseñanza politécnica proponía vincular el estudio de las técnicas modernas con las ciencias naturales y sociales, con los sistemas de organización del trabajo, y con las necesidades del contexto local; y además, con el conocimiento de las tomas de decisiones sobre el planeamiento nacional para posicionarse como dueños de su economía. Se esperaba que en la relación con el trabajo se desarrollara una actitud creativa y no mecánica. Por eso se trataba de poner al alumno en contacto con toda la cultura y no con una especialidad. La educación politécnica se diferenciaba de la educación profesional que forma para un oficio, la que se postergaba para un tercer nivel, no el secundario, a cursar después de los 16 años.
Pero además de la enseñanza politécnica, se planteaba que en la escuela o en la comunidad los alumnos hicieran trabajo productivo, como sucede en el campo, donde el niño trabaja con la familia; en el campo este trabajo se tomaba como punto de partida para combinar con la enseñanza.
Sin embargo, el énfasis en el estudio científico técnico, el recorte en los estudios de las ciencias sociales y las humanidades, la vinculación de la educación con los Planes Quinquenales, plantearon la tensión entre la formación de hombres omnilaterales o mano de obra calificada para puestos de trabajo (Visacovsky, N., 2005).
Y por supuesto que el dogmatismo, la censura, y durante muchos años la represión, impidieron el desarrollo del pensamiento crítico y la creatividad, que el marxismo había planteado como objetivos de la emancipación humana.
2.3. El hombre nuevo
Marx, Lenin, el Che, levantaron el ideal del hombre nuevo. Hablar del “hombre nuevo” nos resulta hoy insuficiente, porque aun cuando se diga que la expresión refiere a todo el género humano, en realidad subsume a todo el género humano bajo la categoría “hombre”; por eso preferimos usar los términos “ser humano”, que puede comprender a hombres, mujeres, niños/ niñas, y otras posibilidades de género.
El marxismo planteó el trabajo como clave del desarrollo humano, de la relación del ser humano con la naturaleza y consigo mismo. Y junto con ello el desenvolvimiento de todas las capacidades humanas en forma ilimitada, y el despliegue de actitudes y valores humanos generosos, amorosos, éticos y estéticos.
Krupskaya pensaba que el ser humano no solo debía aprender a trabajar, sino también a amar su trabajo, a sentir íntimamente el deseo de trabajar y la responsabilidad por el trabajo que se le había confiado.
A los pocos meses de la Revolución soviética Lenin, y décadas después, a los pocos meses de la Revolución cubana el Che, se preguntaban cada uno por qué el trabajador todavía sostenía la actitud de quien trabaja para el patrón, con rasgos de indiferencia y desinterés por el trabajo. Esto revela por parte de los dirigentes revolucionarios cierta ingenuidad, cierto desconocimiento de la cultura y la psicología humanas, que no cambia espontáneamente cuando cambia la propiedad de los medios de producción.
En la misma dirección, Norberto Galasso se extrañaba de que después de décadas de socialismo, levantadas las barreras entre las naciones europeas, se haya desatado la fiebre de consumo de los habitantes del ex campo socialista. Esas mismas aspiraciones de consumo que las llamadas capas medias del sur de América Latina quieren disfrutar sin ninguna restricción cuando mejora en algo su nivel de vida.
Es cierto que tanto Lenin como el Che apelaron a los sueños, las esperanzas, las utopías humanas, y es cierto que los pueblos soviéticos y cubanos hicieron esfuerzos heroicos sin medida en la construcción del socialismo y en la solidaridad internacional. Y sin embargo, parece que aun falta un largo camino por recorrer para que los seres humanos prefiramos la igualdad a la desigualdad, la solidaridad al egoísmo, y sobre todo, que nos sintamos hermanados por encima de todos los colores de piel, por encima de todas las creencias, unidos en la gran comunidad universal de los pueblos.
¿Cuánto debemos aportar las ciencias sociales y humanas al estudio de la historia, las costumbres, la cultura, la psicología, la pedagogía, para contribuir a los cambios de la subjetividad y orientar hacia otro tipo de consumos y valores?
3. Del siglo XX al XXI
Por último, cabe preguntarnos si lo que existió en el siglo XX fue o no socialismo.
Si pensamos, como afirma A. García Linera, que “Socialismo es desborde democrático, es socialización de decisiones en manos de la sociedad auto organizada en movimientos sociales.” (García Linera, A., 2015) lo que existió no fue socialismo.
Pero si pensamos, siguiendo al mismo autor, que socialismo “Es el campo de batalla entre lo nuevo y lo viejo, entre el capitalismo dominante y el comunitarismo insurgente. (…) “…entre el viejo Estado que monopoliza decisiones en la burocracia y un nuevo Estado que cada vez democratiza más decisiones en comunidades, en movimientos sociales, en la sociedad civil.”(García Linera, A., op. cit) podemos concluir que entendido como campo de batalla, sí hubo destellos de socialismo, aspectos de socialismo, luchas por el socialismo dentro de la misma Unión Soviética.
Para los revolucionarios, para quienes queremos un mundo mejor, el aprendizaje más importante es que el fin no justifica los medios, y que la democracia es el único camino.
Ojalá la historia nos permita imprimirle esta cultura.
Posdata:
Debo mi vida a que mi madre fue refugiada polaca en la Unión Soviética entre 1939 y 1945, y al triunfo del pueblo soviético sobre el nazismo.
Sé perfectamente que otros miles de polacos no tuvieron la misma suerte en el mismo territorio.
Las imágenes de refugiados sirios, el genocidio del pueblo palestino, las persecuciones al pueblo mapuche, traen una y otra vez a mi memoria la imagen de mi madre corriendo con un atadito.
*Flora M. Hillert, Dra en Ciencias de la Educación, Profesora Titular Consulta, Facultad de Filosofía y Letras – UBA
Bibliografía
Carnota, O.E., 1993: “Los huevos de la serpiente”, en Revista Tesis 11 Internacional, Nº 9, Buenos Aires, marzo/ abril.
García Linera, A., 2015: “El socialismo comunitario del vivir bien”. Discurso pronunciado el 22/1/2015 en la toma de posesión de Evo Morales para el período presidencial 2015 /2020. (https://www.vicepresidencia.gob.bo/Discurso-Alvaro-Garcia-Linera-22…)
Galasso, N., 1996: El socialismo que viene. Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional.
Guevara, E., 1979: El socialismo y el hombre nuevo. Buenos Aires, Siglo XXI.
Hillert, F. M.: 1985″La Reforma Pedagógica en la URSS”.. En Revista Cuadernos de Cultura Nº3, Buenos Aires, Argentina.
Krupskaia, N., 1971: Acerca de la educación comunista. Buenos Aires: Editorial Anteo
Lenin; V. I., 1961: Discurso pronunciado ante la Conferencia de toda Rusia de los órganos de instrucción política de las secciones provinciales y distritales de instrucción pública el 3 de noviembre de 1920. En Lenin, V. I., Obras Escogidas, Tomo III, Moscú, Editorial Progreso.
Makarenko, A. S., 1996: Poema Pedagógico. Madrid, Editorial Akal.
Sujomlinski, V., 1975: Pensamiento pedagógico. Moscú, Editorial Progreso.
Visacovsky, N., 2005: “Educación en la ex Unión Soviética: una breve aproximación. Hombres omnilaterales o mano de obra calificada?” en Revista Idelcoop, Buenos Aires, Vol. 32 Nº 161.
Al hablar de la revolución de Octubre (o Noviembre), invariablemente veo que pasan por alto la de Febrero del mismo año, o sea una importantísima revolución que se llevó a cabo tan sólo nueve meses antes que la de los bolcheviques. La revolución de Febrero, con un entusiasmo masivo de la que careció la siguiente, fue la que derrocó al régimen zarista y en su lugar se comenzó a establecer las bases para una democracia liberal-socialista, se instauraron los soviets (consejos de soldados y obreros) y crearon toda una simbología revolucionaria que luego adoptó el bolchevismo (por ej., las banderas e insignias rojas). Pero la terrible situación militar de Rusia en la Guerra Mundial debilitó al gobierno provisional y, entre otras cosas, lo llevó a su pronto derrocamiento por los bolcheviques, que no fue a través de una participación masiva, como en febrero, sino por medio de la toma de medios de transporte, comunicación y demás infraestructura fundamental para el funcionamiento social.