(situación nacional)
Gerardo Codina*
En política pocas veces se tiene certezas. Menos en un país como el nuestro en este momento, atravesado por una vigorosa crisis que combina, en dosis explosivas, caídas del producto y tasas de inflación con pocos análogos en el mundo y en la historia. Las graves consecuencias sociales que esto genera pueden producir movimientos inesperados. Pero Macri no tiene futuro. Terminó su ciclo.
La muerte política del sueño reeleccionista de Macri, fue marcada por la enorme diferencia lograda a favor del Frente de Todos en las PASO. Ninguna remontada que intente podrá cerrar una brecha que se acrecienta con el trascurrir de los desaciertos gubernamentales y del empeoramiento de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Encima, todos saben que carece de poder, aunque legalmente siga al frente de la administración del país hasta el 10 de diciembre. O eso se intente.
Al revés, Alberto Fernández le sacó brilló a su nueva notoriedad. Con un tono sobrio y tranquilo fue la contracara del Macri crispado de los últimos tiempos. Así, al tiempo que desarmó prevenciones en sectores reticentes al peronismo, alentó en muchos las esperanzas de devolver nuestra sociedad a un equilibrio racional para todos.
La transformación de su viaje académico a España casi en una gira presidencial, que además incluyó a Portugal, mostró cómo evalúan en el mundo lo que aquí sucede y aventó el fantasma de un supuesto aislamiento internacional en caso de un nuevo gobierno. El pueblo argentino y sus luchas tienen muchas simpatías en todo el planeta y la expectativa puesta en la reversión del ciclo neoliberal esperanza no sólo a destacados dirigentes políticos, sino también a otros sectores que para muchos desprevenidos resultan inesperados.
El 22 de agosto por caso, se supo que la Confederación Sindical Internacional (CSI), principal entidad del sindicalismo organizado mundial, convocó a sus organizaciones afiliadas a dos jornadas internacionales de protesta y movilización frente a las embajadas y misiones argentinas en todo el mundo, el 12 de setiembre y el 16 de octubre, “en solidaridad con los trabajadores argentinos” y bajo la consigna “Fuera Macri”, según informaron.
La convocatoria, que descolocó a gran parte de la dirigencia cegetista, nace de la convicción del sindicalismo mundial de la necesidad de reforzar la coordinación internacional de los trabajadores ante el avance de un neoliberalismo que avasalla los derechos sociales y la justicia social en todo el planeta, condenando a millones a la pobreza y la desocupación, y poniendo en riesgo, cada vez más al mismo planeta.
Lo que vendrá
Entre un Presidente sin poder, pero con lapicera (y además ofuscado) y un candidato empoderado por el voto popular, pero sin poder de decisión, Argentina atravesará en lo inmediato una indudable profundización de su deterioro. Posiblemente se acelere cuando se desvanezcan las últimas ilusiones macristas el 28 de octubre. En ese sentido, no fue buen antecedente la reacción presidencial después del 11 de agosto. Lo mejor que puede hacer Alberto Fernández hasta entonces para impedir el agravamiento de la situación es dar tranquilidad y convocar a la ardiente paciencia de los que ya están, muchas veces, desesperados.
A ellos, además, el abrazo fraterno de la unidad popular les está aportando respuestas inmediatas. Un país donde el otro importa, porque el hermano es la patria, comienza en esas acciones cotidianas, que movilizan el esfuerzo solidario de centenares de miles en todo el país. Ellos son los que enraízan, profundo en nuestro pueblo, la esperanza puesta en marcha.
Por otra parte, los resultados del 27 de octubre no depararán mayores sorpresas que los de agosto, pero aún habrá que esperar varios días hasta tener autoridades electas según el escrutinio definitivo. En las PASO la certificación final de los resultados se obtuvo dos semanas después de los comicios, un tiempo infinito en esta crisis y con Macri gobernando de salida. Recién entonces estarían dadas las mínimas condiciones de legalidad para posibilitar un traspaso anticipado del mando. No antes del 11 de noviembre.
Si esto así sucediera, recién en ese momento Alberto podría empezar a reparar el enorme daño causado. Habrá expectativas y respuestas de urgencia, en gran medida anticipadas por el mismo candidato. El espíritu festivo que refleja el deseo colectivo del cambio que ya se vislumbra, mejorará las expectativas sociales. Pero también será el tiempo de una fuerte pulseada con el capital financiero internacional, por un lado expresado en el FMI y por el otro, por los fondos buitres. El policía bueno y el policía malo de esta película de terror.
Esa pulseada no se puede enfrentar con debilidad política. Alberto lo sabe. Por eso plantea el necesario compromiso de los gobiernos provinciales en la búsqueda de una salida concertada a la crisis, al tiempo que procura, en confluencia con una activa Iglesia franciscana, la construcción de un nuevo pacto social para afrontar los desafíos múltiples de este siglo.
Recuperar la dimensión federal de Argentina es una antigua deuda de nuestra historia política y social, edificada en torno de la hegemonía porteña y de un sector social de nuestra Buenos Aires, cuya síntesis geográfica y de clases se puede apreciar en el espacio urbano que ocupa la Sociedad Rural Argentina. Esa Argentina con olor a bosta, como la llamó y a la que sirvió Sarmiento, es la vieja derecha que ahora se pintó de amarillo para su nuevo ensayo político posmoderno.
Pero para ello, también en las provincias debe también hacerse una fuerte apuesta y movilizar todos los recursos disponibles para restañar el entramado productivo. La cultura clientelar de muchos aparatos políticos sirve para su perpetuación a costa de la reproducción de la pobreza y de la desigualdad. Algo que se puede percibir también en territorio porteño. Con el tiempo, son prácticas que marchan a contramano del desarrollo con inclusión buscado y del empoderamiento político y cultural de los ahora marginados.
El péndulo del poder
Con la internacionalización del capital financiero, las fracciones oligárquicas argentinas encontraron dos oportunidades simultáneamente. Por un lado, eludir parte de sus obligaciones impositivas en nuestro país, fugando sus capitales líquidos y por el otro lado, ser socios minoritarios de grupos de inversión que pudieran desembarcar entre nosotros.
Así, al tiempo que birlaban parte del capital social generado al circuito de desarrollo productivo autónomo, podían condicionar las políticas locales con la promesa de las inversiones externas. Reforzaron de este modo su poder económico y social, por lo tanto cultural y político, poniéndose a resguardo de la vida democrática nacional. Disponen ahora de una fortaleza de difícil asedio, pero no imbatible.
Este es el mecanismo básico que actuó detrás de las reiteradas oscilaciones entre gobiernos populares y experimentos neoliberales que nos han atravesado en el último medio siglo. Por supuesto, no agota el análisis del fenómeno llamado “empate estratégico”. Pero sin ese mecanismo actuando, la derecha que sí pudo expulsar al peronismo del gobierno en el 55, al mismo tiempo no pudo empezar a desarmar el entramado social productivo que se había generado en la segunda posguerra. Fue un objetivo que recién entró en el terreno de las factibilidades a partir del golpe genocida del 76 y a punta de bayonetas, cuando despuntaban estas nuevas condiciones de internacionalización financiera y aquí estrenábamos la famosa “bicicleta”.
La viñeta histórica viene a cuento, a la hora de pensar qué hacer, a partir de que asuma un nuevo gobierno popular, para impedir otro retorno de las dañinas recetas neoliberales. Macri ya perdió, pero en medio del aluvión de evidencia fáctica del desastre hecho en su gobierno, un 30 por ciento del electorado tozudamente sigue expresando sus preferencias por él y lo que significa, igual que en 2003. Ellos seguirán formando parte del día a día de la sociedad, luego de la asunción de Alberto.
Y muchos de ellos, pequeños y medianos empresarios y profesionales, son parte necesaria e insustituible de la recuperación productiva que es requerida. Y van a seguir pensando los problemas de la economía con la mirada neoliberal que expresa los intereses de los sectores financieros más concentrados del país y el mundo, y que han comprado junto con los videos tutoriales para convertirse en emprendedores exitosos y de fortuna, como aquellos que admiran.
Kirchner había acertado una clave en la construcción de una conciencia social colectiva refractaria a la insidiosa colonización cultural del neoliberalismo mundial, la recuperación del orgullo nacional. El nuevo pacto federal que implícitamente propone Alberto Fernández puede ir en esa misma dirección. La memoria histórica de las tres banderas del peronismo y la presencia conjunta el 17 de octubre de los candidatos que integran la fórmula presidencial del Frente de Todos junto con la enorme mayoría de los gobernadores en la capital de La Pampa, pondrá la escenografía de ese proyecto en marcha.
Deberá trascurrir en simultáneo con otro que se proyecta en territorio porteño, que también promueve Alberto Fernández. El proyecto de Matías Lammens, denominado “Buenos Aires, ciudad del conocimiento”. Forjar una estrecha alianza entre el sector científico-técnico nacional y el productivo local debe servir para encontrar respuestas argentinas a los problemas argentinos, como pregonaba un viejo diario. Que además, pueden ser de vanguardia, como muchas veces lo demostraron nuestra ciencia y nuestra tecnología.
Estos signos deben encarnar en prácticas institucionales robustas y eficaces, para obtener resultados concretos en el tiempo. Pero solos no alcanzarán. Deben estar acompañados de una fuerte recuperación cultural y de la consolidación de la solidaridad, el cuidado y el respeto del diferente como valores sociales cultivados con esmero por todos los actores significativos. El mismo Alberto ha hecho un método de esto y ha expresado reiteradamente que debe cerrarse la herida, abierta intencionalmente por el neoliberalismo, para la construcción de su estructura de poder.
Orgullo nacional, valoración de las diferencias, convivencia democrática, justicia social, pacto federal, alianza entre conocimiento y producción, cultura argentina y solidaridad no son títulos para programas de gobierno, sino valores que deben cimentar en prácticas sociales y consolidar una conciencia colectiva que sustente el proyecto político de una democracia recuperada para todos, en una nación autónoma que construye su desarrollo integrado. Será la condición de posibilidad de su continuidad en el tiempo y de la alternancia democrática dentro de un mismo proyecto estratégico.
La dimensión regional y mundial
El relanzamiento del proceso de articulación regional, que caracterizó los primeros años del nuevo siglo, se hace posible también ahora por la elección de Alberto Fernández en la presidencia argentina. Aquí empieza el reflujo de la marea neoliberal latinoamericana. Fernández lo sabe. Por eso sus dos primeras incursiones fuera del país, han sido las visitas a Mujica en Uruguay y Lula en Brasil. Y luego sumó, antes de la recta final de la campaña, un encuentro con Evo Morales en Bolivia y la entrevista en Lima con el presidente peruano. Nuestros destinos sólo serán posibles en un marco de unidad continental desde la que replantearnos colectivamente nuestra inserción internacional.
Pero además, como lo puso dramáticamente de manifiesto la crisis de los incendios forestales en el Amazonas, todos habitamos una sola casa que estamos dañando con nuestras acciones. La depredación voraz y sin límites de los recursos naturales, también es parte de esta enfermedad colectiva que es el neoliberalismo. No es posible construir sociedades democráticas y socialmente justas, sino no hay justicia ambiental, que finalmente, es justicia intergeneracional. No podemos legarles a quienes vendrán, un planeta devastado por la irrefrenable codicia de una absoluta minoría.
De este modo, no sólo las cuestiones de nuestro desarrollo y autonomía relativa nos convocan a la unidad latinoamericana, sino la gestión de un planeta que es el único que tenemos y del que depende la supervivencia de una especie que ya está en peligro, la nuestra. Desde esta perspectiva global es que es necesario abordar la integración inteligente con el mundo. Existen muchos problemas que ningún país del mundo, por grande o poderoso que se considere o sea, puede resolver aislado de los demás. Menos uno que no es poderoso, como el nuestro.
De todas las cosas malas que hizo la gestión Macri, quizás la peor fue el manejo de los asuntos internacionales del país, siempre a contramano del interés nacional, por otra parte. Allí también ha llegado el final y lo saben en todo el mundo. Nuestro país deberá recuperar su propia voz en la región y en la escena internacional. Como ha comenzado a hacerlo.
*Gerardo Codina. Psicólogo. Instituto del Mundo del Trabajo UNTref. Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
Cuerpo del mensaje
¿Y esto?:
“Esa Argentina con olor a bosta, como la llamó y a la que sirvió Sarmiento, es la vieja derecha que ahora se pintó de amarillo para su nuevo ensayo político posmoderno.
Mariano Rubio