(internacional/israel)
Pablo Jofre Leal*
“A pesar de que los informes, la constatación en terreno, las denuncias que se acumulan por miles, las propias declaraciones de la dirigencia del régimen cívico-militar israelí comprueban la política de crímenes contra la población palestina y en especial contra la niñez, nada se ha hecho por obligar al sionismo a cesar sus crímenes.”
En las últimas semanas, hemos sido testigos de un sionismo cebado en sangre, gozando de una impunidad que le permite seguir con su crónica conducta de asesinar palestinos y que estos días ha significado nuevos ataques contra la Franja de Gaza.
Una conducta de crímenes donde a la par de la demolición de cientos de viviendas de familias palestinas, suman la construcción de más y más asentamientos en Cisjordania en clara violación del cuarto convenio de Ginebra y por ende cometiendo crímenes de guerra. A lo que debemos adicionar acciones de agresión a países vecinos como es el bombardear Siria, sin que se apliquen sanciones a este proceder criminal.
Israel, como aquella fiera que probó la sangre humana, ha devenido en una entidad, que para mantener el actual régimen cívico-militar necesita masacrar al pueblo palestino como alimento vital y sostener así un poder anclado en una ideología definida por la Resolución N.º 3379 del año 1975 por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas “como una forma de racismo y discriminación racial”.
El sionismo es, por tanto, una creación abominable, una violación de los derechos del pueblo palestino y de todas aquellas convenciones y acuerdos internacionales firmados para la protección de los derechos humanos. El sionismo es la perversión hecha ideología, es el delirio exterminador que acompaña la vida de políticos, militares y parte importante de la sociedad israelí, que visualiza al árabe en general y al palestino en particular como un no humano, un Goyim – un no judío – y por tanto sujeto al arbitrio y a la violación de sus derechos más elementales. Un sionismo que se ha ensañado, sobre todo, contra los niños y niñas de palestina, haciendo realidad los deseos de exterminio que animan a la dirigencia israelí. Un régimen infanticida.
El viernes 26 de julio del año 2019, mediante un Informe presentado por el secretario general de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres, ante el consejo de seguridad de este organismo internacional, se denunció a Israel y a la Casa al Saud como los regímenes más importantes en materia de la comisión de crímenes contra menores de edad en el mundo. “La ONU apunta el dedo acusador al régimen de Israel y la coalición liderada por Arabia Saudí por considerarlos como los principales infanticidas del mundo”.
La Monarquía Wahabita fue colocada, por tercer año consecutivo, como el régimen infanticida por excelencia, como responsable de la muerte y heridas – solo en el año 2018 – de 789 niños y niñas. Frente al documento elaborado por Virginia Gamba, la Relatora Especial de la ONU Para Niños y Conflictos Armados, Guterres afirmó que “Condeno el número cada vez mayor de víctimas infantiles, que a menudo son el resultado de los ataques aéreos a las regiones densamente pobladas y contra objetos civiles, incluidos escuelas y hospitales”.
Lo indignante es que a pesar de que el organismo internacional situó a Arabia saudí y sus aliados de la coalición que agrede a Yemen desde marzo del año 2015, en la lista negra de los regímenes criminales e infanticidas, en dicha lista no se incorporó al régimen israelí, en una clara muestra de las presiones que ejerce sobre el organismo, tanto Washington, con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, como también los lobbies sionistas en Estados unidos, Francia y Gran Bretaña.
Si bien la entidad sionista no aparece en la lista negra de los regímenes infanticidas, el propio Guterres se encargó de dar a conocer que Israel es culpable del asesinato de 59 niños y niñas palestinos y las heridas a 2.756 menores durante el año 2018. Las autoridades de la ONU, encabezadas por el portugués instaron a Israel a “activar de inmediato medidas preventivas y de protección, para poner fin al “uso excesivo de las fuerzas” contra los menores palestinos. Por su parte, un documento publicado el mes de abril por la Sociedad de Presos Palestinos (SPP) reveló que Israel ha arrestado desde el año 2015 a más de 6.000 niños palestinos, la mayoría de ellos ha sufrido abusos físicos y psicológicos en las cárceles israelíes.
El Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina (HAMAS) ha criticado a la ONU por no incluir a Israel en este listado de países criminales, en esta lista negra de regímenes infanticidas. En un comunicado publicado a pocas horas del informe del organismo internacional, Hazem Qasem, un portavoz de HAMAS, denunció la inacción de la ONU ante los crímenes de Israel contra los niños palestinos, a pesar de haberlo calificado como uno de los “mayores infanticidas del mundo”. Dicha conducta, para HAMAS responde a las presiones de Estados Unidos y su aliado israelí, lo que, a juicio de Qasem, anima aún más al régimen de ocupación a violar los derechos de los palestinos, en particular de los niños.
Para la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) la postura de la ONU de excluir a Israel de su lista sobre países y grupos infanticidas, por cuarto año consecutivo es inaceptable. “Este fracaso es inexcusable, dado el pésimo historial de Israel en materia de derechos humanos y sus abusos documentados contra los niños palestinos, incluida la detención arbitraria de cientos de menores cada año, el uso de torturas contra ellos y otras violaciones graves”, denunció en un comunicado la integrante del Comité Ejecutivo de la OLP, Hanan Ashrawi. Para la dirigente palestina, el silencio de la comunidad internacional ante las atrocidades cometidas contra Palestina anima al régimen israelí “a seguir cometiendo con bastante impunidad crímenes de guerra y violaciones del derecho internacional y de derechos humanos”.
A pesar de que los informes, la constatación en terreno, las denuncias que se acumulan por miles, las propias declaraciones de la dirigencia del régimen cívico-militar israelí comprueban la política de crímenes contra la población palestina y en especial contra la niñez, nada se ha hecho por obligar al sionismo a cesar sus crímenes. No hay sanciones, bloqueos, no hay creación de zonas de exclusión aérea que obliguen a cesar los bombardeos contra la población palestina. No hay aplicación de la carta de las Naciones Unidas en su capítulo VI que permita, vista la política genocida de Israel, pasar a ocupar el capítulo VII de la mencionada carta. Convertida hoy, en un documento a aplicar para los enemigos de Estados Unidos y sus aliados incondicionales y en un freno para castigar a regímenes como el israelí.
Ya en febrero de este año 2019 el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) reiteró lo que han sido llamados continuos para que Israel cese todo tipo de ataques y violencia ejercida contra la niñez palestina. En aquella ocasión, el Director regional de Unicef en Oriente Medio y Norte de África, Geert Cappelaere, denunció el asesinato, a manos de las fuerzas de ocupación sionistas de dos jóvenes palestinos en el marco de las Marchas del Retorno en la asediada Franja de Gaza.
Para Cappelare “Este es otro recordatorio de la violencia significativa que los niños continúan soportando en el Estado de Palestina. Los niños son niños. Deben estar protegidos en todo momento. Los niños nunca deben ser un objetivo. Tampoco deben verse expuestos a ninguna forma de violencia, por ninguna parte” consignó al alto funcionario internacional en un comunicado difundido en las páginas oficiales del organismo. Cappelare denunció, además, que durante años, los niños en los territorios ocupados han sido blanco no solo de sufrimiento físico, sino también de emocional.
Paradigmático ha sido el caso del pequeño Muhammad Rabi Elayyan, un niño palestino de tan sólo 4 años, llevado a un interrogatorio a un interrogatorio por parte de las fuerzas ocupantes sionistas. En un claro y emotivo artículo referido a este tema, Hossam Shaker, columnista de Middle East Monitor señaló que “Lo que le sucedió a este niño palestino expuso la realidad de la violencia física y psicológica que las autoridades de ocupación israelíes infligen a los niños palestinos, la mayoría de los cuales tiene lugar fuera de la vista. El arresto y tortura de niños palestinos por parte de Israel no es nada nuevo, a pesar de la propaganda israelí en sentido contrario. Psicológicamente, el terror más severo infligido a los niños palestinos es presenciar algunas de estas horribles experiencias en Cisjordania y Jerusalén cuando los israelíes arrestan a personas de sus vecindarios”.
Para Hossam Shaker “Las experiencias más traumáticas son las que tienen lugar dentro de los hogares palestinos cuando las fuerzas de ocupación asaltan casi a diario durante el amanecer las aldeas y pueblos para secuestrar a las personas mientras duermen. Estas violentas campañas intimidan a toda la comunidad palestina e intentan sistemáticamente disuadir a cualquiera de desafiar la ocupación. Los corazones de docenas de niños palestinos tiemblan cada semana al presenciar el arresto de sus padres, el símbolo de su protección, sus hermanos mayores o incluso sus madres y hermanas”.
Ante la brutalidad protagonizada por las fuerzas ocupantes, militares y colonos extremistas se han presentado numerosas denuncias tanto por organismos defensores de derechos humanos, abogados y organismos que representan a la sociedad civil palestina víctima de esta política de exterminio a manos del sionismo. Incluso con presentaciones ante tribunales internacionales que suelen quedar en nada por la complicidad con que regímenes aliados de Israel como es el caso de estados unidos y gran Bretaña operan en el seno de los organismos internacionales y en las políticas bilaterales, utilizando el chantaje, las amenazas o simplemente retirándose de organismos como la UNICEF, el consejo de derechos Humanos de la ONU, la UNESCO e incluso no reconociendo el papel que cumple la Corte Penal Internacional, en clara comunión de intereses y protección de la entidad sionista.
Es hora de reconocer, por parte de los organismos internacionales y darlo a conocer urbi et orbe que Israel del “mayor régimen infanticida del mundo” y su nombre debe estar colocado en la lista negra de los países violadores de los derechos de los niños. No existe excusa para ello como tampoco el no llevar a juicio internacional a criminales de guerra, civiles y militares que llaman a exterminar al pueblo palestino, como es el caso de Ayelet Shaked, por ejemplo. Ex parlamentaria y ex Ministra de Justicia del cuarto gobierno de Benjamín Netanyahu quien combina su conducta criminal infanticida – incluso a aquellos que aún están en el vientre materno – con el afán de asesinar también a las madres palestinas acusándolas de engendrar a quienes atentan contra el ejército ocupante y los colonos sionistas en tierras palestinas.
Refiriéndose a las mujeres palestinas Shaked señaló: “Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”. Discurso que muestra el delirio y perversión de los políticos sionistas, quienes siguen en ello los pasos del jefe de los graduados militares de la Yeshiva, el rabino Eliezer Kashtiel, quien habla de la superioridad del judío sobre el Goyim – el no judío – y la necesidad de convertir a los árabes en general y a los palestinos en particular en esclavos.
Palabras que el diario israelí Haaretz denunció como parte del adoctrinamiento de las fuerzas de ocupación sionista de Palestina “Si la ocupación significa humillarte, atacarte, morderte y destruirte, es malo. Pero si la ocupación significa: Tengo éxito, ven a mí. Te invito a ser un socio para el éxito. Cierto, quiero tu ocupación y anexión, para que seas un socio con gran éxito. Entonces será mejor que seas mi sirviente…Sí, somos racistas, ciertamente. Sí, hay razas en el mundo, hay rasgos genéticos de los pueblos, y esto requiere que nosotros (el pueblo judío) pensemos en cómo ayudarlos. El hecho de que alguien esté debajo de ti no es una razón para destruirlo, sino para ayudarlo”.
Palabras del terrorista Kashtiel, no muy distintas de otro rabino que en cualquier parte del mundo debería ser condenado por incitación al crimen, como es el rabino extremista Yitzhak Shapira que insta a matar a los niños palestinos. Sostiene este religioso en forma delirante “Existe una justificación para matar bebés si está claro que crecerán para dañarnos, y en tal situación se les puede dañar deliberadamente, y no solo durante el combate con adultos”.
Por ello no es extraño que una sociedad como la israelí no se conmueva ante los crímenes cometidos contra miles de seres humanos, que viven allí, a pocos pasos del lugar que ellos ocupan ilegalmente. No sientan dolor alguno por los miles de niños asesinados, heridos, torturados, hechos prisioneros. No resulta raro que a la par de considerar que son la mayor democracia de oriente medio, como les gusta autodenominarse, a pocos kilómetros se comporten como el régimen nacionalsionista que son, estableciendo guetos, estableciendo cientos de check points, masacrando población civil, creando carreteras segregadas, estableciendo el régimen de apartheid, que han soñado los sionistas,
Y esto sucede con pleno conocimiento de organismos internacionales, de medios de información de los gobiernos del mundo, simplemente porque la impunidad se ha impuesto. Porque a la propia sociedad israelí se le ha inculcado que los palestinos no son humanos, no son parte de una entidad racista como la israelí. No resulta sorprendente visualizar que Israel, su casta política, militar y religiosa, contagian en cada uno de sus habitantes, en el corazón de su juventud el odio al árabe, al palestino, a quien es diferente. En Israel se anima el establecimiento de los antivalores de un régimen que se define a sí mismo como el estado de la nación judía lo que permite calificarlos, sin duda alguna, como la mayor entidad racista. Como la expresión del apartheid y sobre todo una sociedad infanticida necesaria de destruir para bien de la humanidad.
*Pablo Jofre Leal : Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb.
Fuente: Telesur