Tesis 11 nº 95 – dossier sobre inflación (artículo 2 de 3)
Hector Valle*
El actual nuevo proceso de incremento de la demanda sumado a la renuencia del sector empresarial privado a efectuar nuevas inversiones para aumentar la producción, más asuntos coyunturales como la recomposición actual del ciclo ganadero, empujan la suba de precios. Una activa política crediticia gubernamental pro inversión, y la baja de tasas de interés que podría resultar de la reestructuración de la deuda aun en default, podrían alentar la inversión privada y permitir crecimiento con baja de la tasa inflacionaria.
Existe un generalizado consenso acerca de las buenas perspectivas de la economía argentina para lo que resta del corriente año. Aún el propio FMI parece dispuesto a modificar sus hipótesis de crecimiento para el PIB, y otro tanto ocurrirá con las proyecciones del Ministerio, que probablemente obliguen a la revisión de las metas presupuestarias, proyectando una expansión global del 6% para la comparación interanual. Esta tendencia se ha visto ratificada en los indicadores disponibles para el primer trimestre, tanto en materia de niveles de actividad industrial (9% superior a igual lapso de 2009), como en los resultados de la campaña agrícola 2009/10 y la evolución de ciertos sectores proveedores de servicios, tal el caso del comercio o el turismo, entre otros.
Ahora bien, esos registros positivos que se verifican por el lado de la oferta de bienes y servicios deben confrontarse con el dinamismo que muestra la demanda; se trata, particularmente del auge vigente en el consumo, público y privado. Ello, sumado a la recuperación en las exportaciones, especialmente las de origen industrial, suponen un virtual desplazamiento hacia la derecha en la curva de la demanda agregada. Este movimiento choca contra una notable inflexibilidad de la oferta de bienes manufacturados. Por lo tanto, el mercado se ajusta vía precios y en alza. Volveremos sobre este punto.
No debe sorprender entonces que el valor anualizado de la canasta básica del INDEC llegara en marzo pasado, según informa ese organismo, al 19,5%. Para cortar este círculo vicioso, la solución principal pasa por el incentivo a la inversión del sector privado. Es previsible que el uso del instrumento crediticio -en términos de bajas tasas y mayor disponibilidad de dinero para inversión en los sectores reales-, sumado al éxito en el canje de la deuda en default, durante los próximos meses, se convierta en el anzuelo que utilice el Gobierno para atraer al sector privado hacia la formación de capital con el fin de ampliar la oferta de bienes en el mercado interno.
. La cuestión de los precios
Para evitar que el punto de equilibrio -entre una demanda muy expansiva y una oferta interna con tendencias a la rigidez debido a su reducida capacidad ociosa- se establezca en niveles más altos de precios, es preciso que aumente el gasto en bienes de capital, que deberá recuperarse de manera gradual en lo que resta del año.
Esta mejora en la demanda de bienes de consumo durable es consecuencia de la reducción en la incertidumbre sobre el futuro de la macroeconomía y la evolución de los acuerdos sobre la deuda externa. Sobre esa base se verifica una recuperación de la confianza en los consumidores, una ampliación de su masa originada en el gasto social y la ya referida baja en la propensión al ahorro en depósitos a plazo. Vale decir que se asiste a un shock de aumento en el ingreso disponible orientado centralmente hacia el consumo.
Ante estas novedades, la estrategia que siguió el Gobierno argentino para sortear la crisis de 2009, que fue exitosa, ahora requiere de un mayor compromiso privado en materia de producción, empleo e inversión para evitar la ocurrencia de efectos no deseados sobre los precios. En caso contrario, si la política mantiene su objetivo de bajar aún más las tasas de desempleo -actualmente equivale al 8,7% de la población económicamente activa-, deberá alcanzar un nivel de gasto público lo suficientemente alto como para cubrir la brecha dejada por la inversión privada. Dicho en otros términos, a mayor brecha y mayor nivel de empleo deseado, mayor sería el nivel de gasto público requerido. Si aparece una creciente discrepancia entre la cantidad de dinero en poder del público y la cantidad de bienes y servicios disponibles en el mercado interno, aparece por el lado de la demanda una amenaza inflacionaria cada vez mayor.
Cabe señalar que la autoridad del BCRA ha manifestado, en los términos de su programa monetario 2010, que no se encuentra dispuesta a convalidar las presiones inflacionarias latentes. Para lo que resta del año desarrollará una estrategia basada en la construcción de redes de liquidez, tanto en moneda extranjera como local, y en un control de la expansión en los agregados monetarios mediante la esterilización de los pesos que excedan a la demanda. Las metas del programa monetario 2010 prevén un crecimiento anual del M2 en el rango del 11,9% al 18,9% y un ritmo de expansión anual para el M2 privado en el intervalo de 12,1% al 19,1%. (NR: M2, masa monetaria que circula en billetes y monedas más las cuentas corrientes y de ahorro en pesos)
Si tanto el crecimiento económico como el aumento promedio de los precios confluyen para exceder estas metas, no cabe descartar moderados ajustes en las mismas para evitar situaciones coyunturales de oliquidez. La política de tipo de cambio administrado también puede exigir aumentos en la emisión para evitar una no deseada apreciación del peso, cuya cotización se desea mantener con un rango de entre 4 y 4,15 pesos cada dólar a fines del año. La esterilización de esos recursos requeriría la emisión de títulos por parte del BCRA, que pueden beneficiarse de la baja en el riesgo país originada en una negociación exitosa con los acreedores privados externos y el Club de París.
Estos supuestos teóricos y evidencias empíricas se ven ratificados con lo ocurrido durante la última parte de 2009 y lo que va de 2010. Durante este lapso la reactivación del comercio mundial y la mejora en los precios internacionales de los alimentos, sumados a los factores internos que también inciden hacia el alza, han ido estableciendo un nuevo marco de comportamiento para los precios internos de ciertos bienes específicos. Valga el ejemplo de lo ocurrido con los productos cárnicos, cuya incidencia sobre la canasta de consumos de los argentinos es decisiva, toda vez que explican el 10,0% del total.
. La formación de capital como prioridad
La evolución del comercio minorista acompañó al mayor consumo de las familias, presentando un comportamiento diferenciado entre los bienes de primera necesidad y los considerados como suntuarios. Las ventas en supermercados continuaron desacelerándose, mientras que la comercialización en centros de compra se recuperó, favorecida por las promociones lanzadas en conjunto por los grandes comercios y las entidades financieras.
Para evitar el riesgo de insuficiencia en la oferta, la expansión del proceso inversor debería madurar paso a paso con el agotamiento en las capacidades ociosas que existen todavía en los sectores productores de bienes y la infraestructura de servicios. Una señal puntual pero alentadora fue el incremento operado por sus importaciones de maquinarias y equipos registradas en marzo pasado, que fueron un 57% superiores al muy deprimido nivel registrado en igual mes de 2009. Sin embargo, no existe una cartera de grandes proyectos -especialmente en el sector privado- que permita garantizar el mayor abastecimiento interno de bienes de capital para la actividad fabril y el sector rural. El nivel de endeudamiento que muestra la industria se mantiene relativamente estable, así como la decreciente ponderación del financiamiento externo dentro del mismo. Esta circunstancia, combinada con la reactivación vigente, permitiría a las empresas manufactureras no sólo ampliar su capacidad de pago, sino encarar nuevos proyectos de inversión.
Por ahora, sin embargo, predomina en el empresariado privado una generalizada actitud de ajustar vía precios y no a partir de aumentos en la masa de bienes y servicios disponibles. No se verifican aún mayores preocupaciones por incrementar las capacidades instaladas. Y esta tendencia puede tener el doble efecto negativo de reducir el excedente externo y alimentar nuevas presiones inflacionarias futuras. Se trata de una conducta que siempre fortalece la inflexibilidad de los precios a la baja, circunstancia que, ante la vigencia de los ya señalados estímulos por el lado de la demanda, remacha, en otra vuelta de tuerca, la referida inflexibilidad de los precios hacia la baja que, a su vez, es capaz de inducir cualquier tasa concebible de inflación.
Gráficamente, como ya mencionamos, estaríamos en una situación en que la curva de la demanda se corre hacia la derecha, mientras la de oferta apenas se mueve. Se advierte que esos peligros están latentes en la Argentina, donde, por el lado de la oferta, se verifica una muy baja propensión a la baja en la formación de los precios industriales, la percepción de cuyo nivel por parte de los demandantes es opacada por el estímulo a endeudarse mediante el uso de tarjetas de crédito bancario.
A ello se suma la restricción implícita en el ciclo ganadero, que atraviesa una etapa de recomposición en los stocks de cría. Ambas tendencias empujan la inflación. Finalmente, no puede omitirse la importancia que tienen en la Argentina las imperfecciones de mercado que predominan, tanto en las cadenas de valor de las ramas productoras de alimentos como en las manufacturas que deben proveerlas de algunos de sus insumos fundamentales, como cartón, vidrio y hojalata.
*Héctor Walter Valle, presidente de FIDE, (30 de abril de 2010)