En una actitud abiertamente complaciente con la política exterior norteamericana, el gobierno argentino, a través de su representante oficial, votó en contra de la República Bolivariana de Venezuela en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Repitiendo una conducta errática que tienen antecedentes muy cercanos, la Cancillería presidida por el ministro Felipe Solá, siguiendo las estrictas instrucciones del presidente Alberto Fernández, coincidió y respaldó plenamente un informe falaz, mentiroso e injerencista elaborado por Michelle Bachelet.
La pregunta que deben hacerse los argentinos y argentinas, es: ¿qué está apoyando con su votación el gobierno del Frente de Todos? Es muy fácil darse cuenta, leyendo la serie de barbaridades expresadas por Bachelet en un texto cargado de odio contra un país jaqueado por el imperio todos los días del año. Habla de “batallones de exterminio”, “torturas”, “asesinatos”, “detenciones arbitrarias”, “violaciones sexuales”, lo mezcla con el drama que vive la población producto de los sabotajes de la derecha opositora y fascista o derivados del bloqueo permanente, y así se pavonea opinando críticamente sobre «cortes de luz», «desabastecimiento de combustibles» y «falta de agua para el 90% de la población”. Todo el “relato” busca un solo objetivo y es el de impugnar el proceso revolucionario y contribuir, por orden de Washington, a destruir un gobierno soberano, que junto con Cuba son ejemplos en el continente frente a las actuales contingencias humanitarias que vive el mundo.
Bachelet, al igual que ese títere llamado Luis Almagro, juegan disciplinadamente para el bando de la barra y las estrellas. Ahora, con ese voto dado a espaldas de lo que puedan pensar millones de argentinos, el gobierno de Fernández-Fernández, ha cruzado un límite. Votar igual que Bolsonaro y Piñera debería, por lo menos, hacer reflexionar sobre lo que está sucediendo.
Por un lado, vale aclarar que Bachelet escribió este documento sin haber pisado Venezuela, sino que responde a una elaboración hecha desde Panamá por un ente designando por la funcionaria chilena denominada Misión de Determinación de Hechos, que se basó en información recabada a través de las redes sociales y páginas de internet, restando toda credibilidad a sus resultados. De hecho, actuaron como una consultoría privada que además de escuchar las infamias vertidas por la oposición al chavismo, recogieron tantos datos falsos que los propios funcionarios de carrera de la ONU, debieron advertirles que debían ser corregidos.
El texto final es un auténtico «copia y pegue”, no precisamente sobre la situación venezolana en lo que hace a Derechos Humanos, sino que puede aplicarse perfectamente a lo que ocurre a diario en Colombia, Perú, Paraguay, Brasil o el propio Chile, donde Bachelet gobernó con mano dura y aplicó contra el pueblo mapuche muchas de las sevicias que hoy endilga al país caribeño. Sobre todos esos países con gobiernos de derecha no caerán jamás las sanciones ni las reprimendas ni de la OEA ni de la ONU. Son buenos vasallos del amo del norte.
De allí que indigne la ligereza y desviación ideológica severa en la que ha caído el gobierno argentino, que en nombre propio ha embarcado al país en posiciones equivocadas y peligrosas. Hay que decir “Gobierno» porque ya no vale seguir diciendo Cancillería cuando es bien conocido que ningún Canciller puede tener vuelo propio en temas tan delicados. Y si lo hace, entrando en contradicción con el discurso oficial, lo más lógico es que ese funcionario se quede sin el cargo.
Hay que decir “Gobierno», porque es el propio presidente Fernández quien, como informa el comunicado oficial del Palacio San Martín, dio las instrucciones para apoyar «con fuerza el trabajo realizado por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas Michelle Bachelet». Va más lejos aún, advirtiendo al gobierno bolivariano que debe implementar las recomendaciones de ese Informe, llevando ante la Justicia a los presuntos violadores de los derechos humanos. Si esto no es injerencia, ¿cómo hay que denominarlo?.
Lamentablemente, no se puede guardar silencio frente a tales aseveraciones. Las mismas, no representan el pensamiento y la actitud solidaria que muchos argentinos y argentinas (de los cuales muchos habrán votado a AF) sienten hacia Venezuela y su legítimo presidente Nicolás Maduro. Actitud que nace de entender que la Patria Grande es una sola y que en ese marco, la Revolución Bolivariana acompañó a la Argentina en circunstancias muy duras, cuando el país también sufría las maniobras desestabilizadoras de la oligarquía y el imperialismo. Por eso, esta votación indebida, significa una nueva concesión ante el Imperio, de la misma manera que lo hizo ante el FMI en lo que hace a la deuda externa o frente al sionismo, regalándole resoluciones como las llevadas adelante por la Cancillería en lo que hace a la definición de antisemitismo, o emprendiéndola nuevamente en la ONU contra la República Islámica de Irán. Qué decir de la actitud cipaya de Felipe Solá ante el embajador gringo Edward Prado, agradeciendo «sus gestiones» de apoyo ante el FMI.
Votar contra Venezuela hoy es hacer trizas la Doctrina Drago que, vale recordar, fue una respuesta digna dada en 1902 contra el bloqueo naval a Venezuela por parte de los piratas ingleses, Italia y Alemania, y la colaboración implícita, cuando no, de los Estados Unidos. Votar contra Venezuela hoy es tirar por la borda la tradición solidaria y revolucionaria del pueblo peronista, que en las peores circunstancias del avance imperial contra el continente supo respaldar al Chile de Allende, a Cuba Socialista, rompiendo el bloqueo, a Nicaragua sandinista y a tantos otros pueblos que peleaban por su liberación.
Finalmente, vale reiterar que frente a los ataques constantes que sufren el pueblo venezolano y su gobierno por parte de Donald Trump, de la Unión Europea y de los países del Grupo de Lima, más allá de las actitudes erróneas adoptadas por los gobiernos, cabe que los pueblos nuestroamericanos puedan decir como en otras oportunidades, “en nuestro nombre no”. Venezuela Bolivariana, la de Simón Bolívar, la del Comandante Hugo Chávez Frías y del Presidente Maduro, no se toca.