Revista Nº 138
(internacional/economía)
Alberto Wiñazky*
La profundidad de la crisis del capitalismo ha acelerado la acción de los sectores dominantes tendiente a profundizar la pobreza, la exclusión, las desigualdades y la flexibilización laboral. La búsqueda de un modelo alternativo de acumulación permitirá transformar el predominio actual de la lógica capitalista en beneficio de los trabajadores.
Desde comienzos del siglo XXI el sistema capitalista central impulsó mediante el desarrollo de la digitalización, la robótica y la automatización, una política dirigida a producir cambios acelerados en el sector productivo, tratando de obtener el plusvalor en escala ampliada. Nunca en la historia de la humanidad la acumulación de capital estuvo tan estrechamente vinculada a la ciencia y a la tecnología. Sin embargo, como consecuencia de este modelo económico implementado a nivel global, se produjo un incremento de la pobreza, la exclusión, las desigualdades y la flexibilización laboral. Cambió en consecuencia la agenda mundial, y el modo de producción capitalista expresó la tendencia a incluir al conjunto de la humanidad en un solo sistema de relaciones sociales de producción. En la periferia, los sectores monopólicos enfatizaron la importancia de transformar los espacios donde se encontraban los recursos naturales estratégicos, para convertirlos en territorios eficientes y altamente productivos de materias primas y de productos industriales de bajos precios.
América Latina con la llegada del nuevo siglo, siguió posicionada básicamente como proveedora de bienes primarios, coadyuvando con su producción a la realización del capital global. La región formó parte de esa unidad mundial de acumulación, incorporada siempre como un espacio subordinado al capital monopólico. Incidieron activamente en su composición un conjunto complejo de mecanismos institucionales como la política comercial y financiera global, la intensa acción del Estado y la actuación de una serie de organismos internacionales que reforzaron la configuración de las cadenas de valor. Se acentuó la preponderancia de los sectores oligopólicos que actuaron dentro de los procesos de producción mundiales ampliando su influencia sobre el intercambio comercial, el medio ambiente y sobre los recursos disponibles. La industria en América Latina continuó operando desde un lugar marginal por el bajo nivel de inversión, la dependencia estructural y el peso relativo en el entramado internacional. A la vez se incrementaron las tensiones económicas y sociales interburguesas y se fueron complicando las relaciones con el imperio. Esta situación condujo a la destitución de varios de los gobiernos elegidos en las urnas, y al hostigamiento hacia otros que no respondían ampliamente a los intereses de los grupos concentrados.
Con los acontecimientos de 2008, se profundizó la crisis estructural del sistema capitalista. Expusieron la hipertrofia del capital ficticio, las intensas y complejas relaciones de poder y dominación y el fuerte proceso de competencia entre las distintas fracciones del capital. La crisis iniciada en 2008 no provocó una ruptura con los principios neoliberales que organizaron la economía mundial desde los años ochenta. Esta crisis estructural, es decir de largo plazo, fue el resultado de las contradicciones acumuladas desde el inicio de la reacción conservadora. Con posterioridad se aceleró el afán de los sectores más concentrados por lograr una rápida valorización de su producción en el proceso de acumulación capitalista.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. no fue un accidente en la historia de la humanidad. Su aparición estuvo ligada al fenómeno antisistema y soberanista que en años anteriores ya había asolado a Europa. El republicano fue el líder exitoso que instó a volver a un pasado que indudablemente no tenía regreso. Sin embargo el agravamiento mundial de la desigualdad social no llevó a que la clase trabajadora iniciara la búsqueda de un proyecto de acumulación alternativo que permitiese conducir a la sociedad hacia un sistema diferente que transforme el predominio de la lógica capitalista.
A comienzos del año 2020 se originó la pandemia del Covid 19. Irrumpió en todo el planeta, aumentando las extremas condiciones de desigualdad y exclusión socio-económica dando lugar al comienzo de un período de crisis prolongada. La precariedad institucional frente a este tema provocó que la mayoría de los países resultasen más vulnerables frente a los impactos de esta crisis, tanto en términos económicos como de salud, lo cual demostró que la mayoría de ellos no estuvieron preparados para hacer frente a la pandemia (OXFAM, 2020). El Banco Mundial informó que por la crisis y la pandemia, para 2021 habrá en el mundo ciento cincuenta millones de personas más en la pobreza extrema. La mercantilización de la naturaleza, el agravamiento del hacinamiento urbano y el desmanejo en la producción de los alimentos, hizo mucho más vulnerables a los países ante esta crisis cuyo final continúa abierto.
*Alberto Wiñazky, economista, escritor, integrante del Consejo Editorial de Tesis 11.