En días pasados hemos asistido a una escalada discursiva inusitada en la relación entre EEUU y Rusia, cuando el nuevo presidente norteamericano, Joe Biden acusó a Vladimir Putin, presidente de Rusia de asesino.
En igual sentido antagónico y agresivo. se manifiesta respecto de China y su importante ascenso en las relaciones con América Latina y el mundo occidental en general. Relaciones que no son sólo comerciales o tecnológicas, sino que se han ampliado a muy importantes proyectos de inversión en infraestructura en numerosos países de América Latina y África.
El papel hegemónico norteamericano en el mundo post muro de Berlín, se ve crecientemente debilitado por el ascenso vertiginoso de la presencia de China en el mundo, que no hace, sino agravar las consecuencias que genera la crisis general del capitalismo. Crisis que tiene implicancias económicas, políticas, sociales y ecológicas para el mundo entero y que impacta con mayor intensidad sobre los pueblos de los países periféricos.
Cuando en la división internacional capitalista del trabajo en el mundo globalizado, se asignaba a China el papel de “taller del mundo” por la baratura de su mano de obra, los capitales internacionales movieron su industria liviana, electrónica y automotriz, hacia el “Dragón Chino”, para acrecentar así su masa de beneficios. EEUU se reservaba el control de la tecnología de punta y el manejo financiero, a través del dólar y los organismos de crédito internacional. Esa división capitalista del trabajo, asigna a los países periféricos, como el nuestro, el rol de proveedores de materias primas y alimentos. Destruye nuestra industria, genera desempleo y agrava la crisis social y ecológica.
En este nuevo orden internacional que se perfila, también incluimos la conflictiva relación de EEUU con Europa. Atrás ha quedado la época del plan Marshall de reconstrucción europea. Durante la administración Trump, EEUU redujo su participación en la Nato (fuerza militar conjunta con Europa, destinada a confrontar con la ex Unión Soviética y usada también para el control militar del Atlántico Norte). Genera contradicciones la importante provisión de energía, sobre todo gas desde Rusia a Europa, lo que representa un motivo de acuerdos políticos y económicos que EEUU observa con preocupación.
La presencia China en América Latina, y en particular en nuestro país, se caracteriza por su carácter complementario y no competitivo (como lo es EEUU). También para la Argentina, como lo es para Brasil, Chile, Ecuador y otros países, China ocupa los primeros lugares como socio comercial. A esto se agregan los anuncios de inversiones en obras de infraestructura e inversiones, del orden de los 30.000 millones de dólares
En términos de filosofía económica y política, esta puja representa de alguna manera, una seria amenaza a la hegemonía del neoliberalismo como doctrina capitalista instalada en el mundo. Doctrina dominante y que ahonda el sometimiento y la dependencia que el capitalismo impone a los pueblos, sobre todo de los países periféricos. Y esto es así, no porque China y/o Rusia no persigan intereses propios y estratégicos, sino porque en sus negociaciones, no se condiciona la política autónoma que cada país haya decidido emprender. Rasgo esencial que diferencia la “ayuda” occidental a la que estamos acostumbrados.
Nuestro país, acaba de recordar el 24 de Marzo, el 45º.aniversario del golpe de estado cívico militar, más cruento de nuestra historia. Este ataque a las instituciones de la República, derribando un gobierno constitucional, se realizó para implantar en Argentina un plan económico, político y social de carácter neoliberal y contra la industria nacional y el nivel de vida del pueblo argentino.
Esta neocolonización del capital financiero internacional y sus socios nativos, a través de los militares genocidas, se realizó a costa del sufrimiento del pueblo, de la destrucción de la industria nacional y sobre todo de 30.000 ciudadanos desaparecidos por obra del terrorismo de estado más sangriento, segando una generación que luchaba por ideales de progreso nacional y social.
La victoria del pueblo argentino expulsando del gobierno a esa coalición cívico militar, en 1983, se corresponde con la lograda en octubre de 2019 desalojando a Mauricio Macri y su política neoliberal, conservadora del poder político, en nuestro país.
Otra vez, las fuerzas populares deben encarar la reconstrucción de la economía y los derechos humanos y sociales en Argentina. Esta vez asediados por una pandemia sanitaria que agrava la destrucción, que el neoliberalismo produjo en la vida nacional.
La oposición política representada principalmente por la coalición Juntos por el Cambio, representa hoy, la conjunción política, económica, judicial y mediática cuyo objetivo principal es desestabilizar al gobierno y recrear las condiciones para un nuevo capítulo de la histórica dependencia, dominio interno de los grupos económicos más concentrados. Y esta estrategia esta en línea con el rechazo norteamericano a los tratados económicos, científico técnicos y de cooperación financiera, con China y Rusia, además de representar la búsqueda de la consolidación del bloqueo a Cuba y Venezuela.
El pueblo argentino movilizado históricamente, por sus reinvindicaciones, ha sido un factor esencial para la recuperación de la democracia en nuestro país. Esta es la participación que tenemos en la arena de confrontación contra el imperialismo y el neoliberalismo en el mundo. Es esta actitud permanente la que posibilitará la ruptura de las cadenas de la dependencia del imperialismo económico y sus representantes locales, permitiendo el establecimiento de políticas progresistas, inclusivas y participativas