Editorial semanal de Tesis 11. EL PROCESO ELECTORAL Y LA DEMOCRACIA

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Escribimos estas reflexiones en la semana previa a las elecciones PASO del domingo 12 de septiembre, que creemos tienen validez independientemente del resultado de las mismas, ya que se refieren al esencial problema de la democracia.

La presente campaña electoral, que finalizará con las elecciones legislativas del 14 de noviembre, se caracteriza por la escasez y pobreza de argumentos y debates sobre los problemas fundamentales del país, asunto en lo que se constata una principal responsabilidad de los espacios políticos opositores, que objetivamente representan el interés de los grupos concentrados de la economía, ya que, con la inestimable ayuda de sus medios de comunicación hegemónicos, focalizan su campaña en, por un lado, desviar la atención del electorado hacia cuestiones y sucesos secundarios y, por otro lado, con la también inestimable ayuda del sector judicial que también hegemonizan, intensificar su permanente acción de denuncias, generalmente sin pruebas, y difamaciones de todo tipo contra las organizaciones y personalidades que integran el espacio político que actualmente gobierna a nivel nacional.

Una de las características del principal sector neoliberal opositor, que gobernó recientemente con Macri, es utilizar ese tipo de recursos para evitar debatir sobre los modelos en pugna: el modelo impulsado por el actual oficialismo, del Frente de Todos, de un país industrialista con inclusión social, lo que requiere de un rol central del Estado para su implementación, y el modelo impulsado por la oposición de Juntos por el Cambio y otros sectores neoliberales, de un país básicamente productor y exportador de materias primas, con reducción del Estado a un rol básicamente represivo y de instrumento de los sectores concentrados de la economía. Como el resultado de implementar el proyecto neoliberal en nuestro país terminó siempre en profunda crisis socioeconómica, destrucción industrial, alta desocupación y grave endeudamiento externo, evitan discutir sobre esos dos modelos.

Más grave aún, entre los sectores que se reclaman “liberales” hay supuestos “políticos” y supuestos “periodistas” que actúan personajes que, desde una impostada permanente “indignación”, emiten todo tipo de procacidades contra los políticos y la política, buscando impactar en su favor a sectores que puedan estar afectados, o decepcionados, por la situación que se vive en el país y en el mundo capitalista, lo cual contribuye peligrosamente a fomentar el descreimiento en las instituciones democráticas, caldo de cultivo para eventuales salidas autoritarias que acrecienten el dominio de los sectores concentrados de la economía y restrinjan gravemente los derechos de las mayorías y sus posibilidades de defenderlos. Es decir las bases para una salida de formas contemporáneas de fascismo.

Este fenómeno no es exclusivo de nuestro país, sino que se observa en general en todo el mundo capitalista y es expresión de una crisis de la democracia liberal representativa, ante sus crecientes limitaciones para gestionar el problema de esencia, que es la crisis económica, política, ecológica y cultural en que se sume el capitalismo, en su actual fase neoliberal de su etapa monopolista, donde las multinacionales recurren cada vez más a la especulación financiera para obtener ganancias, para contrarrestar así sus crecientes dificultades para lograrlo mediante la producción y circulación de bienes y servicios. Esto lo sufrimos muy directamente en nuestro país por las políticas instrumentadas por el gobierno de Macri, que favorecieron la especulación financiera y hundieron la industria y otros sectores de la economía basada en la producción y el comercio.

Como ejemplos internacionales muy visibles de como la crisis en el mundo capitalista puede degenerar en sucesos que ponen en peligro la institucionalidad democrática liberal, en lo que los que más tienen que perder son los sectores populares, lo podemos ver en lo que pasó con Trump en EEUU y lo que pasa actualmente con Bolsonaro en Brasil.

Ante esta situación de riesgo para la democracia, los sectores populares, en defensa de sus propios intereses, pero también esencialmente del interés general, deben intensificar la acción ideológica y organizativa y su capacidad de movilización, por un lado en defensa de las instituciones actuales de la democracia representativa y, por otro lado, para impulsar el desarrollo de formas de democracia participativa y su correspondiente institucionalidad, para superar gradualmente las limitaciones y crisis de la actual democracia liberal representativa. Los sectores neoliberales que siguen el procedimiento de mentir, tergiversar información, difamar a sus rivales, generar odio y denostar a la política, independientemente de sus intenciones objetivamente están poniendo el “huevo de la serpiente” fascista. Es responsabilidad de todos los sectores populares luchar contra esto impulsando la participación en la política, es decir en lo público, que es lo que nos concierne a todos.

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