El voto castigo al gobierno en las elecciones primarias del 12 de setiembre pasado, y la consecuente carta abierta de Cristina, han precipitado cambios en el elenco de ministros del gobierno nacional y en el de la provincia de Buenos Aires.
Diversas causas han confluido para generar malestar popular: La situación económica dejada por el gobierno neoliberal de Mauricio Macri, liquidando industrias, pymes, aumentando la desocupación, la pobreza y el hambre; La extraordinaria “mochila de plomo” dejada al pueblo por la deuda externa aumentada en más de 100.000 millones de dólares, absolutamente impagables, incluyendo un préstamo del FMI de 45.000 millones de dólares, equivalente a la suma total de créditos dada por el organismo a 84 países en pandemia; Fondos que fueron utilizados para financiar fuga de divisas y gastos de campaña electoral para la reelección de Macri. Toda una verdadera “espada de Damocles” sobre la cabeza del pueblo argentino.
Pero eso no fue todo. A poco de asumir Alberto Fernández, la pandemia más brutal de los últimos 100 años desató una crisis sanitaria mundial que alcanzó con fuerza también a nuestro país. El gobierno optó por priorizar la vida de la población y multiplicó la atención sanitaria, la obtención de vacunas y los subsidios de emergencia, tratando de paliar los efectos devastadores para el pueblo de esta pandemia. Pero no fue suficiente para evitar que, aún así, la crisis aumentara la pobreza y la indigencia. Es decir, el pueblo sufrió muertos por el virus y penurias económicas por la falta de actividad.
La pandemia dejó al desnudo la desigualdad social agravada por el gobierno neoliberal y reforzó el control de la vida económica, judicial y comunicacional que los grupos dominantes ejercen en el país.
Decimos que la derrota del gobierno fue multicausal. Las razones no fueron sólo económicas. El aislamiento, como prevención sanitaria, fue esgrimido por la derecha opositora como pérdida de libertad. Sectores sociales que sufren el desempleo y la marginalidad fueron desorientados por “cantos de sirena” de la derecha y la ultraderecha fascistoide, generando desconfianza hacia el gobierno y estigmatizando al conjunto de la clase política. La pérdida de poder adquisitivo de los salarios frente a la inflación, de gran impacto en los empleados públicos y en las jubilaciones, la reducción en las transferencias a las provincias, han tenido también, seguramente, impacto electoral.
Faltó entusiasmo para sostener y empujar el proyecto nacional y popular del gobierno elegido en 2019. Faltó interés en participar. Hubo deficiencias para concretar una acción política que convirtiera al Frente de Todos, además de alianza electoral, en una fuerza política que atraiga y genere militancia para desarrollar y difundir la necesidad de defender al gobierno, y al mismo tiempo impulsar y presionar para la concreción de medidas de fondo que permitan recuperar al pueblo todo lo perdido.
Es cierto que la pandemia impidió las movilizaciones populares, pero faltó creatividad para promover manifestaciones públicas de otras maneras. La CGT estuvo ausente en el reclamo público de mejoras salariales, y los acuerdos paritarios, en general, quedaron muy atrás de la acción demoledora de la inflación sobre salarios y jubilaciones.
El gobierno nacional, además, careció de una red nacional de información pública de las medidas que, no obstante, se fueron sumando y ampliando. Medidas que, aunque insuficientes, han carecido de una difusión adecuada y masiva a nivel popular. En la práctica la difusión y propaganda contra el gobierno estuvo a cargo de la derecha opositora, representada por los medios concentrados de comunicación que, además, paradójicamente continúan recibiendo abultadas pautas publicitarias del gobierno.
Conjuntamente con la falta de movilización popular y la responsabilidad que corresponde a dirigentes sindicales y sociales, el gobierno tampoco produjo convocatorias que permitieran expresar el apoyo popular a través de medios alternativos a la concentración, impedida por la pandemia.
Por todo esto y con vistas a esta nueva etapa, es imprescindible la convocatoria a las organizaciones del campo popular para la transmisión a sus bases, acerca de qué es lo que se está jugando en estas elecciones legislativas de noviembre próximo.
Insistimos en nuestras editoriales en subrayar que existen en Argentina dos proyectos de país. La derecha neoliberal representada por Juntos por el Cambio y sus acólitos ultraderechistas, que luchan por retomar la conducción política del país para completar lo que no pudieron terminar con el gobierno de Macri. Es decir, vienen por la flexibilidad laboral, la liquidación de las conquistas sociales como horarios de trabajo, vacaciones, indemnizaciones por despidos y, además, por la privatización de los fondos de jubilaciones.
A esta visión de la oligarquía financiera y exportadora de forrajes, está el proyecto nacional y popular, representado en esta etapa por el Frente de Todos. Proyecto industrialista con inclusión social, cuyo objetivo es lograr una redistribución justa del ingreso nacional, favoreciendo el desarrollo económico del país, sobre la base de un ideario democrático y popular, con preeminencia de la producción nacional y el empleo. Esta es la opción para generar transformaciones de fondo en nuestra estructura económica, política y social, camino en el que habrá tropiezos, marchas y contramarchas, pero cuyo objetivo, muy claro, está en favor de las mayorías nacionales.
Este proyecto nacional y popular necesita una continuidad histórica que excede a un solo mandato. La envergadura de las tareas y las dificultades y barreras para lograrlas, imponen la necesidad de varios mandatos constitucionales. Esto sólo se podrá lograr con el voto del pueblo consciente de esta situación, y movilizado en función de soporte y control del gobierno elegido.
El gobierno popular actúa en un espacio en disputa, con debilidades, marchas y contramarchas, pero como la herramienta más idónea para que el pueblo avance en la obtención de mayores derechos y conquistas.
Si la derecha triunfa, no sólo fracasarán estas posibilidades, sino que producirán actos de gobierno que socavarán las bases económicas, jurídicas y políticas para que las conquistas sociales puedan ser sostenidas. Y, como ya lo ha demostrado el gobierno de Macri, la represión será la respuesta a cualquier demanda por reivindicaciones políticas y económicas a favor del pueblo.
Como contraprueba de las diferencias, podemos afirmar que el gobierno de Alberto Fernández ha tenido errores, falencias o debilidades, pero ninguna de las medidas adoptadas para enfrentar las dos crisis (la sanitaria y la económica) han sido de corte neoliberal. El objetivo, no siempre logrado en su plenitud, ha sido siempre el de favorecer al pueblo.
La tarea es difícil, pero posible. Requiere la unidad de las fuerzas populares y la necesidad de institucionalizar al Frente de Todos, o como se llame, como herramienta política, con presencia territorial, para la tarea educativa y comunicativa acerca de los debates políticos y económicos, así como la generación de demandas sociales en función de la puja distributiva siempre existente en la dilucidación de intereses sociales en pugna.
Los recientes cambios en el gabinete de ministros esbozan una señal para la iniciación de una nueva etapa post pandemia en la que se puedan concretar promesas no satisfechas por lo excepcional delas crisis enfrentadas (las ruinas del país dejadas por la administración neoliberal y luego la pandemia mundial).
Construir una contrahegemonía frente a la poderosa maquinaria del poder económico, judicial y comunicacional, de los grupos concentrados, enquistada en nuestra estructura socio económica, es tarea ardua y compleja. Requiere continuarcon la construcción de una fuerza política con sustento popular y territorial y objetivos claros y precisos que entusiasmen al pueblo para su militancia. Requiere la sistemática persistencia en la difusión de las ideas que puedan remover el sentido común instalado por el neoliberalismo en la subjetividad social. No obstante y como dice un viejo refrán chino, “hasta el más largo camino, comienza por el primer paso”. Así entonces, la nueva etapa que se inicia puede incidir favorablemente en las elecciones legislativas de noviembre, pero sobre todo tiene que servir para lograr en 2023 la reelección del Frente de Todos, para un nuevo período gubernativo que permita avanzar en la consolidación de un proyecto nacional y popular, tantas veces interrumpido en Argentina.