La profunda crisis socioeconómica que desde larga data aqueja a la Argentina, se inscribe en el marco de un modo de producción y de funcionamiento – el neoliberalismo – históricamente agotado. Modo que es la expresión actual, local y global, del capitalismo.
La evidencia de este agotamiento la percibimos en el lento ritmo de crecimiento de la producción nacional de riqueza a lo largo de un extenso período y en particular, el sistemático deterioro de la distribución geográfica y social del ingreso. Cada vez es mayor la concentración de la riqueza en paralelo a un más extenso, profundo y creciente nivel de pobreza en un país en el que el mercado interno, es el inductor fundamental de la producción de riqueza. Resultado: la insuficiente demanda desestimula la inversión y por tanto el crecimiento. Por eso el excedente en manos del gran capital, sumado a la liberalidad con que circula, se canaliza hacia la órbita especulativa de la actividad financiera y/o su fuga al exterior.
Lo calificamos como agotado porque como modo de producción ha dado todo lo que podría dar y si a pesar de ello subsiste, debe buscarse en el ámbito de lo político, en el nivel de conciencia de las mayorías, la causa de su persistencia. Dicho de otro modo, la conjunción de fuerzas sociales vulneradas por el presente modo de producción y el poder sobre el que éste se asienta, no han logrado hasta el presente, pese a su desarrollo, la suficiente madurez organizativa y de conciencia como para permitirle convertirse en un contrapoder con la suficiente fortaleza y aptitud como para doblegarlo. Poder que además del respaldo que le otorga el entramado monopólico de sus capitales, su dominio sobre todas las ramas y sus vinculaciones externas, cuenta además a su favor con el concurso de la corporación mediática y parte del poder judicial, actores con los que manipula el sentido común de la sociedad y otorga legitimidad a los actos, incluso los ilícitos de sus integrantes.
Es una crisis que amén del extendido y creciente nivel de pobreza, se expresa también en una galopante inflación, una insuficiencia de recursos fiscales y la crónica falta de divisas. Una crisis tal que para superar de raíz sus falencias, reclama a los gritos cambios que erradiquen las causas básicas que las generan, dejando a un lado la sucesión de parches cuya reiteración sólo augura la repetición de los problemas y para peor, extendidos y agravarlos.
Ejemplificando, tomemos el caso de la llamada restricción externa o falta relativa de divisas. El remedio que hasta ahora reiteradamente se aplicó consistió en la devaluación del peso y a veces la reducción de las retenciones a la exportación, con los consabidos resultados: su traslado a los precios internos, depresión de los salarios e ingresos del sector pasivo, la caída del consumo y del producto y con ello la reducción de la necesidad de importaciones y aumento de los saldos exportables.
Esta evidente redistribución regresiva del ingreso se sostiene mientras productores y exportadores agropecuarios con anchas espaldas retienen especulativamente las cosechas y la liquidación de divisas, además de la práctica del contrabando y la sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones. Tampoco se hizo nada para recuperar la soberanía sobre el curso del río Paraná y subsiste un listado de más de 25 puertos privados a través de los cuales se canalizan estos ilícitos ¿Por qué la demora en decidir el manejo estatal de los puertos y del comercio exterior?
Otro ejemplo atañe al sector bancario y financiero, con manos prácticamente libres desde la sanción de la ley de entidades financieras que, concebida e instrumentada por Martínez de Hoz, se mantiene con leves modificaciones hasta nuestros días.
Así es como este sector sigue teniendo gravitación en la fijación de las tasas de interés, en el destino del crédito, en el manejo descontrolado de capitales, el lavado de activos, entre ellos los derivados del narcotráfico, la especulación y fuga de capitales. ¿Por qué no declarar servicio público a la actividad bancaria y someterla a las reglas que rigen los servicios de este carácter?
Corona estas “bendiciones” la nefasta herencia Macrista, la voluminosa e impagable deuda externa y el sometimiento extorsivo al FMI, tanto económico como político, en línea con la gravitación que EE.UU. tiene sobre sus resoluciones. Sometimiento que se expresa en un acuerdo recesivo e inflacionario y además, con exigencias que pretenden limitar las negociaciones de Argentina con Rusia y China en materia de comercio e inversiones, en desarrollo nucleoeléctrico y el ingreso a nuestro país de la tecnología del G5 desarrollada por los asiáticos. Muestra clara de la intención de involucrar a la Argentina en la disputa por la hegemonía geopolítica a la que está lanzada los EEUU, más su manifiesta pretensión de apropiarse de los recursos naturales como explícitamente lo reconociera Laura Richardson, Jefa del Comando Sur de las FFAA norteamericanas. Son antecedentes que obligan a la apertura de una auditoria que depure los capitales que con destino ilegítimo fueron financiados con semejante deuda. ¿Hasta cuándo habrá que esperar para renegociar este acuerdo impagable y otorgado de modo irregular con vistas al recupero de nuestra soberanía y en adelante sujeto a condiciones que lo hagan sustentable?
Compelido por las urgencias, pero sin encarar las impostergables reformas estructurales que como ejemplo hemos citado, nuestro gobierno se ha lanzado a incentivar, otorgando beneficios impositivos y ventajas cambiarias, el desarrollo de ciertos rubros exportables, preferentemente de carácter primario y extractivo, en algún caso con el agregado de alguna industrialización. Ejemplos petróleo, gas, litio, otros minerales.
Son desarrollos que por su carácter insumen poca mano de obra y que, de prosperar, se concentrarán en empresas de capital extranjero. En tal caso, con seguridad, el exterior sea el destino de los excedentes, más el riesgo de transformar la estructura económica y productiva del país en dependiente de la demanda externa, alejada de nuestro control, en tanto que el mercado interno es hoy base del 70/80% del PBI. Si este es el horizonte, habrá millones de argentinos que tendrán que buscar suerte en otro lugar del planeta.
Lo hasta aquí esbozado pone de manifiesto la ineludible necesidad de cambios estructurales y para ello, la necesidad de doblegar la oposición de los beneficiarios del actual orden de cosas, el poder real y sus exponentes mediáticos y políticos que habitan el campo de la derecha. Necesidad de cambios que se acrecienta cuando este sector está desplegando variados actos de violencia con el claro objetivo de disciplinar a los dirigentes y organizaciones populares porque éstos luchan por otro modelo de país. Confrontación que ya exhibe indicios del fascismo.
Todo ello presupone lucha ideológica, cultural, cambio de la subjetividad social, el desarrollo de la capacidad crítica respecto a un sentido común macerado sistemáticamente. Ese que logró que integrantes de las mayorías terminen pensando, sintiendo y votando en contra de sus propios intereses, pero afínes a quien domina el escenario.
En estos días el llamado Círculo Rojo convocó a las dependencias de la Sociedad Rural, a los precandidatos presidenciales de las distintas expresiones de Juntos por el Cambio. Todos recitaron el mismo discurso programático: devaluación, abrupta reducción del gasto público y del déficit fiscal, eliminación de derechos sociales, laborales y previsionales, reducción y hasta eliminación de las retenciones a la exportación, privatizaciones, “mano dura para los que toman tierras y cortan calles.” Más explícita, Patricia Bullrich, refiriéndose al gasto público advirtió su oposición al simple recorte de los “presupuestos del Ejército, educación, salud, sino ajustar todo junto” Y agregó “No necesitamos un cambio tibio. Necesitamos un cambio que debe ir a las raíces. No podemos demorar seis meses en hacer las cosas. No podemos trotar, necesitamos galopar”.
Temerosos de fracasar, muchos en el campo nacional y popular, amparados bajo el paraguas de la insuficiente correlación de fuerzas, se resisten a proponer e implementar impostergables cambios estructurales. No perciben que esta falta de decisión aun cuando se está a cargo de puestos de responsabilidad social, sólo conduce al fracaso económico y político. La correlación de fuerzas es una realidad dinámica. Se construye. Sin batalla cultural, sin intentos de modificaciones estructurales, no son posibles los cambios en la correlación de fuerzas ni la introducción misma de los cambios estructurales.
Con estos antecedentes, la necesidad de alejar las previsibles penurias derivadas del eventual triunfo de cualquiera de las ramas de la derecha, al Frente de Todos le incumbe en lo inmediato una singular tarea: la elaboración y difusión del programa que ataque las auténticas raíces de la crisis argentina, las que afectan a los trabajadores y las mayorías populares, la que los sume en la angustia por un futuro sin esperanza y luego, la designación del o la candidata responsable de llevarlo a cabo, poniendo como testimonio del compromiso de ejecución de su propuesta, la inmediata mejora de los ingresos de trabajadores y del sector pasivo, exponiendo en conjunto, un programa de acción que enamore, que se lo vea serio y realista como para que incluya al grueso del pueblo y que invite a militarlo.
Para hacer posible lo anterior es necesario que las organizaciones sindicales y sociales progresistas que encuadran a sectores importantes de la clase trabajadora y que han sido las que mayor capacidad de organización y movilización, se unan en la construcción de un espacio político propio, para que actuando al interior del Frente de Todos puedan impulsar ese programa de profundas transformaciones tales como las que ellas misma enunciaron en los acuerdos programáticos publicados los 1º de mayo de 2020 y 2021, mediante los denominados 1er y 2do “Manifiesto nacional por la soberanía, el trabajo y la producción” y ratificados en el documento leído el 17 de octubre del 2022 en Plaza de Mayo. Esta es una vía indispensable de construcción de relación de fuerzas favorable a la clase trabajadora y los sectores populares.
Tesis 11