El retorno de los monstruos. La desesperanza como recurso

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Revista Nº 154 (07/2023)

(nacional/política/sociología)

Gerardo Codina[1]

Con la decadencia del imperio americano resurgen fuerzas retrógradas en gran parte del mundo capitalista. Entre nosotros, asumen el rol de portavoces de las frustraciones populares, a cuarenta años de la recuperación democrática. La apuesta por la salida individual y descreimiento en la política (tradicional), hacen atractivos a personajes que proclaman que todos los males del capitalismo sólo sanan con una dosis más grande de capitalismo, pero además, salvaje.

Se aproxima un nuevo turno electoral en el país. La rutina democrática se asentó entre nosotros, hasta el punto que resistió una crisis extraordinaria como la del 2001 y gran parte de las preferencias electorales se ordenan en torno de partidos tradicionales para la historia contemporánea nacional, aunque reconvertidos en ejes de grandes coaliciones. Pero no todo es continuidad. En estas elecciones nos afrontamos con la novedad del retorno de algunos monstruos que se creían muertos. Habían aparecido hace dos años pero ya se han consolidado. ¿Hasta dónde llegarán?

Los exégetas de la última dictadura no sólo discuten ahora el terrorismo de estado, sino que muchos lo reivindican y reclaman otra vez mano dura para acallar el conflicto social recurriendo sólo a la represión. El huevo de la serpiente fue el macrismo, que habilitó la escena política para los admiradores confesos de Videla y que con la complicidad de los grandes medios y parte del Poder Judicial, naturalizaron el intento de asesinato de Cristina Fernández, así como la injusta prisión de Milagro Sala. Pero se sumaron en el último tiempo los libertarios, con su propuesta de anarcocapitalismo que abjura de toda regulación estatal de la vida social, excepto la represión salvaje de los reclamos populares. Más aún, reclaman esa regulación violenta.

Asomaron en medio de la pandemia, haciéndose eco de todas las fantasías conspirativas que pululaban de la mano de la ignorancia y la perplejidad que causó la inédita circunstancia sanitaria global. Así las cosas, promovieron la desobediencia ante las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias para contener lo más posible la propagación de un virus que en ese momento no se podía prevenir ni curar. Todo en nombre de la libertad individual, ejercida sin ninguna responsabilidad social y de forma egoísta.

La frustración de muchos al no poder moverse en el espacio público cuando lo deseaban y tener que adoptar medidas de cuidado para sí y los demás, fue aprovechada por un conjunto de intereses, entre ellos los de la patronal que se negaba a parar la rueda de la producción y la comercialización, aunque sea en beneficio de la salud de todas y todos. Por un lado argumentaban contra la eficacia de las medidas propuestas y por el otro, demandaban por un supuesto derecho al autocuidado.

El salvajismo de una oposición que trabajó desde el primer día que asumió Alberto Fernández por su desestabilización y la conjura de la gran patronal mediática, alimentaron el monstruo. Hoy Milei, apenas un Cavallo trucho y con peluca, asoma en muchas encuestas terciando en las preferencias electorales, para sorpresa de muchos. Expectativas que de momento no se reflejaron en los comicios provinciales ya realizados y que pueden desinflarse de acá a agosto, cuando empiecen a ordenarse en serio las preferencias electorales.

Sin embargo, el caso Milei apenas repite historias ya conocidas. Es el sosías de Beppe Grillo, el cómico italiano fundador del Movimiento 5 Estrellas o del todavía vigente presidente ucraniano, el actor Vlodomir Zelenski. En los tres casos, se trata de figuras que se forjaron primero en el ámbito del espectáculo público (aunque Milei tengo pergaminos de menor mérito) y que luego saltaron a la escena política, repudiando a sus expresiones tradicionales por su incapacidad para resolver los problemas más acuciantes de sus sociedades.

La imputación entre nosotros es válida. Después de cuarenta años, las mayorías descubrieron dolorosamente que con la democracia no se come, no se trabaja, no se educa ni se cura. Y muchos culpan de ello a una “casta” de políticos no sólo ineficaces para dar respuesta a esos problemas, sino corruptos que se enriquecen a costa del patrimonio público. No se trata, lamentablemente, de una percepción errónea. En ese sentido, los libertarios son un producto lógico de las insatisfacciones democráticas. Como señala con acierto Alfredo Zaiat, el sustento de tanto malestar radica en que los salarios reales perdieron, entre 2015 y 2023, de un 15 a un 20% de poder adquisitivo y todavía no lo recuperan[2]. Mucho ajuste para los bolsillos populares.

El mecanismo psicológico subyacente a estas manifestaciones de la bronca social es conocido. La frustración aparece cuando las expectativas que las personas se han forjado, no son satisfechas en la realidad. Aparece por el hecho de no recibir lo que esperábamos. Es más notoria en sociedades que continuamente destacan que la condición de ser es poseer y además, ser poseedor de la última novedad, de aquello que distingue como un privilegio. Habitualmente, las personas afectadas por la frustración, reaccionan con ira y ansiedad, principalmente, y se ponen violentas. Milei encarna ese enojo en el espacio público de la política democrática y propone “dinamitar” todo lo existente como solución.

Una derecha antinacional

Esta derecha renovada con lo peor de nuestro pasado, tiene una característica llamativa. Es además anti nacional. Si en los países centrales del capitalismo, las rebeliones profascistas se generan en repudio a la presencia de los diferentes inmigrantes, pobres, musulmanes y negros y rechazan la globalización neoliberal que genera desempleo entre los trabajadores blancos, aquí el anhelo que parecen manifestar es intentar ser aceptados como una buena colonia yanqui.

De este modo, reniegan de la soberanía sobre Malvinas y el espacio marítimo del Atlántico sur, les parecen risibles los avances nacionales en materia de radares, satélites o centrales atómicas, pretenden abolir la moneda propia, procuran la apertura comercial indiscriminada a los productos extranjeros y, en nombre de la no intervención del Estado, aboga por facilitar la elusión impositiva.

Esta curiosidad se debe en parte al hecho que el principal antagonista que han elegido es el peronismo, al que le imputan las desgracias de haber intentado forjar una autonomía soberana frente a los designios imperiales del Norte, además de haber “trabado” la posibilidad del desarrollo, otorgando un exceso de derechos a “planeros” que no quieren trabajar.

Esconden así qué ha causado el lento crecimiento argentino en el último medio siglo, con sus avances y retrocesos cíclicos: son los efectos acumulados de las sucesivas reformas neoliberales de nuestra sociedad los que la han hecho más desigual, más fragmentada y han castrado sus posibilidades de crecimiento integral sustentado en el uso virtuoso de sus recursos humanos y naturales. La conspiración de los grandes medios de comunicación, cómplices de todo lo sucedido, alimenta esta percepción sesgada e intencionada de los hechos y sus causas[3].

Pero además esta nueva derecha expresa el deseo aspiracional de muchos sectores medios y altos de integrarse a una supuesta sociedad de éxito y poderío, aunque en este tiempo esté fracturada y decadente. Ser otros “americanos”, viviendo en Miami es el sueño húmedo de muchos entre nosotros, que sólo saben expresar sus emociones en inglés. Manifiestan la honda raigambre interna de la dependencia semi colonial que denunciara Lenin en los albores del siglo XX y que sigue siendo un dato central en la vida argentina, hoy manifestada en el doble comando de la política económica, establecido gracias al brutal endeudamiento heredado del macrismo. Somos dependientes, entre otras cosas, porque la fracción dominante de la burguesía ha elegido las ventajas de la asociación con el poder del Norte, frente a los riesgos de la autonomía.

Prefieren ser socios menores antes que propietarios de su destino, marcando así su incapacidad histórica para liderar un proyecto de desarrollo soberano. En vez de tratar de alcanzar la internacionalización de sus empresas, buscan activamente a cualquiera del exterior venderlas, para quedar como socios minoritarios a cargo de su gestión en el país, mientras fugan gran parte de su capital a paraísos fiscales. Conducta que se refleja en la creciente extranjerización de los principales sectores de la economía.

Segundo, Francia

Las grandes mayorías son, por el contrario, profundamente nacionalistas, como se evidenció en la mayor movilización popular de nuestra historia, apenas unos meses atrás. Argentinas y argentinos salieron a las calles porque además del triunfo en el Mundial, celebraban a un conjunto de muchachos en el que se reunieron las mejores características en las que gustan reconocerse los argentinos. Origen humilde superado con esfuerzo y del que no se reniega, trabajo en equipo, capacidad de bancarse en las buenas y en las malas, respeto por el adversario sin complejo de inferioridad ante nadie, orgullo por lo propio y compromiso con los compatriotas. Maradona fue la primera encarnación de ese ideal rebelde y justiciero. Pero no es el único.

Este nacionalismo popular no sólo se manifiesta en las emociones deportivas, aunque sea lo que actualmente más resalta. Para las sociedades contemporáneas, el deporte es, además del principal espectáculo global de masas gracias a la televisación en directo, sino una forma sublimada de confrontación entre naciones, que se manifiesta en el hecho de que cada partido internacional es precedido por los himnos de cada país al que pertenecen los equipos. Se conserva en ese rito la condición asignada a los primitivos juegos olímpicos en la antigua Grecia, durante cuya celebración cesaban las guerras entre las ciudades griegas.

Es por ello que la idolatría por el conjunto nacional argentino que sorpresivamente muchos descubrieron entre los habitantes de Bangla Desh, nació con la humillación simbólica que un morochito de Villa Fiorito infringiera al conjunto nacional inglés en 1982. La “mano de Dios” reivindicó de tantas humillaciones también a otro pueblo que compartió con nosotros el padecimiento de la prepotencia imperial británica.

Este nacionalismo de los excluidos, los humillados, los marginados del desarrollo mundial, es una potencia peligrosa para los sectores de poder, locales y extranjeros. Por eso se trata siempre de cultivar la desesperanza como recurso de dominación. La idea de un país inviable, condenado a sempiternas crisis cíclicas, y carente de otro futuro más que la permanente decadencia y la miseria, es funcional a la resignación que quieren sembrar en las mayorías, para que acepten el sometimiento al que se las condena.

Milei pesca en esas aguas, que agita agigantando las dificultades, para crear las condiciones subjetivas de conformismo hacia su propósito de desmantelar la red protectora de derechos sociales que se instaló en nuestra sociedad durante el siglo pasado y el actual. Más allá de sus resultados en las elecciones, cumplió el rol que le asignó el poder real, virando gran parte del debate político hacia la ultra derecha, incidiendo en la base política de JxC. Lo que no calcularon, es que así dejaron irrepresentados a los sectores de centro, que ahora pueden encontrar en la fórmula de UxP una respuesta más ajustada a sus expectativas de mejorar lo existente, en vez de arriesgarse a dinamitarlo.


[1] Gerardo Codina es Lic. en Psicología (UBA 1982). Especialista en Políticas Sociales (FLACSO 2001). Director de Sistemas de Salud del Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio de la UNTREF. Miembro del Consejo Editorial de la Asociación Civil, Cultural y Biblioteca Popular Tesis 11. Fue Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (2017-2019), Ex Director Provincial de Coordinación de Consejos Departamentales del Consejo del Menor PBA (2000-2001), Ex Coordinador del Presupuesto Participativo de la Ciudad de Buenos Aires (2004-2006). Ex integrante del Gabinete de Asesores del Ministro de Trabajo de la Nación, Dr. Carlos Tomada (2007-2015).

[2] https://www.pagina12.com.ar/564053-hay-una-crisis-pero-no-es-igual-a-otras-crisis. Edición del 2 de julio de 2023.

[3] Tanto la deuda externa, inexistente en la práctica antes de la dictadura, como las transferencias sin fondos a las provincias de las escuelas y hospitales, la privatización salvaje de las grandes empresas nacionales de servicios o la paulatina instalación del dólar como moneda alternativa en la vida corriente, fueron grandes hitos neoliberales instalados en la dictadura o en los noventas, que forjaron este presente de nuestra sociedad. Como otro síntoma de los efectos que aún perduran de la dictadura, la democracia recuperada tuvo que hacerse cargo, por primera vez en nuestra historia, de asegurar con políticas públicas el acceso a los alimentos. Las Cajas PAN de Alfonsín fueron el primer programa alimentario argentino. 

Nota: Las opiniones expresadas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente coinciden con la opinión del Consejo Editorial de Tesis 11.

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