El resultado de las PASO muestra la posibilidad de que Milei o Bulrich lleguen a la presidencia de la nación, con sus ideas programáticas, particularmente en lo económico, que ellos definen como “liberales”, pero que en realidad son neoliberales.
No es objeto de este editorial analizar las causas por las que se produjo este resultado electoral, en particular el voto “bronca” en favor de Milei, sino analizar las diferencias entre la presentación como supuestamente “liberales” de los programas de los candidatos mencionados y el contenido neoliberal de los mismos y, particularmente, las previsibles consecuencias de su aplicación.
La diferencia entre liberalismo y neoliberalismo es muy profunda y lleva a muchas personas, incluso de los sectores populares, a falsas ilusiones, al creer en ideales de un supuesto “liberalismo” que ampliaría las libertades y con ello solucionaría los problemas económicos y sociales, lo que puede definir su voto con consecuencias nefastas para el país y principalmente para la gran mayoría de la población, como lo muestra la experiencia histórica, sobre todo de nuestro país.
El liberalismo, en su expresión económica, planteado desde el siglo XVIII por economistas como el escocés Adam Smith y hasta la primera mitad del siglo XX por economistas como el austríaco Friedich Hayek, propiciaba una amplia libertad de acción en la economía, con mínimas restricciones y una estructura también mínima del Estado. La idea era que, si había una multitud de empresas en cada rama de la economía, la libre competencia entre ellas llevaría a una cierta autoregulación del mercado que sería beneficiosa para el conjunto de la sociedad, aun cuando esto se produjera mediante ciclos de crecimiento-auge-crisis-caída, como mostraba la realidad, que significaba para la mayoría, sobre todo para los trabajadores, períodos de “sangre, sudor y lágrimas”.
Independientemente de la opinión que se tenga de aquellas propuestas liberales en la economía, lo cierto es que se basaban muy fundamentalmente en que hubiera libre competencia en las diversas ramas de la economía.
Sin embargo, el desarrollo del capitalismo llevó objetivamente a que prevalecieran ciertas empresas sobre otras, que se fuera concentrando y centralizando el capital, hasta llegar a la situación actual en el mundo capitalista, donde el capital está concentrado en grandes empresas trasnacionales, globalizado, y donde además en ellas tiene hegemonía el capital financiero especulativo. Este es el caso también en nuestro país, donde la economía está hegemonizada por monopolios u oligopolios (pocas grandes empresas que se ponen de acuerdo para dominar el mercado). A su vez, el poderío económico de monopolios y oligopolios incluye que sean propietarios de la mayoría de los medios de comunicación y que tengan la hegemonía en el poder judicial. Esto hace que haya cada vez menos posibilidad de libre competencia, que los medios de comunicación mayoritarios formen según su conveniencia el “sentido común” de las personas y que el poder judicial actúe generalmente en favor de esos intereses concentrados, de sus expresiones políticas y en contra de las expresiones políticas que esos poderes concentrados consideren contrarias a sus intereses.
Plantear entonces políticas liberales, basadas en la libre competencia, en condiciones de oligopolización de la economía, equivale, para usar una metáfora popular, a “meter zorros en un gallinero y darles libertad irrestricta a todos”, con el previsible resultado. Esto es lo que entendemos por neoliberalismo, o sea, utilizar el noble ideal de la libertad y, extraponiéndolo a la actividad económica, favorecer en realidad a los grupos oligopólicos.
En esas propuestas, supuestamente “liberales”, pero que en realidad son neoliberales, un componente muy importante es la reducción del Estado a una mínima expresión. Sin embargo, en condiciones de oligopolización económica, la defensa que tienen los sectores populares ante esta situación, es precisamente lo contrario, es decir, la ampliación del rol del Estado, no solo como regulador de la actividad económica, sino también como empresario, particularmente en los sectores económicos oligopolizados, aparte de en servicios públicos indispensables tales como salud, educación, seguridad y otros, lo cual es de fundamental necesidad para los sectores mayoritarios de la sociedad.
Plantear la reducción, o incluso la utópica “eliminación del Estado”, como plantean Milei y Bulrich, incluyendo el Banco Central con la dolarización, como plantea Milei, es dejar todo en manos de los oligopolios, en general de origen transnacional, que tienen cada vez menos competencia y cuyo objetivo no es el bien común sino acrecentar los más posible su beneficio económico.
A quienes dirigen las empresas oligopólicas no los elige la ciudadanía, mientras que al Estado lo dirige el gobierno, el cual, a su vez, es electo por la ciudadanía. En todo caso de lo que se trata es de buscar siempre elevar la eficiencia del Estado para servir al bien común, para lo cual el camino adecuado es la ampliación de la democracia y, para ello, hay que desarrollar formas de democracia participativa y directa en la gestión de lo público, incluido el Estado, superando así gradualmente a las formas de la democracia solo representativa y delegataria.
En estos días, Argentina logró un importante resultado diplomático con su incorporación en el bloque de países BRICS, aumentando así sus posibilidades de desarrollar sus relaciones comerciales y económicas con el exterior, aprovechando el creciente multilateralismo. Inmediatamente, Milei y Bulrich, expresión política del neoliberalismo, declararon que si llegan al gobierno sacarán a Argentina de ese bloque, contradiciendo así las ideas del liberalismo original, que preconizaba la libre relación económica entre los Estados, independientemente de sus ideologías y sistemas políticos.
La histórica Revolución Francesa de 1789, expresión política de los ideales del liberalismo, que produjo un gran avance en el proceso de superación de las monarquías absolutas y el régimen feudal, tuvo como ideales y objetivos democráticos la “libertad, igualdad y fraternidad”. Actualmente, el neoliberalismo, provoca creciente desigualdad, impulsa el individualismo y el egoísmo en lugar de la fraternidad y, con ello, anula progresivamente la libertad.
Por ello, en este proceso electoral debemos poner todos nuestros esfuerzos para evitar el retorno del neoliberalismo al gobierno, con los previsibles desastrosos resultados que ya sufrió el país, particularmente sus sectores populares ampliamente mayoritarios, con las experiencias neoliberales de Martínez de Hoz con la dictadura desde 1976, Cavallo con el menemismo y la Alianza y Macri con el anterior gobierno. Los sectores populares debemos hacerlo, en defensa propia y de nuestro país.
Tesis 11