Una mirada hacia el futuro

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Nº 157 (09/2024)

(nacional/economía/política)

Alberto Wiñazky*

Es indudable que en la Argentina la crisis económica, política y cultural resulta ya de muy difícil resolución. Ante esta situación, las distintas fracciones del neodesarrollismo no pudieron implementar ningún proyecto alternativo al que propugnaba el capital concentrado y oligopólico. Por lo tanto, resulta necesario la construcción de una fuerza revolucionaria que ponga fin a la explotación capitalista y que afirme a través de la dirección y la acción conjunta de los trabajadores, el pensamiento estratégico que conduzca finalmente al socialismo, como uno de los rasgos decisivos de esa acción política.

Es probable que en la Argentina la lucha de clases se extienda conforme se profundice la crisis política y económica ya de muy difícil resolución. En la actualidad la crisis se expresa más en el plano económico y social, pero este proceso se revelará finalmente como una crisis política, económica, social, humanitaria y ambiental, es decir civilizatoria, (Mariátegui).

En estas circunstancias resulta insoslayable indagar sobre la situación económica, política y social. Una primera exposición general indicaría que, desde la década de los noventa del siglo pasado, los conglomerados nacionales y extranjeros con mayor relevancia técnica e importante concentración económica, sustentaron un dominio importante sobre el sector productivo, los servicios y las finanzas. En este marco se ubicaron, además del tradicional sector industrial y el agronegocio, las actividades que explotaban el petróleo, el litio, el gas y sus derivados. Pero pese a su dominio de clase, las distintas fracciones del capital concentrado, nacionales y extranjeras, no lograron imponerse como una fuerza gubernamental estable y con un alto nivel de organicidad.

Se enfrentaron con un vasto sector de los trabajadores, que contaban con una amplia experiencia en la lucha por sus derechos, que resistieron las políticas agresivas del capital. Con su accionar dilataron la caída del salario, el avance de la precarización laboral y el aumento de la pobreza. Cuestionaron además a las direcciones burocráticas enquistadas en los gremios, quienes se habían subordinado en casi todos los casos al capital oligopólico.

Paralelamente las distintas fracciones de la burguesía no concentrada, trataron solamente de conservar su capital simbólico construido en tiempos pasados, pero no pudieron revisar las condiciones económicas y políticas que le dieron origen y que hacía largo tiempo habían dejado de existir. Reflejaron a través de falsos dilemas conceptuales la laxitud ideológica que componía su ropaje, no pudiendo considerar el desarrollo de ningún proyecto alternativo al que proponía el capital concentrado. De esta forma se incrementó en la sociedad el desorden, la fragmentación y la dispersión política, que reafirmó la dependencia y la inequitativa distribución de los ingresos. Este sector constituyó coaliciones electorales, los frentes populares, que no pudieron consolidarse por su debilidad ideológica, su falta de homogeneidad y por la presencia dominante del capital oligopólico. En consecuencia, no lograron sostener el equilibrio económico y social y se convirtieron en estructuras altamente inestables, que proponían valores y concepciones políticas largamente superadas.

Fue así como se desdibujó entre los integrantes del neodesarrolismo el pensamiento subjetivo que había sido utilizado anteriormente como matriz epistemológica. Se construyó en su lugar una concepción dialéctica anti materialista llevando el análisis político de este sector hacia la abstracción, que tendió a ser conservadora y acrítica.

Hacia el futuro

Hacia adelante habrá que desmitificar las concepciones políticas que sostuvieron en el pasado, que el camino del bienestar sería simplemente el camino del desarrollo productivista. Estas posiciones, incentivadas en los últimos años por el capitalismo digital, han comprometido y condicionado los límites físicos del planeta e incluyeron para algunos sectores sociales hábitos de consumo crecientes, ostentosos y compulsivos que desintegraron las relaciones humanas, sometiéndolas a una comercialización absoluta. (Byung-Chul Han, 2022)

Sería decisivo entonces, que la clase trabajadora fragmentada y desorganizada, consolide la lucha indeclinable en la que debería plantear su propia salida política, convirtiéndose en la fuerza alternativa a las esclerosadas fórmulas de los frentes nacionales. Con el desarrollo de la conciencia colectiva y la organización partidaria, las masas podrían alcanzar un nivel político superador, encaminado a obtener las transformaciones que permitirían acceder a los trabajadores a una sociedad más justa e igualitaria.

Por otro lado, con la participación en la táctica electoral, se lograría que los representantes de los trabajadores en el Congreso denuncien las injusticias y las arbitrariedades del sistema capitalista. Pero la obtención de una cuota de poder parlamentario no podrá modificar la lógica del capital ni se constituirá en la salida política que podría favorecer a la clase trabajadora, dado que estas acciones se configurarán siempre dentro del sistema capitalista. Por lo tanto, la batalla decisiva para lograr éxito, se debería desarrollar en las movilizaciones callejeras, en los lugares de trabajo, en las asambleas populares, en los colectivos feministas y en los centros de estudio.

Asimismo, el desarrollo de la conciencia colectiva se convertiría en un elemento decisivo que permitiría ampliar la lucha y afianzar la construcción de ese nuevo orden político, cuyas formas embrionarias se desarrollarían durante los enfrentamientos que se producirán en oposición a la histórica dominación capitalista. Esas luchas encauzarían los objetivos de los trabajadores hacia la liberación material y social, para arribar a una nueva forma de sociedad que revolucionaria también la moral, la imaginación y la vida cotidiana. Produciría finalmente la eliminación de las desigualdades sociales, poniendo fin a la explotación capitalista y a las nuevas formas de alienación creadas por el capitalismo digital.

El poder popular se construiría desde los sujetos reales y desde los espacios económicos y políticos y adquiriría fuerza revolucionaria al surgir desde las bases sociales lideradas por los asalariados. Incluso los cambios en la subjetividad contribuirían a enfrentar la reproducción y la acumulación del capital, teniendo en cuenta, sin embargo, que la subjetividad es un término vago y manipulable y resultará dificultoso en momentos de crisis, resolver con rapidez la dialéctica entre el sujeto y su subjetividad. Considerando también, que el desarrollo de las redes sociales, que contienen una enorme diversidad en sus contenidos, dieron lugar al crecimiento de la subcultura que favoreció la aparición de los sectores de ultraderecha.

En consecuencia, los trabajadores y los demás sectores subalternos deberían actuar mancomunados en la lucha indeclinable y consecuente, dentro de esta nueva fuerza transformadora, que permitiría alcanzar las reivindicaciones que el sistema capitalista ya no puede implementar. Entre ellas se encuentran a modo de ejemplo el trabajo precarizado1, los bajos salarios, la flexibilización laboral, la marginalidad, la deficiencia alimentaria, el bajo nivel de la educación, el racismo, las diferencias de género, los núcleos duros de la desocupación, la falta de viviendas dignas, las magras jubilaciones y la devastación ecológica.

Con la construcción de esta nueva fuerza de los trabajadores autoconvocados que defienda los intereses de las grandes mayorías, existiría la posibilidad de enfrentar los postulados políticos y económicos del capitalismo, que se encuentra en permanente declinación. Se podría lograr también un importante ascendiente sobre las demás fracciones de clase dominadas, para constituirse en el camino distintivo que llevaría a la sociedad hacia alternativas diferentes y superadoras a las que ofrece el capitalismo. Se forjaría un actor independiente que daría respuesta a las demandas políticas, económicas, sociales y ambientales de los trabajadores. Finalizarían así los mecanismos utilizados por el capital dominante para la superexplotación, caída del ingreso y exclusión socio-económica de los trabajadores. Tal vez, esta
construcción se podría concretar en alianza con otros sectores populares que estuviesen dispuestos a compartir los mismos objetivos. Se lograría arribar de esta forma a una convergencia política que permitiría conquistar el poder hoy en manos del capital más concentrado.

Asimismo, el desarrollo de una nueva subjetividad que se haga crítica, podría competir con el sentido común creado por los sectores dominantes y se transformaría en la conciencia “para sí”, subvirtiendo el concepto neoliberal de negociación y organización policlasista que ha resurgido periódicamente en la sociedad. Considerando también que la humanidad no ha elaborado ninguna “tercera ideología” que permitiría la liberación política, económica y social de la clase trabajadora. Se afirmaría de este modo, una política encaminada hacia el socialismo, a través de la acción conjunta, el pensamiento estratégico y la dirección de los trabajadores. Esta lucha, que sería cada vez más consistente y revolucionaria, permitiría lograr estos objetivos, teniendo en cuenta además que las condiciones de explotación no se reflejan mecánicamente en la conciencia de los sectores subalternos. “

…el futuro de la humanidad dependerá de las luchas que lleven adelante los sectores subalternos para lograr su liberación, situación que se producirá y resolverá más allá del capitalismo que está atravesando una de las más grandes crisis de su historia. Sin ninguna duda que la tarea es gigantesca y ardua, pero es el único camino que llevará a la emancipación definitiva del ser humano”2.

*Alberto Wiñazky, economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11

1 Trabajos como: cartonear, corte de pasto, ferias, limpieza, cuidado de niños y ancianos, en definitiva, la vida sin salario.

2) Wiñazky Alberto – La Crisis Mundial Capitalista y el Capital Ficticio – Pág. 152.

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