Aloizio Mercadante*
Un análisis de lo mucho por perder y poco por ganar en el caso de que Brasil sucumba a las presiones por un ALCA del alcance propuesto por el Gobierno de los EE.UU.
Por su complejidad y amplio alcance, el ALCA no puede ser negociado en base a bravatas nacionalistas que sólo nos llevarían a un antiamericanismo estéril, ni en base a dogmas liberales que nos conducirían a una mirada frustrante de un librecambismo arcaico y a la destrucción de relevantes instrumentos para la implementación de las políticas necesarias para el desarrollo nacional. Por esta razón el nuevo gobierno brasilero viene conduciendo las negociaciones con pragmatismo sereno y racional, sólidamente anclado en legítimas aspiraciones geopolíticas y en nuestros mayores intereses nacionales.
Debemos dejar claro de antemano que es de todo interés de Brasil aumentar el volumen de su comercio con los demás países del continente, especialmente con los EUA – la mayor economía del planeta y el mayor importador del mundo. Para cumplir tal objetivo, estamos dispuestos a negociar hasta el cansancio un ALCA realista y flexible. El problema es que en la forma propuesta por el gobierno norteamericano el ALCA es un proyecto mucho más ambicioso, que abarca temas que van mucho más allá de una mera apertura comercial, como ser compras gubernamentales, propiedad intelectual, inversiones y servicios, asuntos que merecen el fuerte empeño de la administración de los EUA.
En lo que se refiere a las compras gubernamentales, el objetivo último y fundamental es el de abrir ese importante sector económico a la competencia internacional. De ese modo, grandes empresas en especial norteamericanas podrían aquí participar y competir en licitaciones promovidas por el sector público en sus más diversos niveles (federal, estadual, municipal) para abastecer de bienes y servicios. El gobierno brasilero con toda razón se resiste a ese objetivo, pues sabe que las compras gubernamentales son de gran importancia para aumentar la demanda interna y estimular a empresas locales y nacionales. Además de eso la supuesta reciprocidad en ése área no se concretaría ya que las empresas brasileñas no tendrían condiciones de competir con firmas norteamericanas para abastecer bienes y servicios en las áreas militar y espacial que representan el grueso de las compras gubernamentales de los EUA.
En relación a la propiedad intelectual, la finalidad del gobierno norteamericano, prevista explícitamente en el TPA (“Trade Promotion Authority”) es aproximar lo más posible las legislaciones internas sobre el tema a la ley de patentes de los EUA, la cual es bastante abarcativa y rígida. Obviamente eso despierta resistencias en el gobierno brasileño, ya que el mantenimiento de un mínimo de flexibilidad en la ley de propiedad intelectual es de gran relvancia para la continuidad de acciones gubernamentales de enorme alcance como el programa de combate al SIDA, por ejemplo, el cual necesita de la posibilidad de quebrar patentes para funcionar a satisfacción. Ya ganamos esa batalla en la OMC, no tienen sentido perderla en el ALCA.
En lo que atañe a los servicios el objetivo del gobierno de los EUA, previsto también explícitamente en el TPA, es abrir al máximo ese importante sector para los proveedores norteamericanos, los cuales son, es obvio, extremadamente competitivos. Pues bien, el Brasil tiene claros intereses a defender en ese campo. Tenemos que resistir el hacer nuevas concesiones (más allá de las que ya hicimos en la OMC), en áreas de nítido sentido estratégico, como la de servicios financieros, por ejemplo, así como no admitir la apertura en otras que aún no fueron reguladas internamente, como la de servicios audiovisuales y la de medios de comunicación de masa.
Tal protección es vital, entre otras razones para reducir nuestra vulnerabilidad externa, preservar nuestra identidad cultural y asegurar el mercado interno de servicios preponderantemente para empresas contituídas en Brasil.
El tema inversiones, a su turno, representa el “corazón” de un futuro ALCA ambicioso. Se trata en ese caso de construir un MAI (el famigerado y malogrado Acuerdo Multilateral de Inversiones) para el continente americano, a ejemplo de lo que ya fue hecho en el ámbito del NAFTA (Acuerdo de Comercio de América del Norte). Un acuerdo de ese tipo daría a los inversores extranjeros varios privilegios, como el de exigir del país reparaciones financieras en el caso de que sus expectativas de lucro fueran disminuídas o frustradas por acciones gubernamentales y de poder actuar el Estado en tribunales internacionales pasando por alto a los tribunales locales en la eventualidad de que surgiera cualquier conflicto relativo a sus inversiones. El gobierno brasileño, de manera correcta, resiste tales objetivos, pues quiere preservar su prerrogativa de definir políticas de inversiones, de gestión de recursos naturales, de medio ambiente, de defensa comercial y de otras que condicionen nuestro desarrollo económico y social.
Como es evidente el Brasil no puede abrir la mano y renunciar a esos instrumentos esenciales para su desarrollo, como no lo hicieron en el pasado los EUA ni todos los otros países que hoy son parte del selecto grupo de naciones desarrolladas. El ALCA tiene que ser negociado de forma que permita autonomía política y jurídica suficiente para garantizar nuestra capacidad de implementar un proyecto nacional de desarrollo. Es vita también preservar en ese proceso la sociedad estratégica con nuestros socios del MERCOSUR, de modo de asegurar mayor equilibrio en las negociaciones y en la representación de los intereses geopolíticos del continente.
Por otro lado, específicamente en el campo estricto de acceso a los mercados, la resistencia del gobierno de los EUA a hacer cualquier concesión en lo que se refiere a los subsidios agrícolas y anti dúmping tornó remota para nosotros en principio, la obtención de ventajas comerciales significativas en el ALCA.
Hay que recordar que esos temas son pendencias históricas de la ronda Uruguay de la OMC, no debidamente contempladas en la actual ronda de Doha, conforme fuera prometido. La estrategia del gobierno de los EUA es la de trasladar el debate de esos temas a la OMC, donde normalmente los intereses de los países desarrollados confluyen. Tal hecho legitima y justtifica totalmente la actitud del Brasil y del MERCOSUR de trasladar también a la OMC la negociación sustancial de inversiones, propiedad intelectual, servicios y compras gubernamentales, confiando en la fuerza del recién creado G+.
Es preciso considerar que Brasil tiene una economía bastante diversificada, peso geopolítico, y comercio exterior equilibrado, al contrario de algunos países del continente que ya son parte de una especie de ALCA informal. Por consiguiente tenemos mucho por perder y poco por ganar en el caso de que sucumbamos a las presiones por una ALCA del alcance propuesto por el gobierno de los EUA.
Al final lo que está en juego en el ALCA, mucho más que un mero perder o ganar en el área comercial, es la capacidad del Estado nacional brasileño de definir e implementar políticas de desarrollo, industriales y de ciencia y tecnología, políticas que definirán qué país nosotros seremos. Lo que está en juego es pues nuestro futuro como nación, y él no puede ser definido en Miami.
*Aloizio Mercadante
Secretario de Relaciones Internacionales del P.T. y líder del Gobierno en el Senado
Tomado de la página del P. T.
Fue publicado por Folha de San Pablo el 16 / 117 2003