Adrian Berardi*
¿Por qué discutir la democracia?, ¿por qué hablar de la reconfiguración de la democracia? En este breve ensayo intentaremos reinterpretar la democracia en el siglo XXI, nos esforzaremos en encontrar y describir las nuevas configuraciones de forma de gobierno que luego de siglos de existencia, día tras día pone en discusión sus parámetros normativos.
Los pueblos latinoamericanos luchan por su libertad,
una libertad que fue sesgada
con cadenas, con el yungo colonialista,
con la democracia imperial
y el castigo neoliberal.
¿Qué será de nuestras democracias
si sus pueblos no luchan por su libertad?
A.B.
En América Latina mucho se ha discutido en torno a la democracia, un gran número de países de la región se vieron sometidos durante décadas a los poderes militares y constantes dictaduras que procuraban ser médicos capaces de sanar la patria que se encontraba infectada por el “germen del comunismo”; este “frenesí por el uniforme” se anidaba bajo el autoritarismo, la represión y la ausencia total de libertad, envuelta en la necesidad de estabilizar economías que con violencia estatal ponían fin a proyectos de país, manteniendo el statu quo como única norma de lógica política.
El restablecimiento de la democracia venía a ser un llamamiento al fin de las dictaduras militares (sobre todo luego en la década del ´80) y la apertura de las libertades individuales en todo el continente, pero esa democracia se limitó a conformar un estado de derecho, donde los ciudadanos – como individuos – tenían primero obligaciones y luego derechos; el establecimiento de estas nuevas democracias neoliberales traían consigo el individualismo y la mundialización del consumo, donde los intereses de ciertas elites parecían ser los únicos capaces de tener la libertad que promovían los nuevos gobiernos democráticos.
De esta manera, se fueron conformando ciertos criterios para discutir el concepto de democracia, aquellos que proponen que toda democracia es democracia –sea cual sea sus limitaciones- y contra el binomio dictadura – autoritarismo, y aquellos que bajo la experiencia histórica pensamos la democracia no solo por su forma de gobierno o su organización societal.
Desde esta perspectiva sostengo que la democracia no es solo un conjunto de normativas básicas que garantizan derechos y obligaciones entre ciudadanos que en principio son iguales ante la ley o la norma; democracia no constituye una costumbre de gobierno que enrola la función del ciudadano dentro de un repertorio electoral, donde un sinnúmero de representantes defenderán nuestros derechos y garantías dentro de la clase social a la que pertenecemos. La democracia es algo más que ello, es una forma de tomar decisiones de manera colectiva, de romper el individualismo sobre la totalidad y de repartir equitativamente los recursos sustanciales para garantizar la reproducción de la vida y de la existencia de la sociedad y sus integrantes más allá del tiempo pensado-vivido. La democracia se constituye bajo la idea de igualdad y libertad, no solo sobre la norma o un proceso de elección, sino bajo todo un orden social vigente en una comunidad que trasciende lo simplemente familiar y lógico, y se instala más allá y por encima de las propias individualidades.
Es decir, la democracia podríamos pensarla como la interacción de dos círculos, el jurídico y el natural, que se entrecruzan en un momento determinado y se sostienen en el tiempo bajo una lógica de vida que supera lo meramente legal.
Ahora bien, podríamos detenernos a discutir todas las formas de explicación que se dieron bajo la lógica de la definición ligada al concepto bilateral democracia poder, sin embargo pretendo dejar de lado esa lógica definición para demostrar que la verdadera forma de comprender la democracia en la actualidad es bajo el rótulo de libertad.
La libertad, en este sentido que pretendo discutir, está ligada a la posibilidad de elección que tienen los sujetos – en tanto sujetos sociales y políticos – dentro de una sociedad, posibilidad de tomar decisiones que tiene que ver con su reproducción y que conforman uno de los tantos argumentos de las medidas políticas que los representantes elegidos (claro, democráticamente por el pueblo en su conjunto) llevan adelante.
Pienso por ejemplo en la ley de identidad de género y la ley de matrimonio igualitario en la Argentina, es entonces cuando descubro la importancia de la democracia dentro de las individualidades colectivas; es que la norma, dentro de la lógica institucionalizada, es lo que permite dar luz a una libertad que se ejerce mas allá de los derechos y las obligaciones. Pienso en la Asignación Universal por Hijo, donde el derecho le da luz y entidad a la libertad de aquellos que se ven condicionados por sus recursos. Entonces no puedo dejar de poner en discusión la democracia; porque esta “forma de gobierno” puede ser contraria a la libertad cuando bajo la sanción de una norma las fábricas cierran, los obreros se quedan sin nada, las casas se derrumban y se construyen enormes edificios modernos, pero vacíos, mientras al costado de las vías las casas de cartón dan alojamiento a esos que perdieron la libertad.
Entonces la democracia es más incluso que el derecho, la verdadera democracia se inscribe bajo la órbita de la libertad, que es lo único capaz de construir un derecho. “En eso estamos”, me dijo un amigo kirchnerista, “estamos construyendo libertades, estamos dando derechos”.
Capaz sea exagerado pensarlo así, tal vez constituya una contradicción en el ser mismo de la democracia construir derechos, porque su decisión supondría la existencia ellos; sin embargo -como aquellas euforias militaristas que envolvieron este país- ciertos sectores temen a la libertad democrática y la construcción de derechos, entonces infieren y construyen discursos que solo pretenden deslegitimar la democracia y con euforia y enojo inscriben las democracias en América Latina, bajo la categoría de dictadura, tal vez porque un Rafael Correa, o un Hugo Chávez pretenden que todos tengan la libertad de elegir y brindan el derecho de la educación para todos.
Tenía pensado escribir sobre las teorías democráticas sacadas de viejos libros arrinconados en la biblioteca, pero me enteré que mi vecino de 50 años encontró trabajo, y su hijo retomó la universidad y al pasar junto al ascensor me dijo: “Pude cambiar los lentes, pibe”, entonces me di cuenta que es la misma sociedad la única capaz de darle un nuevo significado (una (Re) significación) a nuestra democracia, esta democracia que estamos – y deberíamos seguir- construyendo.
*Adrián Berardi, sociólogo, docente universitario y miembro del consejo de redacción de tesis 11.