Carlos Mendoza*
El proceso inflacionario y su relación con la tendencia al atraso cambiario, amenaza gravemente el modelo de crecimiento con inclusión social. Los sectores populares, empezando por los trabajadores, deben ponerse al frente de la lucha contra el flagelo inflacionario generado por la oligopolización de nuestra economía. Propuesta de un Acuerdo Económico Social.
En artículos anteriores publicados en la revista Tesis 11, me he referido al importante problema inflacionario. Así, en el nº 78, Julio del 2005, describí las razones por las cuales el capitalismo, como sistema mundial, en su actual etapa monopolista, globalizada, dominada por el capital financiero especulativo y de hegemónica utilización del estado por los sectores oligopólicos, provoca objetivamente tendencias inflacionarias y traté de aportar elementos explicativos de la inflación en Argentina y el rol de los oligopolios en este fenómeno (https://www.tesis11.org.ar/inflacion-tara-del-capitalismo-monopolista/). A su vez, en el nº 95, Mayo del 2010, abordé el tema específico de las razones de la alta inflación en Argentina, particularmente desde el año 2007, su relación con el tipo de cambio, la influencia de los oligopolios en esto y la necesidad de un acuerdo económico social, con amplia participación de los trabajadores, para contrarrestar el problema (https://www.tesis11.org.ar/la-inflacion-talon-de-aquiles-de-una-politica-progresista-en-argentina/).
Dado que el problema inflacionario y su relación con el tipo de cambio ha llegado ya a un nivel tal que afecta seriamente el funcionamiento económico, compromete el modelo iniciado en el 2003 y afecta en consecuencia de manera creciente y potencialmente grave el interés popular, haré en este artículo algunas reflexiones y propuestas para enfrentar el problema:
– El alto crecimiento con inclusión social desde el 2003, con una fuerte demanda en un mercado caracterizado por una estructura de propiedad oligopolizada, ha generado una elevada inflación, particularmente desde el 2007. Sectores claves productores de bienes y servicios, que inciden en el resto del funcionamiento económico, aprovechan la alta demanda para imponer la ley monopolista en la formación de precios y obtener así lo que se denomina como “ganancia extraordinaria”. Es el caso de sectores como el acero, aluminio, cemento, química, petroquímica, plásticos, papel, alimentos, comercio con el exterior de productos agropecuarios y agroindustriales y cadenas de supermercados. A esto se suma un régimen de propiedad de la tierra ampliamente concentrado, que genera una elevada renta de la tierra, que se apropian los terratenientes, producto de la alta diferencia de fertilidad de nuestros campos con relación a la de otros países, y que forma la parte principal del precio de los productos agropecuarios.
– Ante esta situación, el gobierno ha tratado de regular el tipo de cambio, devaluando muy por debajo de la tasa de inflación, para evitar que un mayor ritmo devaluatorio impulse aun más la inflación. El resultado ha sido un progresivo atraso cambiario. Independientemente del debate sobre cuan atrasado estaría el tipo de cambio, es evidente que no podríamos continuar indefinidamente devaluando a menos de la mitad de la tasa inflacionaria sin que esto genere pérdida gradual de competitividad de nuestra economía, afectando particularmente a sectores como el industrial y el del turismo y en general afectando negativamente todo el funcionamiento económico. Por otro lado, simplemente devaluar no haría más que acelerar la inflación. Este problema no se resuelve devaluando sino, en primer lugar, deteniendo la inflación.
– La inflación afecta en primer lugar el poder de compra de asalariados, jubilados y en general sectores de bajos ingresos. Aun así, los trabajadores y jubilados han obtenido hasta aquí aumentos anuales que han más que compensado la inflación, por lo que se podría suponer que se puede continuar con las altas tasas inflacionarias de los últimos años. Pero ocurre que el desfasaje cambiario, combinado ahora con la crisis internacional, están enfriando la economía y hay ya síntomas de recesión, aun cuando el gobierno popular adopta medidas paliativas para sostener la actividad, limitar la fuga de divisas, restringir importaciones más competitivas que los productos locales y defender puestos de trabajo y poder de compra de asalariados y jubilados. Pero estas medidas, aun cuando entendibles, tienen sus contradicciones y así es que, incluso en condiciones de inicio de una recesión, los precios están por ahora aumentando a mayor ritmo que el año pasado, agravando rápidamente el desfasaje cambiario, afectando crecientemente la competitividad de la economía e impulsando la recesión, debido a que los empresarios tienden a tomar el valor del mercado cambiario paralelo para sus cálculos de costos futuros y a que prevén mayores costos debido a las restricciones a las importaciones.
– Los economistas ortodoxos imputan la inflación al gasto público, a las según ellos elevadas subas salariales y jubilatorias y a la emisión monetaria. Abogan por una severa restricción del gasto público, limitación en las subas salariales y jubilatorias, liberación del comercio exterior y del mercado cambiario. Sin embargo ya tenemos la experiencia de que todo esto llevaría a una fuerte recesión que la pagarían los trabajadores y demás sectores populares, con un grave retroceso industrial y quiebras masivas de PYMES.
– Ante esta seria situación, las organizaciones populares, como sindicatos, organizaciones sociales y culturales, organizaciones de defensa del consumidor y partidos políticos progresistas, deberían tomar este asunto en sus manos, como prioridad, construyendo un frente popular contra la inflación.
– No estando en la agenda del gobierno, ni en las posibilidades reales actuales, cambiar generalizadamente el régimen de propiedad monopolista y si además desde los sectores populares no aceptamos que el problema se resuelva mediante el enfriamiento de la economía, voluntario o forzado por la realidad, un camino eventual sería impulsar, desde las organizaciones populares, la realización de un Acuerdo Económico-Social, principalmente de precios, salarios y tipo de cambio, entre el Estado, los sindicatos y las cámaras empresarias. El comportamiento individual de cada empresa, aumentando los precios permanentemente para conseguir ganancias extraordinarias, es producto de las condiciones económicas concretas que se lo permiten y no puede contrarrestarse requiriéndoles a los empresarios que actúen individualmente con responsabilidad social. Solo acordando con las cámaras empresarias y garantizando el cumplimiento mediante la participación popular, sobre todo de los trabajadores, puede aspirarse a obtener resultados globales positivos.
– Para que esto tenga posibilidades de funcionar, debe asegurarse la activa participación de los asalariados a nivel de las empresas para verificar que no suban sus precios por encima de la elevación real de sus costos y que no acumulen stocks con fines especulativos. Esto debe quedar indispensablemente incorporado en la institucionalización del Acuerdo Económico-Social. A su vez, las organizaciones de defensa del consumidor y demás organizaciones sociales, deben colaborar activamente en la verificación de precios en góndolas y de los servicios y, particularmente, las organizaciones político-culturales deben participar activamente en el debate ideológico que esto requiere.
– De lo contrario, el desfasaje entre la suba interna de precios y la suba del tipo de cambio, termina objetivamente enfriando la economía, con estancamiento y luego recesión. Claro que luego podría sobrevenir un nuevo ciclo de crecimiento, aunque difícilmente ya a las altas tasas de años anteriores; aun así un nuevo crecimiento volvería a atizar la inflación y el proceso de atraso cambiario, para caer nuevamente en recesión, y así de seguido. Nada muy distinto de lo que pasa en general en todo el capitalismo, pero si no nos resignáramos a eso y quisiéramos sostener un elevado crecimiento económico con inclusión social, a pesar de la estructura oligopolizada de la propiedad, un camino factible, aun cuando evidentemente difícil, sería el aquí propuesto. En esto podría incluso coincidir el interés de al menos los sectores PYMES, cooperativas y sectores patronales no monopólicos en general, porque a la larga ellos también perderían si la economía entra en recesión a causa del problema descrito.
– Aun cuando un intento de Acuerdo Económico-Social como el propuesto no pudiera finalmente instrumentarse para frenar la inflación, serviría como herramienta de impulso al participacionismo democrático de trabajadores y sectores populares para enfrentar este problema, e impulsaría la lucha ideológica, para que el pueblo tome clara conciencia de que el verdadero origen de la inflación es la estructura de propiedad oligopolizada en la economía argentina y no las políticas de inclusión social y de obra pública impulsadas por el gobierno desde el 2003, lo cual representaría un cambio cualitativo en el nivel de la conciencia popular y en su expresión organizativa, es decir un avance cualitativo en la lucha por la hegemonía y en la relación de fuerzas a favor del pueblo.
El modelo económico-social iniciado en el 2003 está colisionando con la estructura económica oligopolizada de nuestro país y los sectores populares y sus organizaciones deben tomar el asunto en sus manos. Se deben movilizar y trabajar en común para enfrentar el problema y buscar formas de mantener crecimiento con inclusión social. Esto puede apuntalar al gobierno popular e impulsarlo a ponerse a la cabeza de una iniciativa como la aquí sugerida, como ya lo ha hecho ante otras iniciativas populares, tales como la ley de educación y la ley de medios. De lo contrario, el problema aquí descrito tiene una peligrosa potencialidad objetivamente desestabilizante para el gobierno popular, para provocar el retroceso desde lo obtenido en estos años para los sectores populares y para servir a los intereses de una restauración conservadora. Es un serio problema económico-social pero también político y hay que enfrentarlo políticamente desde el campo popular.
*Carlos Mendoza, ingeniero, especializado en temas de economía política, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
Muy buena investigación sobre un tema crucial y, por sobre todo, inherente al sistema capitalista, como la inflación. Desde mi punto de vista el fenómeno inflacionario es consecuencia directa de la esencia del capitalismo, y de su afán individualista por sobre lo social, con una declamada supuesta y errónea visión de que la sumatoria de la maximización del beneficio individual de empresas y familias da por resultado el mayor grado de bienestar posible para una comunidad. La tendencia a la concentración del ingreso y la riqueza, inexorable en este sistema económico, es producto, causa y efecto, de la apropiación individual del beneficio del resto de la comunidad, a través de la explotación del trabajador, vía la exacción de la plusvalía y la explotación del consumidor, vía la manipulación de los mercados – básicamente de la oferta de trabajo y de bienes y servicios. Es innegable su capacidad de supervivencia a través de la transmutación de capitalismo comercial en industrial y luego en financiero, y es, según creo yo, el tránsito por estas tres etapas, la que ha exacerbado su capacidad de generar los mayores flagelos sociales posibles, el desempleo y la inflación, para quienes sólo tienen como activo su fuerza de trabajo. Actualmente, la “financiarización” extrema del sistema agudiza en grado superlativo la concentración económica y, con ello, logra aumentar la incertidumbre, incentivar el atesoramiento despojando de liquidez a la economía, manipular los mercados generando restricciones de oferta, y con ello contrae el empleo y el nivel de actividad, retroalimentado el proceso, que sólo puede devenir, en estos términos, en procesos inflacionarios y agudización de los ciclos económicos productivos en detrimento de la economía real. Luego, el impacto de este comportamiento sobre las variables nominales, como los precios, los salarios, el tipo de cambio, la tasa de interés, etc, no son más que efectos “si deseados” por quienes monopolizan la liquidez, el ingreso y la riqueza globales. Como analistas económicos debemos evitar caer en lo que Federico Herscher denominó “utopia tecnocrática”, debiendo para ello reconocer el poder de las elites y la capacidad de metamorfosis del sistema, que no parece ser suficientemente cuestionado en sociedades como la nuestra, con una clase media que procura su movilidad sectorial hacia una posición más genuinamente burguesa que la que detenta. Sin conciencia no hay cambio, sin pacto social, producto de una conciencia social consolidada, el cambio resulta utópico. Gracias por permitirme opinar, Lau
Carlos,como sabrás no soy experto en estos temas,simplemente adhiero al espacio K y leo Página 12 y un poco Ámbito.
Me parece loable que menciones el tema inflación y deterioro del tipo de cambio, temas que en nuestro espacio se mencionan poco y nada.( y no es no hablando ,no escribiendo que los problemas no existen)
El acuerdo ecónomico social que propones me parece interesante, casi lo único que se me ocurre también.
pero ¿no pensas que justo ahora con las centrales obreras divididas en varias partes, esto es posible?
Un abrazo!
Lo del Acuerdo Económico-Social es una propuesta interesante, ya
probada en el país con bastantes buenos resultados.
Pero sucede que cuando en el gobierno de Nestor K. se lo propuso y
habló con los distintos sectores que formarian parte del mismo al poco
tiempo pasó el merequetengue de la resolución 125 y con él se pudrió
la posibilidad de un Consejo E y S del que formaran parte los
empresarios. Esto lo comentó los otros días Mario Wainfeld, un
memorioso, en una charla que dio.
Horacio Feinstein