Gerardo Codina*
El progresivo deterioro de la relación política entre el liderazgo cegetista emergente en los primeros años del proceso abierto en 2003 y la Presidenta de la Nación, generó en todos los sectores integrantes del movimiento nacional y popular una justificada preocupación, a la vez que alimentó un realineamiento de lealtades y encuadramientos al interior del movimiento sindical, que culminó en la partición de su principal organización representativa.
El congreso de Ferro del pasado 12 de julio, mostró a un moyanismo reducido y con pocas alianzas con sindicatos fuertes, por fuera de su propio gremio de camioneros. A la vez, entre sus opositores todavía no emerge un liderazgo equivalente y aglutinador que sintetice una multiplicidad de expresiones sindicales.
En ese contexto, Hugo Moyano fue proclamado por sus aliados como secretario general de la CGT por otros cuatro años, pese a la vigencia de una impugnación oficial al proceso, y llamó a los trabajadores a “repensar el voto en 2013” si el gobierno no atiende las demandas de las organizaciones sindicales que él expresa. Así, quien fuera un activo aliado del poder político emergente de la peor crisis social, económica y política que recuerde el país, se ha situado como un referente de los sectores opositores al kirchnerismo.
Esta situación tiene su historia y requiere de un análisis pormenorizado para poder evaluar algunas conclusiones y proyectar las posibles tendencias de desarrollo futuro. Precisemos primero el momento actual y luego repasemos el camino recorrido desde la crisis del 2001, para después analizar la situación.
El estado del movimiento sindical
El panorama actual contabiliza la existencia de cinco agrupamientos sindicales de magnitud diversa y cohesión relativa. Ellos son:
1- La CGT que conduce Hugo Moyano a partir de un congreso que no habría reunido los requisitos formales exigidos por los propios estatutos orgánicos, según una impugnación presentada por un conjunto de dirigentes que conforman la mayoría del anterior Consejo Directivo de la CGT.
En este agrupamiento las organizaciones principales son el propio gremio de camioneros, los rurales conducidos por el Momo Venegas, hasta aquí aliado de Barrionuevo, los bancarios, los municipales porteños representados por Amadeo Genta y los petroleros privados de Neuquén, La Pampa y Río Negro, agrupados en la organización que conduce Guillermo Pereyra, secretario general adjunto de esta CGT.
Conviven en este espacio rabiosos antikirchenristas como Venegas y quienes dudan entre sus lealtades a Moyano y a la conducción política de Cristina Fernández, como el propio Facundo Moyano, Schmid de Dragado y Balizamiento u Omar Plaini, de Canillitas.
2- La llamada CGT Azul y Blanca, liderada por Luis Barrionuevo, congrega unos 56 gremios de reducido tamaño, salvo el gremio de los gastronómicos, luego de la separación de UATRE, que adhirió al nuevo moyanismo. Es un espacio claramente anti kirchnerista.
3- El tercer espacio cegetista agrupa a la mayoría de los integrantes del anterior Consejo Directivo. Bautizado CGT de los trabajadores, el grupo que reúne a los llamados “Gordos”, “independientes” y a ex moyanistas reúne al grueso de las grandes uniones y federaciones, en especial de la industria. Antonio Caló de la UOM, probablemente será ungido Secretario General de este sector.
El rechazo a Moyano amalgamó a este grupo. Los denominados “independientes”, como la UOM, Uocra (Gerardo Martínez) y UPCN (Andrés Rodríguez), proclaman su simpatía con el Gobierno. De “los Gordos”, Ricardo Pignanelli (Smata) también sintoniza con la Presidenta, mientras que Armando Cavalieri (Comercio), West Ocampo (Sanidad) y Oscar Lescano (Luz y Fuerza) son indiferentes. Omar Viviani (taxistas) y Omar Suárez (portuarios), moyanistas hasta hace poco, asisten a actos oficiales. Importantes gremios como Obras Sanitarias, ferroviarios, Alimentación, UTA, se encolumnaron con Caló.
Dentro de este sector aparece el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) integrado por muchos de los gremios fundadores del MTA junto a Moyano en los 90, entre ellos Molineros, Empleados de Farmacia, Docentes Privados, a los que se sumaron los taxistas liderados por Viviani.
4- La CTA de los trabajadores es liderada por el otro Hugo, Yasky. En torno de una gran confederación, de trabajadores de la educación, agrupa algunos gremios industriales, como el Neumático y el emergente sindicato de los trabajadores del subte porteño, entre otros menores. También integran esta central, organizaciones sociales representativas de trabajadores desocupados organizados territorialmente.
Muchos de los dirigentes de este espacio están expresados políticamente por el sabatellismo, que recientemente se incorporó al Frente para la Victoria, aunque mantiene representaciones parlamentarias autónomas y un frente político electoral propio denominado Nuevo Encuentro.
5- La CTA representada por Pablo Micheli es expresión de un sindicato nacional, el de trabajadores estatales, minoritario en su gremio, alrededor del cual hay un conjunto de organizaciones menores, muchas de ellas nuevas formaciones surgidas por impulso de una estrategia de fragmentación del movimiento sindical, articulada bajo la bandera de promoción de la democracia sindical.
Como la anterior, agrupa también algunas organizaciones territoriales de trabajadores desocupados. Sus dirigentes principales están vinculados políticamente a una coalición opositora al kirchnerismo, el Frente Amplio Progresista, liderada por el socialismo santafesino, que salió segunda en las últimas elecciones presidenciales, con el 16 por ciento de los votos, casi 40% menos que la actual mandataria.
En resumen, de los cinco agrupamientos nacionales existentes, tres se vertebran en torno a una entidad sindical grande, unión o confederación, sea ATE, CTERA o Gastronómicos. La llamada CGT de Moyano se estructura en torno de tres grandes sindicatos nacionales, Camioneros, UATRE y Bancarios. Todo el resto de las principales formaciones confluye en la llamada CGT de los trabajadores.
Desde el punto de vista político, ninguno de estos agrupamientos es homogéneo. En general conviven corrientes con pasado y presente contrapuesto, pero que respetan una de las claves de la fortaleza histórica del movimiento obrero argentino, preservar la unidad interna de cada organización sindical.
Más allá de esa aseveración de carácter general, se puede distinguir entre los moyanistas aquellos que adhieren globalmente al proceso político iniciado en 2003 y aquellos declarados adversarios acérrimos del kirchnerismo como Venegas. En tanto, dentro del nucleamiento de los adversarios de Moyano, hay muchos antiguos menemistas que comparten empeños actuales con referentes más vinculados al kirchnerismo.
El sindicalismo posterior a la crisis del 2001
En un horizonte de altísima desocupación abierta, aguda recesión, virtual quiebra del estado a todos los niveles y fuerte retroceso de la actividad económica, el sindicalismo argentino estaba acorralado, una década atrás, en una estrategia defensiva, orientada centralmente a preservar las organizaciones y los pobres niveles existentes de ocupación.
Los actores principales de ese momento eran las organizaciones de trabajadores desocupados y la actividad principal de muchos era el trabajo colectivo para asegurar el alimento diario.
El sindicalismo estaba escindido en tres corrientes principales. Dos expresiones nacidas en los 90, en el contexto de la resistencia a los avances neoliberales, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA). En tanto, la CGT agrupaba a la mayoría de los sindicatos, muchos de los cuales habían adherido al pensamiento político del menemismo y el grueso, habían optado por negociar con el poder político de entonces, procurando frenar su avance. Objetivo que alcanzaron en gran medida.
De hecho, la última gran reforma orientada a desmantelar el sistema protectorio del trabajo en nuestro país, fue impulsada luego de Menem, durante el gobierno de la Alianza, episodio recordado por las denuncias de corrupción en el Senado (la Banelco del ministro Flamarique) que precipitaron la renuncia del entonces vicepresidente de la Nación.
Aunque la CTA y el MTA habían coincidido en acciones conjuntas en varias oportunidades, algo las diferenció siempre: el MTA se asumía como parte de la CGT, en tanto que la CTA se proponía como otro modelo de organización de los trabajadores. Esta diferencia sustancial se expresó en las reiteradas negociaciones para unificar la CGT, expresivas de las cuales fue el acto conjunto celebrado en Plaza de Mayo el 29 de agosto de 2001, durante el cual el secretario general de la CGT Rodolfo Daer se abrazó para la foto con Hugo Moyano. Ambos con un atril por delante con la leyenda “Todos somos Aerolíneas”.
Pero esa unidad recién se concretaría después de la llegada de Kirchner al gobierno. Moyano había respaldado a Rodríguez Saa en las presidenciales, en tanto Kirchner había intentado acercamientos con la CTA, conducida entonces por el hoy diputado opositor Víctor De Gennaro.
Las primeras acciones de Kirchner en relación con el mundo del trabajo estuvieron orientadas a promover el aumento de los salarios por medio de decretos presidenciales que otorgaban sumas fijas, a cuenta de futuros acuerdos paritarios. Al mismo tiempo, se suscitó en sede legislativa la revisión del marco regulatorio del mercado laboral, para restaurar instituciones protectorias claves, como la ultra actividad de los convenios.
Ya en 2004 volvió el Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil, después de once años, como ámbito tripartito de negociación, al que se incorporaron representantes de la CGT y la CTA. También ese año se reanudaron las negociaciones paritarias, que devolvieron al sindicalismo un rol determinante en la definición de variables centrales de la vida económica, por vía de la institucionalización de la negociación obrero-patronal.
El 15 de julio de 2004, un Congreso Ordinario de la CGT normalizó la conducción de la Central, eligiendo un triunvirato representativo de tres vertientes diferenciadas del sindicalismo, en el cual asumió una posición expectante el líder del MTA. Esta solución provisoria caducó al año, en 2005, cuando Hugo Moyano fue designado único secretario general de la CGT unificada. Esta elección se renovó en 2008, con la integración al Consejo Directivo de un conjunto de organizaciones, cuya mayoría hoy se opone a la continuidad del camionero.
Para ese entonces había madurado un estrecho vínculo entre el moyanismo y el kirchnerismo, hasta el punto que muchos los asimilaban. La crisis desatada por la rebelión de la patronal agraria por la resolución 125, encontró a los gremios alineados con Moyano defendiendo el modelo nacional y encausando acciones comunes con la CTA en apoyo a Cristina Fernández.
Más allá de las resistencias que generaba en el sindicalismo por su práctica de disputar la representación de trabajadores con otros gremios, extendiendo la base de sustentación de camioneros, Moyano no era discutido abiertamente en la CGT porque se lo sindicaba como el hombre vinculado al poder político nacional.
Comprendiendo los límites de sus respaldos sindicales, Moyano intentó ampliarlos. Hacia finales del año 2008 comenzó a perfilarse la Corriente Nacional Sindical Peronista, como camino de movilización y organización política del gremialismo de ese origen, orientada a la defensa de las conquistas alcanzadas en la etapa y la promoción de nuevos cambios que aseguren la plenitud de los derechos de los trabajadores.
El 18 de setiembre de 2009 en Mar del Plata surgió ese nuevo encuadramiento político sindical. Antes, el 30 de abril, la CGT se había movilizado multitudinariamente en el centro de Buenos Aires para anunciar que no aceptaría ningún retroceso en materia de derechos laborales. Pero esa iniciativa fue perdiendo impulso a lo largo de 2010, hasta quedar archivada.
Las razones políticas de la ruptura
La estrecha alianza de Moyano con el gobierno se mantuvo inalterada hasta la muerte de Néstor Kirchner. En ese momento de aparente debilidad extrema del poder presidencial, Moyano creyó encontrar una oportunidad para demandar ser tenido en cuenta como socio del poder de Cristina Fernández. Equivocó el paso.
Parte de su error radicó en no entender una característica central del proceso abierto en el 2003: la recuperación de la autonomía del estado –el poder político–, respecto de todas las corporaciones, incluida la sindical.
El sindicalismo podía y puede ser aliado de un poder político que le ha devuelto fortaleza y centralidad social, pero no socio ni copropietario del estado.
Reconstruir esa autonomía era parte de una búsqueda que siempre alentó el kirchnerismo y fue el resultado de la fuerte expansión de la economía desde la crisis. Con esa autonomía reafirmada por el 54% de los votos, la Presidenta tenía razones para adelantar el conflicto que se perfiló por el liderazgo del peronismo, más allá de 2015, cuando culmina el actual período presidencial.
El sesgo discursivo impreso por Moyano a la disputa, aupado en demandas de los sectores mejor remunerados del mundo obrero, refleja su noción de que, en un horizonte de dificultades económicas crecientes en el mundo, se avecinaría un tiempo de ajustes que, como en el pasado, las cuentas las pagarían quienes tienen menos ingresos.
Esa preocupación no es zonza, sabiendo nuestra historia. En un mundo sumido en crecientes dificultades, donde se deprimen las tasas de crecimiento de casi todos los países y otros destruyen parte de sus capacidades económicas, sostener y relanzar el propio proceso expansivo requiere de audacia, inteligencia y voluntad política.
Sin embargo, a la inversa de lo esperado por el moyanismo, en seis meses Cristina Fernández impulsó tres iniciativas fundamentales, en el sentido contrario del esperado por Moyano, que se vio obligado a saludarlas.
Ellas son:
1- la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, que reconstruyó soberanía y gobernabilidad sobre nuestro sistema financiero;
2- la nacionalización del paquete accionario mayoritario de YPF, que habilita la reinversión de sus ganancias en la financiación del autoabastecimiento energético y
3- el lanzamiento del plan de construir 400 mil viviendas en cuatro años, con créditos orientados a promover la actividad de pequeñas y medianas empresas en todo el país.
Esas medidas, más otras, como la continuidad de las paritarias que, año tras año, negocian libremente las condiciones salariales y de trabajo de millones o de los aumentos semestrales de las jubilaciones y pensiones establecidos por ley y la vigencia de la asignación universal por hijo, sostienen y refuerzan la capacidad de consumo de los sectores más débiles de la sociedad y mantiene la significación del mercado interno como motor del crecimiento continuado de nuestra economía. Sin olvidar la reforma del estatuto del trabajador rural, orientada a combatir el trabajo en negro en ese sector.
A estas acciones podrán sumarse otras, seguramente, pero lejos están de la lógica del ajuste que presupone Moyano.
Los tiempos por venir
Así las cosas, todo indica que el espacio de poder sindical expresado por Moyano tenderá a diluirse. En parte, porque su conflicto con el gobierno nacional provoca dudas entre muchos de sus seguidores, al no cumplimentarse las profecías agoreras en las que refugia su estrategia y porque los avances de Cristina recogen banderas históricas de los sectores que él supo representar, como la nacionalización de la mayoría accionaria de YPF.
Por otro lado, su posicionamiento actual le exige alianzas que refuerzan la dialéctica opositora y el estrechamiento de vínculos con sectores que hasta ayer él decía combatir. Víctima de sus contradicciones, perdió atractivo en el mundo sindical, por carecer además de interlocución con el poder político, indispensable a la hora de resolver los conflictos.
Los excesos de Moyano lo han aislado y terminarán marginándolo del espacio de privilegio que había alcanzado luego del acceso del kirchnerismo al gobierno nacional.
Más allá de Moyano, la crisis puso al desnudo la ausencia de renovación de la dirigencia sindical. Ausencia que es más notoria por la enorme trasmutación del escenario político nacional que ha implicado e implica el kirchnerismo, como fenómeno transformador de nuestra sociedad. Un fenómeno paulatino pero continuado, que extendiéndose en el tiempo y acumulando acciones, avanza en la transformación radical de la realidad.
Así, el kirchnerismo ya tuvo el efecto de un huracán en la historia argentina. Nada está en el mismo sitio que en el 2003. Ni los derechos humanos, ni la política, ni la industria, ni el campo, ni el sindicalismo, ni la justicia. Muy poco del presente se parece a la Argentina de la desolación y la desesperanza posterior a la crisis del 2001. Pero todavía está por asomar la dirigencia sindical que interprete esta realidad de cambios y se comprometa a ser parte de ella, ensanchando sus horizontes.
Esos hombres y mujeres existen. Son dirigentes de segunda o tercera línea, o encabezan nuevas organizaciones que se afirman en este tiempo. Su avance a las primeras filas de la referencialidad sectorial es cuestión de tiempo y de que sepan interpretar las nuevas exigencias del momento histórico que nos toca transitar.
*Gerardo Codina, psicoanalista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
Sexo-poder-dinero: triangulo perfecto Lacaniano, que, en un contexto politico-social , abreba o se nutre estos desaguisados politicos-sindicales, que son necesarios para entender, entre otras razones, las transitoras fracturas de nuestro movimiento obrero. Pero vamos por el buen camino “nos estamos peleando, porque como los gatos nos estamos reproduciendo”, de suerte que hasta los trabajadores pasivos – jubilados – van por mas, quieren su propio sindicato. Que tal? Edgardo