Dra. Flora M. Hillerti
En los últimos días hemos asistido a un asombroso rechazo de entidades de la comunidad judía al Memorándum firmado por los gobiernos de Argentina e Irán para avanzar en la verdad y la justicia sobre el criminal atentado a la AMIA, en el que hubo 85 víctimas fatales y centenares de heridos. Asombroso, porque son quienes más deberían haberlo apoyado.
Es cierto que la primera reacción de esas entidades no fue de rechazo, sino que éste fue ganando terreno por presión de la embajada de Israel; embajada que no ejerció la misma presión en defensa de la vida y la seguridad de las víctimas judías del terrorismo de estado instalado en nuestro país en el 76; embajada de un gobierno que ha venido desarrollando una política militar hacia sus vecinos, que insta a atacar a Irán, e intentó sin éxito convencer a Barack Obama de hacerlo antes de las elecciones presidenciales de los EEUU. El gobierno israelí no parece darse cuenta que ése sería un acto contrario a su pueblo, definitivamente suicida, que puede llevar a la desaparición del Estado de Israel y constituir el inicio de una tercera guerra mundial. Resulta mucho más fácil demostrar la posibilidad de una tercera guerra mundial en base a este accionar, que demostrar la posibilidad de un tercer atentado en nuestro país; por eso algunos de quienes hablaron de un tercer atentado terminaron reconociendo que lo decían en sentido figurado, asimilando el Memorándum de Argentina e Irán a un atentado moral.
Israel e Irán son dos estados con gobiernos fundamentalistas: uno no reconoce la existencia de Israel, el otro pretende bombardear a Irán; y un sector de la comunidad judeo argentina se referencia en este Estado, por eso la propuesta de diálogo de nuestro gobierno es delicada, difícil, y doblemente elogiable.
Por el contrario, una posición cristalizada sobre Irán no contribuye a salir del estancamiento: Irán preside entre 2012 y 2015 el Movimiento de Países No Alineados, conformado por 120 países miembros, y hasta el presidente de los EEUU propone, hoy por hoy, una actitud no bélica, negociadora con el Estado iraní.
Es lógico que quienes por el contrario comparten una política de guerra rechacen toda posibilidad de diálogo. Como en otros casos en que se adopta esa línea, en el caso de Israel esto va a unido al aumento del presupuesto militar, el empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo, la desocupación, la crisis de la vivienda, y, afortunadamente, el crecimiento del movimiento de indignados. Pero hay que reconocer que va unido también a la exacerbación de un nacionalismo chauvinista y racista que apenas atisba a reunir expresiones de rechazo en ese país.
En los 90, la caída del muro, del llamado socialismo real, y la crisis de los estados de bienestar, permitieron el auge de las posiciones que sostenían el fin de las ideologías, y esto se manifiesta en la actualidad en el seno de la comunidad, en la que se debilitaron otras instituciones representativas y no encuentran vías de manifestarse otras voces.
Sin embargo, no puede ser tan difícil alcanzar acuerdos para dar un paso al frente y expresarse al menos en torno de dos puntos:
-Que todo acusado debe ser considerado inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Este es un principio elemental en la búsqueda de la verdad, en el derecho que asumimos y defendemos diariamente. Retroceder en este punto sería volver a las épocas de la Inquisición -¿recuerda la comunidad los tiempos de la Inquisición?- y de los totalitarismos -¿recuerda la colectividad los juicios de Stalin?-.
-Que todo conflicto entre naciones debe resolverse por vía diplomática y pacífica.
Sólo en condiciones de paz es posible que avance la justicia, y la posición argentina es valiente y valiosa porque contribuye a fortalecer las fuerzas de la paz y el diálogo en una de las zonas más convulsionadas del planeta, en la que pueden desatarse conflictos de trágicas consecuencias.
En base a estos dos principios sería factible trabajar una amplia convocatoria a favor de la negociación en los términos del Memorándum asumido por nuestro gobierno, que a partir de 2003 se ha esforzado por avanzar en el esclarecimiento del atentado genocida del 18 de julio de 1994, en plena coincidencia con los reclamos de los familiares de las víctimas.
Las declaraciones de la DAIA y la AMIA no expresan al conjunto de la colectividad. No en nuestro nombre. Sin duda personalidades como Daniel Baremboim, Juan Gelman y Andrés Rivera no las comparten, así como miles de argentinos que queremos un siglo XXI muy lejos de las guerras, horrores y violencias del siglo XX, pero en la misma senda de la descolonización, la realización de utopías y la construcción de la paz.
Profesora Titular del Departamento de Ciencias de la Educación, Co-Directora de la Maestría en Pedagogías Críticas y Problemáticas Socioeducativas, investigadora de Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IICE). Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
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