León Masac*
En la antigüedad, los filósofos griegos creían que el hombre -por el solo hecho de (ser) hombre- era un animal político, capaz de pensar y razonar por sus propios medios, de cuestionarse su propia existencia e incluso de crearla. La modernidad no hizo más que confirmar aquellos supuestos poniendo al hombre como un semi dios capaz de realizar todo lo que se proponía, lo único que limitaba al hombre es sin duda su propio miedo y el sedentarismo que se configuró como un elemento de relevancia en el mundo moderno. El lector como hombre no deja de tener esas características, tiene la capacidad de leer lo que quiera, pero sin embargo el miedo a lo desconocido lo aleja de grandes autores y grandes obras por el solo hecho se sentirlos ajenos, distantes y claro… difíciles de leer; este es el caso de Voltaire, el escritor abandonado.
François-Marie Arouet (1694-1778), más conocido como Voltaire, fue filósofo y escritor, y entre sus obras más prestigiosas o reconocidas se encuentran: Cartas filosóficas (1734), Tratado de la tolerancia (1763) y el Diccionario filosófico (1764); estos escritos, entre tantos otros, reflejan el pensamiento liberal y laico de quien para muchos fue uno de los grandes inspiradores de la Revolución Francesa – que tuvo lugar en el año 1789-. Sin embargo, en esta columna no pretendemos rescatar su imagen de filósofo político, porque es justamente ella quien lo aleja del hombre común, de los sueños y las fantasías del hombre moderno. Tengo la intención de rescatar al Voltaire escritor, al hombre que la misma realidad de su época lo llevó a escribir relatos maravillosos, que no se distancian de otros relatos si no fuera por la exquisita construcción de palabras que Voltaire deja ver en su novela “La princesa de Babilonia”
“La princesa de Babilonia” es un extenso relato que se sitúa en la antigua Mesopotamia donde tres reyes se disputarán la mano de la princesa Formosanta; sin embargo esta competencia por poseer a la princesa, tendrá otro eslabón, un simple pastor que será quien encuentre el amor de la princesa, un amor que tendrá que esperar pues la muerte del padre del pastor obligará a separarlo de la princesa, dejando su corazón abarrotado de tristeza bajo la terrible promesa de serle fiel a Formosanta.
Voltaire relata no sólo la vida en los reinados, los sentimientos de la princesa y del pastor, sino que reconstruye la vida del hombre en un mundo entre fantástico y real, un mundo entre vicios y deseos; un sitio donde los héroes son primero hombres y donde el futuro no se escribe más que en las fantasías de los seres que están dispuestos a soñar. Pero al mismo tiempo, el relato de la obra atraviesa las grandes discusiones del siglo XVIII, la ciencia, la naturaleza, el linaje y el hombre, temas que Voltaire piensa y reflexiona mientras no hace más que escribir una extraordinaria historia de reyes, pastores, princesa, pájaros que hablan y unicornios.
Sin duda, “La princesa de Babilonia” es el relato que acerca a Voltaire al hombre común, permitiendo discutir la existencia misma de la humanidad, mostrando que filosofar es mucho más que usar palabras incomprensibles para aquellos que no se sienten filósofos. Una vez más, Voltaire mostrará cómo la ficción se choca tanto con la realidad que se confunde; Voltaire hace de la realidad una discusión ficcionada permitiendo conocer y pensar un mundo tan lejano para nosotros, pero que a él le costó su exilio y lo inmortalizó para siempre con el nombre de Voltaire.
*León Masac, escritor aficionado