JOSÉ CARLOS ESCUDERO* Crisis financiera, crisis alimentaria, hambrunas y muerte
En un escenario global que acerca cada vez más a millones de personas al peligro de hambre o de muerte, cuyos mecanismos menos visibles expone con claridad el autor, se desenvuelve el intento insurreccional promovido por la patronal agropecuaria, contra la política de regulación de mercados.
La tendencia al agotamiento de los combustibles fósiles y la amenaza del calentamiento global promueven
la reorientación de la agricultura hacia la generación de fuentes alternativas de energía destinada a vehículos y maquinarias. Al mismo tiempo, millones de personas adquieren mejores posibilidades de alimentarse, sobre todo en Asia, gracias al acelerado desarrollo de sus economías, según un «modelo»
supranacional de alimentación que pone en riesgo la salud. Todo sucede en un momento en que los capitales
especulativos buscan refugio ante la crisis inmobiliaria que afecta a las economías centrales y aceleran la espiral alcista del precio de los alimentos y del petróleo en el mundo, dejando a centenares de millones en peligro de hambre o muerte. La salud y la enfermedad recuperan en este análisis su dimensión social.
La invención del microscopio puso en evidencia un mundo hasta entonces apenas sospechado: el microscópico. Algunos de sus integrantes fueron identificados por la naciente epidemiología como patógenos para el homo sapiens. Una conclusión central de esto de esto –abrazada por las también
nacientes bacteriología e infectología, abrazada hoy mucho mas fervorosamente por la poderosísima Industria
Capitalista de la Salud- es que a los microorganismos patógenos hay que combatirlos con medicamentos que hoy la Industria fabrica, con márgenes de ganancia que son de los mas altos de todo el capitalismo.
El paradigma microbiano de fines del Siglo19 como explicador de enfermedad barrió con explicaciones alternativas, como las que enfatizaban el saneamiento (Pettenkofer), la política (Virchow), una sociedad nueva (Engels). Se concluyó que el enemigo de la salud es el microorganismo, y el «menú» capitalista para este es muy claro: muchas vacunas y muchos antibióticos, todos nuevos y patentados -los medicamentos cuyas patentes han vencido dejan de ser atractivos– y todas las acciones dictadas en el Mercado y siguiendo sus regla; a la vez: poco Estado (reemplazado por benefactores, ONGs, la Iglesia), poca Medicina Preventiva, poca Atención Primaria, pocas redes de agua potable, pocas cloacas, poca organización popular; sobretodo nada de plantear cambios políticos, distribuir mejor el poder, la riqueza, ofrecer salud de forma universal y desmercantilizada, hacer que la población coma mejor.
La hegemonía del paradigma microbiano comenzó a debilitarse a mediados del S 20, por una serie de acontecimientos, todos las cuales reforzaron una visión socio histórica y no solamente microbiana de la enfermedad: El «socialismo real «ofreció una salud colectiva que enfatizaba las políticas de Estado, la capacitación masiva de trabajadores de salud y la prevención. Las reformas socialdemócratas de Europa
occidental, establecieron sistemas estatales para ofrecer servicios de salud, tendencialmente gratuitos y universales. En América Latina el ejemplo de Cuba fue impactante, con su salud socialista, la más eficiente
del mundo. Todo esto interactuó dialécticamente con un reverdecer del pensamiento social en salud, reivindicando a sus pioneros y generando muchas figuras contemporáneas que continuaban su línea intelectual. Hubieron además adelantos en la determinación de la causalidad de las enfermedades:
en las infecciosas, donde el microorganismo había sido visto como única explicación, comenzó
a tomar cada vez mas peso el nivel nutricional de los enfermos, cuyas deficiencias en el caso de los desnutridos debilitaban los sistemas inmunitarios, haciendo que tuvieran enfermedades mas frecuentes,
con mayor duración y complicaciones, con mas probabilidad de evolucionar hacia la muerte. Una gran
cantidad de trabajos científicos avalaron estas posiciones.
En los años 70 del S 20, Mc Keown postuló que las reducciones en la mortalidad en Europa durante el S 19 se debieron mas a una mejoría general en la nutrición colectiva que a ninguna otra causa, y el actual consenso sobre las bondades de dietas «mediterráneas»: verduras, frutas, pescado, en sociedades
con mas relativa solidaridad y mayor control del proceso de trabajo por los obreros explica en parte la buena salud colectiva de los países donde esto sucede.
Cerrando el círculo, la antropología física y la pediatría pudieron ofrecer diagnósticos de nutrición de individuos mas sencillos, baratos y contundentes, basados en los tamaños corporales: la estatura, la
osificación, los diámetros anatómicos y el ritmo de crecimiento y desarrollo psicomotor. En enfermedades
crónicas, la causalidad del cáncer tuvo cada vez más en cuenta fenómenos ambientales como la contaminación; la causalidad de la ateroesclerosis se fundó cada vez mas en el efecto dañino de la obesidad,
el poco ejercicio y dietas excesivamente proteicas animales y grasas. Notemos al pasar que la agricultura globalizada de las transnacionales nos ofrece los agrotóxicos existentes en tantos fertilizantes y plaguicidas, y las dietas dañinas producidas por el consumo de animales que han engordado con forrajes provistos por la soja globalizada.
Todo esto debilitó el peso intelectual del paradigma microbiano como explicación unívoca, e inclusive
dominante de la enfermedad, pero también sucedieron otras cosas en el reino de lo fáctico. La Industria
Capitalista de la Salud pasó, en no muchos años, a convertirse en una de las más importantes del capitalismo, y ciertamente en la más rentable. Las ofertas capitalistas para dar salud, que casi nunca
son las prioritarias si se tratara de racionalidad sanitaria – Cuba no las adopta, por ejemplo, y en ese país hay que notar el altísimo nivel relativo de su salud colectiva, comparable solamente a países que son mucho mas ricos- pero pueden imponerse en otros lados debido a un impresionante mecanismo donde juegan la presión a gobiernos por parte de otros gobiernos y de los organismos internacionales de crédito y regulación, como el FMI, el BM, y la OMC; y la corrupción a funcionarios, médicos, investigadores, comunicadores mediáticos, empresas de Medios.
Basta leer en la prensa de países del Primer Mundo la creciente lista de escándalos sanitarios donde los resultados de la ciencia son tergiversados, ocultados o directamente falsificados .En estas ofertas capitalistas la importancia de valorizar al microorganismo es central, ya que soslaya intervenciones en otras áreas: de políticas sociales, de política a secas, de distribución del poder, de acceso a una información veraz, etc. El microorganismo es reduccionistamente atractivo para el pensamiento pueril que, con la ayuda de los Medios, es tan extendido en la sociedad. Como ejemplos recientes, la presión para que los países vacunen a su poblaciones contra algunas diarreas –con vacunas de reciente desarrollo, con patentes vigentes y muy caras- se opone a la alternativa de agua potable domiciliaria y cloacas, medida eficaz contra todas las diarreas; y la carísima vacuna contra virus que causan algunos cánceres de cuello de útero bloquea a la alternativa de exámenes preventivos a toda la población, que sirve para todos los virus.
La pronosticada y actual crisis financiera mundial está empobreciendo masivamente a la población de Estados Unidos, cuyas víctimas están desarrollando estrategias de supervivencia ante ella que son familiares
a observadores argentinos. La crisis está deteriorando la nutrición y la salud de ese país. El deterioro alimentario es cuantitativo, no cualitativo, no se trata de cruzar una línea mensurable sino que se refleja gradualmente en todo el organismo. Los norteamericanos empobrecidos van a tener más niños de bajo peso, un desarrollo físico y psicomotor más lento, una estatura más baja y un sistema inmunitario más débil; van a tener un acceso más difícil a un sistema de salud que es excepcionalmente mercantilizado, caro e ineficiente. Debido a todo esto su probabilidad de contraer un sinnúmero de enfermedades aumentará, y sus tasas de mortalidad y enfermedad aumentaran también.
La pobreza es mucho peor cuando los empobrecidos atribuyen su situación a sus propias características individuales, no a los fallos del sistema sociopolítico, cosa común en una población tan individualista y tan desinformada como la norteamericana. Esto genera, o potencia, otra serie de enfermedades psicosomáticas, algunas tan masivas como la hipertensión, las agresiones y las autoagresiones. La respuesta capitalista para esto último son los psicofármacos.
Estados Unidos es apenas uno (aunque sea el principal) de los países víctimas de la crisis financiera, que va a producir efectos similares en los países que se contagien de ella. La crisis alimentaria, con un origen
en gran parte común a la financiera y más imprevista, está de manera directa desnutriendo a miles
de millones de personas, y sus efectos están apenas empezando.
Se traducirá no solamente en aumentos en la desnutrición sino también en aumentos en la mortalidad y enfermedad, por el mecanismo ya descrito.
El hambre –sensación subjetiva que refleja fundamentalmente la falta de calorías– es implacable: se evidencia en un niño pequeño a las pocas horas de la comida más reciente, en un adulto se refleja en no muchas horas más. Para no enfatizar excesivamente los datos provistos por la ciencia, registremos que uno de los sonidos más desgarradores e insoportables debe ser el llanto nocturno de niños que se duermen con hambre, escuchado por sus padres que saben que no pueden satisfacerlo.
Existe la posibilidad que la pandemia de hambruna que está empezando a golpear a nuestro planeta sea la mayor de la historia. Por ser de origen humano no está limitada a geografías acotadas, como las causadas por las sequías, inundaciones o plagas naturales, sino que su escenario es planetario, universal y simultáneo. No se trata de que falte alimento: la producción del planeta es casi el doble de lo que su población necesita, la de Argentina es diez veces mayor. No se necesita producir mas, se podría inclusive producir menos, si se cierran las derivaciones de alimento para forrajes o para biocombustibles, si se pone límite a la especulación financiera con «commodities», resultado esto de los capitales especulativos que allí se han refugiado en su huida de un dólar que es derrumba y una plaza financiera norteamericana que implosiona.
Se trata que la población reciba por los Medios consejos sensatos de cómo comer bien, y no la publicidad de alimentos cada vez más caros, falsamente beneficiosos, en función de la segmentación creciente por precio del mercado consumidor, que beneficia a la Industria de la Alimentación. Se trata de reducir el costo adicional de las cadenas de frío innecesarias, del «packaging», de los traslados de alimentos de un extremo del planeta a otro, de estimular la producción de alimentos por las agriculturas de los países de una manera mano de obra y no capital o energía intensiva.
La globalización capitalista del mercado alimentario ha debilitado la seguridad alimentaria en todos lados, y esto se va a traducir en millones de muertes, ya que se necesitarán muchos años para remediar la situación actual. Irónicamente, como consecuencia del paradigma microbiano de explicación de las muertes, si en
un certificado de defunción los médicos han registrado una enfermedad infecciosa y la desnutrición como causas del deceso, el codificador está obligado a tener en cuenta solamente la causa microbiana, con lo cual el real peso de la desnutrición en estos millones va a pasar al limbo de los no acontecimientos.
Volviendo a la globalización capitalista, a su crisis y al costo humano que está produciendo, sería bueno que sus responsables intelectuales pudieran ser alguna vez enjuiciados en un Tribunal de Nuremberg como responsables de delitos contra la humanidad.
*José Carlos Escudero: Médico y sanitarista
(UBA). Diplomado en Estadísticas (U. de Chile),
Master en Sociología (U. de Michigan). Actual
Profesor Titular ordinario en la U.N. de Lujan y
la U.N. de La Plata. Ex Vicedecano de la Facultad
de Ciencias Sociales de U.N. de Luján (1994-
2003).
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