León Masac*
En el mes de mayo de 2014, el Subcomandante Marcos, voz viva del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) decidió volver al pueblo y renunciar a su cargo de Subcomandante[1]. Desde su nacimiento, en 1994, el EZLN dio batalla al neoliberalismo, no solo en México sino en todo el mundo; su lucha es cultural, política, económica y étnica. En este contexto, Marcos tuvo un rol fundamental tanto como emisario del mensaje zapatista y como figura líder de la lucha contra el mundo excluyente, egoísta e individualista. Por esto creo que es necesario un homenaje, pero no solo al político o al guerrillero sino al hombre, el hombre al que no le preocupó ser grande o pequeño, sino al que quiso contarnos un cuento sobre la realidad y ayudarnos a pensar el mundo.
¿Cómo contar un cuento? Es la pregunta que a todos nos atosiga al momento de someternos a invitar una historia frente a un niño. ¿Qué de fantasía, cuánto de realidad, debe tener nuestro relato?
Contar un cuento es más que poner palabras tiernas y emocionantes en un discurso que es percibido como la imagen de un mundo real.
-Mami, ¿antes de conocer a papá vos eras la cenicienta?
– Pa, ¿existe la kriptonita?
-Mami, ¿dónde queda el país de las maravillas?
¿No son estas preguntas las que nos llevan una y otra vez a construir nuevos relatos, nuevas fantasías en mundos ajenos al nuestro?
Estas dudas fueron resueltas por el subcomandante Marcos cuando decidió pegar sus palabras en un papel y contarnos cuentos, cuentos de nosotros, de nuestro mundo.
Marcos no solo representa la voz de un mundo dentro de otro mundo, no solo es la imagen de resistencia contra la tiranía neoliberal, no solo es un político capaz de construir política desde la tierra y el maíz; es también uno de los grandes cuentistas que el mundo latinoamericano nos ha regalado.
Sus cuentos revelan la fantasía y la magia, pero del mundo real, del indio esclavizado, del hombre sometido, del individualismo egoísta y de la solidaridad colectiva; él construye relatos de sueños compartidos y de una lucha que tiene un principio, pero vaya a saber si tiene un fin.
Sin duda, uno de los relatos más trascendente de Marcos es el DURITO, cuya historia contó cantando con hermoso acierto, León Gieco.
El héroe de esa historia no es un superhombre, ni un ser con superpoderes; su triunfo no es por una guerra, o para salvar un diamante o quedarse con una hermosa doncella; su triunfo es poder estudiar y poder aprender; su gran logro es estar de pie dando lucha en un mundo excluyente. Un escarabajo con anteojos, que fuma pipa y lee, así lo relata el Subcomandante:
“me encontré a un escarabajo sentado en un pequeño escritorio, leyendo unos papeles y fumando en una pipa diminuta.”[2]
La magia parte de que la lucha del pueblo es por todos, y en todos lados. Los relatos recuperan lo endógeno de las tierras mexicanas, y lo más puro de la lucha latinoamericana. Sus cuentos envuelven realidad, pero construyen sueños, fantasías y luchas.
¿Por qué leer a Marcos? Porque es muestra viva de que un mundo mejor es posible; porque sus palabras llenas de ternura paternal o de fervor de guerrero real nos permiten comprender que la diferencia es una virtud y no una incapacidad.
¿Por qué contarles a nuestros hijos un cuento de Marcos? Porque sabrán que no hay mentiras, solo fantasía sobre la realidad; porque entenderán que para construir la magia no necesitamos mirar hacia el norte o el este, sino hacia adentro de nuestras tierras; porque entenderán que un mameluco es diferente que un delantal, pero la persona que lo usa es igual a nosotros. Y sobre todo, porque entenderán que esas diferencias que el sistema establece no son más, como sabiamente afirmó Karl Marx, que velos impuestos por la ideología del capital.
Hoy los invito a conocer al Ex Subcomandante Marcos, pero no con su pasamontañas, su caballo y su pipa. Hoy los quiero llevar a leer, escuchando sus palabras, soñando su sueño; y finalmente creer que un mundo donde quepan muchos mundos es posible.
*León Masac, escritor aficionado.
[1] En la construcción política del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el pueblo cumple el rol de Comandante, es quien manda; su líder es el subcomandante que actúa y es voz del mundo zapatista a partir de las decisiones del pueblo. El subcomandante obedece al pueblo.
[2] En: http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/1994/1994_04_10_e.htm