(Política Nacional )
Gerardo Codina*
El temprano inicio de la campaña presidencial 2015, demuestra al mismo tiempo las dificultades de la oposición por articular un proyecto alternativo viable al oficialismo, la significación del recambio de gestión para el proceso de cambios que atraviesan el país y la región, y la necesidad social de recrear un horizonte de expectativas.
1. Comenzó la campaña
Como se esperaba, agosto fue el mes en el que empezaron las campañas presidenciales con vistas al 2015. Apenas culminó el mundial de fútbol. Es un dato que atraviesa la escena política, aunque resulte prematuro hoy hablar de cuáles serán los resultados de los comicios. Pero todo el debate entre oficialistas y opositores está marcado por esos aires preelectorales. Fondos buitres, seguridad, inflación, impuestos, sirven para evaluar los resultados supuestos o reales de once años de gestión democrática y posicionarse ante la opinión pública.
Parte del juego es de los medios. Tinelli arreglando la fiesta de casamiento de un diputado bonaerense o Clarín fogoneando cada nueva denuncia que le cae por la cabeza a Boudou, cada uno en su estilo, todos compiten con Carrió en el arte de la desmesura para decir presente cada día en las noticias.
Aunque en la vida cotidiana de millones el asunto de las elecciones esté demasiado lejos, el mundo de la política ya vive el frenesí de los cálculos, palpitando los posibles escenarios que se abren con cada variante. Queda poco espacio, sin embargo, entre tanto bochinche, para reflexionar sobre la cuestión de fondo: qué se dirime en esta elección.
Ajena a la contienda abierta por su sucesión, pero no distraída, la figura presidencial emerge como el factor central en el terreno político, sosteniendo en todos los frentes iniciativas tendientes a resolver los problemas de la coyuntura y, simultáneamente, generar las condiciones estructurales de una nueva Argentina. YPF, ARSAT y el impulso en Naciones Unidas a un marco jurídico internacional sobre reestructuración de deudas soberanas, son algunos ejemplos.
2. El desarrollo con inclusión como prioridad
Desde el principio, asumida la dura realidad del país luego de la enorme crisis del 2001, el kirchnerismo se planteó la meta de un crecimiento acelerado como camino virtuoso para recuperar los niveles de justicia social que nuestro pueblo supo disfrutar y, en paralelo, achicar las brechas de atraso que nos separaban de las naciones más avanzadas. En ese camino, la integración regional no era una opción más, sino el único espacio posible para consolidar una voluntad nacional autónoma en un mundo en que todo tiende a quedar subordinado a la voluntad imperial de la única superpotencia existente.[1] Adicionalmente, la consolidación de relaciones de cooperación pacífica entre los países de la región, exoneraba de esfuerzos bélicos contrapuestos con la satisfacción de necesidades sociales y achicaba la significación política interna de estructuras militares largamente colonizadas por los intereses imperiales y sus socios locales.
El desafío era consolidar un proceso de reformas en un marco democrático donde los conflictos sociales se tramitasen políticamente. Para ello había y hay que asegurar la conformación de una mayoría electoral que sustente las transformaciones y dote de legitimidad política al gobierno. También asegurar que el proceso económico genere las posibilidades de respuesta a las demandas crecientes de la sociedad.
Hasta aquí el kirchnerismo, con la sucesión de Néstor Kirchner por Cristina Fernández, ha logrado con holgura solventar las restricciones planteadas y a la vez recrear una propia base política motivada y movilizada, principalmente nutrida por jóvenes, superando el descrédito popular en la política, que fue la peor herencia de la debacle neoliberal.
El ciclo es altamente exitoso. Por todos sus logros. Por su extensión inédita en un país acostumbrado a los sobresaltos. Porque deja en activo una nueva generación de luchadores, organizados y despiertos. Pero no tiene sucesores a la vista.
3. La continuidad del proceso
¿Es imprescindible que las transformaciones se profundicen?, podría preguntarse algún ingenuo. Administrar más o menos adecuadamente lo logrado podría alcanzar para complacer expectativas modestas. Un país que alcanzó la mayor tasa de inclusión previsional de la región; que ha extendido la obligatoriedad educativa de los 4 a los 17 años, proveyendo de herramientas económicas concretas para que sea factible para todos; que recuperó para la mayoría de los trabajadores los instrumentos de las convenciones colectivas de trabajo y que incluyó al 75% de sus trabajadores en relaciones asalariadas, por señalar unas pocas situaciones que le han cambiado efectivamente la vida a millones de personas en estos once años recorridos, podría darse por satisfecho. Al fin y al cabo, esos logros en muchos otros países podrían parecer puras utopías.
En esa perspectiva, módica, garantizar la preservación de lo logrado sería un requisito suficiente con vistas al futuro. A juzgar por la presión que ejercen los poderes fácticos locales y extranjeros para revertir lo recorrido, aminorar las expectativas de nuevas metas y concentrarse en conservar lo logrado, podría ser el único horizonte posible.
Es sabido que no es lo que prometen los voceros del poder fáctico para el caso de estar a cargo del gobierno. Ayer nomás Macri se comprometió a eliminar retenciones a la producción agraria y eximir de tributos a los mayores salarios, al tiempo que afirmó que reducirá el déficit fiscal. No dijo que así desfinanciará el sistema de políticas sociales.
Tampoco es lo que hizo en el distrito que viene gobernando desde 2007. Volvió deficitario un presupuesto que no lo era, endeudó a niveles inéditos la ciudad, aumentó los impuestos y además, creó nuevos. Todo eso mientras los recursos disponibles se incrementaron como nunca en la historia, por efecto del crecimiento nacional. Pero eso no les impide hablar de la inflación y señalar que es efecto de la emisión descontrolada por el déficit fiscal que afronta el estado nacional.
Volviendo a nuestra pregunta, los objetivos de mínima en el futuro inmediato se satisfacen casi con cualquier candidato peronista. El peronismo, como cultura de ejercicio del poder político democrático, es refractario a desandar conquistas sociales. Y como entramado de organizaciones sindicales, sociales y políticas, además de gobiernos locales y provinciales, tiene una enorme capacidad de presión para sostener la vigencia de respuestas inmediatas a los problemas de los más desfavorecidos.
De sostenerse la dispersión actual del voto opositor, en tres variantes principales, encarnadas en Macri, Massa y en el eje radical socialista expresado por Binner y Sanz, le alcanzaría al peronismo junto con sus aliados agrupados en el Frente para la Victoria, sumar el cuarenta por ciento de los votos en la primera ronda electoral, para alzarse con la Presidencia y continuar en el gobierno otros cuatro años.
Por lo demás, la historia no suele repetirse. Menem fue una situación excepcional en una coyuntura única en la historia mundial. Ganó una interna muy amplia en un movimiento que no tenía otros liderazgos que lo condicionaran. El país estaba casi ahogado por el peso de la deuda externa y sin salidas a la vista, acosado por hiperinflaciones que disciplinaron los pocos focos de resistencia al ciclo neoliberal de reformas. Y en el mundo se había quedado como única alternativa viable, la versión de los conservadores norteamericanos de la democracia y los mercados desrregulados a toda costa. Eran tiempos en los que se proclama el fin de la historia, de las ideologías, de los estados nación, del trabajo. Hoy todo eso sigue en pie y nuestra región es ejemplo de ello.
4. Las razones para continuar las transformaciones
Son otras las razones que reclaman profundizar los cambios y hacen más perentorio el interrogante que abre la sucesión. Muchos de los problemas que asoman en la agenda pública implican dilemas sustantivos para el futuro de la construcción más densa de una democracia social consistente con el proyecto de desarrollo nacional e integración regional.
La polémica de estos días respecto del tema de la seguridad pública ante el delito, muestra cómo grandes sectores de la sociedad han girado hacia una mirada represiva del conflicto, en sintonía con lo que fogonean los ideólogos de la derecha vernácula desde todos los medios de desinformación de masas. Giro que presiona aún sobre el kirchnerismo y que, si no se revierte, condiciona toda la arquitectura de derechos sociales extendidos que son parte no menor de los logros de esta etapa.
La respuesta democrática progresista frente a la demanda legítima de seguridad, no puede limitarse a comentar que otros están peores. Aunque sea cierto. Se trata de desentrañar las tramas de complicidades mafiosas que protegen desde el poder económico, policial, jurídico y político, las redes delincuenciales existentes detrás de cada delito complejo. Como se puso de relieve, por si hiciera falta, en el caso de los narcopolicías santafesinos o en la zona liberada para los asaltantes por los policías cordobeses, acuartelados en demanda de mayores salarios.
Eso no se resuelve comprando más patrulleros y desfinanciando, de paso, la educación pública. Cualquier cirujano sabe que si el bisturí está contaminado, una incisión agrega problemas a los que existen.
De todos modos, el de la seguridad es uno de los temas irresueltos, cuya tramitación en un sentido u otro puede sesgar toda la vida social. Otros son la reforma del régimen tributario, del sistema financiero o del comercio exterior de nuestra producción agrícola, por señalar algunos de los más significativos, que de hacerse o no, condicionarán de modo decisivo las posibilidades de avance y de capitalización de lo alcanzado en esta década.
Más importante que los temas, se trata de reencarnar las expectativas de cambio de una sociedad que busca superarse a sí misma. En la medida que el kirchenrismo expresó de manera consistente esa voluntad transformadora, fue acompañado por la mayoría de los argentinos. Para adelante, el contrato que une a los sectores más dinámicos de nuestro pueblo con el Frente para la Victoria se refrendará si se logra además dialogar con quienes, sin denostarlo todo, tienen niveles variados de demandas insatisfechas.
5. Las asignaturas pendientes
La ausencia actual de continuadores claros es una de las asignaturas pendientes del proceso abierto en mayo de 2003. Deuda que resalta la significación del debate doctrinario al interior de la principal fuerza política que lo sostiene y que no está, por el momento, ni institucionalizado ni a la altura de las necesidades políticas de la hora. Así y todo, un cuerpo de ideas vigoroso no se encarna fácilmente en nuevos liderazgos que además, condensen primeras minorías capaces de sostener una nueva etapa de gobierno.
Todos los esfuerzos en ese sentido, como el puesto en marcha por sectores como el Movimiento Evita o los plenarios de la militancia impulsados por la organizaciones de Unidos y Organizados, deben ser igualmente bienvenidos. También los que pretende motorizar desde el Estado el recién instituido Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, Ricardo Forster. Aunque todavía tengan gusto a poco. Es la hora de la polémica y el compromiso intelectual militante para alumbrar entre todos el recorrido por hacer.
La razonable prescindencia que se auto impone Cristina Fernández en la definición de sus preferencias, mientras se concentra en resolver los obstáculos cruciales que afronta el país para la próxima década, coopera en dirección de no fragmentar el campo propio, en una transición compleja. Después de 2015 ella quedará como referencia ineludible de todo lo que se hizo y liderará una fuerza considerable, más allá de sus roles institucionales futuros.
De todos modos no es funcional a las demandas de la hora que muchos se llamen a silencio esperando indicaciones de arriba y que desde allí no se aliente una revisión crítica de lo actuado. No para desacreditarlo, sino para marcar la hoja de ruta de la siguiente etapa. Esa es la cuestión de fondo que todavía no aparece en el debate pre electoral.
*Gerardo Codina, psicólogo, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
[1] Ver reportaje a Julian Assange publicado en tres partes en Página 12 de Buenos Aires los días, 7, 8 y 9 de setiembre de 2014. En especial, la última parte. Allí afirma Assange: “No hay tres superpotencias. Eso es falso. Hay una, que es la alianza occidental.”
Estimado Gerardo.
Espero me recuerde en mi breve paso por esas tertulias y en los asados en casa de Rubén, en Monte Grande.
Leyendo su artículo me asaltaron alguna dudas y trato, modestamente, de realizar algún aporte como “ciudadano de pata al suelo”
Creo que los medios cobran un papel de cierta preponderancia en la acción política en proporción inversa a la participación popular.
Cuanto más participe la gente, el rol de los medios será menor, porque desde esa participación la toma de conocimiento de los acontecimientos reales evita cualquier manifestación que no se compadezca con esa realidad.
Es cierto que hay núcleos muy participativos. Pero el número que los integra (oficialismo u oposición) es ínfimo en relación a la cantidad de individuos que adoptan criterios a favor o en contra llevados por sus propios intereses o los medios (que generalmente apuntan a magnificar esos intereses individuales).
Es cierto que este gobierno logró revertir el panorama que presentó el derrumbe de la convertibilidad con De La Rúa en el 2001. No se puede cuestionar los logros obtenidos. Pero también es cierto que algunos aspectos deberán ser retocados para impedir el retroceso a esos estadios del cual se arrancó en el 2003. En los lugares de trabajo, los empleados y los trabajadores no están satisfechos con lo que hoy pasa y su abstención a un apoyo real a la gestión de este gobierno permite la mayor notoriedad de quienes apuntan a expresiones más intransigentes de la mano de dirigentes como Carrió. La calle, si estamos atentos, dice cosas que luego los medios ratifican a partir de las denuncias de Lanata y los informes de TN. Es que, antes de pensar en la continuidad de algunas políticas, me parece humildemente, habrá que pensar en cimentar algunos logros. Esos “logros” son ya parte del acervo social y como la fábula del perro y el churrasco(1), a riesgo de perderlo todo, muchos pretenden mejorar sus propias circunstancias personales. Lo que hay.., hay, voy por lo que me falta. Siempre va a faltar algo y ese es el terreno de estos dirigentes “denunciantes” y no “proponentes”. Habrá que sumar a esto la falta de dirigentes que garanticen una continuidad del modelo.
(1) Iba el perro con un churrasco en la boca, feliz por el almuerzo obtenido de una vecina piadosa. Pasaba el perro por un puentecillo sobre un curso de agua, cuando vio, reflejado en el agua un churrasco de mayor tamaño que el que llevaba y su ambición pudo más. Para tomar el churrasco del agua, soltó el que llevaba en la boca. Así se quedó sin almuerzo.
Por supuesto lo recuerdo. Agradezco y comparto muchas de las inquietudes que expresa. La desmovilización política potencia el rol de los medios masivos de difusión. Es siempre un deber de los sectores populares trabajar por ensanchar la participación.
También acuerdo con su afirmación de que “algunos aspectos deberán ser retocados para impedir el retroceso a esos estadios del cual se arrancó en el 2003.” Ni este gobierno ni ningún otro hace todo bien y a gusto de todos. Nuestro acompañamiento no tiene que ver con cerrar los ojos a lo que se hizo mal, sino en tratar de resaltar la dirección general del proceso de transformaciones, que concuerda con los recorridos de nuestros hermanos latinoamericanos, con las diferencias del caso, claro.
Agradezco su lectura crítica, que siempre es un aporte.
Sr Mario Buono
Su comentario y la respuesta de Codina han sido publicadas