(Latinoamérica)
William Puente*
El Uruguay parece encaminado a un balotaje de imprevisible resultado en el que se enfrentarán los candidatos frenteamplista Tabaré Vázquez (74 años) y blanco Luis Alberto Lacalle Pou (41). El Frente Amplio se encuentra en su nivel más bajo de popularidad desde que llegó al Gobierno en 2005 y todos los sondeos de opinión coinciden en que en los comicios presidenciales y legislativos del domingo 26 de octubre no logrará la mitad más uno de los votos emitidos, necesarios para triunfar en la primera instancia. La segunda y decisiva ronda electoral sería, entonces, el 30 de noviembre entre los dos postulantes más votados.
El ex presidente Vázquez –quien gobernó entre 2005 y 2010- descree de las encuestas y está seguro de su triunfo al punto de que ha apostado “todas las hamburguesas que quieran” a que el FA ganará en primera vuelta y conservará la mayoría parlamentaria. Después de que en las elecciones partidarias internas del 1º de junio el joven Lacalle Pou dio la sorpresa y derrotó a su contrincante en el Partido Blanco, Jorge Larrañaga (58), la campaña presidencial tomó como eje las edades de los contrincantes y la renovación generacional, y el diario El País publicó una foto del candidato blanco haciendo la figura acrobática conocida como “la bandera” en una columna de la ciudad de Cardona. Lacalle desafió a Tabaré a hacer lo mismo y el frenteamplista respondió que para jugar el mundial de fútbol no se puede llevar al seleccionado Sub 20. “Tampoco se puede llevar a jugadores retirados”, chicaneó Luis Alberto.
Según un sondeo difundido en los primeros días de septiembre por la consultora Factum, el Frente Amplio tiene una intención de voto del 41%, el Partido Blanco del 31% y el Partido Colorado del 15%. Los colorados llevan como candidato a Pedro Bordaberry (54), hijo del dictador Juan María Bordaberry, fallecido en 2011. La encuesta de Factum coincide en líneas generales con la de otras empresas como Equipos, Cifra u Opción Consultores.
Oscar Bottinelli, director general de Factum, dijo que en un escenario de balotaje entre Vázquez y Lacalle, según una simulación realizada en los últimos días de agosto, Tabaré obtendría el 50% de los sufragios y el candidato blanco el 48%, y había 2% de indefinidos que prácticamente votarían en blanco o anulado. Aclaró Bottinelli que las tendencias se seguirían modificando hasta el 26 de octubre y que se advierte una pendiente en la evolución del aspirante frenteamplista.
En los sondeos de opinión realizados en febrero último para el caso de un balotaje, Vázquez aparecía ganándole a Lacalle Pou por 59% a 34% – una ventaja considerable-, en abril esos porcentajes eran 55% a 40%, en julio 51% a 46%, y en agosto 50% a 48%. Es decir que Tabaré tenía una ventaja de 25% en febrero, después de 15%, luego de 5%, y ahora de 2%, de acuerdo con Bottinelli.
Hasta los primeros meses de este año, Tabaré Vázquez parecía encaminarse sin mayores obstáculos hacia un segundo período presidencial, pero las elecciones internas del 1º de junio sacudieron la modorra uruguaya y modificaron sustancialmente el mapa electoral tras el triunfo de Lacalle Pou. Hasta allí los adversarios que se enfrentarían en octubre eran viejos conocidos de la política, pero la irrupción de un oponente joven en medio de ese segmento de dirigentes, algunos septuagenarios, incorporó un inesperado condimento y modificó las líneas en las planillas de los encuestadores.
Salvando las diferencias de sus perfiles ideológicos, el crecimiento en la intención de votos de Lacalle Pou tiene mucho parecido con el fenómeno ocurrido en Brasil con la socialista Marina Silva, quien se acercó rápidamente a Dilma Rousseff en las encuestas luego de convertirse en la candidata de su partido en reemplazo de Eduardo Campos, quien falleció en un accidente aéreo. El “factor sorpresa” pareció operar en ambos casos como un disparador.
UN HEREDERO DEL ”PATRIARCADO”.
Luis Alberto Aparicio Alejandro Lacalle Pou es un hijo del viejo “patriarcado” oriental. Su padre, Luis Alberto Lacalle de Herrera, fue presidente del Uruguay entre 1990 y 1995, y su bisabuelo Luis Alberto de Herrera participó de tres levantamientos armados de los blancos contra gobiernos colorados entre 1896 y 1904, fue legislador y un influyente dirigente de su partido y fundador de la corriente conservadora y nacionalista conocida como “el herrerismo”. El actual candidato presidencial se educó en el colegio y liceo British School de Montevideo, e hizo su carrera de abogacía en la Universidad Católica del Uruguay. El Cuquito Lacalle Pou es considerado más “centrista” que sus antepasados pero fue formado en un hogar de fuertes tradiciones neoliberales y derechistas.
En su libro “Trasfoguero”, publicado en 1963, el ex presidente Cuqui Lacalle de Herrera descubre claramente su ideología cuando relata con admiración el día en que conoció en el Palacio de El Pardo al generalísimo Francisco Franco: “Llegábamos con retraso para ver a la famosa guardia mora que nos fascinara de chicos con mil y una historias. Correctos guardias con un uniforme bastante común hacían sus veces. Salones y más salones entrevistos al pasar. Una breve espera junto al Marqués de Casa de Loja, y no tardaron en abrirse las puertas del despacho donde de pie y con mirada impenetrable esperaba Francisco Franco Bahamonde, jefe del Estado Español, en pocas letras ‘el caudillo’, nombre con el cual se le designó siempre en casa. De mediana estatura, vestido con castrense sencillez y elegancia. Su uniforme con banda roja de Capitán General a la cintura y en el pecho una sola condecoración. Una sola, pero suficiente para eclipsar a todas las del mundo: la Laureada, la de los sobrevivientes, la de los casi inmortales! Pocos hombres han sido traídos y llevados en el comentario del mundo. Pocos hombres han gravitado tanto en la escena del mundo. Pocos han tenido tan larga parte en los planes de la Providencia”.
Fue el gobierno herrerista del Cuqui Lacalle el que intentó privatizar todas las empresa públicas en un país de firmes raigambres estatistas. El 1º de octubre de 1991, el entonces presidente Lacalle promulgó la Ley de Empresas Públicas, destinada a privatizar las compañías del Estado. El proyecto fue aprobado en el Parlamento con los votos de blancos y colorados. El concepto de servicio público, según se enseñaba en el Uruguay de principios del siglo pasado, contempla el hecho de que determinadas necesidades son esenciales e impostergables desde el punto de vista social y el desarrollo de la comunidad y, por ese motivo, se reservan esas funciones al Estado y en esa categoría entran, por ejemplo, la provisión de agua potable, la energía, el transporte ferroviario, aéreo o fluvial, la educación, la salud o las comunicaciones, como la red telefónica y el control de las ondas de radio y televisión. Las privatizaciones de Lacalle provocaron una fuerte reacción y el 13 de diciembre de 1992 un plebiscito popular derogó (por 1.293.016 votos contra 489.302) los artículos principales de aquella ley privatizadora e impidió la entrega a capitales privados de parte o de un todo del patrimonio nacional. A pesar de esta manifestación de la voluntad ciudadana, en 1993 Lacalle avanzó algo en su intención de privatizar y logró hacer aprobar la desmonopolización de los seguros en manos del Estado, causando un gravísimo perjuicio económico a las arcas públicas. Dieciséis años después, a pesar de su corta historia, en 2009 las aseguradoras privadas competidoras del Estado vendieron 188,4 millones de dólares en primas y la británica Royal & Sun Alliance fue la empresa con mayores ventas en aquel año y totalizó 42,2 millones de dólares. Fue también durante el gobierno de Lacalle que en 1991 se inició el proceso de desguace de la aerolínea estatal Pluna mediante la ley 16.211que la facultó a asociarse con capitales privados e iniciar el camino de su privatización, y que finalizó con su liquidación en 2012, durante el gobierno de José Mujica.
Si los blancos llegaran a triunfar en las próximas elecciones, es posible que Luisito Lacalle vuelva a aplicar algunas de las políticas que impulsó su padre en la década del ’90.
La estrategia electoral del joven candidato blanco ha sido la de no confrontar y la de tener un discurso contemporizador, “siempre por la positiva”, evitando pronunciarse expresamente sobre temas que lo comprometan o que irriten a cualquier sector social. Sin embargo, se le escaparon en los últimos días algunas definiciones que descubrieron su perfil herrerista. En declaraciones a la prensa dijo que no estaba de acuerdo con la ley laboral de ocho horas diarias de trabajo máximo para los peones rurales, puesta en práctica durante el gobierno del Frente. “Creo que las ocho horas no se adecúan al trabajo rural”, sentenció Lacalle Pou. Igualmente se mostró contrario a la Ley de Responsabilidad Penal del Empleador en caso de accidentes laborales, y aseguró que la derogará si asume la Presidencia. Esto motivó declaraciones de repudio, entre otras del sindicato de la construcción SUNCA y del gremio de trabajadores rurales y críticas de la central obrera PIT–CNT.
Los dos históricos partidos conservadores del Uruguay están ansiosos por reconquistar el gobierno y en octubre del año pasado lograron sellar una alianza y dar nacimiento al Partido de la Concertación, una unión de los blancos y colorados para intentar ganar la Intendencia Municipal de Montevideo, en manos del Frente Amplio desde hace un cuarto de siglo. La derecha sabe bien que compitiendo por separado no tiene chance de obtener el gobierno capitalino, así que irá en un solo bloque a las elecciones montevideanas previstas para junio de 2015. En cambio, no ha logrado unificar sus fuerzas a nivel nacional.
EDUCACIÓN PÚBLICA, EDUCACIÓN PRIVADA.
Cuando comienzan a delinearse los temas de la campaña, Vázquez anunció que el Uruguay será un “Estado electrónico” para el año 2020. Prometió que un tercer gobierno del Frente Amplio dará un gran impulso a la investigación y destinará importantes recursos a la capacitación de técnicos. El candidato de la izquierda propuso triplicar la inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación pasando del 0,3 al 1% del producto bruto interno y dijo que se dotará de un directorio de tres miembros a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación. La idea es que en pocos años el Uruguay sea un país totalmente conectado a internet, para que todos los trámites del Estado se realicen en forma digital por medio de la web, celulares, tablets y otros canales.
Algunos temas conflictivos han comenzado a aparecer en los últimos días. El Partido Blanco planteó algunas modificaciones al modelo educativo, al igual que los colorados, pero el ex vicerrector de la Universidad Católica, Pablo Da Silveira –coordinador de campaña de Lacalle Pou- dijo que hay que hallar fórmulas que permitan al Estado distribuir fondos para que los padres puedan enviar a sus hijos a colegios privados. Advirtió que se trata de una iniciativa personal, pero no puede ignorarse que Da Silveira es un referente de los blancos en el área de educación.
Los conservadores desconfían de la educación pública. Una nota editorial publicada el 18 de noviembre de 2012 por el diario El País –vocero de los blancos- explicaba claramente entonces sobre los riesgos que advertían en la Universidad estatal porque “el actual sistema, marcado por un casi monopolio de la Universidad de la República, arraigado en Montevideo, ha sido desde hace décadas funcional al ‘establishment’ intelectual que rodea al Frente Amplio. Muchos de sus principales cuadros han iniciado su carrera política en la interna universitaria. Y el esquema de autonomía y cogobierno que la caracteriza, ha sido propicio para generar un polo de influencia propicio a ‘la izquierda’, desde mucho antes de que la misma conquistara el poder político en las urnas. Ese cogobierno, que supuestamente implica una amplia participación de estudiantes, docentes y egresados, en el control de la Universidad, se ha desnaturalizado por el manejo de grupos pequeños pero muy organizados, con fines políticos. Esos estamentos han sido altamente efectivos a la hora de consolidar su poder, siendo tal vez el único golpe a su hegemonía, la habilitación de universidades privadas”.
La Universidad Católica del Uruguay, en la que se formaron Lacalle Pou y numerosos dirigentes blancos y colorados, fue la primera universidad privada del país, creada durante la dictadura mediante el decreto 343/984 firmado por el general Gregorio Alvarez el 22 de agosto de 1984, y fue la cabecera de playa para que años después aparecieran numerosos institutos privados de educación superior que han intentado transformar a la enseñanza y la cultura en un bien de consumo.
Graciela Bianchi, que integra la lista al Senado de Lacalle Pou, advirtió que no es bueno que los niños reciban computadoras a la edad del primer grado de la escuela, en una dura crítica al Plan Ceibal impulsado por Vázquez durante su gobierno, mediante el cual los niños de todas las escuelas públicas tuvieron su netbook hasta en los lugares más remotos del país. Tabaré, por su parte, prometió que el Ceibal “seguirá creciendo”.
La “inseguridad” –referida a los hechos delictivos- y la baja en la edad de imputabilidad penal de los niños también se encuentran en la agenda del debate electoral. Blancos y colorados impulsan un plebiscito para lograr esa baja y el ex jefe del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, se sumó a la polémica al asistir a un foro de la Fundación Propuesta, que pertenece al sector de Pedro Bordaberry. El visitante hispánico brindó dos conferencias en sendos hoteles cinco estrellas de Montevideo y Punta del Este, donde manifestó su conformidad con la posibilidad de penalizar a los menores de edad. “Zapatero a tus zapatos”, le dijeron los socialistas uruguayos, quienes lo acusaron de ser funcional a la derecha con su participación en el foro.
EL FA Y EL ALEJAMIENTO DE SUS ORÍGENES.
El descenso de Tabaré Vázquez en las encuestas no puede ser explicado solamente por la aparición del joven Lacalle Pou en la escena política ni por algunas dificultades en la gestión del gobierno frenteamplista. El presidente Mujica ha tenido algunos problemas para plasmar los planes educativos y de salud, y no ha podido cumplir su promesa de convertir a la construcción de viviendas en la nave insignia de su administración, pero el Uruguay ha tenido un crecimiento sostenido que el Banco Mundial ha estimado en 4% para 2014 y 2015. Además, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó un informe en el que Uruguay se destaca por estar entre los seis países donde más disminuyó la pobreza entre los años 2000 y 2012, y la tasa de desempleo bajó a 5,7% en julio último, mientras que hace un año estaba en 6,6%.
Quizás la explicación del descenso en la popularidad del FA pueda hallarse en el alejamiento de los postulados de la izquierda por parte de los gobiernos de Vázquez y de Mujica, en el desdibujamiento de la plataforma combativa y antimperialista con la que nació la coalición en el año 1971 o en el olvido de la lucha contra la impunidad de los responsables del terrorismo de Estado. El 18 de mayo de 2011, durante un acto por la Batalla de Las Piedras en la que dos siglos antes triunfó Artigas, la emblemática luchadora por los derechos humanos Luisa Cuesta, con sus 92 años encima, levantaba una pancarta con la foto de un desaparecido muy cerca del palco oficial donde estaban instalados Mujica y los mandos militares, y decía a los periodistas que nunca imaginó, durante un segundo gobierno del FA, estar participando de una movilización para reclamar lo mismo que venía pidiendo desde hacía dos décadas. “La verdad que no lo esperaba, nunca”, dijo la mujer que incansablemente sigue buscando a su hijo desaparecido. La ley de Caducidad sigue vigente a pesar de la mayoría parlamentaria del FA.
Los gobiernos del Frente Amplio en algunos temas han levantado la voz contra las injusticias de adentro y de afuera, pero también han adoptado medidas que permitieron el ingreso al Uruguay del modelo económico capitalista global, han facilitado la instalación de grandes emprendimientos agroindustriales o celulósicos perjudiciales para el país, han adoptado decisiones que desde siempre fueron rechazados por la izquierda, como el envío y mantenimiento de tropas de paz en Haití, para hacer las tareas que deberían cumplir las fuerzas del Pentágono –ocupadas en otras labores por el mundo- y que fueron las responsables del derrocamiento del gobierno de Jean-Bertrand Aristide en febrero de 2004. Una solitaria voz en desacuerdo dentro del Frente fue en este tiempo la del diputado socialista Guillermo Chifflet, cuando se debatía en el Parlamento la aprobación del envío de más tropas a Haití por pedido del presidente Vázquez. En la sesión del 1º de diciembre de 2005, Chifflet pidió la palabra y dijo: “Esta es mi última intervención en este recinto. Yo no soy partidario de votar en contra de lo que pienso. Si mi partido me exige disciplina partidaria, entonces renuncio a mi banca; renuncio”. Se levantó y abandonó el Palacio Legislativo para ya no volver. El pedido de Vázquez fue aprobado.
Han sido también gobiernos frenteamplistas los que han impulsado los planes para instalar la megaminería en Valentines y Cerro Chato que puede convertirse en un desastre ecológico y una tragedia humana, y han sido estos gobiernos, con la inspiración de Danilo Astori, primero ministro de Economía y luego vicepresidente, los que manifiestan su deseo de impulsar el desarrollo económico casi exclusivamente a partir de la inversión extranjera.
Los gobiernos de Tabaré y El Pepe nunca construyeron una política orientada culturalmente desde la izquierda.
Hace dos años, el docente universitario Alvaro Rico, postulado recientemente por el orden estudiantil para ocupar el cargo de Rector de la Universidad de la República (puesto en el que en la primera semana de septiembre asumió finalmente el matemático Roberto Markarian, tras las elecciones en esa casa de altos estudios) hizo un diagnóstico del empantanamiento que sufría el partido gobernante, en una nota publicada en el semanario Brecha: “No hay un Frente Amplio orientando culturalmente a la sociedad uruguaya desde sus banderas y paradigmas sino que hay un FA gobernando a una sociedad uruguaya cada vez más conservadora e intolerante en temas importantes existencialmente hablando: seguridad, minoridad, consumismo, violencia privada, impunidad. Una sociedad que puede pensar cada vez más como los partidos tradicionales y, al mismo tiempo, votar al Frente, mecánicamente, en tanto éste le proporcione mayores seguridades y bienestar, según los mismos conceptos de seguridad y bienestar que el propio capitalismo elaboró culturalmente”.
* William Puente, periodista, trabajó en varios diarios nacionales argentinos y uruguayos: La Razón, ANSA, EFE, SUR ( Argentina) y EL PAIS, HECHOS, MARCHA Y LA IDEA (Uruguay), entre otros.