Revista Tesis 11 (nº 111)
(Latinoamérica)
William Puente *
El último domingo de octubre el Frente Amplio se impuso en la primera vuelta de las elecciones nacionales del Uruguay con un inesperado 47,8% de los votos –y casi 17 puntos de ventaja sobre el Partido Blanco-, y El País publicó una sorprendente nota editorial en la que admitió que el resultado confirmaba la consolidación de una “hegemonía cultural” de la izquierda que sería difícil de revertir en los próximos años.
El diario, vocero de los blancos, baluarte del sistema, sostén mediático de la dictadura (1973-1985) y heraldo que en 1971 advertía que si en los comicios de aquel año triunfaba el recién nacido FA los niños serían quitados a sus familias y llevados a Rusia, reconoció ahora que durante los gobiernos de Tabaré Vázquez y José Mujica “hemos vivido un ciclo de crecimiento excepcional: ha crecido el salario real; ha bajado el desempleo a tasas históricas; y se ha multiplicado el crédito que facilita un aumento formidable del consumo”.
Para asombro y preocupación de sus seguidores, El País reflexionó que el triunfo frenteamplista no se explicaba solamente por “la economía o el candidato”, sino que había “algo más profundo y duradero que permite mantener en el tiempo semejantes mayorías”. Según la nota editorial, “se trata de la hegemonía cultural: la generación de un relato, de una identidad, de un deber ser, de un universo simbólico que, todos juntos, producen sentido común ciudadano y aseguran los cimientos para mayorías de izquierda sólidas y duraderas”.
¿Por qué hace esta declaración El País cuando aún falta definir en el balotaje del próximo domingo 30 si el nuevo presidente será Tabaré o el candidato blanco, Luis Lacalle Pou? Ciertamente las encuestas le otorgan a Vázquez el 52% de la intención de votos y a su rival entre el 39% el 35%, pero los resultados del 26 de octubre demostraron que las predicciones de las consultoras no son confiables. Quizás el diario quiso hacer un llamado de atención a sus correligionarios para reclamar un último esfuerzo que pueda torcer todos los vaticinios electorales o es posible que el editorial sea un alerta para la derecha partidaria, diciéndole que se enfrenta a un problema más estructural que coyuntural.
Hay algo real y es que el Frente Amplio logró mantener su mayoría parlamentaria (50 de los 99 diputados y 15 de los 30 senadores, a los que se sumará el vicepresidente si triunfa la fórmula Vazquez-Sendic) y que seis de cada 10 jóvenes votaron a la coalición de izquierda en los 19 departamentos del Uruguay. Un informe elaborado por el sociólogo Gustavo Leal -integrante del comando de campaña de Tabaré- detalló que entre el 43% y el 68,5% de las personas que tienen entre 18 y 30 años manifestaron su adhesión a la coalición de izquierda. El estudio reveló que el FA votó mejor entre los jóvenes que su promedio nacional (47,8%). En tanto, blancos y colorados estuvieron por debajo de sus promedios nacionales, de 30,9% y 12,9% respectivamente
La campaña de Lacalle Pou (41 años) para captar el voto joven, fracasó. No fue suficiente fotografiarse haciendo en una columna la figura acrobática conocida como “la bandera”, ni intentar mostrarse más vital que el favorito Vázquez (74), ni apelar al recambio generacional. Solamente logró seducir a los sectores más envejecidos del país.
Según la Corte Electoral, el Frente Amplio reunió 1.134.187 votos (47,8%), el
Partido Blanco 732.601 (30,9%), el Partido Colorado 305.699 (12,9%), el Partido Independiente 73.379 (3,1%) y Unidad Popular 26.869 sufragios (1,1%). Éste último partido, un desprendimiento del FA integrado por sectores ubicados “más a la izquierda”, logró una banca en la Cámara de Diputados que se la quitó a los colorados.
“EL SUSTO DESPERTÓ AL MAMADO”
Además de Lacalle Pou y el candidato colorado Pedro Bordaberry, las grandes derrotadas en la primera vuelta electoral fueron las empresas encuestadoras. La única consultora que se aproximó a la realidad en sus predicciones fue Factum, dirigida por Oscar y Eduardo Bottinelli, que le había otorgado al Frente Amplio entre 46% y 44% de intención de votos. El resto de las empresas en general vaticinaba que el FA no superaría el 43% y le regalaba a Lacalle hasta el 33%. El Sordo Luis Eduardo González, director de Cifra, batió su propio record de papelones: asignaba a Tabaré una intención de votos de 42%, a Lacalle 32% y a Bordaberry 18%. Es decir que auguraba que Tabaré estaría 8 puntos por encima de Lacalle, cuando en la realidad fueron casi 17.
La posibilidad de que la coalición de izquierda mantuviera su mayoría parlamentaria parecía remota o hasta “imposible”, según esos diagnósticos.
Se sospecha que algunas de estas chambonadas no son sólo una cuestión de aciertos y errores, sino que esconden la intención de influir con sus cifras en el ánimo y la decisión de los votantes. La presidenta del FA, Mónica Xavier, manifestó que “habrá que valorar, fuera del contexto electoral, cómo vienen trabajando las encuestadoras, no digo que lo hagan con intencionalidad, pero que inciden y, sin duda, forman opinión”.
Luis Eduardo González se disculpó por los errores cometidos por su empresa al predecir los resultados de las urnas y Gustavo Leal estimó que las fallas de las consultoras “fueron de metodología y de teoría”. Señaló que “con respecto a lo metodológico, es claro que las muestras con las que trabajaron las encuestas tuvieron problemas serios de representación del universo electoral. Pero además de ese problema, se ensayaron marcos interpretativos y teorías sobre el cambio en la sociedad uruguaya que sólo tenían como punto de apoyo una realidad desvirtuada y mal estudiada”.
La senadora Lucía Topolansky, esposa de Mujica, echó mano a una antigua sentencia popular y encontró su propia explicación del repunte frenteamplista después que en agosto los resultados de las encuestas de opinión encendieron las luces de alarma y mostraron que la línea ascendente de Lacalle Pou parecía incontenible mientras que Vázquez cada vez veía más reducido su porcentaje de electores. “El susto despertó al mamado”, dijo Topolansky.
“Quiso el Sordo González, y otros, despertar al mamado. Ojalá se despierte del todo”, pidió la senadora. Ese despertar significaba que la militancia volvía a encender la mística frenteamplista y que de allí en más se esperaba un crecimiento en la intención de voto para recuperar su nivel histórico, según la legisladora.
Varios analistas estimaron que algunos frenteamplistas desencantados con el giro hacia el centro que representan las figuras de Vázquez y de Danilo Astori –quien volvería a ser el ministro de Economía- y que pensaban votar “en blanco” o “anulado”, a último momento regresaron a la casita de los viejos e introdujeron la papeleta partidaria, ante el temor de que el herrerismo conservador y nacionalista pudiera retornar al gobierno. También en el último tramo se redoblaron los esfuerzos para que los uruguayos residentes en la Argentina viajaran a votar. Estos orientales de la diáspora son en su mayoría frenteamplistas y no son consultados en las encuestas.
COLIBRÍ MULTICOLOR DE LOS GURISES
La noche del 26 de octubre Montevideo fue una fiesta. El rojo, azul y blanco de las banderas frenteamplistas ondeaba en las calles, coloreaba los balcones, flameaba más alto sobre las casas humildes de La Teja o La Unión, mientras decenas de miles de gargantas coreaban “soy del Frente”. La alegría fue mayor cuanto que no se esperaba una ventaja tan amplia de la coalición.
Hubo también otro festejo, mayormente de los más jóvenes, porque no se logró aprobar el plebiscito impulsado por colorados y blancos para que se bajara de 18 a 16 años la edad de responsabilidad penal, que se votó introduciendo una boleta en el mimo sobre en el que se sufragaba por el Presidente y los legisladores. El “Si” tuvo un 47% de aprobación (1.110.283 votos sobre el total de 2.372.117 emitidos) y no le alcanzó, porque necesitaba el 50% del total de 2.620.791 ciudadanos que figuran en el padrón.
Los festejos montevideanos de la muchachada tuvieron su epicentro en la esquina de Eduardo Acevedo y Rodó, junto al viejo Instituto Alfredo Vázquez Acevedo, el “Iava”, el “Preparatorios”, detrás de la Universidad, y se multiplicaron por todas las ciudades del paisito.
Desde el mismo día del nacimiento de la Comisión No a la Baja –que se gestó en 2011 en el Instituto de los Derechos del Niño- quedó claramente establecido que aquel movimiento era apartidario. Probablemente con mayoría de frenteamplistas, sus jóvenes militantes llegaron de diferentes vertientes, también algunos blancos y colorados, muchos sin relación con cualquier colectividad política y algunos que jamás habían participado en cualquier movilización. Esa procedencia heterogénea le dio mayor riqueza al movimiento que fue creciendo con fuerza y se extendió al interior del país, hasta alcanzar poblados en el que era impensable que los jóvenes se reunieran para alcanzar un objetivo de esa naturaleza.
Hubo infinidad de encuentros, debates internos y con los padres, con los vecinos. Enojos y declaraciones de repudio como cuando el edil (legislador departamental) blanco de Paysandú, a 378 kilómetros de Montevideo, Carlos Laborde, dijo que “hay que borrar de la Tierra a los menores” que delinquen “por segunda o tercera vez”. Muchos chicos dijeron que sus vidas habían cambiado definitivamente desde que comenzaron a trabajar en la Comisión.
El plebiscito para bajar la edad de imputabilidad fue impulsado por Pedro Bordaberry (hijo del dictador Juan María Bordaberry, muerto en 2011) y respaldado por los blancos en medio de una campaña mediática sobre la “inseguridad” causada supuestamente por los niños delincuentes. El País escribía el 21 de septiembre de 2011, bajo el título “Sociedad en peligro”, que “dentro de la masa de ignorantes que pueblan este mundo, figuran en lugar destacado los miles de adolescentes que no estudian ni trabajan. Esa legión de inservibles -que no debe ser demonizada, según aconsejan ciertos sectores ilustrados- es ante todo víctima de hogares encabezados por padres a quienes la magistratura uruguaya confiere la categoría de responsables, ya que les entrega los hijos infractores toda vez que son procesados sin prisión”.
Los niños y adolescentes de la Comisión No a la Baja –en la que también militaron muchísimos adultos- eligieron para identificarse un dibujo representando a un colibrí multicolor. La imagen de ese pajarito aleteó en todas las reuniones y movidas de los gurises que, principalmente en el interior del país, imaginaron y llevaron a cabo con alegría bicicleteadas, mateadas, barriadas informativas, visitas a las radios y los semanarios de sus pueblos, cometeadas o toques (reunión de tambores).
El colibrí estuvo en los pegatines, las pintadas, las banderas, los estandartes de murgas y hasta el Maestro Washington Tabarez, entrenador del seleccionado celeste, se fotografió junto al símbolo colorido.
Y los muchachos triunfaron. Ahora no piensan detenerse. La tarea fraterna ayudó al crecimiento de sus conciencias y muchos de ellos han dicho que quieren que la Comisión siga funcionando como una organización que se involucre en luchas sociales, en especial juveniles.
EL BUENO Y EL MALO
Cuando faltan pocos días para el balotaje del domingo 30, Lacalle Pou apenas si ha modificado su discurso “por la positiva”, que le ha dado escaso resultado en las urnas pero que al parecer ya no tiene tiempo de cambiar. El joven candidato bajó a la arena de estas elecciones con la manifiesta voluntad de manejar “otra forma de hacer política”, consistente en discursos autorreferenciales sobre su crecimiento personal y la revelación de su personalidad que, según explicó, lo llevaba a hablar “por la positiva”, sin grandes críticas a sus adversarios y sin agravios. Y poco más que eso. La estrategia consistió en no confrontar y en no asumir definiciones en temas que pudieran irritar a sectores sociales.
Pero, ¿cómo puede un candidato lanzarse a una campaña electoral sin explicar cómo actuará, que modificará de la anterior administración, que decisiones adoptará en asuntos claves? Ese discurso le sirvió para que algunos electores pudieran confundirse y no advirtieran que el Cuquito Lacalle es el representante del herrerismo, el sector más derechista del Partido Blanco. Pero otros muchos advirtieron que había un vacío en la arenga de su candidato.
Entonces, en la recta final hacia el mojón definitivo Lacalle Pou comenzó a alejarse sutilmente de sus proclamadas semejanzas con el oficialismo, cuando elogiaba su política macroeconómica, aprobaba su plan energético y decía que continuaría con el Plan Ceibal (de notebook para todos los escolares), pero dejó el enfrentamiento duro para su compañero de fórmula,. Jorge Larrañaga, quien se siente más cómodo en ese papel.
Como si se trataran del policía bueno y el policía malo, Lacalle Pou aún mantiene su actitud “por la positiva” y prefiere hacer chistes políticos durante la gira por el interior del país, mientras que El Guapo Larrañaga acusa a Vázquez de ser “sólo un juntavotos” y al ministro del Interior, Eduardo El Bicho Bonomi de ser ineficiente y soberbio en la represión a la delincuencia. “Nosotros no somos sólo juntavotos. Creo que deberíamos ser algo más que eso, ser constructores de la democracia”, dijo en Maldonado. Y en Minas comenzó a revisar en detalle el programa del Frente y alertó que si gana Tabaré “se legislará para introducir la presencia de los trabajadores en la dirección” de las empresas públicas. “No estamos de acuerdo”, dijo.
Volvió a la carga con “la inseguridad” y también afirmó que el FA quiere aumentar los impuestos.
Larrañaga también agitó un viejo cuco y comenzó a decir en las tribunas que un triunfo de Tabaré significará “un giro a la izquierda en el Parlamento” y la inminencia de que los “ultras” presionen al nuevo Presidente.
Aunque esto parece ser una fantasía de Larrañaga, cabe preguntarse si realmente podría existir un “giro a la izquierda” en el nuevo gobierno frenteamplista.
El sector del Frente que recibió más votos fue el Movimiento de Participación Popular (MPP), cuyas listas eran encabezadas por Mujica. El MPP consiguió más papeletas que todo el Partido Colorado. Puede decirse que habrá una hegemonía del colectivo denominado Grupo de los Ocho, integrado por el MPP, el Partido Comunista (PCU), la lista del candidato a la vicepresidencia Raúl Sendic (h), y las listas 5005, de Vertiente Artiguista, MAS, CAP-L (del ministro de Defensa, Eleuterio El Ñato Fernández Huidobro) y el FIDEL. Sin embargo, el MPP y el PCU conservarán prácticamente el mismo número de legisladores que en la actual administración y, además, en la interna partidaria se han volcado decididamente por Vázquez, el más conservador de los candidatos, y no por Constanza Moreira, con posturas claramente izquierdistas. En cuanto a Sendic hijo, no ha mostrado posiciones diferentes a Tabaré. Los otros miembros del Grupo de los Ocho no lograron ninguna representación parlamentaria. El Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), que conduce Luis Puig, un claro referente de la izquierda, consolidó su posición junto con Constanza pero su espacio no es mayoría en la interna ¿Por qué sería esperable un giro a la izquierda?
“VINE PARA QUE HAGAN M… A TABARÉ”
Fue la afirmación de un enardecido Pedro Bordaberry en la noche de las elecciones. Ni bien conoció el resultado de las encuestas boca de urna que coincidían en atribuir un cómodo triunfo al Frente Amplio, el candidato colorado marchó presuroso hasta el comité de campaña de los blancos para manifestar claramente su apoyo a Lacalle Pou en el balotaje.
Ingresó al NH-Columbia y al encontrarse con Pablo da Silveira, asesor de los blancos en temas de educación, Bordaberry resumió su posición: “Vine para que hagan mierda a Tabaré Vázquez”, le explicó. El otro lo saludó con una manifestación cariñosa. “Sabés que sos un tipo que adoro”, le dijo. La breve conversación fue registrada por el periodista Emiliano Zecca, de la radio Océano FM, quien puso al aire la reveladora grabación.
Presidentes y presidenciables uruguayos parecen tener debilidades por hablar ante micrófonos que deberían estar apagados pero están encendidos. Así, Jorge Batlle afirmó que los argentinos “son una manga de ladrones del primero al último”, José Mujica se refirió a “la Vieja y el Tuerto” y ahora Bordaberry lanza explicaciones escatológicas.
Da Silveira, director del Programa de Gobierno de la Educación en la Universidad Católica, tiene importantes coincidencias con Pedro. En una de sus columnas habituales en El País, el profesor escribió el pasado lunes 11 que “los programas de gobierno presentados por el FA definen al Estado como ‘el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de la contradicción de clases. Debe ser controlador, generador y articulador’”, y advirtió que esa frase es “una cita textual de Lenin en una de sus obras más belicosas, El Estado y la Revolución”. Por lo tanto, descubrió que el Frente quiere meter “a Lenin de contrabando”.
Bordaberry comprometió su respaldo en la tribuna del NH-Columbia, donde esa noche Lacalle y Larrañaga hablaban a sus seguidores. Pero lo hizo sin consultar demasiado a sus correligionarios. El ex presidente Julio María Sanguinetti lo apoyó, pero Fernando Amado, por ejemplo, segundo en la lista de diputados, se mostró desconforme, dejó en libertad de acción a sus seguidores para votar a quien prefieran en el balotaje y se reunió con Tabaré Vázquez. Ese encuentro le valió críticas de parte de Pedro y que el dirigente colorado Gustavo Osta “tuiteara” en su cuenta: “Gol del comité de campaña de Vázquez que consiguió un traidor con quien reunirse y perjudicar a la oposición a pocos días del balotaje”.
Pedro tiene problemas para mantener el liderazgo en su colectividad política. En 2009 pareció ser el hombre que rescató al Partido Colorado después del descalabro sufrido cinco años antes (en 2004 obtuvo el 10% de los votos y en 2009 trepó al 17%) pero ahora se ha convertido en el mariscal de la derrota. Sus críticos dentro del partido aseguran que sus propuestas excesivamente conservadoras alejaron a los sectores de centro. Bordaberry llevó al máximo su caballito de batalla de la “seguridad pública”, impulsó el plebiscito para bajar la edad de imputabilidad de los adolescentes, propuso prohibir las salidas transitorias de los reclusos, pidió eliminar la libertad anticipada para los autores de delitos graves y quiso entregar al ejército el control de la frontera para luchar contra el narcotráfico.
Con esta plataforma el Partido Colorado –que fue el que gobernó durante más tiempo en la historia del Uruguay- recibió unos 100 mil votos menos que en los comicios anteriores y sufrió la segunda derrota más grave en casi 180 años de trayectoria. El desastre incluyó la pérdida de cuatro puestos en la Cámara de Diputados y una banca en el Senado.
* William Puente. Periodista. En Uruguay trabajó para los diarios El País, Hechos, La Idea, semanario Marcha/; En Chile, agencia Inter PressService/En Argentina revistas Análisis y El Ciudadano, diarios Noticias, El Mundo, La Razón, Sur, agencias Interdiarios, EFE y ANSA, Noticiero de Canal 7.