Revista Tesis 11 (nº 111)
(Internacional)
Juan Chaneton *
La nota que sigue esboza una valoración de algunos hechos trascendentes ocurridos en el año que se va. Con una mirada que se posa en hechos puntuales de indudable importancia geoestratégica, el análisis expone, centralmente, la realidad de actores políticos clave en el mundo de hoy, como la OTAN y sus vínculos con la Unión Europea.
El año 2014 de la humanidad cristiano-occidental toca a su fin como un río turbulento que busca desembocar en algún océano y marcha, por eso, aparentemente, sin rumbo ni destino. Pero, si bien se mira, todo es apariencia en la vida social. El capitalismo se nos muestra como un inmenso arsenal de mercancías –dice Marx en El Capital-. Y ese “se nos muestra como” está denotando precisamente eso: apariencia. La cosa parece ser lo que es pero tal vez sea otra cosa. Y accederemos a lo que verdaderamente es si utilizamos como método cognitivo la abstracción y la deducción, que ambas son hijas de la razón.
Y así, lo que parece caos es caos pero tal vez también sea su contrario, es decir, el armónico despliegue del espíritu absoluto sobre la base material de la sociedad humana, que lo determina y lo condiciona y lo obliga a “desalienarse”, no ya replegándose sobre sí, sino desenvolviéndose en el mismo áspero suelo de la historia humana.
Dos hechos significativos
Hoy, como ayer, el fin de la prensa y la comunicación no puede ser otro que el de infundirle a nuestra época la conciencia de sus luchas y de sus deseos. Hoy, las armas ya no critican pero la crítica de la realidad nos arma teóricamente para enfrentar a los enemigos de los pueblos. Y la teoría devendrá fuerza eficaz en cuanto se adueñe de las conciencias y hará esto último cuando se haga radical. Y nada más radical que comprender y difundir, hoy, que sólo la paz y la democracia son revolucionarias y que bajo el capitalismo no puede haber ni paz ni democracia.
Tiene dicho Mehring que “no basta que la idea clame por realizarse; es necesario que la realidad misma clame por la idea” (Mehring: “Karl Marx”, Claridad, Bs. As., 1943, p. 66). Y el dato identitario más fuerte de nuestra realidad epocal se reduce a una simpleza preñada de consecuencias políticas: el mundo muestra un evidente retraso subjetivo respecto de unas condiciones objetivas que parecen maduras para un salto de calidad en cuanto a lucha política orientada hacia la superación del orden capitalista. Y ello ha de deberse, entre otras razones, a que el monopolio de la información y de la creación de sentido no es activo de los pueblos sino de sus enemigos. Ahí está planteada una lucha a librar y, de hecho, no se ha hecho poco en ese sentido. Los vientos, a pesar de todo, soplan a favor de la verdad proletaria, no de la verdad burguesa. Dos datos, entre muchos, abonan lo antedicho.
1.- El gobierno israelí perdió la batalla mediática contra la heroica epopeya del pueblo palestino. Gran Bretaña, Irlanda, Suecia y España ya han tomado posición, o se aprestan a hacerlo, en el punto crucial del reconocimiento del Estado palestino.
2.- Cuba se hallaría a las puertas de iniciar un proceso que culminaría en la eliminación del bloqueo. No es una nadería que el NY Times, el WSt.Journal y el Grupo Prisa hayan editorializado a favor del fin de más de medio siglo de ignominia. Ya no se trata, al parecer, de si se levanta o no, sino de cuándo y cómo hacerlo para que el costo político no se parezca demasiado a una derrota histórica sólo comparable a la de Vietnam. Es un problema que concierne, entre otros variados actores, a la derecha republicana y a la derecha política latinoamericana, frontalmente opuestos a permitir que Cuba se alce con una victoria de alcance y valor estratégicos.
Ucrania, el gran tablero mundial
El mundo sigue andando pero ya no anda como antes. El comando único insinúa su crisis como modelo de conducción de los asuntos globales. En este mismo medio se recoge el dato de que China, durante 2014, ha superado a los Estados Unidos por el tamaño de su economía. Con fuente en el Financial Times, el dato tiene, como afirma la nota de Tesis 11 (China, ¿primera potencia económica del mundo?) envergadura histórica.
Asimismo, el acuerdo ruso-chino sobre el gas denota que va tomando forma un partenariato bifronte con estatura estratégica como para desafiar las pretensiones de hegemonía global de la plutocracia anglosajona. Se trata del suministro de 30.000 millones de m³ de gas anuales durante 30 años. Rusia vende, así, lo que las “sanciones” europeas le impiden colocar en otros mercados.
Pero la actividad de ambas potencias no se circunscribe a sus mutuas relaciones comerciales. Gazprom ya negocia en Vaca Muerta y China se halla presente en Bajada del Agrio (Neuquén) con su estación de seguimiento satelital. Es Latinoamérica el escenario en el que cobra vida una intensa actividad comercial y financiera (que, necesariamente, se traduce en incidencia política) por parte de Rusia y China, algo impensado hace pocos años pues esta parte del mundo vivía bajo el estigma de un estatus geopolítico que la subordinaba por entero a los Estados Unidos.
Y conforme se va desplegando en el tiempo y en el territorio global una nueva configuración de actores y campos de fuerzas, los gerentes políticos del capital concentrado reaccionan oponiendo a las fuerzas de la paz, el progreso y la democracia aquello que les va quedando como único activo fijo para detener su pérdida de influencia: la desestabilización y la guerra.
Ucrania es la pieza clave que hoy apunta al corazón de la potencia nuclear rusa, es decir, al corazón del único actor global que, si no en el campo económico, sí en el terreno militar, puede disuadir a los EE.UU. de intentar demenciales apuestas criminales.
Ucrania nació a la vida independiente con el referéndum que siguió a la implosión de la URSS, el 1º de diciembre de 1991. La historia reciente es conocida. Una alianza de filonazis y delincuentes financieros del tipo Arseny Yatseniuk (actual primer ministro) derrocó, en febrero de 2014, al legítimo presidente Víctor Yanukóvich. La alianza golpista patrocinada por los EE.UU. era ciertamente perversa. El judío Yatseniuk se aliaba a los adoradores de Stepan Bandera, célebre genocida subordinado a los nazis en 1940, de modo que los ecos del batallón Nachtigall que asolaban a Ucrania durante la invasión hitleriana resuenan también ahora de modo igualmente siniestro y para apuntar al mismo enemigo: Rusia.
El acto reflejo del estadista no dejó dudas: Putin reincorporaría Crimea (el dominio del Mar Negro) como acto defensivo elemental. Así lo hizo, y una población que siempre fue rusa se pronunció, en un referéndum categórico (95 %), por el retorno a la madre patria.
El telón de fondo contra el que se recorta la crisis en Ucrania es un escenario de lucha de clases en el nivel ecuménico y en el cual la propia dinámica de la acumulación burguesa ha desplazado (sin que los actores tengan la más mínima conciencia de ello) la contradicción fundamental trabajo-capital a un subsuelo sobre el que se levanta la contradicción principal del capitalismo en su fase “posimperialista” de hoy: imperio-nación.
Si el atascamiento estructural del desarrollo de las fuerzas productivas globales ha exigido privilegiar la especulación financiera por sobre las economías productivas (economía real), hoy esto se revela insuficiente. Y es insuficiente porque se trata de un recurso que consiste en desinteresarse de la economía real para operar (como si la producción no fuera importante) sólo en la actividad bursátil. Pero el análisis concreto de la situación concreta muestra que aquellos Estados que no tallan en la cancha global haciendo de la timba su ethos, son, precisamente, los Estados que cuentan con recursos que se acaban. Esto obliga al hegemón anglosajón a volver su mirada hacia la economía real de esos países, pero sólo para encontrase con que el fin de la historia, de las ideologías y, sobre todo, el de las soberanías nacionales dista mucho de ser una realidad. De este modo, el Estado nacional -y la soberanía que le es aneja- deviene obstáculo existencial para la reproducción del sistema de dominación mundial. Nación o vasallaje parece ser una consigna que sintetiza bien la realidad descripta.
De allí deriva la importancia de los procesos soberanistas latinoamericanos. Pero esto no es lo principal. Lo principal es la importancia geoestratégica que tiene la soberanía nacional de la Federación Rusa. Toda defensa a ultranza de la soberanía nacional será un enemigo mortal para los EE.UU. Pero una cosa es que esa defensa la acometa Latinoamérica (zona desnuclearizada por el Tratado de Tlatelolco) y otra muy distinta si quien se planta con las banderas nacionales es una potencia nuclear.
Destruir a Rusia para dominarla es vital para los EE.UU. Rusia es el gas y es el petróleo del mundo. Y, además, tiene cómo defenderlo. Con Rusia enfrente, EE.UU. no tendrá nunca garantizado de antemano el éxito de ninguna de sus operaciones de expansión y dominio mundiales. Esto explica –asimismo- por qué hoy las bombardas suenan para el lado de Rusia y no inmediatamente para el de China. Hay aquí, aparentemente, una contradicción. China es, en términos macroeconómicos, más que Rusia. Pero contra China no se han molestado todavía en encontrar pretextos que justifiquen agresiones. A China, sólo y de tanto en tanto, la provocan. Pero no más. China es acreedor de los EE.UU. sobre la base de su posesión de bonos de la deuda norteamericana hasta niveles que pondrían de rodillas a cualquier deudor en esas circunstancias. Pero China puede amenazar a los EE.UU. con esa deuda en la medida en que exista un actor mundial en paridad nuclear (y de recursos bélicos en general) con EE.UU. Si esta paridad desapareciera, si Rusia tuviera que someterse, de poco le valdrían a los chinos sus bonos de la deuda yanqui. Porque lo justo, entonces, sería lo que dicta el más fuerte que es justo, como pone Platón en boca del sofista Trasímaco, en La República. Mandaría lo militar, no el espesor de las economías.
Putin lo sabe y Putin juega su partida. El cambio en la cúspide del Pentágono con la eliminación de Chuck Hagel no sólo tiene al Estado Islámico, a Irán y a Siria como detonantes. Tiene también a Rusia en ese rol de detonante. La OTAN acaba de decidir el envío de una colosal remesa de armamentos a Poroschenko con la prescripción terminante de que hay que preparar una nueva ofensiva contra las repúblicas independientes de Donbás y Lugansk. Estados Unidos tiene que doblegar a Rusia porque si no lo hace puede perder la partida a nivel mundial. He aquí el nudo del problema. Toda crisis es una oportunidad; y estamos ante la oportunidad histórica de que EE.UU. pierda esta partida, aun cuando nada está ya decidido de antemano. Es más: no se puede descartar que EE.UU. pueda, incluso, ganar.
Así, entonces, hoy el riesgo de una catástrofe mundial late por Ucrania. EE.UU. intenta llevar las fronteras de la OTAN a las puertas de Rusia. Y Rusia, que no está sola, sigue, como en el pasado, dispuesta a defenderse. Nadie pudo, en la historia de Rusia, con ella., y nadie podrá, ha dicho el presidente Vladimir Putin.
No obstante, la reciente cumbre de Newport (Gales), alumbró un “nuevo” programa de la OTAN que tiene como eje… ¡la amenaza rusa…!; como en el pasado. Veamos.
La guerra, es decir, la OTAN
Los gobiernos de derecha de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, que reclaman bases permanentes en su territorio, se verán recompensados con un sustituto: más armamento para las fuerzas armadas de esos países y mejora y actualización de la “Policía Aérea del Báltico”, fuerza que custodia, desde 2004, los cielos de la región.
Creación de una “fuerza de reacción rápida”, con 5000 efectivos, capaz de asistir, en 48 horas, ante cualquier requerimiento por “amenazas provenientes del Este”. En el argot militar de la OTAN se la conoce como “spearhead force”, esto es, fuerza punta de lanza. Punta de lanza contra la Ucrania rusa de Donbás y Lugansk, se entiende.
Aprobación de un fondo de 15 millones de dólares para reformas en las fuerzas armadas que responden a Kiev. El magnate chocolatero que preside Ucrania, Petro Poroschenko, aceptó un alto el fuego permanente impuesto por el núcleo duro de la OTAN.
Insistencia en que los 28 miembros de la OTAN inviertan en defensa el 2 % de su PBI. Hasta hoy, sólo EE.UU., Gran Bretaña y Francia lo pueden hacer y resulta quimérico esperar que algún día alcancen esa meta países como Grecia o España.
Tampoco olvidó la cumbre de Newport señalar al Estado Islámico (EI) como una grave amenaza para el mundo, en particular para los pueblos sirio e irakí.
Pero la realidad indica que la desestabilización y el derrocamiento del presidente Bashar Al Assad, de Siria, sigue siendo objetivo táctico de EE.UU.; y que en Irak los inefables yihaddistas controlan y comercializan el petróleo, algo que ninguna guerrilla del mundo, en ninguna época histórica, había conseguido hasta ahora. De modo que, como en su momento le dijo Cristina Kirchner a Barack Obama, hay que desconfiar de esos shows mediáticos que muestran, cada tanto tiempo, primaveras democráticas protagonizadas por oposiciones improbables, así como espectaculares decapitaciones de víctimas por obra de encapuchados tenebrosos, porque lo que muestran esos shows mediáticos es demasiado incomprensible y demasiado funcional a ciertos intereses, que no son otros que los de la guerra permanente.
Y en consonancia directa con lo resuelto en Newport respecto del Estado Islámico, el presidente Barack Obama acaba de firmar una orden secreta por la cual se desdice de sus promesas de retirar a EE.UU. de Afganistán a fines de 2014 y autoriza un aumento de tropas en la misión militar estadounidense en aquel país, donde permanecerán durante todo el 2015 por lo menos. El motivo alegado: el crecimiento de la guerrilla del Estado Islámico y la necesidad de combatirlo. El motivo real tal vez se pueda desagregar como sigue: por un lado, la posición geopolítica de Afganistán es clave para el paso del gas procedente de Irán y Turkmenistán hacia Pakistán y la India desde donde se lo traslada a occidente. Por otro lado, el cultivo de la amapola, insumo esencial para la fabricación de heroína, implica un negocio millonario, valioso en sí mismo, pero que también permite la financiación del propio EI a la vez que garantiza la distribución de la droga en todos aquellos mercados de la región en que es preciso instalar la corrupción de las estructuras estatales como paso previo a la aparición de los “Estados fallidos” para, de este modo, continuar la guerra. Datos sobre la coyuntura en esa región así como sobre la relevancia geopolítica de Afganistán pueden consultarse en www.abc.es y en la web del IEEE (Instituto Español de Estudios Estratégicos). El citado diario de la monarquía española agrega que la decisión de Obama se vio facilitada, además, porque el nuevo presidente de Afganistán, Ashraf Ghani “…se ha mostrado más receptivo ante un aumento de la presencia militar extranjera en el país”.
Estas políticas guerreritas tienen una consecuencia ineludible: el fenómeno de expansión mundial del Estado policíaco. La guerra sigue siendo un insumo necesario (indispensable) para que la plutocracia anglosajona pueda subsistir en el mundo detentando su estatus de clase burguesa ecuménica en el clímax de la acumulación capitalista. Ha alcanzado su “para-sí” como clase en un proceso histórico de autorrealización que la induce a afirmar su identidad sólo como más violencia y como más arbitrariedad. Sólo se desvanece en el aire lo que a la burguesía mundial no le interesa conservar, pero se consolida más y más la amenaza de la fuerza o la fuerza misma como modo de ser natural de la vida. Y no hay ningún rincón del globo que escape a esta dinámica. Las regiones “críticas” sufren la guerra y aquellas que hasta hoy lucían al abrigo de toda convulsión y ahítas en el disfrute hedónico del consumo innecesario, abandonan ese bienestar artificial nacido de las exacciones ilegales perpetradas en lejanas periferias para entrar, ellas también, de modo preventivo, en la categoría de sociedades policíacas. Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca, las del bienestarismo nórdico, ya no son lo que fueron y comienzan a precaverse del “terror” omnipresente, de las new threats (nuevas amenazas). Las noticias llegan de este modo: “El mes que viene, Noruega entregará a su habitualmente desarmada policía, armas de fuego, según reporta un cable de AFP. La medida responde al riesgo de un «probable» ataque terrorista. Personal especializado en vigilancia e intervención rápida portará armas desde las primeras horas del día, afirmó el martes el Director de la Policía Nacional de Noruega. Ello se debe al riesgo que reporta el PST (servicio de inteligencia noruego) «organismo que indica que la policía y el ejército constituyen posibles blancos de ataques terroristas», según consigna la información” (www.thelocal.no).
La Unión Europea
Ya en 2007 la Revista de la OTAN, en un artículo firmado por el rumano Adrian Pop (NATO Review; www.nat.int), definía la colaboración de la alianza militar occidental con la Unión Europea (UE) en estos términos: “Existen diversas oportunidades que deben aprovecharse partiendo de las lecciones aprendidas en las colaboraciones anteriores e identificando nuevas áreas de cooperación. Para forjar una nueva asociación más sólida y global la OTAN y la Unión Europea deben trabajar para aumentar la cooperación práctica y compaginar sus agendas transatlánticas.
El aserto de Pop configura un marco conceptual que no ha perdido nada de su vigencia y sobre el cual se perfilan las relaciones entre los europeos y el órgano de agresión y de vigilancia mundial de occidente en el plano militar.
El mismo “house organ” consigna, pero ya en este año 2014, que “En respuesta al conflicto en Ucrania, la OTAN ha decidido asumir una tarea ambiciosa: desarrollar un conjunto de herramientas para disuadir y defenderse contra adversarios que llevan adelante conflictos difusos. Un experto considera que el mejor modo que tiene la alianza para contrarrestar estas amenazas irregulares es integrarse con otros actores internacionales, en particular con los Estados Unidos. La OTAN está convencida de que “dos es mejor que uno” y explica por qué junto a los Estados Unidos –el socio estratégico de la OTAN- las guerras difusas pueden ser disuadidas o neutralizadas”.
En línea con estas “ambiciones”, el secretario general de la OTAN, el Noruego Jens Stoltenberg, elegido para ese cargo el 1º de octubre último, ha planteado, en el discurso de cierre de la Asamblea Parlamentaria del organismo militar multinacional el lunes 24 de noviembre, que es imperioso gastar más en armamentos, y así se lo exigió a los países miembros, a fin de “mantener una alianza fuerte en lo político y en lo militar, trabajar con los socios para dar más estabilidad y mantener firmes como una roca los lazos entre Europa y América del Norte”.
La Asamblea Parlamentaria tuvo lugar en La Haya (Holanda) entre el sábado 22 y el lunes 24 de este mes de noviembre de 2014, y es la instancia que congrega a los parlamentarios de los 28 países miembros de la OTAN. Antes de la clausura por Stoltenberg, el primer ministro holandés, Mark Rutte, destacó la importancia de “unir fuerzas a nivel global para mantener la seguridad dentro de las fronteras”. Y no olvidó recordar a los presentes y al mundo entero “el importante papel que la OTAN tiene que desempeñar junto con la Unión Europea y otras organizaciones internacionales, pues una amenaza global requiere una defensa global”. También dijo que “la OTAN ha respondido de manera correcta a las agresiones de Rusia a Ucrania”.
Este es el espíritu con que el “mundo libre” se dispone a ingresar al 2015. Es el espíritu de la guerra, de la agresión y de la mentira. A lo que parece, quienes llevan la batuta, en esta orquesta negra que es la OTAN, son los países nórdicos y anglosajones. Pero Alemania no es un territorio nórdico ni anglosajón. Va de suyo que tampoco lo son Francia, Italia, España y Grecia, por caso. A esos países se les exige aumentar el gasto militar en un contexto de estancamiento, como en el caso de Alemania y Francia, y de recesión pura y dura como ocurre con los otros miembros citados. En esos países, sus burguesías están discutiendo políticas de congelamiento salarial durante los próximos tres años y de flexibilización laboral para abaratar los despidos. Hay allí una vulnerabilidad política de las clases dominantes de esos países. De cara al futuro parecería que las clases y sectores objetivamente perjudicados por el proceso de acumulación neoliberal deberían decantar alternativas políticas de gobernabilidad popular. Pero sólo el futuro podrá hablar con alguna claridad en este punto.
Así las cosas, la Unión Europea camina, cada vez más diligentemente, hacia su destino de actor político global por entero subordinado a los Estados Unidos que son los que, realmente, desde atrás y delegando todo lo que pueden, controlan militarmente el mundo a través de la OTAN. Tal vez Francia y Alemania, cambio político interno mediante, pudieran empezar a definir, algún día, nuevos cursos de acción y modos de pertenencia europea que impliquen mayores dosis de autonomía y, por ende, de dignidad nacional.
*Juan Chaneton. Periodista, abogado. Analista político./colaborador eventual de Tesis 11.