Este 17 de diciembre de 2014 ha devenido día histórico en la larga lucha de los pueblos de Centro y Sudamérica por defender su dignidad, su libertad y su independencia. Los tres héroes cubanos que todavía sufrían prisión, injustamente condenados en EE.UU. por su lucha antiterrorista, han recobrado hoy la libertad, tal como el comandante Fidel Castro había afirmado que ocurriría. La nota que sigue contiene un somero análisis y constituye, asimismo, un reconocimiento de los valores, de los principios y de las ideas que cimentan el presente y el futuro de la revolución cubana.
(Juan Chaneton)
Las informaciones de los últimos meses prefiguraban y anticipaban el histórico escenario que, hoy 17 de diciembre de 2014, se ha precipitado sobre América Latina y sobre el mundo occidental. El escenario es histórico porque implica un punto de ruptura con el pasado pero, además, porque a la historia ingresan, entre otros, aquellos acontecimientos que se muestran bajo el formato de David y Goliat, de Roma y Cartago, del fuerte contra el débil pero que, como si ocurriera una súbita actualización de la dialéctica del amo y el esclavo, el que parecía ser fuerte no lo resultó tanto y el percibido como débil por una óptica sin duda superficial terminó siendo el invencible de la historia.
No ha cedido Obama sino EE.UU. Obama, en realidad, ha tenido una actitud, si no valiente, sí digamos, por lo menos, inteligente, pues no sólo se ha sabido orientar en el venenoso cúmulo de contradicciones que dan cuerpo al sistema institucional de su país, sino que procura comenzar a andar un camino que saque a los EE.UU. de un callejón cuya única salida a la vista era perder, paulatinamente, más y más influencia en nuestro continente centro y sudamericano.
Nuevos conflictos se desplegarán ahora en el espacio material y espiritual de las relaciones Cuba- Estados Unidos. La liberación de los cinco héroes es una victoria de las ideas, de los principios y de la insobornable convicción de que los valores que está llamada a defender la política son, siempre, la verdad y la justicia.
Estado Unidos ha tenido que desdecirse de sus dichos. Cuba, por el contrario, ha venido diciendo siempre lo mismo: relaciones respetuosas con Estados Unidos. Y se trató, siempre, de un decir dicho desde el lugar de país pequeño agredido por una potencia militar insólitamente fuerte. Es un triunfo de la política. Sólo la política puede derrotar a la fuerza militar. Es la disyuntiva “el hombre o el arma” que dejó esclarecida Vo Nguyen Giap, el héroe de Vietnam: siempre triunfará el hombre, porque el arma es mera tecnología inerte, en tanto el hombre, si educado en la verdad y en los principios, es ideología que supera al arma y a la guerra.
La libertad de los cinco héroes se inscribe, así, en el programa de paz y democracia que enarbolan los pueblos de Centro y Sudamérica como valores que han de regir los asuntos mundiales si la humanidad quiere seguir existiendo. El gobierno de Cuba, el de los Estados Unidos, el Papa Francisco y el gobierno de Canadá han hecho su aporte para que este desenlace constituya un paso en la dirección deseada.
El bloqueo no ha sido levantado todavía y ninguno de os actores involucrados pretende que tal cosa ocurra de la noche a la mañana. El bloqueo debe cesar, como lo viene exigiendo Cuba desde hace medio siglo. Hay un obstáculo, allí, para el presidente Obama: las medidas de bloqueo han sido convertidas en leyes de los Estados Unidos, pues hasta allí ha llegado la saña criminal de cierta derecha cubano-americana. Pero Obama puede hacerlo, de todos modos, en el marco de sus competencias como cabeza del poder ejecutivo.
Niños han muerto en Cuba porque los médicos cubanos no contaban con los medicamentos salvadores de esas pequeñas y valiosísimas vidas. El bloqueo ha matado niños en Cuba. Esto no es un argumento que Obama pueda esgrimir frente al odio irracional que inficiona al Legislativo de su país. Es, apenas, una verdad. Claro, una verdad de esas que instituyen a Cuba en un lugar moral al que no pueden acceder sus enemigos.
Habrá embajada de los Estados Unidos en Cuba y las relaciones deberán ser unas relaciones basadas en el respeto a las decisiones de cada pueblo de dotarse a sí mismo del sistema de gobierno que desee. Las diferencias específicas y puntuales se configuran en campos sensibles de la política de hoy: soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior. Allí, en ese punto, ha dicho el presidente de Cuba, comandante Raúl Castro: “Debemos aprender el arte de convivir con nuestras propias diferencias…”. De eso se trata. De eso se tratará en el futuro.
En el mediodía de un proceso que procura la actualización del modelo económico, político y cultural para construir un socialismo moderno y sostenible, la revolución cubana se encamina hacia la coronación de un triunfo de envergadura histórica. Ha sido un triunfo del pueblo cubano pero, sobre todo, ha sido el hijo más puro y el fruto más noble de uno de los grandes estadistas de todos los tiempos: el comandante Fidel Castro, el humanista que acaba de recibir el Premio Confucio de la Paz. Él, el jefe revolucionario, el político estratega, el hombre que inculcó valores, ideas y principios a todo un pueblo, es el alma y el ethos de la revolución cubana y de la revolución latinoamericana en marcha. Estamos viviendo eso: un pueblo, su líder, el triunfo de ambos. “Sólo les digo una cosa: ¡volverán…!” –dijo una vez el comandante-. Una vez más, ha cumplido. Y van…