Claudio Esteban Ponce*
La actitud mostrada en los primeros días del gobierno de “Cambiemos” han demostrado una falta de respeto asombrosa para con las instituciones democráticas. Aprovechando el receso del Poder legislativo y utilizando decretazos para borrar todo lo hecho en los últimos doce años, han mostrado un grado de resentimiento hacia los derechos igualitarios que hasta el momento sus métodos son análogos a las peores dictaduras del pasado.
De allí que vale la pena comparar el contexto posterior al golpe de 1955 con el contexto signado por la brutalidad del macrismo actual.
El marco socio-político argentino a quince días del nuevo gobierno ha sufrido un retroceso institucional y democrático digno de un poder de facto. Aprovechando el receso del Congreso de la Nación y sin convocar a “sesiones extraordinarias”, la administración Macri avasalló leyes a través de caprichosos decretos con cierto aval del poder judicial. Cuál si fuera un grupo de adolescentes, “cambiemos” hizo honor a la nomenclatura de su alianza política y modificó todo lo que en materia económica y cultural beneficiaba a los sectores populares e incluso a muchos de los que fueron sus votantes. No se trata aquí de detallar razones que fueron reflexiones del artículo anterior, (Revista Tesis 11 N° 116 12/15), referido a los motivos del resultado electoral, pero sí pareciera importante reflexionar sobre las acciones directas de un gobierno de derecha, o para ser más suave, neo-conservador. ¿Fue torpeza la designación por decreto de jueces de la Suprema Corte? ¿Fue ignorancia violar leyes democráticamente votadas por el Poder Legislativo para terminar con instituciones regulatorias del poder concentrado de medios? ¿Es una banalidad cambiar por decreto los requisitos para ocupar un cargo público solo con el fin de designar allí también, decreto mediante, a la persona que desea el presidente? ¿Es todo esto un capricho de chico mal criado o refiere a un plan de destrucción que va más allá de los limitados ámbitos de la racionalidad presidencial?
El gobierno actual de la Argentina, compuesto por los sectores más recalcitrantes de la derecha conservadora, sumados a los radicales más tradicionalistas y a la vez ligados muchos de ellos a complicidades con el Terrorismo de Estado, asumió el poder político con la intención de hacer desaparecer todo marco legal que refiera a una democracia popular. Los verdaderos objetivos de estos actores, “feos, sucios y malos”, encierran un resentimiento inconmensurable. Las pretensiones de estos grupos pseudo-democráticos que solo respetaron las reglas de juego de la democracia para acceder al gobierno, deja entrever que sus verdaderos “objetivos estratégicos” apuntan nuevamente, y como sucedió desde 1955, a “desperonizar” a la sociedad. Mediante el odio y el daño, borrar los derechos logrados por los sectores subalternos en estos últimos doce años anhelando “poner las cosas en su debido lugar” acorde a sus principios ideológicos de un Positivismo decimonónico. Salvando las distancias temporales y de calidad de personalidades, se puede hacer, análogamente a lo que escribió Plutarco, una breve reseña de “vidas paralelas” entre Mauricio Macri y el dictador Pedro Eugenio Aramburu. El golpe de Estado de 1955 pretendió destruir completamente lo que se había logrado en diez años. Inclusive se abandonaron proyectos y realizaciones por el solo hecho que los había iniciado el gobierno anterior. Además, varios “intelectuales orgánicos” a la dictadura estudiaron la forma de como borrar todo vestigio cultural y político de los años peronistas. Se intentó brutal y violentamente un proceso de “desperonización de la sociedad”. Hoy, luego de doce años en que el movimiento peronista hizo posible, a través de los gobiernos kirchneristas, el levantamiento del país de las ruinas dejadas por la etapa neoliberal, la gestión macrista pretende otro brutal “proceso de desperonización”, esta vez acompañado por una masiva campaña mediática que justifique el acallamiento de toda voz opositora teniendo por objeto establecer un autoritarismo dentro de los “márgenes de la legalidad”. Para ello cuenta con el apoyo de amplios sectores del Poder Judicial y fundamentalmente con el aval de los poderes externos a la Argentina que desean reconvertir al país en el antiguo Estado agro-exportador del siglo XIX. De la misma forma en que la dictadura del general Aramburu y el almirante Rojas quiso poner a la Argentina “en su lugar”, dieron el golpe de Estado “para que el hijo del basurero siga siendo basurero” como sostuvo uno de sus funcionarios, el gobierno de Mauricio Macri vino a reconvertir la política nacional para hacer del Estado Argentino un país complementario ligado a la “economía-mundo capitalista”. Los dirigentes de la alianza “cambiemos” modificaron la política económica, la política exterior, y ahora van por la cultura. La economía fue re-orientada hacia la religiosidad del “dios mercado”. La política externa, por la suma de factores complejos que acumulan intereses mezquinos y una profunda ignorancia, la realinearon bajo las condiciones de un “imperialismo informal” establecido por EE.UU. aceptando las imposiciones que se hacen a todo país periférico. Perdimos soberanía política, independencia económica, y como consecuencia de ello perderemos justicia social. No conforme con lo realizado, los fantasmas del pasado represor y antiperonista asoman nuevamente en el horizonte. En quince días de gestión ya se declaró en Argentina la “emergencia en seguridad”, una burda manera de justificar a futuro las acciones represivas o el disciplinamiento necesario para que pueda cerrar el “modelo para pocos” que se está estableciendo. La muestra se expresó con los trabajadores de la empresa “Cresta Roja”, mientras los delincuentes parecieron ser los patrones, los reprimidos fueron los trabajadores.
Ahora bien, en esta lucha de dos supuestas mitades que hacen de la Argentina una Nación dividida, se puede develar que los votos no marcan indefinidamente la sustentabilidad política para un gobierno que ya muestra profundas contradicciones entre lo que prometió y lo que pretende realizar. Ya se pueden escuchar voces defraudadas, o ciertas personalidades de reconocida trayectoria antipopular que se dicen decepcionadas con las medidas de la gestión Macri, ¿acaso no se “imaginaban” como actuaría la derecha en Argentina? Si pudieran cerrar el Congreso Nacional no dudarían en hacerlo, no conciben la democracia como un camino hacia una sociedad igualitaria, solo la entienden como instituciones y organismos que deben estar en manos de los “más aptos”. Los pseudo-intelectuales que hoy se muestran sorprendidos por los decretos autoritarios de Macri no son muy creíbles ya que siempre navegaron por la “tibieza ideológica” y su asombro responde más a quedar bien o a un “por las dudas”, que a una convicción democrática. Lo cierto es que, aunque suene tautológico, “los cambios de cambiemos” irrumpen brutalmente en todos los ámbitos, económico-social, político e inclusive en el campo de la cultura. No se observa ni la más mínima forma de respeto a las instituciones que siempre afirmaron defender y dieron muestra de una violencia inusitada contra todo lo que refiera a las acciones realizadas por los gobiernos peronistas anteriores. Las intervenciones a las instituciones a cargo del control de medios de comunicación fundadas en la ley votada por amplia mayoría en el Congreso de la Nación, la toma de los edificios por las fuerzas policiales y las decisiones de un poder judicial cómplice, nos advierten sobre el advenimiento de un autoritarismo inundado de odio y resentimiento solo comparable a la dictadura del ’55 y al Terrorismo de Estado de 1976. Con persecuciones fascistas y amenazas mafiosas fueron corriendo de todos los espacios a quienes fueran sospechosos de una ideología de izquierda, peronista o contraria a la “anti-política” que Cambiemos sostiene.
Al igual que la mal llamada “revolución libertadora”, el macrismo quiere destruir todo lo logrado en estos doce años. Con un discurso vacío e irrelevante que solo seduce a los que puedan sentirse favorecidos económicamente con sus medidas, o a los “idiotas útiles cuya subjetividad fue colonizada por la violencia simbólica de los medios”, se pretende desguazar toda política de intervención del Estado y castigar a todo lo que refiera al kirchnerismo. Las Vidas Paralelas que el famoso historiador griego expuso sobre personalidades ilustres de la antigüedad se banalizan con las “vidas paralelas” del dictador Aramburu y un mediocre Mauricio Macri que tiene en común el odio a lo popular.
La Historia Argentina enseñó que la fuerza irracional del autoritarismo anti-peronista nunca cumplió su cometido, su violencia y represión solo logró reforzar la identidad de los sectores subalternos de la sociedad que sufrieron la proscripción. También la Historia se encargó de evidenciar como terminaron sus vidas quienes maltrataron y silenciaron al pueblo. El fascismo y la “caza de brujas” no pueden generar nada que no sea desesperación y violencia. La brutalidad de los funcionarios del macrismo debería llamarse a la reflexión y a una revisión de su parte de la propia historia contemporánea argentina, no correspondería que subestimen y falten el respeto a las mayorías, no es bueno repetir los errores de sus “personajes paralelos del pasado”.
En el actual contexto nacional toca al movimiento popular tomar también las enseñanzas de la Historia. Así como la organización y la unión de voluntades promovió la resistencia al autoritarismo anti-peronista del pasado, así también los militantes del movimiento actual deben unirse y organizarse para resistir esta nueva ola de despotismo político y económico. La “Resistencia del siglo XXI” debe darse en todos los ámbitos, pero principal y fundamentalmente la lucha corresponde expresarse en el campo cultural. Utilizar todos los medios, sean redes sociales, movilizaciones y denuncias para terminar con la violencia fascista encubierta en el “discurso de la alegría” que propone la nueva derecha argentina. Solo se puede esperar que la “tragedia no se repita como tragedia”, que esta etapa de violencia y venganza solo sirva para generar conciencia política y lograr evitar el resentimiento más execrable que hasta ahora caracterizó a Mauricio Macri y sus seguidores. Con las debidas disculpas a gran Plutarco, no se puede evitar comparar tiempos distintos con personajes tan parecidos…
*Claudio Esteban Ponce, licenciado en Historia, miembro de la Comisión de América Latina y del Consejo de Redacción de la revista Tesis 11.
CRITICA A “VIDAS PARALELAS”DE CLAUDIO PONCE
Aún coincidiendo con el análisis que el Compañero Ponce hace del modus operandi y de las medidas que el gobierno de Macri viene implementando, creo conveniente precisar observaciones o críticas a dos formulaciones expuestas en su artículo.
Una es la caracterización como “objetivo estratégico” del actual gobierno, que para Ponce es la “desperonización de la sociedad”, equiparándolo por su modo de actuar con el de la mal llamada Revolución Libertadora, en el que “inclusive se abandonaron proyectos y realizaciones por el sólo hecho que los había iniciado el gobierno anterior”.
El bloque de poder que rodea y sostiene a Macri, sabe lo que quiere: instaurar su proyecto oligárquico de dominación y de subordinación a los EE.UU, sin importar de quienes se vale para su propósito, ni de cual identidad partidaria dicen ser sus aliados, sean peronistas, radicales , socialistas, judíos o mahometanos. Y lo prueba Cristian Ritondo, actual ministro de Seguridad en la Pcia de Bs. As, que antes encabezaba la bancada del PRO en la legislatura porteña; o Ramón Puerta, imputado por trata laboral y explotación de menores por reducir a la servidumbre a trabajadores en sus plantaciones yerbateras y que ahora es el nuevo embajador en España o el Momo Villegas, reciente reposición de la Corte en la UATRE, junto con sus socios de la SRA, que asistió recientemente en Pergamino al acto macrista para el anuncio de la eliminación de las retenciones a las exportaciones agrarias. También están los de Massa, quienes negocian abierta y solapadamente su apoyo. Pero nunca se escuchó de nadie de su gobierno ni de sus aliados repudiar los “logros“ del gobierno de Menem. Lo que sí hubo y hay son diatribas y mentiras para denostar y desterrar los avances económicos, sociales y políticos en beneficio del pueblo y la ampliación y extensión de derechos conquistados en el curso de tres períodos presidenciales signados por el kirchnerismo.
El tema importa porque estamos ingresando a una nueva etapa en el curso del proceso de desenvolvimiento de Argentina y en la que para conservar la democracia y los derechos conquistados, debemos recurrir a una mirada amplia para conformar un movimiento plural en pos de una acción social mancomunada, de la que sólo se excluya a los enemigos del pueblo, cualquiera fuera la filiación a la que digan pertenecer. Para ello debe quedar muy en claro cuáles son los objetivos, los intereses más caros al pueblo y cuáles los del enemigo principal. De la confusión siempre saca ventajas el enemigo.
Mi segunda objeción es a la afirmación según la cual el macrismo “pretende desguazar toda política de intervención del Estado ..”. Esto sencillamente no es cierto. Ni en éste ni en ningún gobierno de derecha, por más apegado al discurso de la libertad de mercado, el Estado dejó de ser un partícipe activo del proceso en beneficio de las minorías, del capital concentrado y de las multinacionales. Con tales propósitos fijaron o derogaron reglas, impulsaron leyes, articularon políticas tributarias, aduaneras, cambiarias, de precios, de operatoria financiera, de distribución del ingreso, reprimieron al pueblo, impusieron el “cepo” a la libre expresión, etc. etc, etc. Y esto también debe queda en claro para hacerle ver a la sociedad las mentiras del discurso neoliberal
Estimado Isaac, cuando me refiero al “peronismo”, intento mostrar al movimiento nacional y popular que en el ’45 se expresó y encausó en lo que se “denominó peronismo” pero que poco tenía que ver con el propio Perón. Lo mismo con el Kirchnerismo, que fue la más actual expresión del movimiento popular, el kirchnerismo es la continuidad del peronismo como “identidad”, identidad con la “clase trabajadora”. “peronismo” que nació como movimiento popular revolucionario expresado en la lucha de clases en ese desafío del 17 y 18 de octubre de 1945. Por más que muchos dirigentes se digan “peronistas” no representan esa identidad popular, solo son una burocracia que dice ser el legado de Perón, un sector de derecha conservadora que solo se escondió en el partido justicialista para mantener y mantenerse en el poder. Agradezco sus observaciones, el debate siempre sirve para crecer, solo deseo aclararle mi posición, cordialmente lo saluda Claudio Esteban Ponce.
Muy bueno el artículo del compañero Ponce y me gusta el comentario del compañero Grober. Este tipo de discusiones nos hacen muy bien. Muchas gracias. Aldo