Julio Godio*
Para Kirchner la institucionalidad se fortalecería con la creación de dos coaliciones políticas de centroizquierda y centroderecha.
1. El gran objetivo político
El Presidente Néstor Kirchner tiene una idea sumamente precisa acerca del futuro de los partidos políticos argentinos. Piensa —apoyado en que el viejo Partido Justicialista (PJ) ha dejado hace muchos años de funcionar como una sola organización partidaria (a lo sumo ahora es una inestable “confederación” de tendencias), y en el hecho de que la Unión Cívica Radical (UCR) se ha dividido y está en proceso de descomposición— que en el futuro debería crearse un escenario con dos grandes coaliciones político-partidarias. Una coalición de partidos sería de centro-izquierda, liderada por el kirchnerismo; la otra coalición agruparía a los partidos de centro-derecha. Existirían partidos “bisagra” menores entre ambas coaliciones.
El razonamiento de Kirchner es complejo e interesante. A partir de diversas declaraciones públicas producidas por el Presidente entre 2003-2006 se podría concluir que sus ideas básicas son:
a) Que la crisis de diciembre de 2001 ha sido muy profunda. El país “tocó fondo” en esa fecha. Se derrumbó, con la crisis, el modelo conservador neoliberal aplicado por el menemismo. La caída de ese modelo arrastró consigo a dos instituciones que habían sido incapaces de frenar al menemismo, o por lo menos moderarlo; esto es, los poderes Legislativo y Judicial. Esto llevó al descrédito de los grandes partidos que habían compartido la gestión pública entre 1983 y 2001: la UCR y el PJ. Pero de esa crisis de representación partidaria tampoco pudieron aprovecharse fuerzas políticas menores, como el ARI y el Partido Socialista (PS); menos aún los pequeños partidos marxistas (PC, PCR, PO y otros).
b) La crisis del 2001 fue superada porque la vieja “sociedad política” dio sustentación a un gobierno de emergencia presidido por Eduardo Duhalde, que dio un viraje profundo en el país, aplicando un programa “neodesarrollista” Tal giro empalma con una nueva línea de fuerza en varios países de América del Sur (Brasil, Uruguay, Chile, Venezuela y Bolivia), a favor de un nuevo tipo de Estado que “gobierne a los mercados”. Kirchner considera que él y su equipo de gobierno profundizaron el camino abierto por Duhalde. Este, también tributario de la vieja política, no pudo entender lo que ponía en movimiento su gobierno de emergencia: una larga etapa de predominancia del “neodesarrollismo” en el escenario político argentino.
c) Kirchner cree —con razón— que él expresó mejor que nadie la combinación necesaria entre la tradición peronista-nacionalista y el neodesarrollismo. También esta convencido – con razón— que la mayoría de la sociedad argentina desea profundizar el camino desarrollista, como lo demuestran los logros económicos y sociales de 2003-2005, y el triunfo electoral de su fuerza, aglutinada alrededor del Frente para la Victoria (FPV), en las elecciones legislativas de octubre de 2005.
d) Kirchner no es Chávez. Ni las realidades argentina y venezolana son las mismas. Pero Kirchner admira algo en Chávez: su decisión para desplazar del centro de la escena a la “vieja política”. El Movimiento V República de Chávez es un ejemplo a seguir. Kirchner cree que, en Argentina, han madurado las condiciones para crear una nueva organización política con un programa nacionalista de centro-izquierda.
Como Kirchner es un político con profundas raíces en la realidad argentina, no piensa que esa nueva bipolaridad tendrá como fundamentos ideológicos a la social-democracia, al socialcristianismo o al liberalismo. Considera que estas ideologías pertenecen a realidades europeas o realidades de algunos países particulares en la región (Chile y Uruguay). Cree que el futuro centro-izquierda, liderado por él, necesita vincularse a esas grandes corrientes internacionales. Kirchner ve a su organización política cercana a la social-democracia, a corrientes socialcristianas y eventualmente a grupos del Partido Demócrata de EE.UU., pero en la medida que ello sirva para fortalecer a su partido que gira sobre fundamentos nacionalistas –desarrollistas, de inspiración y continuidad en el peronismo.
b) Ahora, en 2006, habiendo logrado: a) formar mayorías en las Cámaras de Diputados y Senadores del Congreso Nacional; b) asociar al poder central a la mayoría de las 24 provincias, incluida la Capital Federal, y a gran parte de los intendentes; c) atraer a un acuerdo táctico a la Confederación General del Trabajo (CGT), y contar con sectores kirchneristas afines en la CGT y en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA); d) alinear junto al gobierno a las principales organizaciones de derechos humanos; e) despojar a las FF.AA. de su anterior capacidad de “factor de poder”; y f) acorralar a los partidos de oposición de centro-derecha y centro-izquierda, en los que reina la confusión y las divisiones; Kirchner ha decidido que ha llegado el tiempo político para crear la nueva organización política. Es la gran herramienta que necesita crear esa organización durante 2006, para disciplinar a las fuerzas kirchneristas de cara a las elecciones presidenciales de octubre de 2007, en las que piensa ser reelecto o asegurar la presidencia para su esposa Cristina.
2. El concepto de transversalidad
¿Qué entendería Kirchner por transversalidad? Entendería que debe consolidar el actual apoyo a su empresa política de sectores de la izquierda peronista y no-peronista. Estos sectores son marginales a las estructuras del PJ : son provenientes de sectores peronistas de izquierda y sectores ex-peronistas del Frente Grande, fundado y liderado hasta 2001 por Carlos “Chacho” Alvarez. Necesita utilizar a los sectores de la izquierda peronista y no-peronista para impulsar una gran transformación en el PJ. El FPV —su principal base partidaria— aseguraría el viraje ideológico y cultural del peronismo hacia una cultura política y un programa nacionalista-desarrollista de centro-izquierda.
Kirchner, fue miembro durante un breve pero traumático período de una organización de jóvenes peronistas revolucionarios que ya en los años ’70 cuestionaban al peronismo histórico, es un líder decidido. El objetivo de crear esa nueva organización política no es nuevo en él. Ha sabido utilizar al PJ para introducirse como líder en la escena política, a partir de su vertiginoso ascenso a la gobernación de la provincia de Santa Cruz desde principios de los años ’90. Kirchner cree que, marginado Duhalde, disciplinados los caudillos provinciales y marginado Menem, como parte de su creciente impulso político desde la presidencia cuenta ahora con recursos políticos y materiales (recursos financieros públicos y privados) para culminar en 2006 con el asalto político definitivo sobre las estructuras del PJ.
Kirchner ha comenzado esa operación político-partidaria organizando en todo el país al FPV. A su costado sobrevive el PJ. Pero, como es sabido, este partido tiene una gran flexibilidad para adaptarse a los cambios del medio ambiente político. El PJ es una organización muy débilmente institucionalizada, con reglas laxas y cambiantes que facilitaron en el pasado sucesivos cambios programáticos, a través de alianzas entre las corrientes internas y sus liderazgos. Es una estructura piramidal poco burocratizada, con una militancia peronista muy firme pero obediente a la autoridad situada en el vértice del partido. Esta fue la creación de su primer caudillo, el General Perón. Ahora, Kirchner es el nuevo caudillo.
El PJ es un partido “maleable”. La experiencia del justicialismo durante la conducción de Carlos Menem fue ilustrativa al respecto: el caudillo riojano —en un contexto partidario de agnosticismo ideológico— se plegó a los vientos que soplaron en los años ’90 a favor del neoliberalismo, y produjo cambios tanto en el perfil programático y estratégico del PJ, sin lidiar con fuertes resistencias internas.
Kirchner ha consolidado su poder presidencial. Pero el PJ está en problemas. Estos se localizan en la débil cohesión del elenco dirigente y en la “salud” de sus vínculos con su electorado. El repudio a la “clase política” sigue vivo en la sociedad. La consigna “¡qué se vayan todos!” todavía está presente. Kirchner necesita construir poder político partidario. Ha logrado, con sus actitudes antiimperialistas (“dureza” en las negociaciones por la deuda externa, posición contrario al ALCA neoliberal, acuerdos con los presidentes Chávez y Morales, estatización de la empresa Aguas Argentinas, apoyo a sindicatos movilizados por mejoras salariales, etc., etc.), reactivar los entusiasmos de la izquierda peronista. La “transversalidad” es el mecanismo elegido por Kirchner para alentar a sectores de antiguos militantes montoneros y de ex-miembros del Frente Grande a sumarse a su operación de “regeneración” del peronismo.
3. La visión de Kirchner de un nuevo partido
Dos preguntas surgen al plantearse el tema.
La primera es: ¿en qué modelo de organización político se ha formado Kirchner, y cómo ese modelo ha configurado su visión partidaria?
La respuesta podría ser esta: Kirchner se formó en su juventud dentro de una formación político-militar (Montoneros) verticalista y jerárquica. Al mismo tiempo, el joven Kirchner era parte de una corriente ideológica en lucha contra las direcciones de los sindicatos, que eran entonces la “columna vertebral” del peronismo. Luego, Kirchner pertenece a una cultura política peronista fundada por la “Renovación Peronista” que concibe al partido como una herramienta para conquistar al poder, organizada verticalmente y compuesta por una escala de círculos de militantes que se van estructurando y achicando desde la base hasta el vértice. Kirchner sabe bien que no podrá gobernar sin apoyo sindical – los acuerdos actuales con los sindicatos en materia salarial lo demuestra- pero no piensa en incluirlos como una nueva columna vertebral del partido.
En su visión del partido, organizaciones como los sindicatos, asociaciones empresarias, movimientos sociales y otros géneros, son estructuras auxiliares para canalizar demandas particulares, pero no forman parte de las estructuras de decisión política del partido. Sólo algunos líderes sindicales y sociales, colocados en posiciones estratégicas y muy fieles, pueden formar parte de los centros de decisión partidaria. También es partidario de incorporar sin mayores exigencias a dirigentes altos y medios tradicionales, pero sin ubicarlos en posiciones claves en el nuevo partido. Luego, Kirchner piensa en un partido organizativamente laxo pero flexible para canalizar las demandas del pueblo. La visión del partido de Kirchner es “movimientista”.
La segunda pregunta es: ¿cómo organizar esa nueva fuerza política?
Kirchner es audaz. Ha sintetizado su experiencia primero como intendente, luego como gobernador, y ahora como presidente. Esta imbuido de la idea que lo principal es lograr que el Estado oriente a la “comunidad organizada”. En esto es tributario de Perón, pero éste construyó ese poder desde las Fuerzas Armadas y con la participación sindical entre 1944 y 1945, en un contexto de grandes agitaciones obreras. Kirchner es tributario de Perón pero entiende que esas instituciones (Ejército, sindicatos) ya no juegan un papel decisivo, como en los años de la postguerra.
Kirchner tiene muy claro que ahora es el conductor de una “revolución desde arriba”, en la que las iniciativas y el poder del Estado y las capacidades “mediáticas” de su personalidad son sus fuertes herramientas políticas. Obviamente, dentro de esta visión de la política, es fundamental que los tres poderes republicanos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) actúen armónicamente y den sustento a la “revolución desde arriba”. Ese objetivo ha sido logrado entre 2003 y 2006, sobre la base de que dos de esas instituciones estaban duramente cuestionadas por la sociedad (el legislativo y el judicial), y no tienen hoy otra alternativa que subordinarse a la voluntad transformadora del Poder Ejecutivo.
Para que la revolución desde arriba cristalice como “revolución abajo”, Kirchner es plenamente consciente de que necesita un partido para canalizar demandas sociales y dirigir a la sociedad. Pero para concretar su “nuevo partido” necesita consolidar tres subestructuras básicas:
a) La subestructura del FPV. Aquí la clave es desarrollar corrientes políticas kirchneristas dentro de la transversalidad: estas son principalmente “Compromiso K”, algunos sindicatos cuyas direcciones son afines al kirchnerismo, el Frente Grande, los movimientos piqueteros moderados; los movimientos de derechos humanos, en particular Madres, Abuelas e Hijos, y las agrupaciones estudiantiles afines.
b) La subestructura PJ. Se trata de reorganizar temporalmente al PJ, bajo la conducción de Kirchner —directa o por medio de algún representante—, mientras se expande el FPV. Se trata de colocar al PJ como institución paralela, pero subordinada al FPV (u otra denominación más amplia, si el FPV no es suficiente, y que se vincula con el concepto de Kirchner de “Concertación”). Kirchner entiende claramente que la transformación ideológica del PJ será lenta y en zigzag. Los principales “barones del partido” (caudillos), como De la Sota, Obeid, Solá y otros, pretenden conservar sus posiciones de fuerza provinciales. Sabe que una parte sustancial de los intendentes se han sumado para protegerse, pero que están lejos de entender la nueva perspectiva “peronista-neodesarrollista”. Sabe que si bien el duhaldismo está débil y con fenómenos de disgregación, es una fuerza todavía a tener en cuenta. Piensa que el menemismo y otras fuerzas peronistas tradicionales existentes en las provincias del Norte carecen hoy de capacidades para cuestionarlo, pero pueden ser desestabilizadoras de su proyecto político-partidario. (Por eso, Kirchner ha sostenido varias veces que el mejor lugar para jefes como Menem y Romero (Salta) sería incorporarse a un frente político de centro-derecha).
c) Utilizar su acuerdo federal con los gobernadores (incluyendo algunos de origen en la UCR) para asegurar la gobernabilidad del país, mientras paralelamente se consolida el nuevo partido. Este componente es muy importante para Kirchner, porque sabe que a partir de 2001, como un producto de la crisis global, ha aumentado el poder de negociación de los gobernadores. Entonces, Kirchner piensa que el nuevo partido debe adoptar fórmulas federales como lo ha hecho el Partido Demócrata en EE.UU., asociando la estructura partidaria con los intereses regionales y provin-ciales.
d) Otra cuestión muy importante es que Kirchner ha reiterado varias veces que es compatible la idea de constituir a un nuevo partido con organizar simultáneamente una especie de Concertación como la establecida en Chile entre socialistas, democristianos y radicales. Kirchner piensa que tal Coordinadora podría incluir en su inicio al FPV como fuerza dirigente. Si no logra ensamblar al PJ con el FPV, el PJ podría funcionar como partido en la Concertación, por separado.
Este criterio táctico también podría ser útil para favorecer la evolución “kirchnerista” del Frente Grande, sectores de la UCR afines e incluso de escisiones de la izquierda (como es el caso del Partido Comunista “Congreso Extraordinario”, que es su aliado). En otras palabras, teniendo como meta constituir un partido dirigente, Kirchner no excluye, temporariamente, constituir en este país una versión forzada pero viable de la Concertación chilena para asegurar la formación del nuevo partido. Algo parecido hizo Perón cuando englobó y disolvió al Partido Laboralista en el Partido Justicialista en 1946.
4. Vinculaciones entre la construcción partidaria y la estrategia electoral.
Como parte de su estrategia para asegurar su futuro como gran caudillo político argentino, sucesor de Yrigoyen y Perón, Kirchner aspira a ser reelecto presidente en 2007, o en su defecto lograr, como hemos dicho, que Cristina ocupe ese lugar. Esta estrategia electoral “bicéfala” ya se ha puesto en movimiento. Los espacios políticos principales para desarrollarla exitosamente son los logros del gobierno, la constitución del partido y su fuerte presencia en los medios de comunicación. Pero necesita de un “acto simbólico” en la Plaza de Mayo.
La fecha de proclamación de estas potenciales candidaturas —la “formal” de Kirchner, la de Cristina como “reserva”— parece que será el próximo 25 de mayo. Ya se ha puesto en marcha ese objetivo. Al menos tres componentes del FPV se han puesto en movimiento, a saber:
a) La corriente Compromiso K, liderada por el Secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos Zanini, y otros.
b) El núcleo político que responde al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá. El responsable es Fernando Navarro, jefe del bloque provincial de diputados. Solá está por lanzar una corriente propia, titulada “Movimiento Evita”. Participan los dirigentes piqueteros Pérsico y Navarro.
c) Los cuadros sindicales cuyas figuras mas salientes son Eduardo De Petris (CTA) y Francisco “Barba” Gutiérrez (Unión Obrera Metalúrgica). Estos líderes proyectan armar la corriente sindical “Movimiento de Trabajadores para la Victoria.
Hasta ahora la poderosa CGT —liderada por Hugo Moyano, del sindicato de camioneros— no aparece convocando. Prefiere seguir “autónoma” frente al PJ y al FPV. Tampoco la CTA, tironeada en su interior entre posturas pro-kirchneristas y anti-kirchneristas. Estas ausencias sindicales son preocupantes, dado que la creación de un “ Partido- Concertación” de gran magnitud difícilmente podría concretarse sin la participación ordenada y multitudinaria que garantizan los sindicatos, especialmente la CGT.
5. Conclusiones.
Veamos los puntos fuertes y los puntos débiles de la construcción político-partidaria esbozada por Kirchner.
Los puntos fuertes son evidentes:
– Kirchner es símbolo de esta nueva etapa peronista-neodesarrollista. Cuenta, hoy, con el apoyo de la mayoría de la sociedad, que aspira a que no se vuelva al menemismo.
– En una economía en expansión, Kirchner cuenta con los recursos financieros del Estado para disciplinar políticamente a gobernadores e intendentes. También cuenta con mayorías en las Cámaras de Diputados y Senadores de la Nación. El Poder Judicial ha sido “reformado”, y preserva su autonomía, pero en armonía, hasta ahora, con el Poder Ejecutivo.
– Kirchner ha creado al FPV, y lo ha llevado a la victoria electoral. Al mismo tiempo, el PJ —partido verticalista pero flexible— está “predispuesto” para aceptar el liderazgo de Kirchner, aunque esté lejos de aceptar la nueva doctrina peronista-kirchnerista.
– Kirchner se apoya en la “transversalidad, a la que considera una línea de fuerza fundamental en la política argentina actual.
– Kirchner cuenta hoy con el apoyo de organizaciones piqueteras moderadas, y bases de apoyo propias en los sindicatos.
Estos cinco puntos fuertes alientan el éxito de un nuevo partido. Los vientos son favorables para que Kirchner logre el objetivo de crear una nueva fuerza política mayoritaria.
Pero también existen puntos débiles:
En primer lugar, un partido nuevo exitoso no nace “de un repollo”. No basta con nombrar funcionarios públicos adictos. Se necesita ir construyendo espacios de participación popular estables, que den seguridad a la militancia de que existen reglas para la participación, y que esas seguridades ya se hayan verificado con hechos palpables. Hasta ahora, el kirchnerismo sólo promueve “adhesiones”, pero los espacios de participación consciente y disciplinada de las bases no existen (como en cambio existían antes por la fuerte presencia de los sindicatos).
En segundo lugar, el propio Kirchner —y en mayor grado su “círculo íntimo” en el poder— son hijos de formas de hacer política pensadas y ejecutadas desde el control de los aparatos del Estado, y con muy bajo nivel de solidaridades políticas y personales entre los dirigentes. Se observan fuertes disputas por el poder dentro del propio Poder Ejecutivo. Así, difícilmente se pueda organizar un núcleo dirigente sólido. Existe un “círculo íntimo” sumamente fiel al Presidente (De Vido, Kunkel, Zanini, y otros que comparte su idea de partido- concertación ), pero también otro “círculo íntimo” de altos dirigentes identificados con Kirchner, en tanto garantiza ser el conductor adecuado (por ejemplo, Alberto y Aníbal Fernández) pero que piensan en un partido “estatalista”, organizado solo para ejercer el poder desde las alturas del Estado.
En tercer lugar, como síntesis del punto anterior, en el interior del FPV se manifiestan dos grandes líneas sobre la estructura partidaria. Una que pone el acento en crear un partido de tradición peronista aggiornada, basado en el FPV, con subordinación del PJ y con fuerte apoyo en los movimientos sociales (que reemplazarían a los sindicatos), y otra línea que pretende crear un partido “estatalista” (también poco condicionado por estructuras político-partidarias, sociales o sindicales). Estas líneas expresan nuevos fenómenos ideológicos. La primera abreva de ideas político partidarias peronistas y socialcristianas. La segunda expresa la tendencia espontánea a formar una nueva “nomenklatura” de Estado, acorde con una línea de fuerza que desde 1983 prioriza a la sociedad política por sobre la sociedad civil.
En cuarto lugar, si bien la estrategia de construcción partidaria de Kirchner es realista, esta podría fallar si se frustra su esperanza en fundar un nuevo “bipartidismo”,dado que la nueva construcción político-partidaria kirchnerista también necesita del surgimiento como contrapeso en una oposición de centro-derecha sólida (que todavía no se vislumbra claramente). Tampoco será posible crear tal nueva fuerza política kirchnerista sin sólidos vínculos en el mundo del trabajo (sindicatos, organizaciones empresarias y centros generadores de tecnología) en un país violentamente sacudido por la crisis de 2001, con mucha pobreza y trabajo precario, cuya recuperación económica es promisoria pero lenta, y que requiere de la participación activa y decidida de los actores económicos y sociales para hacer exitoso el programa neodesarrollista. El kirchnerismo como tal tiene poca presencia en los sindicatos (lo que es contradictorio con su acuerdo táctico actual con la CGT) ni dentro de las grandes organizaciones empresarias.
Kirchner y su equipo deberán tener muy en cuenta los déficits existentes en su proyecto político-partidario. Caso contrario, sólo lograrán crear una “fuerza de ocasión”, fuertemente mediática pero que podría ser de vida efímera. Pero si mejorase el modelo partidario y si se lograse que su militancia lo haga suyo, las condiciones políticas reman a favor del kirchnerismo.
*Julio Godio, director del Instituto del Mundo del Trabajo (IMT).