Revista Nº 155 (01/2024)
(américa latina)
Roberto Papadopulos*/ Claudio Ponce**
La coyuntura social y política de la actualidad latinoamericana se debate en un dilema crucial sobre su futuro de autodeterminación. La situación política, signada por algunas gestiones de extrema derecha que pugnan por “la institucionalización de la dependencia” y la instalación del “libre mercado”, trata de ser frenada por gobiernos que mantienen una cierta tendencia progresista, que pretenden la defensa de un rol del Estado como equilibrio frente a las injusticias del neoliberalismo. El dilema implica una lucha social y política pero también un rol decisivo en la batalla cultural que oriente la conducta de los pueblos hacia la movilización en pos de limitar la concentración de la riqueza que impone el capitalismo neoliberal.
América Latina y el Caribe, desde la segunda década del nuevo siglo, atraviesan una difícil y compleja etapa política, económica y social. La misma está caracterizada por la creciente contraposición entre gobiernos de corte neoliberal, que insistieron en aplicar las viejas recetas, “siempre fracasadas”, elaboradas por los asesores de grupos concentrados del poder económico trasnacional, y administraciones que pretenden retomar el proyecto político iniciado por las gestiones populares de la primera década del siglo XXI que hicieron pensar en una Latinoamérica unida y soberana. Desde el 2015 en adelante, de formas diversas, la derecha neoliberal accedió al gobierno en Argentina, Brasil, Ecuador, Paraguay y Chile con el objetivo de despojar del bienestar a los pueblos, lograr la apropiación indebida de los recursos de cada país, y hacer factible el retiro del Estado con el consecuente deterioro de la democracia que afirmaban representar.
Aun así, la Argentina de Macri, el Brasil de Temer y Bolsonaro, y la dictadura surgida luego del sangriento golpe boliviano, no lograron afianzarse y mantenerse en el poder. Esta particularidad hizo que en estos Estados retornaran gestiones “progresistas”, esta vez formadas por nuevas alianzas en acuerdo con sectores conservadores. De estos “acuerdos electorales” surgieron gobiernos débiles que no supieron, no pudieron, o no quisieron enfrentar al capitalismo neoliberal dejando el campo libre al potencial regreso de la derecha. Así fue como en Argentina, luego de la gestión de Alberto Fernández, accedió al gobierno un grupo de extrema derecha que, representado por supuestos defensores de una libertad sin significado ni contenido, han reimplantado la política económica del Terrorismo de Estado llegando incluso a proponer la reivindicación del accionar político de los culpables del genocidio o de los condenados por crímenes de lesa humanidad.
En la actualidad, los gobiernos democráticos de América Latina y el Caribe que plantean alternativas al modelo neoliberal, resisten en condiciones de mucha debilidad política por las insuficientes acciones para la construcción y despliegue de un movimiento nacional y popular. Ejemplos son los que residen en Brasil, Colombia, Bolivia y Chile. Aun así, los mismos encuentran numerosas dificultades para desplegar una batalla ideológica que pueda ayudar a la elaboración y aplicación de un proyecto nacional. Si bien han intentado impedir el avasallamiento del poder concentrado con el objeto de limitar esa potestad de decisión que aún mantienen las oligarquías locales asociadas a estos grupos económicos trasnacionales. Lo cierto es que hasta el presente no han logrado vencer, en esa relación de fuerza, ese capitalismo de la clase dominante respaldado por el imperialismo extranjero. Para poder lograr estos cambios se hace necesario que las organizaciones sindicales, políticas y sociales construyan una nueva fuerza que encabece las luchas para formar un Estado democrático. Una democracia participativa como palanca de los cambios necesarios, como hoy se pretende realizar en los países mencionados. Mientras tanto, y en sentido contrario, los Estados Unidos, a más de 200 años de la elaboración y aplicación de la Doctrina Monroe, continúa con el objetivo de mantener a América Latina como su tan renombrado “patio trasero”, sintiéndose dueño de sus riquezas. En este sentido han sido significativas las reiteradas declaraciones de Laura Richardson, Jefe del Comando Sur, acerca de la necesidad de cuidar las riquezas de América Latina.
Esta disputa, se manifiesta dentro de una controversia internacional, donde los Estados Unidos como referencia de occidente, dejó de ser la potencia hegemónica mundial. Registra un débil crecimiento económico y un retraso del desarrollo científico. Según datos de la CEPAL, organismo de las Naciones Unidas, que tiene su sede en Chile, expresó que el crecimiento del PBI global será del 3% e igual para el 2024. Las economías avanzadas alcanzaran el 1,4 %, mientras que la RCA Popular China fue del 5,2% en el 2023 y se espera mínimo del 4,2% para el 2024. En cuanto a la región de América Latina y el Caribe cerrará 2023 con 2,2% y se espera para 2024 sería del 1,9 %. Y un crecimiento del número de trabajadores pobres.
Otro acontecimiento es la presencia y despliegue de un mundo multilateral, y los países de China, Rusia, India y Brasil, despliegan el acuerdo del BRICS, recientemente ampliado -incorporación de la Argentina negada por el gobierno de Javier Milei-, han modificado el escenario internacional. Por otra parte, la puesta en marcha del Banco de los BRICS e importantes proyectos como la Ruta y la Franja de la Seda, las Centrales Energéticas y otras construcciones, aportan a la concreción de proyectos importantes, para América Latina y Caribe. Queda elegir de parte de los gobiernos y el pueblo latinoamericano como resolver esta encrucijada, o se opta por el desarrollo de sus pueblos, o se sigue bajo el yugo de un viejo imperialismo que hoy día se manifiesta con métodos más sofisticados de sometimiento pero no menos crueles que los utilizados en el pasado.
La cuestión cultural.
La “encrucijada” mencionada también implica una toma de decisión en el camino a seguir en el campo cultural latinoamericano. El deterioro social y político del continente tuvo una estrecha relación con esta “batalla cultural” librada por el neoliberalismo desde los años setenta del siglo XX hasta el presente. Dicho conflicto comenzó cuando los pueblos de Iberoamérica sirvieron de experimento de laboratorio para la puesta en práctica de esta nueva fase del capitalismo. Para ello fue necesario prescindir de la democracia y apelar al terrorismo estatal a los efectos de que las oligarquías locales aliadas al poder extranjero, terminen definitivamente con todo intento de transformación revolucionaria en pos de lograr una mayor justicia social y una mejor distribución de la riqueza. Con diferentes etapas en las que se fueron legitimando socialmente ideas tales como las que sostenían el final de la Historia, o el fin de las ideologías; como así también la tan mentada “globalización” que sostenía que irremediablemente el mundo marchaba hacia una aldea global, por supuesto liderada por EEUU y la OTAN, la nueva fase del capitalismo se mostraba como un proceso de mayor concentración de la riqueza evidenciada en los puntos del proyecto establecido como el consenso de Washington. Factores como la desintegración de la Unión Soviética, o el desarrollo de las corrientes de pensamiento “posmoderno” donde la primacía del sujeto aislado y un extremo inmanentismo condenaban toda posible organización colectiva, también contribuyeron a la pretendida justificación de la falacia del neoliberalismo capitalista. Todo este torbellino de supuestas “nuevas ideas” fueron las que se aplicaron en América Latina para imponer, mediante lo que fue una violencia política teñida de sangre y crueldad, una nueva forma de vida que sea considerada como la única posible, fundada en un radicalizado egoísmo y centrada en un individualismo que llegaba a despreciar al Estado como potencial benefactor de los más desposeídos. ¿Cómo fue posible que los pueblos aceptaran semejantes ideas?
Las primeras formas de imposición del modelo neoliberal estuvieron a cargo de los Estados Terroristas y dictatoriales establecidos en la mayoría de los países de América Latina. Las dictaduras que irrumpieron en los países del continente se encargaron del “trabajo sucio” que “limpió” a las sociedades latinoamericanas de toda idea de transformación social, de toda militancia en favor de una mayor justicia e igualdad, y de todo compromiso revolucionario, llevando a cabo el mayor plan de exterminio sistemático de personas que se haya corroborado en la historia de la región. Este fue el primer paso para la “nueva conquista” de América del sur, el siguiente sería el inicio de una batalla que se libraría en otro terreno. En esta disputa en campos no tan conocidos, los nuevos dictadores y “generales” que comandarían esta guerra, fueron los llamados “CEOS” de los medios masivos de comunicación que junto a “soldaditos” autodenominados “periodistas” de estos grupos multimediáticos, se encargaron de construir realidades inexistentes para persuadir voluntades mediante las mentiras reiteradas. Ellos fueron quienes vinieron a tomar la posta de los militares golpistas que se encargaron de la aniquilación de toda posible resistencia política, y los que ejercieron, a posteriori de la violencia represiva, una “violencia simbólica” generalizada bombardeando de manera constante a toda la sociedad. La táctica fue la difusión de un nuevo discurso que borrara toda valoración del amor y la solidaridad comunitaria, que considerara una quimera toda posible felicidad colectiva, y que predicara con insistencia que la igualdad o la justicia social eran mendacidades imposibles de concretar. Las utopías solo pasarían a ser el pensamiento absurdo de soñadores alejados de la realidad. El único camino viable, o la única opción posible para no quedar como un ente vetusto por el tiempo, sería la de adaptarse a los “nuevos modos de vivir”, o sea, aceptar una forma de vida sustentada en la cultura del capitalismo neoliberal. Durante los años noventa, en casi la totalidad de los países del continente latinoamericano se puso de moda el “Estado de Mínima” y las privatizaciones de los patrimonios nacionales. La “persuasión clandestina” fue rindiendo sus frutos en quienes habían olvidado lo que significaba la democracia y cuan importantes eran sus derechos. Todo se mantuvo hasta los tiempos finiseculares en que las crisis económicas desnudaron las mentiras del este modelo generando la reacción de una oleada política que hizo aparecer otra nueva izquierda democrática latinoamericana. La Venezuela de Chávez, el Brasil de Lula, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador con Correa y la Argentina del Kirchnerismo, rejuvenecieron la política y llenaron al continente de esperanza. Ahora bien, la batalla cultural continuó, aún con más intensidad que antes. Los representantes y defensores de las ideas neoliberales nunca bajaron los brazos, por el contrario, siguiendo el mandato del imperialismo externo atentaron contra todos los gobiernos nacionales y populares de América Latina. El hecho de que en la coyuntura presente de la Argentina haya sido elegido un presidente como Javier Milei, demostraría fehacientemente hasta donde caló la violencia cultural en este país desde la dictadura en adelante. Además, deja en evidencia como se fue instalando la violencia social durante los procesos de transformación intentados en beneficio de la clase trabajadora. Si bien los sectores populares viven un repliegue de sus fuerzas en este conflicto, es importante afirmar que la derecha no ganó definitivamente la lucha.
El camino de una posible alternativa
La encrucijada de la que hablamos está a la vista, o elegimos el camino de la falacia del “Robinson Crusoe”[1] creyendo que el individualismo es la única opción porque entiende que el ser humano se salva a sí mismo, cuando en realidad se condena a ser dominado por los más poderosos, o vamos por el sendero de la liberación definitiva de los pueblos haciendo de la cultura el instrumento que nos permita el reconocimiento del “Otro” como “Semejante” para poner en “valor” el accionar de toda comunidad que busque justicia y equidad contra la opresión de la clase dominante. Se plantea aquí una nueva lucha de clases por otra vía, por el camino de la construcción de una forma de vida alternativa a la que se presenta como única posible en el marco de la cultura neoliberal. Una encrucijada sería un dilema a resolver, supone elegir una senda de lucha en que la opción de una educación liberadora, el desarrollo de una clara conciencia social y política, y la formación de un compromiso solidario con la clase trabajadora deberían convertirse en los objetivos estratégicos que sabiamente convienen elegir. ¿Cómo se lleva a cabo semejante altercado contra el poderío hegemónico?
La organización de los movimientos sociales y las centrales sindicales del movimiento nacional deber recuperar su identidad ideológica, social y política. La lucha cultural debe presentarse con argumentos válidos y atractivos para que la clase trabajadora recupere sus convicciones para la transformación del sistema establecido. Si se pierde la identidad se pierde la brújula, se hace imposible el surgimiento de guías que conduzcan a las bases en su compromiso militante, y esa identidad de la que hablamos requiere recuperar el debate ideológico y la formación de cuadros para enfrentar la maquinaria de la derecha, y a esa superestructura colosal que muestran los monopolios de la información que nunca dejan de vender mentiras por verdad. Nuestro trabajo requiere de la educación como instrumento y la organización de una “operación hormiga”, trabajo comunitario organizado y subterráneo para socavar la hegemonía de los representantes de la mentira, de los propagadores seriales de la mendacidad. El mejor ataque de los pueblos a los que proponen la forma de vida neoliberal es desnudar y poner en evidencia las macabras intenciones de los que concentran la riqueza en desmedro y la explotación de los trabajadores. Este grupo de “individuos” que se muestran como la “raza superior” de estos tiempos, son los responsables de las millones de personas que mueren cotidianamente por carencias que no tendrían que padecer. La toma de conciencia de que las necesidades de los trabajadores engordan la gula de las oligarquías ayudará a resistir al capitalismo y proponer un cambio de vida. Hoy la batalla cultural sigue en disputa, no todo está perdido…
*Roberto Papadopulos, periodista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11 **Claudio Esteban Ponce, licenciado en historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11
[1] Defoe, Daniel. Robinson Crusoe. Novela que intenta demostrar la posibilidad del individualismo como connatural del ser humano. El autor es contemporáneo de la guerra civil inglesa y la consolidación de la burguesía en Inglaterra impulsando el capitalismo que derivó en la Revolución Industrial.