La política es un sistema de juego en el que los actores (individuales o colectivos) emplazan sus acciones en base a las circunstancias y el movimiento de sus contendientes y/o antagonistas. El Titanic a punto de hundirse supone una gran oportunidad para el Proyecto Nacional y sus referentes.
Pero también implica una serie de amenazas que provienen de la desesperación del que se está por ahogar. Los diferentes escenarios prospectivos planteados por los afiebrados asesores del actual gobierno se sinergizan entre ellos y tiene como común denominador dos fases: una de autoafirmación y la otra de destrucción. En este pequeño artículo voy a detallar solo los segundos.
La primera de las operaciones se condensa en la irrupción del “terrorismo mediático-comunicacional”, basado en la configuración de desastres futuros, irrupción de la violencia social y asociación con la crisis de Venezuela. Este objetivo se ha viabilizado en varias oportunidades y se resume como “nosotros o el caos”, solo que en esta oportunidad se va a buscar, seguramente, que el caos tenga algún ejemplo en la etapa preelectoral: la apuesta a endilgarle al movimiento nacional el sambenito de la intimidación, el delito o incluso el crimen ya ha sido utilizado en 2015 en relación con Nisman, y les fue inmensamente proveedor.
El segundo se vincula con la reconfiguración del escenario electoral a partir de la potencial debacle final de los próximos meses: la sustitución de Macri/Vidal (ambos den descarte) por un tardo-menemita, articulado en derredor de Urtubey/Miguel Ángel Pichetto/Massa.
Si bien no cuentan hoy con el abal del núcleo duro de Cambiemos, las circunstancias podrían variar si el dólar se dispara a 60 pesos en los próximos meses. Eso desataría una hiperinflación y una demanda más explícita del “círculo rojo” para exigirle al PRO que dé un paso al costado. La frase escandinava traducible como “es mejor perder algo antes que perderlo todo”, se puede convertir en la divisa de varios sectores (soportados por los medios hegemónicos) para aglutinar fuerzas –según ese entramado– menos pasibles de entregar el control del Estado al Proyecto Nacional.
El tercero es de índole jurídico: la irrupción de alguna pseudo evidencia, fantasmagórico testigo, premeditada invención de una evidencia fáctica, o aparición de “pruebas” incontrastables dispuesta a “sacarla de la cancha” a CFK. El tiempo corre en contra de cualquiera de estas opciones, pero la configuración ex profeso de un “escándalo incontrastable” permitiría –según los operadores del establishment– incrementar la escalada de odio contra la candidata (y su familia) que aumenta día a día con su posibilidad de ser reelecta.
El cuarto se vincula con zancadillas de tipo electoral que permitan instalar movimientos de fraude institucional o técnico (que aún no han logrado ser instalados). La secretaría Legal y Técnica de Mauricio Macri se encuentra abocada al estudio de estratagemas procedimentales que limiten el camino hacia las elecciones.
El quinto elemento, uno de los que sin dudas se hará presente, incluirá como en el caso de la película homónima de Luc Besson de 1997, la apelación a las cloacas. Así se dio en llamar la campaña que realizó la derecha española para impedir el incremento de los votos de Podemos. Esa operación incluyó la utilización de aplicaciones de software para modificar conversaciones grabadas y compilar mensajes que nunca existieron. No sería nada raro que lo intenten en Argentina, pocos meses antes de la elección, soliviantados por el blindaje mediático que se transforma en una garantía e propalación de vaguedades, ficciones e invenciones rayanas en lo ridículo e increíble.
No van a ir a la derrota pasivamente. Ese trayecto no lo van a recorrer sin agachadas y apelaciones a toda posibilidad asistida, sobre todo, desde Estados Unidos. Saben que es jugar con fuego. Porque de ser descubiertos se hundirían aún más. Esa es la causa por la que hay tanto ruido en el bunker oficialista.
De este lado de la vida, correrá el murmullo de estar atentos y concentrados. De no creer que ya se ganó. De redoblar el esfuerzo (basado en interacciones humildes) por contrastar proyectos y no nombres. De explicar una y mil veces que existen programas ligados al trabajo y otros a la especulación. Que hay imaginarios tributarios del sometimiento colonial y otros –orgullosos– de autoestima y soberanía. Y de aglutinar, con paciencia, convicción lo que nunca debió fragmentarse: el pueblo.Jorge Elbaum. Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Presidente del Llamamiento Argentino-Judío.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.