Revista Nº 145 (09/2021)
Edición dedicada a América Latina
(México-Cuba)
Roque Silles *
México reivindica la soberanía cubana. ¿Será el momento indicado para terminar con tamaña opresión, justo cuando EEUU debe retirarse de Afganistán ante otro fracaso geopolítico?
A partir de las últimas movilizaciones sociales llevadas a cabo por una parte del pueblo cubano en julio pasado, se han desatado una serie de acontecimientos políticos de orden internacional, que volvió a poner sobre la mesa el bloqueo más prolongado que un país mantiene sobre otro, condicionando su evolución en todas y cada una de las áreas en las que una sociedad se desarrolla: la cultural, social, política, como las más evidentes; pero que sus injerencias, llegan a todos los aspectos de la vida de un país.
Quien “movió el avispero” en esta oportunidad fue el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, en su discurso justamente frente a la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) levantando la bandera latinoamericana y en reclamo sobre la opresión del bloqueo que EEUU mantiene sobre la isla desde hace más de 60 años. El primero de esos bloqueos fue el que el entonces presidente Eisenhower (1958) impuso sobre el mismo Batista al no venderle más armamento, en un gesto hacia los hermanos Castro, líderes de la Revolución Cubana. Luego, ante el cambio político propuesto por los revolucionarios, se amplía el bloqueo, a medicinas y alimentos. De ahí en más, todo fue en declive: la frustrada invasión organizada por la CIA a la Bahía de Cochinos en época de Kennedy, la Ley Helms-Burton Act en 1991 que prohibía cualquier transacción comercial con la isla; Clinton y su prohibición de comercio que superara los u$s 700 millones; Donald Trump y sus 230 sanciones complementarias al bloqueo; y el actual representante de la Casa Blanca, Joe Biden, no se quedó atrás: ante las manifestaciones de julio, desplegó la fuerza naval en los límites de aguas jurisdiccionales, y más “sanciones” a funcionarios cubanos. El gesto más saliente en contrario sucedió en la votación contra el bloqueo en la sesión de 2016 de la ONU, en la que EEUU se “abstuvo” en la votación a favor de del embargo (en la práctica, el bloqueo) y no tuvo votos en contra, en lo que fue una jornada histórica. En 2019, se daría un caso similar: el informe de la ONU de la 28° oportunidad que se debatía el tema, 187 países apoyaron la “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. Sólo una votación. El bloqueo nunca fue levantado.
En estos más de 60 años Cuba se ha destacado por ofrecer a su pueblo el acceso gratuito a la educación, a la salud y al deporte; “la ética” se presenta como la razón de Estado y su solidaridad internacional es reconocida por el mundo entero debido a los médicos, maestros y asesores técnicos que conforman diversas misiones internacionales que frecuentemente son enviadas a todo el mundo. Sin embargo, esto no evitó que las condiciones soportadas desde hace 6 décadas, más la crisis profundizada por la pandemia, hicieran salir a las calles a parte del pueblo a mostrar su malestar y descontento por la situación. Esas movilizaciones con disturbios fueron el epicentro del movimiento: los detractores del régimen (con el fogoneo de la Casa Blanca) exacerbaron los hechos de violencia que circularon por todos los medios de comunicación y redes sociales, llevando un mensaje confuso y ambiguo. Hasta Michelle Bachelet (actual Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos divulgó material fotográfico de una joven envuelta en su bandera cubana durante la protesta, aduciendo que lo hacía en contra del régimen, y fue denunciada por ello, ya que la misma joven la desmintió (y denunció) por tergiversar esa noticia falaz.
Fue así como AMLO tomó la bandera latinoamericana reclamando “separar lo político de lo humanitario”, agregando que no basta con que cada año se vote en la ONU contra el bloqueo. “Podemos o no estar de acuerdo con la Revolución Cubana, pero haber resistido 62 años sin sometimiento es toda una hazaña”; y agregó: “Creo que por su lucha en defensa de la soberanía, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad, y por su ejemplo de resistencia esa isla (…)debiera ser declarada patrimonio de la Humanidad”…“Si el Gobierno de Cuba lo considera necesario y su pueblo así lo demanda, el Gobierno de México podría ayudar con medicamentos, con vacunas, con lo que se requiera y con comida, porque la salud y la alimentación son derechos humanos fundamentales sin el manejo político intervencionista que se le está queriendo dar”, comentó.
No ahorró sus críticas, también, al funcionamiento errático de la OEA (Organización de Estados Americanos), solicitando no descartar “la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto en asuntos de derechos humanos y de democracia”. Y mencionó la necesidad de reconsiderar a la OEA, ya que está ajena a los intereses de América Latina, y que ya no puede sostenerse la política de hace 200 años, caracterizada por las invasiones: “Sostengo que debemos guiarnos siempre por los principios de política exterior, sobre la no intervención. Quiero expresar mi solidaridad con el pueblo cubano, creo que debe buscarse una salida mediante el diálogo sin el uso de la fuerza, sin la confrontación, sin violencia y tienen que ser los cubanos quienes decidan, porque Cuba es un país libre, independiente y soberano”.
Y tampoco quedó en meras palabras: a la fecha, México ha enviado a Cuba dos barcos con 1.862,5 toneladas de ayuda humanitaria, más un cargamento de 11 toneladas enviadas en un avión Hércules, con kits para diagnósticos de la enfermedad COVID-19, batas, jeringas, equipos de protección y otros productos médicos. También se sumaron a los envíos Rusia (170,7 toneladas de alimentos e implementos para enfrentar la pandemia de COVID-19, en una carga compuesta por harina de trigo, un millón de mascarillas faciales desecartables, latas de conservas cárnicas, y aceite de girasol refinado empaquetado en botellas plásticas), Vietnam (12.000 toneladas de arroz), y Bolivia (16,5 toneladas de alimentos, 2,5 toneladas de jeringas descartables, y una tonelada de insumos de bioseguridad). También Nicaragua habría enviado un barco con alimentos, aunque no dio detalles del contenido.
Ahora, y a la luz del nuevo fracaso de política internacional de EEUU que se retira de Afganistán después de 20 años, queda ver si el imperialismo ha aprendido algo acerca de la soberanía de cada país. Los dichos de Lula (“Los estadounidenses tienen que dejar de ser tan rencorosos. El bloqueo es una forma de matar a seres humanos que no están en guerra. ¿De qué tiene miedo Estados Unidos?”) se alinean con lo declarado en enero por el nuevo gobierno de Biden respecto a su intención de revisar la política exteruir respecto a Cuba, luego de que Trump endureciera el embargo comercial sobre la isla y volviera a incorporarla a la “lista estadounidense de patrocinadores del terrorismo”.
Pero en Latinoamérica “han pasado cosas”: los gobiernos de Chile (Piñera) y Brasil (Bolsonaro) se han visto afectados por sendas crisis sociales, agravadas por la pandemia de COVID-19, más la derrota de Macri en Argentina, el triunfo de Castillo en Perú, las protestas contra las políticas de Duque en Colombia, el regreso de la democracia con Luis Arce en Bolivia, y la búsqueda de estabilidad institucional con Maduro en Venezuela (con el desconocimiento internacional de Guaidós) no le deja mucho margen de acción al presidente norteamericano. Si bien aún no ha levantado ninguna medida hacia el “desbloqueo”, es posible que la administración Biden comience a analizar más detenidamente (y de una vez por todas), que las intervenciones a otros países (en este caso con la forma del bloqueo, histórico, ya) no sea una política exterior eficiente, redituable, ni aceptada por los países que ellos consideran “el patio trasero de América”.
Como sucedió en Vietnam, la derrota es innegable: más de cuatro millones de vietnamitas (entre civiles y militares) muertos, sumado a los más de sesenta mil soldados propios, por subestimar al enemigo, en un territorio totalmente desconocido y con una zona de operaciones fuera de una logística aplicable. Y EEUU se retira otra vez derrotado de Irak : toda la operación desplegada queda ahora, apenas restringida a algunas misiones de vigilancia aérea, que los desplaza del protagonismo militar de la zona, basado en problemas de logística, dada la distancia que separan su país de la zona de conflicto. Lo está haciendo ahora de Afganistán, dejando en evidencia el último fracaso. Veinte años de intentos de establecer un sistema occidental, capitalista, en contra de las cuestiones culturales propias del pueblo y la región. Ahora que se retiran, queda una generación en el medio, con raíces distintas a sus nuevas costumbres. Conflictos religiosos, sociales, culturales, que nadie se atreve a vaticinar cómo serán saldados. Las acciones en toda Latinoamérica también fueron cuantiosas e infructuosas para los países de la región. El imperio, siempre buscando proteger los bienes e intereses propios. ¿Serán estos nuevos peldaños para lograr (de una vez por todas) el levantamiento del más sanguinario bloqueo con el que EEUU mantiene hace más de 60 años como rehén al pueblo cubano? Latinoamérica sigue en pie de lucha.
*Roque Silles es miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11.