Ailín Piuquén Umpiérrez Varela*
El mundo nos da señales. Nos advierte. Nos muestra, en distintas dimensiones, -social, política, económica, cultural, ambiental- que atravesamos una Crisis.
¿Quién se atreve a decir que la situación es de tranquilidad?, ¿Quién niega que el mundo está en un momento de ebullición? Nos centraremos analizar aquí la crisis ambiental global y la forma que asumen algunas de las luchas y movilizaciones a lo largo y ancho del globo.
Transitamos, dentro del sistema capitalista, su fase financiera-global, donde la clase dominante, personificada en la “Moderna Aristocracia Financiera”, tiene como objetivo la maximización de las ganancias, a costas de la explotación sin límites de la naturaleza, de los trabajadores y de las trabajadoras.
Esta fase se caracteriza por la concentración y centralización del capital a una escala global, teniendo como grandes protagonistas a las cities financieras (Wall Street, Londres, Shanghai, etc), a los fondos y bancas de inversión, y a las plataformas de internet como ordenadoras de una economía articulada en red. Algunas de sus herramientas claves son el manejo de dinero especulativo en alta escala, la digitalización del capitalismo, invirtiendo el excedente en el desarrollo de lo tecnológico, como el 5G, la Inteligencia Artificial (IA), Internet de las Cosas (IoT), etc.
Según datos de Oxfam, en enero de 2017 solo 8 hombres poseían la misma riqueza que los 3.600 millones de personas, que conforman la mitad más pobre de la humanidad. El 82% de la ganancia del mundo quedó en el 1% de la humanidad, mientras que un 1% controla el 50% de esa riqueza en igual período.
Solemos creer que cuando hablamos de calentamiento global o cambio climático, nos referimos a un futuro lejano. La realidad es que estamos viviendo un momento de crisis ambiental global, producida por la explotación sin límites de nuestra Madre Tierra.
Ya no es novedad ver glaciares que año tras año pierden grandes cantidades de superficie, huracanes y tsunamis que se llevan por delante enormes porciones de territorio, focos de incendios en las selvas más importantes, sequías intensas en lugares donde anteriormente eran regiones húmedas. El problema está en naturalizar estos hechos o leerlos como parte de un destino apocalíptico inmodificable.
Cuando ahondamos en el análisis, nos surgen las siguientes dudas ¿Quiénes son los responsables de esta situación ambiental preocupante que vivimos? ¿Cómo se produjo y se sigue agudizando este deterioro de nuestra Tierra? ¿Cuál es la salida para recuperarlo?
Hay distintas miradas al respecto, y por lo tanto varias respuestas a estas preguntas. Algunos dirán que la culpa es de todos y todas por igual, que la acumulación de actos individuales y la falta de conciencia ambiental es la que atenta contra la Tierra. Otros querrán explicarlo a través de cuestiones técnicas productivas acerca de cómo reducir el impacto ambiental, la huella de carbono o argumentando una sobrepoblación. Nosotros afirmamos que hay un culpable, y que ese culpable tiene nombre y se llama Capitalismo.
Los datos son devastadores y angustiantes: según Visual Capitalist las emisiones de dióxido de carbono (CO2) aumentan a nivel récord cada año (a razón de 1,7% interanual), siendo China (27,2%) y Estados Unidos (14,6%) los que más aportan porcentualmente en gases invernaderos a nivel global. Estos gases son generados principalmente por las grandes industrias y los millones de automóviles que existen en el mundo.
A medida que los gases invernaderos aumentan, la superficie de bosques y selvas disminuyen. A principios del siglo XX, contábamos con 50 millones de km2 de áreas boscosas y se redujo a 40 millones de km2. Para poder dimensionar este dato de alguna forma, vamos a poner un ejemplo: los 10 millones de km2 perdidos equivalen a la superficie de todo el continente europeo. Ahora bien, ¿Cómo se pierden selvas y bosques? Por la deforestación al servicio de los AgroNegocios, demostrando la falta de equilibrio de este sistema de explotación y la matanza de nuestra casa: la Madre Tierra. La ecuación es sencilla, mientras más CO2 se produce, y menor cantidad de bosques haya, mayor será el calentamiento global.
Iman Ghosh, en un estudio realizado para Visual Capitalist, dice que por cada hora en el mundo se desperdician 55 millones de botellas plásticas; esto formaría una montaña más alta que la estatua brasileña del Cristo Redentor de Brasil. Por día son 1.300 millones de botellas plásticas, formando una montaña de aproximadamente 324 metros.
Según datos de la ONU, por causas de contaminación del aire, del agua y contaminaciones químicas, en el mundo mueren aproximadamente 12,6 millones de personas al año.
Situación en Latinoamérica
La lucha por la defensa del ambiente en Latinoamérica está siendo reprimida de manera escandalosa. Global Witness, presentó un informe que reveló que Latinoamérica es la región más peligrosa para los defensores ambientales y de la tierra, ya que afirma ser la región con más asesinatos del 2018, reportándose para ese año 83 muertes. Colombia lidera la estadística con la cifra de 24 asesinatos, seguido por Brasil con 20, Guatemala 16, México 14, Honduras 4 y Chile 2.
Párrafo aparte se merecen los incendios ocurridos en la Amazonia, territorio que genera el 20% del oxígeno mundial. Desde la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, se redujeron las operaciones de fiscalización ambiental además de una disminución del 34% de las multas aplicadas por el IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente) permitiendo una libertad de acción a las empresas que explotan la tierra brasileña, sin un control del Estado.
Bolsonaro en nueve meses de gobierno lanzó al mercado 353 agrotóxicos que ponen en riesgo a la población brasileña, envenenando la tierra y así también a los alimentos que se producen. Según Gerson Teixeira, expresidente de la Asociación Brasileña de Reforma Agraria, Bolsonaro lanzó al mercado durante 200 días más productos agrotóxicos que los que aprobó la Unión Europea (UE) para dichas sustancias en un período de ocho años. Es fácil saber cuánto le importa nuestro pulmón verde al señor presidente.
Y el caso reciente de Argentina, también es para destacar. A fines de agosto de este año, el presidente Mauricio Macri modificó la Ley de Residuos Peligrosos a través de un decreto, el cual permite la flexibilización de los permisos para la importación de basura en un contexto en el que Estados Unidos precisa encontrar un nuevo destino para sus residuos, debido a que China cerró, a comienzos de este año, las puertas de la importación de los desechos estadounidenses y europeos. De esta manera, nos convertiremos como muchos han dicho, en el “basurero del mundo”.
Pensando las tareas militantes
El Capitalismo es esencialmente un sistema deshumanizante. Define a la naturaleza como “recursos naturales”, herramientas al servicio de una sociedad capitalista; define a los y las obreras como “recursos humanos”, descartables, donde nuestra vida solo vale si trabajamos para ellos. Pero ni las personas, ni la naturaleza son “recursos”, no son meros medios al servicio de un sistema de acumulación. Por ello, resulta urgente la reconstrucción del tejido social y la relación de los seres humanos con la Madre Tierra, y para esto, ningún sistema que divida a la sociedad bajo el concepto de propiedad, logrará esa relación.
El Movimiento Ambientalista, ha traspasado las fronteras de los Estados Nación, generando movilizaciones gigantescas en un mismo día en todo el globo. Según Global Climate Strike, durante la semana comprendida del 20 al 27 de septiembre, se movilizaron 7,6 millones de personas en todo el mundo, en su mayoría estudiantes. Y se realizaron 6.135 eventos en 185 países.
Como dice Giménez (2019) “Hay una realidad que nos lleva a dos caminos posibles: o vamos hacia un mundo con mayor exclusión y explotación, o transitamos hacia un mundo desmercantilizado, con capacidad de desarrollar resiliencia, integrado glocalmente -desde lo local a lo universal y de lo universal a lo local-, comunitariamente, con perspectiva social y para el beneficio de las mayorías.”
El Movimiento Ambientalista debe comprenderse en términos revolucionarios. Esto significa que tiene que luchar en pos de destruir al sistema capitalista, debe luchar contra el enemigo del pueblo que es el 1% de la Élite Mundial, culpable de la Crisis Ambiental Global y de los males de la sociedad, y al mismo tiempo desarrollar una sociedad que sea construida por los intereses de las mayorías, desde el Pueblo y para el Pueblo. Generando nuevas relaciones de producción utilizando la ciencia y la tecnología disponible para la producción sustentable, y sin contaminación.
La sociedad post-capitalista deberá estar basada en los valores de la igualdad, solidaridad, justicia social, y deberá ser profundamente ambientalista. Debe convocar al futuro, construyendo nuevas relaciones sociales, en la que nos medie lo humano y no las mercancías, generando soluciones locales a los problemas globales, construyendo conciencia colectiva en donde el bienestar de la sociedad sea lo principal, una sociedad de iguales, sin opresores ni oprimidos.
*Ailín Piuquén Umpiérrez Varela
ailin.umpi21@gmail.com
Bibliografía
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Muy Buena nota!