NUESTRA VISIÓN SOBRE CUBA

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Horacio Lopez*  y Rubén Vieyra* El 5/04/11, Tesis 11 organizó una charla-debate cuyos panelistas fueron los autores de este artículo, quienes expresaron sus impresiones luego de un nuevo viaje a Cuba que realizaran recientemente y que aquí reproducen, vinculando hechos históricos nodales con las condiciones de vida actuales en la isla y comparándolas con las […]

La comunicación en Latinoamérica: La vuelta del Estado , lo pendiente y los logros.

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(dossier América Latina: artículo 4 de 7) Lidia Fagale* “El debate que hoy atraviesa la agenda latinoamericana en torno a democratizar la comunicación, tiene avances y retrocesos y pone en evidencia que cuando hablamos de comunicación, también hacemos referencia al modelo de sociedad al que se aspira tanto en lo referido a su orden económico como a […]

“PUEBLO TANGO”, UNA EXPERIENCIA DE TRABAJO EN COMUN.

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Roberto Papadopulos*  “…los triunfos de distintos gobiernos democráticos y populares, crearon un escenario nuevo, donde en especial la juventud y muchas organizaciones sociales pasaron a ocupar el centro del mismo.”  “Este clima contribuyó para que un grupo de milongueros (bailarines de tango) pusieran a rodar una iniciativa; constituir una organización democrática, amplia participativa, con el objetivo […]

Centenario de Miguel Hernández

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Centenario de Miguel Hernández (1910 – 2010) Compañero del alma Por Horacio Ramos Miguel Hernández. Allí, en Orihuela, tierra fecundada por las aguas del Segura, río que corre por la llanura de la provincia de Alicante, y muere en Guardamar entre dunas y arenas costeras, sin estuario ni delta. En ese territorio, donde la palmera, […]

Reflexiones de Fidel

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eflexiones de Fidel
El IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba

Tuve el privilegio de seguir directamente voz, imágenes, ideas, argumentos, rostros, reacciones y aplausos de los delegados participantes en la sesión final del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, que tuvo lugar en el Palacio de Convenciones el pasado domingo 4 de abril. Las cámaras de televisión recogen detalles desde proximidades y ángulos mucho mejores que los ojos de las personas presentes en cualquiera de esos eventos.
No exagero si digo que ha sido uno de los momentos más emocionantes de mi larga y azarosa vida. No podía estar allí, pero lo viví dentro de mí mismo, como quien recorre el mundo de las ideas por las cuales ha luchado las tres cuartas partes de su existencia. De nada valdrían sin embargo ideas y valores para un revolucionario, sin el deber de luchar cada minuto de su vida para vencer la ignorancia con que todos venimos al mundo.
Aunque pocos lo admitan, el azar y las circunstancias desempeñan un papel decisivo en los frutos de cualquier obra humana.
Entristece pensar en tantos revolucionarios, con muchos más méritos, que no pudieron siquiera conocer el día de la victoria de la causa por la cual lucharon y murieron, fuese la independencia o una profunda revolución social en Cuba. Ambas al final inseparablemente unidas.

Desde mediados de 1950, año en que concluí mis estudios universitarios, me consideraba un revolucionario radical y avanzado, gracias a las ideas que recibí de Martí, Marx y, junto a ellos, una legión incontable de pensadores y héroes deseosos de un mundo más justo. Había transcurrido entonces casi un siglo desde que nuestros compatriotas iniciaron el 10 de octubre de 1868 la primera guerra de independencia de nuestro país contra lo que restaba en América de un imperio colonial y esclavista. El poderoso vecino del Norte había decidido anexarse a nuestro país como fruta madura de un árbol podrido. En Europa habían surgido ya con fuerza la lucha y las ideas socialistas del proletariado contra la sociedad burguesa que tomó el poder por ley histórica durante la Revolución Francesa que estalló en julio de 1789 inspirada en las ideas de Juan Jacobo Rousseau y los enciclopedistas del siglo XVIII, las cuales constituyeron igualmente las bases de la Declaración de Filadelfia el 4 de julio de 1776, portadora de las ideas revolucionarias de aquella época. Con creciente frecuencia en la historia humana, los acontecimientos se mezclan y superponen.

El espíritu autocrítico, la incesante necesidad de estudiar, observar y reflexionar, son a mi juicio características de las que no puede prescindir ningún cuadro revolucionario.
Mis ideas, desde bastante temprano, eran ya irreconciliables con la odiosa explotación del hombre por el hombre, concepto brutal en que se basaba la sociedad cubana bajo la égida del país imperialista más poderoso que ha existido. La cuestión fundamental, en plena Guerra Fría, era la búsqueda de una estrategia que se ajustara a las condiciones concretas y peculiares de nuestro pequeño país, sometido al abyecto sistema económico impuesto a un pueblo semianalfabeto, aunque de singular tradición heroica, a través de la fuerza militar, el engaño y el monopolio de los medios de información, que convertían en actos reflejos las opiniones políticas de la inmensa mayoría de los ciudadanos. A pesar de esa triste realidad, no podían, sin embargo, impedir el profundo malestar que sembraban en la inmensa mayoría de la población la explotación y los abusos de tal sistema.