Situación nacional
Gerardo Codina*
El cierre de las listas de candidatos nacionales de los 24 distritos para las próximas PASO, terminó de definir un escenario reconfigurado por dos potentes realidades. Una, la conducción lograda en el peronismo por Cristina Fernández y otra, el descalabro electoral de Cambiemos en la mayoría de las provincias.
Quedaron configuradas dos potentes coaliciones, entre las que se habrá de dirimir el futuro político del país y un tercer espacio minoritario que tiende a derretirse por la potencia de las dos opciones principales. Una, que tiende a ser mayoritaria, que condensa a casi todo el peronismo, a muchos radicales, socialistas e intransigentes y a gran parte de la izquierda no trotskista. La unidad de gran parte del peronismo, le permite consolidar un espacio de atracción de casi todos los sectores del campo nacional y popular.
En este espacio, la centralidad de Cristina Fernández se reforzó[1], al asumir con su decisión de postergarse en la fórmula presidencial, una posición de conducción estratégica de su vasto movimiento, que excede al peronismo y se verá si logra consolidar en el tiempo. A su vez, esa decisión suya tuvo tal potencia, que obligó a casi todo el resto de la política a reinventarse dentro de sus capacidades, para tratar de conservar competitividad. Es que Alberto Fernández, “hombre veterano en articular diálogos y construir consensos”, como decíamos en la nota citada, tiene las condiciones para conformar una amplio gobierno de unidad nacional, dejando atrás la grieta instalada por el macrismo.
Así, sin disponer de su libreto de odio, el oficialismo tuvo que abrir los brazos a Pichetto, como si fuera una bocanada de aire fresco y además de cambiar el nombre de su lista. Aunque desde siempre fue una coalición de centro derecha, que cobija gorilismos de diverso pelaje junto a procesistas y tránsfugas de la derecha peronista, ahora reforzó esa característica, por caso con la pobre foto presidencial con Amalia Granata. Cambios que también fueron realizados bajo el embate de una larga sucesión de derrotas provinciales que, si bien no configuran un anticipo directo de lo que sucederá en octubre, indican que el panorama no es nada sencillo para ellos.
Huelen a descalabro aun cuando cuentan, además del compromiso militante de todo el poder económico, incluso con la intervención desvergonzada de Estados Unidos, por medio del Fondo Monetario Internacional, financiando la campaña electoral de la reelección de Macri, al precio de hundirnos en una enorme deuda, que sólo engorda la fuga de capitales, que hacen los mismos que hoy están en el gobierno nacional.
También la tercera vía se modificó. Perdió dos de sus bastoneros peronistas, atraídos cada uno por una de dos coaliciones en pugna. Un tercero, el gobernador cordobés Schiaretti, ganador en la partida provincial, se quedó fuera del escenario nacional y sólo reforzará su cordobesismo. La otra pata, la santafesina socialista, también quedó renga al perder en su feudo. Así sólo permanecieron con expectativas nacionales Lavagna y Urtubey, con el acompañamiento del duhaldismo residual y la sociedad Barrionuevo Caamaño, para intentar terciar en una parada en la que se ilusionan con lograr un segundo lugar para poder ingresar en el ballotage definitivo. Algo que sólo podrían haber logrado si canalizaban los votos del radicalismo descontento de la alianza con el macrismo, lo que no se evidencia como realizable, dado los nombres ubicados en las listas y el relegamiento de Margarita Stolbizer y de la corriente radical dispuesta a romper con Cambiemos.
Que no hayan sido mejores para interpelar ese espacio del viejo partido nacional, sólo prolongará la agonía de los remanentes de la UCR, partido que paga con recortes de los espacios de representación institucional que detentaban, los costos de una sociedad que prometía futuro y sólo multiplicó deudas y pesares para las mayorías.
Las certezas pre electorales
Más allá de cómo resulten las elecciones, se pueden anotar hoy algunas certezas. Con el macrismo, la derecha ha logrado por primera vez una presencia política electoral relevante que, aunque pierda en las urnas, seguirá gravitando seriamente y, como expresa el poder económico concentrado, retendrá muchos recursos de acción tanto nacional como internacional, tal como se ha visto con sus alianzas estratégicas con los fondos buitres para humillar los intentos autonómicos nacionales y con los gobiernos norteamericano e inglés.
La consolidación de esta derecha nacional expresa un fenómeno que deberá atenderse más allá de las elecciones, porque implica la captura ideológica de una parte de los sectores populares por la ideología neoliberal. Una porción no menor de ese espacio se acumula entre las capas de mayor edad, aunque los jubilados han sido un segmento particularmente agraviado y postergado por el macrismo. Si no se los recupera, seguirán engordando una posición que puede producir desafíos electorales futuros.
Será esta también la primera vez que un gobierno no peronista completa su gestión sin estar sumido en una crisis institucional y política severa, que lo desmorone u obligue a negociar una salida anticipada. No ha sido mérito del macrismo, que hundió a las mayorías populares en una de las más enormes crisis de nuestra historia, mediante la concentración de los recursos sociales en la cúspide del poder y la simultánea destrucción de la economía argentina.
Además, el macrismo puso en crisis muchas de las instituciones de la república al intentar forzarlas en beneficio de su cruzada contra la voluntad transformadora de las fuerzas populares. El poder judicial, las fuerzas de seguridad, el aparato de inteligencia del estado, los medios de comunicación y el mismo ordenamiento jurídico, acumulan daños severos, que también tendrán que ser reparados. Pero la reacción ante esta acumulación de ofensas a la institucionalidad democrática, no ha sido desestabilizar su gobierno, sino preparar su derrota en las urnas. Una enorme señal de madurez democrática que no habrá de agradecer esta derecha revanchista y negacionista.
La posibilidad abierta de volver a reconstruir una patria que cobije los sueños de las mujeres y los hombres de nuestro pueblo, sólo será posible de recorrer en base a la construcción de un amplio consenso de mayorías, mediante el diálogo y el reconocimiento de las legítimas diferencias, a veces construidas a partir de miradas diferentes de la institucionalidad. Aunque existe un núcleo extenso de la población que cuenta con muchas certezas sobre el rumbo a transitar y una conducción clara, no sobra nadie que se pueda sumar. El adversario es muy poderoso y seguirá haciendo tenazmente resistencia. Además de que ellos no tienen reparo en jugar sucio. Ya lo demostraron una y otra vez. Espert acaba de probar esa medicina.
En la articulación popular requerida, se hace preciso reparar en que las realidades provinciales que se expresan en nuestro federalismo no son una simple rémora de un pasado remoto, sino un resultado de un proceso de acumulación de poder y riqueza en el puerto, que históricamente ha postergado a las provincias a mendigar recursos al estado nacional. La mirada federalista también implicará abordar de un modo diferenciado las desigualdades acumuladas, pero siempre atendiendo a la dignidad singular de los habitantes de cada distrito.
Asimismo, el fortalecimiento del propio sector también implica la consolidación de sus núcleos más dinámicos y avanzados, en los diferentes espacios de poder del movimiento popular. Por caso, la representación sindical, las corporaciones profesionales y el desarrollo del movimiento empresario de la pequeña y mediana empresa. La consolidación en una misma organización de un movimiento único de trabajadores ocupados y desocupados, activos y jubilados, que ya se anticipó, algo que seguramente exigirá tiempo, paciencia y esfuerzos combinados, será en ese sentido un aporte sustantivo a la posibilidad de dotar de basamentos sólidos a cualquier proyecto transformador de largo aliento.
Conjuntamente con asumir las agendas del movimiento de mujeres y promover la cuestión ambiental, la disputa sobre la producción de sentidos deberá también expresarse en la consolidación de un sistema propio de medios de comunicación y difusión masivo. La ampliación del espacio democrático, alcanzada unos años atrás al habilitar el voto de los mayores de 16 años, refuerza la posibilidad de contar con la alternativa de una profunda renovación generacional de la representación popular, como ya se evidencia en muchos lugares del país. Pero además, reclamará una permanente actualización de la propuesta del movimiento popular, atenta a capturar una realidad en trasformación cultural profunda.
Lo que nos espera
Cualquiera fuese el próximo gobierno, heredará del macrismo una verdadera bomba que puede estallarle en la cara. Además de las enormes urgencias de los sectores populares, que esperarán un cambio en serio y pronto, tendrá que lidiar con las condicionalidades de la deuda monstruosa e inútil para el país, en la que nos metieron precisamente para entramparnos en su lógica del ajuste perpetuo. Y, en ese contexto de apremios y escasez de recursos, tendrá que responder por el necesario desarrollo de un país que no debería perder el tren de la profunda transformación tecnológica y económica en curso, que habrá de reconfigurar el mundo en pocos años más. Será tiempo de salir del laberinto por arriba, como reclamaba Marechal, aunque no apostando a Dios, pese a Bergoglio, sino a la creatividad.
El único camino es la defensa del trabajo argentino como prioridad absoluta, han recordado los principales candidatos del Frente de Todes. No sólo se trata de trabajo, sino de asegurar otra inserción en el mundo, distinta de la neocolonial que nos han querido imponer como único destino para nuestro país. Una inserción que nos posibilite generar con nuestro trabajo los recursos externos requeridos para atender las necesidades simultáneas de nuestro desarrollo y de la deuda heredada.
¿Es posible? No parece sencillo, pero tampoco imposible. En todo caso, es un desafío mayúsculo pero, al mismo tiempo, si no se intenta, no tenemos destino nacional. No vendrá el Chapulín Colorado (ni China) a pagar nuestra deuda soberana. Aunque mucho de ese pago podría provenir del recupero de los fondos ilegalmente evadidos por la cúpula empresarial que los ha fugado. Pero para ello sería menester una colaboración de las naciones capitalistas centrales que, hasta aquí, se han alineado para sostener la aventura macrista. O sea que, tampoco se la puede esperar, aunque se intente.
En este sentido, estamos solos. Para avanzar según nuestros objetivos, tendremos que recuperar el tejido industrial y todas las cadenas de valor nacionales. Pero no se trata, creemos, de regenerar una industria sustitutiva de importaciones, sino de poner en pie una con capacidad de competir, al menos regionalmente. Sector por sector, la apuesta a la innovación tecnológica de avanzada y a la proyección internacional de nuestras empresas, puede ser el camino para solventar simultáneamente las dos enormes deudas que se heredarán.
Hay muchas capacidades locales que nunca se han pensado en función de su proyección regional, como por caso nuestro sector salud. No sólo contamos con una de las diez industrias farmacéuticas del mundo, sino que en el terreno de la investigación básica y de la provisión de servicios asistenciales nuestro país cuenta con una tradición de excelencia, a tono con las más avanzadas, expresada en nuestra contribución de Premios Nobel en ciencia latinoamericanos y en que nuestras universidades son centros formativos de elección regional. ¿Es posible que a mediano plazo este sector, que además tiene una enorme implicancia social, un gran tamaño en nuestra economía y la condición de ser mano de obra intensivo, pueda compensar con su propia generación de recursos externos los que hoy consume para realizar desarrollos locales y prestar servicios? Si se logra, luego quizás también pueda pensarse en que sea una fuente de recursos no convencionales. Si Cuba lo ha conseguido, ¿por qué no podremos hacerlo?
Estos interrogantes pueden plantearse sector por sector. Desde la
producción de contenidos audiovisuales, hasta la provisión de servicios de
banca y seguros, pasando por el recupero de la industria nacional de producción
de electrodomésticos, ciclomotores, barcos, trenes y autos, por señalar
algunos. Lavagna tiene razón en ese sentido. Argentina necesita movilizar sus
enormes recursos para salir de la postración y el estancamiento de los últimos
años. Pero tiene la formidable ventaja de contar con esos enormes recursos, que
no se limitan a su enorme producción agraria o a la disponibilidad de riquezas
en su subsuelo. Sólo se trata de ponerlos en marcha. Esta también es una
certeza pre electoral.
[1] Ver la nota Tiempo de descuento, del mismo autor. Mayo 2019. http://www.nuevosairesportal.com.ar/politica.html
*Gerardo Codina. Psicólogo. Instituto del Mundo del Trabajo UNTref. Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.