Revista Tesis 11 (nº 112)
(Latinoamérica)
Claudio Esteban Ponce*
El supuesto éxito del “modelo chileno”, derivado de la dictadura pinochetista y vendido muy bien al exterior por la propaganda de los medios concentrados de ese país, supo esconder las carencias de una democracia superficial que solo se remitió a la posibilidad de los ciudadanos a ejercer su voto. Durante la última década, el proceso de transformación sobrellevado por la mayoría de los Estados de América Latina, dejó muy atrás la profundización democrática de Chile y puso en evidencia el retraso en materia de derechos que se vivía en ese país. Con el nuevo gobierno de Michelle Bachelet, fruto de una alianza de izquierda, se prometieron cambios importantes y el inicio de una renovada etapa respecto de las políticas pasadas, el tiempo mostrará como enfrenta estos desafíos el Estado trasandino.
El presente de América Latina comenzó a mostrar en sus principales países en los que la transformación socio-política y cultural lleva más de una década, profundas grietas que favorecieron la confrontación violenta de sus sectores sociales. Si bien fue indudable que nuevamente se observara el accionar desestabilizador del ámbito externo, para ser más concretos, la renovación de las viejas prácticas imperialistas de los EEUU, la responsabilidad interna se reflejó en la carencia de construcción de una mayor conciencia social y política, y en la imposibilidad de enfrentar estas problemáticas dado la burocratización y hasta la decidía de varios de los mismos integrantes de los movimientos renovadores.
Evidentemente, los serios intentos golpistas que enfrentó y aún enfrenta Venezuela desde el sector interno y externo, los ataques destituyentes que soportó hasta ahora la presidenta de la República Federativa del Brasil, y las operaciones antidemocráticas que fueron gestadas en la Argentina, demostraron que la agresión está direccionada a la primigenia alianza que iniciaron Chávez, Lula y Kirchner a partir de la cual empezó la nueva primavera de los pueblos latinoamericanos en los albores del siglo XXI. Luego de haber intentado golpes a Bolivia y Ecuador y cuyo fracaso fue debido a la inmediata reacción de la Unión del Sur, los intereses asociados de los poderes locales y extranjeros decidieron atacar a quienes se consideraron como los Estados más influyentes de la región y de esta forma aislar a los países más pequeños del continente.
En este marco de turbulencias retornó el socialismo en Chile. Michelle Bachelet llegó al gobierno con la conformación de una alianza apoyada e integrada por los sectores más conflictivos que enfrentaron al gobierno de Piñera. De esta forma se abrió un tiempo de esperanza, se prometieron cambios respecto de la falta de respuestas que la administración anterior tuvo hacia los estudiantes y los trabajadores. A partir de allí, durante los primeros meses se enviaron proyectos de reformas económicas con el objeto de cumplir con las propuestas electorales. Aunque se observaron algunos indicios tales como el envío de un proyecto de ley de reforma impositiva para hacer factible una educación superior gratuita, u otras medidas para saldar la vieja deuda social, estos intentos no pudieron pasar, como indicaría la antigua filosofía aristotélica, de la potencia al acto. Los sectores conservadores chilenos no se revelaron muy dispuestos a bendecir políticas orientadas a profundizar la democracia y hacer de la República trasandina una sociedad más igualitaria.
A su vez es digno destacar que es muy pronto todavía para criticar por inacción a la gestión de Bachelet, aún hay mucho que luchar y no hubo evidencias claras de algún cambio de discurso o de contramarchas respecto de las propuestas que llevaron a los sectores de izquierda al gobierno.
Ahora bien, ¿Podrá Chile iniciar un camino por el sendero del cambio? ¿Creará la nueva gestión las condiciones para llevar adelante la necesaria reforma de la constitución chilena para alejarse definitivamente de la herencia pinochetista? ¿Qué posición tomará el gobierno de Bachelet frente a la presión ejercida por el imperio estadounidense a países como Brasil, Argentina y fundamentalmente Venezuela? ¿Se unirá a Latinoamérica o navegará como siempre lo hizo por el mar de las ambigüedades en materia de política exterior? Si se hace un rápido paneo por la historia política de Chile, siempre conducida por la clase dominante, no se pueden esperar medidas muy revolucionarias, pero conviene saber que es temprano para abrir juicio sobre este socialismo en construcción.
Más allá de la desafortunada e hipotética desprolijidad comercial del hijo mayor de la presidenta, y pesar de los ataques de la derecha, los sectores de la alianza que conducen el gobierno tienen posibilidades de realizar cambios muy importantes. Analizando someramente las protestas contra el neoliberalismo anterior debemos considerar que se puede esperar de nuestros hermanos chilenos una capacidad de lucha y movilización que ya fue demostrada.
Si tomamos en cuenta las palabras expresadas por Camila Vallejos en el Foro de la Emancipación y la Igualdad organizado recientemente en la Argentina, esta brillante jovencita mencionó que variados sectores sociales están conscientes de lo mucho que tienen que realizar para llevar adelante los tan mentados y necesarios cambios que su país demanda. Además, la joven dirigente agregó un dato importante a tener en cuenta para llevar adelante una constante movilización popular, propuso dejar de lado las diferencias generacionales y formar una alianza intergeneracional entre estudiantes, trabajadores y demás sectores sociales unidos por la convicción ideológica dejando de lado las divisiones prejuiciosas de roles y edades cronológicas. Jóvenes y adultos, trabajadores y estudiantes están aprendiendo a unir esfuerzos en la lucha. Si esto se puede lograr queda abierta la posibilidad de un Chile que acompañe la nueva emancipación de América Latina.
Los tiempos que asoman en el continente se muestran obscuros y peligrosos, pero si se logran encaminar proyectos políticos y económicos soberanos y análogos en toda la región, será mucho más fácil resistir las renovadas “políticas del garrote” implementadas por el imperio estadounidense. Latinoamérica ha soportado etapas más siniestras y terroríficas que la presente, solo es imprescindible evitar el aislamiento.
Los chilenos en su mayoría siguen expectantes, la “duda” está continuamente latente, pero el sueño de una sociedad más justa e igualitaria siempre seduce a las mayorías.
*Claudio Esteban Ponce, Licenciado en Historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11.