Alberto Poggi*
Sobre el papel del Instituto del Cine en los últimos años. Su apoyo en los ’90 a la renovación de nuestro cine en manos de nuevas camadas de realizadores cinematográficos y la falta actual de una política que impida la dilución de ese impulso creador ante la dificultad de competir con el cine norteamericano.
Los comienzos de un nuevo año siempre conllevan la tentación de realizar balances y así surgen los famosos: “Balance y perspectivas” que pueblan revistas varias. Me alejo de la tentación pero creo que es bueno pensar un poco alrededor de una situación que se viene repitiendo en los últimos dos o tres años: la realización de cincuenta o sesenta films anuales en nuestro país. ¿Eso es bueno o es malo para los que amamos el cine?
La cosa parece comenzar a mediados de los nefastos años ’90 cuando la gran cantidad de jóvenes estudiantes de cine (hoy son más de diez mil en doce instituciones nacionales, que incluye la restrictiva ENERC , que depende del Instituto de Cine) comienzan a filmar decenas de cortos y medios y el Instituto tiene la idea de nuclear algunos de ellos en lo que se llamó Historias breves 1, porque luego vinieron otras no tan relevantes, y estrenarlo comercialmente.
Fue un éxito de crítica y también de público y abrió la puerta para el largometraje a autores que marcarían la impronta estética y la renovación narrativa y formal de nuestro cine de los años por venir, hasta el día de hoy. Algunos nombres: Adrián Caetano, Lucrecia Martel, Albertina Carri y Martín Rejtman, entre otros.
El Instituto de Cine, a partir de fines de los ’90 con Miguel Onaindia como Presidente, fue acompañando esos aires y especialmente con el ahora diputado Jorge Coscia a su frente, se avanzó con relación a la autarquía del Instituto, en la regulación nacional del fomento, en la firme decisión de replantear la cuota de pantalla para nuestro cine, creación de nuevas salas y difusión en el interior del país y en el mundo.
Durante el 2005, si bien hubo una merma significativa en la venta general de entradas, casi 6.000.000 menos comparando con el 2004, se mantuvo la cantidad de estrenos nacionales (53 en el circuito comercial y otros 22 en salas alternativas). El problema que se viene acentuando y aquí hay una evidente responsabilidad del Instituto, es que la gran mayoría de las películas salen al mercado sin ninguna posibilidad de competir contra las películas norteamericanas, por falta de fondos para el lanzamiento publicitario y las pocas salas en que se exhiben ( un tanque puede salir en más de cien salas y una película sin apoyo sale en el Gaumont o peor sólo en el Tita Merello). Sin duda hay una gran reticencia, como siempre, de los circuitos de exhibición, pero el Instituto puede actuar obligando a que se cumpla la cuota de pantalla que no se aplica igual para las películas argentinas que a los tanques norteamericanos y tambien destinando fondos para el lanzamiento. Cuando se habla que una gran producción norteamericana o incluso argentina, cuesta tantos millones de dólares, una parte importante se lo lleva la propaganda previa al estreno comercial.
Las buenas películas nacionales ganan muchos premios en los Festivales y la crítica en general ayuda, y se pueden vender a los circuitos internacionales,
pero eso no alcanza, es necesaria una política que por ahora no sólo no aparece en el Instituto sino que se viene avanzando en el apoyo a proyectos que tienen asegurado el éxito comercial (Luna de Avellaneda o El aura). Películas excelentes como Géminis de Albertina Carri, Cama adentro de Jorge Gaggero, Whisky Romeo Zulú de Enrique Piñeyro o La dignidad de los nadies de Pino Solanas, no contaron con un apoyo equivalente. El riesgo entonces está en que se vaya diluyendo o se pierda el impulso creador, el riesgo y el compromiso con nuevas estéticas en aras de apelar a las recetas probadas. Un riesgo que no sólo corre nuestro querido cine. Las primeras declaraciones del flamante Presidente del Instituto, Jorge Fernández, sólo auguran continuidad, nada nuevo.
*Alberto Poggi, crítico de cine en diversos medios. Integrante del colectivo de reflexión pol´´itico-social “Los Memoriosos de Caballito”.