Revista Tesis 11 (nº 111)
(política nacional)
Claudio Esteban Ponce*
A modo de balance: Una década de gobiernos del peronismo kirchnerista en Argentina. Una mirada al pasado con el objeto de valorar lo realizado, reconocer lo que falta concretar y autocriticar para enmendar. Las elecciones presidenciales del 2015. Los tibios discursos de la derecha. El camino iniciado desde 2003 a la fecha. Recordar y reflexionar sobre los cambios económicos y socio-culturales que fueron modificando nuestra forma de vivir sin darnos demasiada cuenta de la importancia que ello ha significado en la promoción del desarrollo de la libertad.
El contexto histórico latinoamericano de los últimos tiempos estuvo caracterizado por una serie de transformaciones políticas, económicas y socio-culturales que motivaron un giro total respecto del devenir del continente durante la segunda mitad del siglo XX. Argentina, por primera vez, dejó de mirar e imitar a los países centrales de la Economía-Mundo capitalista, y fijó su visión en el acontecer de América Latina. Los cambios iniciados en Venezuela y Brasil fueron acompañados paulatinamente por el nuevo modelo político que comenzó en Argentina en 2003. A partir de allí, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Chile, con diversas intensidades, con avances y retrocesos, empezaron a modificar su destino. Un continente silenciado durante muchos años por dictaduras cómplices de los intereses concentrados de la economía mundial, comenzó a despertar de un letargo impuesto a través del miedo y una gran represión.
La Argentina, que intentaba curarse de los males padecidos por el neoliberalismo y sus consecuencias materializadas en la crisis del 2001, generó a partir de la presidencia de Néstor Kirchner, un quiebre con su historia. Por primera vez, el Estado representado en un presidente electo se disculpaba por sus aberraciones cometidas en el pasado reciente.
La ruptura no solo hizo referencia a la puesta en marcha de un nuevo modelo económico, ni tampoco ésta se redujo a una variante en la distribución de recursos a los diversos sectores productivos. Por el contrario, sin demasiada legitimidad electoral, el nuevo gobierno optó por un cambio que estuvo orientado a una transformación integral del Estado y la sociedad. Sin demasiada conciencia de lo que estaba ocurriendo la población acompañó este proceso tal vez con la intención de recuperar la confianza en la política, perdida en el 2001.
Luego de once años de este proyecto volcado a la praxis, la situación presente obliga a revisar el pasado. El análisis de los hechos pretéritos tiene por objeto un mayor conocimiento de lo realizado, una clara conciencia de observar lo que falta concretar y una posibilidad de corregir los errores cometidos. La intención de esta revisión está orientada a sostener, teórica y prácticamente, la profundización de una política liberadora que continúe garantizando el desarrollo de la Nación.
¿Fueron las propuestas de los últimos gobiernos una alternativa al capitalismo salvaje? ¿Se logró una transformación profunda en la Argentina desde el 2003 a la fecha? ¿Se puede afirmar que dicho cambio de rumbo puede convertirse en una posible transición a un nuevo tipo de democracia? El peronismo en su versión kirchnerista, ¿Se presenta como una fase superadora del peronismo revolucionario de los años setenta? ¿Qué cambios se observaron en los años recientes respecto a cómo concebir la cultura democrática y la forma de hacer política?
Para responder a estos interrogantes y a otras tantas incertidumbres, se hace necesario un balance de los hechos, de los cambios realizados, y de las propuestas ideológicas promovidas por el movimiento popular re-encauzado en la nueva denominación peronista, el kirchnerismo.
En verdad, hacía mucho tiempo que no se transgredía la inercia política y los lineamientos económicos sostenidos por las dictaduras, la represión y las continuidades pseudo-democráticas. El cambio de política económica estuvo dirigido a una mayor intervención del Estado y por primera vez a conducir desde la autoridad política las medidas económicas tomadas en función del desarrollo. Decisiones como la re-estatización de las AFJP o de los recursos energéticos de YPF, de la recuperación del ferrocarril o del correo, o de hacer valer la presencia del Estado en el sistema financiero para evitar las presiones de los grupos concentrados, fueron algunas muestras del direccionamiento estratégico de la economía. Pero de todos modos, a pesar de lo importante de estas medidas, al principio obedecieron a un aspecto coyuntural, y luego acompañaron la transformación integral. La urgencia del contexto heredado de la crisis motivó la praxis inmediata en el área económica con el fin de normalizar una situación de malestar social que impedía enfocar el cambio en los aspectos más fundamentales de la vida humana, la cultura. La economía condiciona pero no sería un factor determinante si se logra gestionar el conocimiento y se concientiza políticamente.
El verdadero cambio en la Argentina evidenciado en los últimos tiempos se produjo en el ámbito socio-cultural. Desde la reivindicación de los Derechos Humanos como “Política de Estado” se derivaron una cantidad de mutaciones significativas con el fin de ampliar y profundizar los derechos ciudadanos. Desde la “defensa de la vida” se fue dando un impulso muy grande a la protección de los derechos individuales y colectivos de “cómo vivir esa vida”. Frente a una tradición hipócrita y conservadora que idealizaba la libertad individual para disimular las ventajas de un minoritario sector de la sociedad, se ampliaron las posibilidades y los derechos de una libertad para los colectivos mayoritarios. Estas reformas, promovidas por una voluntad política clarificada en sus convicciones ideológicas, fueron tomando su propio vuelo con el acompañamiento de los movimientos sociales que hicieron su aporte a la construcción de una nueva forma de vivir, más tolerante y más democrática. Avanzando un poco más, la nulidad de las leyes de “obediencia debida” y “punto final” dieron el primer gran paso hacia una necesaria revisión del pasado. Curar las heridas abiertas por el Terrorismo de Estado y volver a empezar la reconstrucción democrática facilitó la integración de actores sociales comprometidos con ese pasado. Para ello fue menester recuperar la memoria, buscar la verdad y procurar hacer justicia.
La recuperación económica fue a la par de estos cambios e hizo factible el avance en materia de inclusión social y mejoramiento de la calidad de vida. Incorporar excluidos al aparato productivo, incluir a millones de personas al derecho jubilatorio a pesar de la carencia de sus aportes producidos por la desocupación en la etapa neoliberal, fueron decisiones que dieron indicios de un nuevo tipo de Estado. Las alteraciones implementadas en las tres últimas gestiones de gobierno, no solo contradijeron la vieja política argentina, sino que crearon las condiciones objetivas para ir por más cambios tendientes a mejorar la actividad política y cultural. La incorporación de los sectores juveniles a la militancia fue otro logro trascendental, y ligado al deseo de recuperar la política vino la escucha de viejos reclamos de diversos sectores de la sociedad que fueron dando origen a nuevas leyes que mejoraron la convivencia de la comunidad. La identidad de género, el matrimonio igualitario, la fertilización asistida hicieron realidad una renovada forma de vida.
En otro plano pero también ligado a la cultura, la decisión de librar una batalla en el campo simbólico contra los grupos de medios de comunicación con posición dominante como voceros de sectores económicos concentrados, fue una elección temeraria que formó parte de un proyecto cultural democrático con el objetivo de evitar la colonización semiológica como nueva forma de imperialismo informal. Haber declarado la guerra a la violencia simbólica ejercida por los monopolios mediáticos tuvo la intención de frenar la colonización de las subjetividades a través de la ley de medios de comunicación audiovisual. Ahora bien, este avance en la libertad de expresión fue como haberle tocado la cola al diablo. La respuesta de estos grupos monopólicos poco acostumbrados a recibir afrentas del Estado, fue terrorífica, cruel y mendaz.
A pesar de la permanente lucha y los constantes obstáculos que trataron de hacer imposible el avance, los logros de este proceso fueron irrefutables. Se pueden seguir enumerando beneficios sociales obtenidos para las mayorías que solo podrán valorarse y medirse en un futuro mediato. La creación de Ministerios tales como el de Cultura o el de Ciencia y Tecnología conjuntamente con el aumento al presupuesto educativo, fueron medidas que se instalaron como políticas de Estado tendientes a financiar el desarrollo y la investigación. La incorporación de la tecnología a la enseñanza, el derecho de voto a los dieciséis años, la asignación universal por hijo y la inversión en salud pública, contribuyeron a una mayor igualdad social y a comenzar a reconocer al “otro” como un “semejante” y no como un objeto pasible de ser dominado. Evidentemente el slogan “la Patria es el otro” valoró al ser humano y se contrapuso a la histórica falacia de asociar la Patria con la propiedad de la tierra.
La cultura en sentido amplio y desde una concepción antropológica refiere a todo los que el hombre hace transformando la naturaleza en beneficio de preservar la vida. Toda la vida en su diversidad de expresiones. Concebir la cultura refiere a priori a un fundamento ideológico, a su vez la transición de las ideas a los hechos está mediatizada por la palabra, el discurso se convierte en acción. En las transformaciones de la última década se observaron modificaciones en lo económico sin salir definitivamente del capitalismo, pero a la vez se propusieron, desde lo discursivo y desde la praxis, cambios culturales que tuvieron como objetivo estratégico la construcción de una sociedad más igualitaria, objetivo que contradecía la esencia del sistema capitalista.
Si bien en lo estrictamente económico no fuimos más allá de lo que se puede denominar un neo-keynesianismo, en el campo cultural se demostró haber hecho un largo camino direccionado a poner en práctica los ideales de la generación de los años setenta sin caer en el paroxismo de aquellos métodos, demostrando mayor madurez y valorizando la vía democrática. Haber tratado de construir hegemonía, intentado empoderar a las masas y fomentado la conciencia política de la ciudadanía, se mostraron como las metas del modelo de los últimos tres gobiernos. Si bien este proyecto no fue una revolución en el sentido estricto, ni tampoco una profunda subversión del sistema como se pretendía en aquellos años de las utopías, el modelo vigente resultó una propuesta superadora del republicanismo barato de la clase dominante.
El kirchnerismo, como movimiento social y político que recuperó, en términos de Daniel James, los orígenes de la “iconoclasia laica” del viejo peronismo, fue en Argentina la ruptura de la nueva “deferencia” instalada desde el Terrorismo de Estado en adelante. Como en aquel 17 de octubre de 1945 cuando las masas indicaron el camino hacia una confrontación de clases, el actual peronismo que representa el Frente para la Victoria vuelve a tomar el sendero de la transgresión señalando el rumbo hacia la construcción de una Argentina inclusiva, desarrollada y mucho más igualitaria.
En la actualidad, luego de tres períodos consecutivos de una praxis política distinta a las del pasado, el proyecto se enfrenta a una nueva prueba electoral. Los recientes comicios en los países hermanos de Latinoamérica confirmaron una continuidad por el sendero del cambio. Con alguna diversidad y ciertos vaivenes, América Latina sigue optando por un rumbo que la aleja cada vez más del viejo imperialismo de la centralidad capitalista. En Argentina, por primera vez en su historia contemporánea, y “para mal de pocos”, las encuestas siguen favoreciendo a la opción elegida desde 2003. El Frente para la Victoria, una hermenéutica renovada del viejo peronismo, sería el único movimiento en perdurar cuatro períodos seguidos en el gobierno. Pareciera que más allá de las operaciones desestabilizadoras contra la democracia, más allá de que escasos resabios del Terrorismo de Estado se sigan expresando en boca de algunos pocos actores sociales, las mayorías populares perpetúan su apoyo a un modelo que persiste en brindar seguridad social e idoneidad para sustentar la gobernabilidad. Falta mucho por concretar, por crecer, por hacer de la justicia social una realidad, ahora bien, en estos once años se inició el proceso que comenzó la reconstrucción. Es fácil destruir, pero es muy difícil y costoso en tiempo, esfuerzo y capital, volver a edificar un país soberano, libre y justo. El proyecto iniciado en 2003 tendrá sus frutos en treinta o cuarenta años. Como siempre el movimiento popular se expresa más allá de quienes sean sus conductores circunstanciales. Hay mucho por hacer, solo queda esperar que los continuadores de Néstor y Cristina no decepcionen al pueblo. El futuro llama a ir por más siempre…
*Claudio Esteban Ponce Licenciado en Historia.