Revista Nº 125 (04/2018)
(política nacional)
Gerardo Codina*
El desafío opositor es conformar una alternativa política en condiciones de ser mayoritaria, para que pueda prevalecer democráticamente ante el actual bloque de poder. La significación de los liderazgos individuales y colectivos, y la necesaria confluencia de organizaciones sociales, sindicales y políticas en esa construcción colectiva.
A comienzos de este marzo en el que sucedieron muchas cosas trascendentes, el congreso del PRO delineó los principales rasgos de su estrategia para la segunda etapa de su gestión al frente de la alianza Cambiemos. Ese cónclave trazó el objetivo de impulsar la reelección de las principales figuras partidarias, tanto en Nación como en la Ciudad y la Provincia, al tiempo que evaluó sus posibilidades de nutrir el pelotón de distritos oficialistas con otras provincias, en las que disputaría con candidatos propios, como Córdoba y Entre Ríos. Quedó en claro que el bajón en las encuestas, debido a los recortes en las jubilaciones, los excesos represivos y el descontrol inflacionario, no sembró el desánimo entre los principales dirigentes oficialistas.
El intento de instalar una nueva agenda de debate en la sociedad, alejada de las cuestiones económicas que no dan buenas noticias, planteando por ejemplo la despenalización del aborto, forma parte de ese cambio táctico de rumbo, para alcanzar la meta de un segundo mandato para Macri. Meta en principio hoy asegurada por la dispersión del voto opositor.
Uno, dos, tres peronismos
Cuando se piensa en una alternativa opositora, los ojos se vuelven ante todo hacia el peronismo, único espacio político nacional con volumen suficiente para tener la posibilidad de encabezar una coalición alternativa que alcance la mayoría en una elección nacional. Una coalición que no puede, claro, agotarse en la sumatoria de las diferentes vertientes de origen peronista. Pero coalición necesaria porque, si bien la resistencia ante las políticas macristas no debe ni puede limitarse a la lucha electoral, a menos que se produzca un derrumbe institucional semejante al vivido en 2001 el recambio sólo será posible en el marco de las instituciones democráticas, lo que implica la exigencia de asegurar al menos una primera minoría, como hoy detenta Cambiemos.
La política es fluida y todo lo sólido se desvanece en el aíre, más en tiempos de crisis, como los que vivimos en el plano internacional y local. El descontento de crecientes franjas de la población ante los malos resultados de las acciones del gobierno y el silencio pasivo frente a situaciones de emergencia que atraviesan sectores como el agrario, que acompañó mayoritariamente a Macri en 2015, presagian crecientes dificultades políticas para el complejo entramado oficialista de medios de comunicación, especializado en desviar la atención y desvirtuar la realidad. Pero apostar todo al derrumbe del adversario no sirve en general y menos cuando el calendario es corto. El 2019 existe y está a la vuelta de la esquina, sobre todo cuando se trata de enhebrar una compleja trama de articulaciones políticas.
El peronismo dista hoy de ser una fuerza unificada. Y muchos de sus integrantes han participado activamente en el debilitamiento de su más reciente emergente, el kirchnerismo, en parte por haber sido desplazados del centro de decisión y en parte por expresar una perspectiva de centro derecha más cómoda con el actual oficialismo. Es el caso de varias de las expresiones provinciales de esa fuerza que, adicionalmente, donde tiene responsabilidades de gobierno, deben exhibir una cautela extrema para no cerrarse la canilla de los recursos nacionales. Participar públicamente o no de eventos de confluencia de la militancia, en la perspectiva de la construcción de una propuesta política alternativa, es una decisión que los gobernadores e intendentes toman mirando de reojo las cuentas que hay que pagar y los fondos disponibles. Saben por experiencia que, si conservan la primacía política de su terruño, serán parte tarde o temprano del armado nacional que surja, incluso con espacios expectables. Y para alcanzar esa meta modesta, mejor no tener crisis de caja.
El titular del Bloque Justicialista en el Senado, Miguel Pichetto, expuso con claridad las diferencias que a muchos los separan del kirchnerismo, que no solo son tácticas sino conceptuales. En una entrevista que publicó el diario La Nación sostuvo además que no creía que “el liderazgo de Cristina logre un PJ competitivo (que) pueda ganar un ballotage” el año próximo.
Y fue más allá, pidió construir un peronismo alejado de un “estilo de conducción que se agotó en los 12 años” que fueron gobierno. Sobre los intentos de su sector de armar un frente sin el kirchnerismo, Pichetto señaló que significa “un punto de inflexión y de ruptura con el pasado, con formas y estilo de conducción en el gobierno que se agotaron en los 12 años” que fueron gobierno.
No se trata nada más de estilos de conducción. También de “hacer un compromiso con la sociedad de renuncia a cualquier modelo intervencionista de corte estatista” y en cambio “abonar un camino de construcción más ligado a un capitalismo moderno y no a marcos cerrados como fueron en los últimos cuatro años el cepo y la no salida del default”.
El espacio que procura armar Pichetto se reunió el 6 de abril en Gualeguaychú, con la presencia de diputados y senadores que buscan reconstruir el partido alejados del modelo kirchnerista, incluso representantes del massismo y el randazismo. Faltaron los gobernadores que supuestamente comulgan con esta idea, pero el hecho no enfrió el ánimo del rionegrino. “Hay mucha gente, hay un espacio muy grande en el medio que no se siente contenido por lo que es el kirchnerismo o La Cámpora”, sostuvo.
Más allá de este núcleo peronista de centro derecha, que podría expresarse en una candidatura presidencial del gobernador salteño Urtubey, existen otras franjas que procuran la unidad del peronismo, incluyendo al kirchnerismo. Es el caso del esfuerzo que realiza el intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, en este momento presidente del Partido Justicialista bonaerense, el más poderoso a nivel nacional por su peso electoral. Menéndez se respalda en una liga de intendentes del conurbano que descreen de las exclusiones y pregonan la necesidad de la unidad con todos, para asegurar candidaturas competitivas en la provincia y a nivel nacional. Esa unidad podría sellarse mediante el procedimiento de una primaria en la que compitan los potenciales candidatos.
En el mismo sentido, el encuentro promovido en La Pedrera, San Luis, por el gobernador Alberto Rodríguez Saá, señala una ampliación de las alianzas del kirchnerismo hacia sectores del peronismo que habían permanecido distanciados del proceso de la segunda década ganada.
Este camino se alumbra con la certeza compartida de que con Cristina sola no alcanza y que, al mismo tiempo, sin Cristina no se puede. Finalmente es la dirigente peronista con mayor número de votos, aunque también concite todavía los mayores rechazos en sectores de la sociedad que la asocian con un pasado no quieren repetir.
Esa percepción tampoco es inmóvil y dependerá en mucho de lo que suceda en el año y medio que faltan para las elecciones. La falta de un debate profundo sobre qué sociedad aspiramos y podemos ser en un futuro más o menos cercano, en un mundo que se transforma aceleradamente, ayuda a la persistencia de una discusión cómoda para el oficialismo en la que todo lo que anda mal es parte de una “pesada herencia”, que de a poco se va superando.
Es claro que se deben defender las conquistas alcanzadas, y que la sociedad se moviliza por aquellas cuestiones que la agreden. Pero quedan vacantes asuntos no menores como de qué manera creativa Argentina afronta la llamada 4° Revolución Industrial e impulsa una renovada inserción internacional como generadora de valor o, en otro orden, se prepara para las consecuencias del cambio climático, que este mismo verano afectó en más de un tercio la cosecha de los principales productos que exportamos.
Entre las cuestiones tácticas y de largo plazo, la unidad de todos los que se proclaman peronistas puede ser de difícil digestión, debido a la enorme divergencia política práctica que han recorrido muchos. Por caso, Massa viene de una articulación con el peronismo cordobés encabezado por De la Sota, uno de los hombres de la renovación que fue apadrinado por Franco Macri en sus primeras incursiones en la política democrática y acompañó en Jujuy a Gerardo Morales, aportando el vice Carlos Haquin. Por lo demás, su principal operadora parlamentaria es Graciela Caamaño de Barrionuevo, participante del encuentro de Gualeguaychú convocado por Picheto. Su estancamiento electoral en territorio bonaerense lo lleva ahora a buscar nuevos rumbos que todavía no han dado buenos frutos.
De todos modos, a la hora de votar la modificación de la fórmula de actualización de las jubilaciones los renovadores articularon acciones con los diputados de izquierda y de Unidad Ciudadana para rechazar la iniciativa macrista. No fue el caso de Picheto que en el Senado promovió un acuerdo con el oficialismo, trasvestido con un cambio en la composición de la fórmula, que a la postre terminó siendo peor para los jubilados.
La prognosis no es una ciencia exacta. Menos en política. Pero si las cosas el año que viene se parecen a como son ahora, la dispersión de la dirigencia peronista en dos o más espacios es lo más probable, y esa es la apuesta fuerte del macrismo a su reelección. La cuestión es dónde se aglutinan los millones de a pie, agredidos por estas políticas.
Los distritos suman complejidades
Si la construcción de un pan peronismo que puede parecer compleja a nivel nacional, la situación se torna más complicada al hacer el repaso de lo que sucede en muchos de los grandes distritos provinciales.
En Buenos Aires, uno de los nombres que suena para disputar con Vidal el difícil terreno de la gobernación es Felipe Solá, otrora muy cercano a Massa y hoy más dispuesto a trabajar por enhebrar una unidad de los peronistas lo más amplia posible, que sirva de polo de atracción a todos los otros espacios políticos refractarios a la gestión macrista. Solá goza de prestigio por su anterior gobernación, que trascurrió en uno de los peores momentos de nuestra historia reciente. Además, es un hombre respetado en casi todo el espectro político, algo que pocos pueden exhibir.
De todos modos, la parada sería compleja, porque Vidal está hoy en el pináculo de su aprobación popular, tanto que muchos en el PRO la preferirían como alternativa de Macri en el plano nacional, algo que el mismo presidente se encargó de clausurar, indicando el camino de la triple renovación de mandatos. Mauricio sabe que sin la tracción de María Julia en la provincia su reelección presidencial puede ser nada más que una quimera.
En la ciudad de Buenos Aires, otro de los distritos estrellas del oficialismo, la oposición carece de candidato efectivo, con chances de dar pelea. Hasta Lousteau, que juega en el borde del oficialismo, se desinfló como alternativa a Larreta. Quizás pueda aparecer desde fuera de la política un candidato, como Matías Lammens, actual presidente de San Lorenzo, pero nadie sabe qué eficacia electoral pudiera alcanzar.
Córdoba y Santa Fe también aparecen disputadas. El PJ cordobés no tiene mejor carta que fragmentar la coalición Cambiemos, en la que muchos se prueban el traje de gobernador, habilitando la posibilidad de que puedan postularse en simultáneo a legisladores provinciales y titulares del Ejecutivo, sin primarias ni ballotage para la máxima magistratura provincial. Así las cuentas le dan a Schiaretti para repetir en la gobernación, gracias a que Mestre, intendente de la ciudad capital y Negri, presidente del bloque oficialista en Diputados aspiran ambos a la misma candidatura por el radicalismo provincial, mientras que el macrismo proyecta al árbitro Baldassi y Luis Juez no se baja de sus aspiraciones. El kirchnerismo no tiene hoy nombres propios para esta disputa, salvo candidaturas testimoniales.
En Santa Fe, el gobernador Lifschitz avanza en su proyecto de reforma constitucional que, eventualmente le podría habilitar la posibilidad de competir por un nuevo período. Sumó el nada despreciable apoyo del Foro de Intendentes peronistas, que de esta manera desairaron al senador Omar Perotti, que se consideraba número puesto para competir en nombre del peronismo por la Casa Gris en 2019. Los intendentes no le perdonan al senador haberse marginado intencionalmente de la última campaña, en la que unificaron esfuerzos, luego de una interna, los sectores representados por Rossi y Ródenas, para terminar como primera fuerza política provincial, por delante de Cambiemos. Con Lifschitz de candidato mejorarían las chances del socialismo provincial de retener la gobernación, mientras que el PRO no logra consolidar un candidato de fuste propio y el radicalismo se decanta por jugar por sí sólo. Dividido en tercios disminuidos los principales espacios, la chance de que regrese el peronismo al gobierno depende de la unidad que sepa construir pese a los escollos existentes.
Liderazgos individuales y colectivos
Además de candidatos, las fuerzas políticas requieren de liderazgos, pero éstos, a diferencia de los primeros, no se construyen en una campaña. El kirchnerismo tiene un liderazgo claro, que no trasciende con facilidad al conjunto del peronismo. El distanciamiento relativo de los primeros planos que ha practicado Cristina Fernández en los últimos meses, al mismo tiempo facilita el proceso de convergencia en marcha de los diferentes sectores y dificulta la intentona oficialista de polarizar con ella ante cualquier debate.
Más allá de ella, el campo popular tiene un conjunto de referencias claras. Por caso, el movimiento de derechos humanos, tal como se evidenció en la multitudinaria movilización del 24, los movimientos sociales o las corrientes combativas del sindicalismo, en proceso de consolidar su unidad. Pero el problema está en la política y debe ser saldado allí. El tiempo dirá si es posible la articulación de un liderazgo colectivo que contenga a todas las expresiones que deben converger en un programa de cambio, que relance el proceso de crecimiento con inclusión social que motorizó el kirchnerismo en sus doce años de gestión. En ese espacio no puede faltar Cristina.
Ese programa deberá tomar nota de lo que debe ser recuperado y también de lo que no se logró antes, pero sobre todo debería mostrar un camino posible de desarrollo que haga viable una nación próspera con derechos asegurados para todos. La actualización de las
banderas del peronismo en este nuevo siglo que nos toca recorrer se hace necesaria para conformar un proyecto popular revitalizado, en los que la independencia económica no se puede entender fuera de los procesos de integración regional y la paulatina nacionalización de una economía hoy fuertemente extranjerizada, la soberanía política sólo se hace plenamente posible afianzando el multilateralismo y afirmando nuestros derechos en el Atlántico sur y la justicia social requiere una regulación firme de los grandes intereses económicos, tanto locales como foráneos, en paralelo con una profunda reforma del aparato judicial.
*Gerardo Codina, psicoanalista, integrante de Consejo Editorial de Tesis 11 y Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA).