Bloque de poder, neoliberalismo y resistencia popular.
La multitudinaria movilización de trabajadores y de otros sectores del campo popular convocada por todas las Centrales sindicales, es la más contundente demostración de que hay un pueblo que está en pie, resistiendo una política que objetivamente genera desocupación, pobreza y subordinación al capital financiero mundial, subyugándonos al modo de una neocolonia.
El significativo despido de trabajadores, el desempleo, la descomunal suba de precios y tarifas, la megadevaluación, el deterioro del valor real del salario, de las jubilaciones y del mercado interno, no son fruto de ninguna crisis. Son el resultado de una decisión política que, independientemente de lo que fueran sus intenciones, beneficia a una pequeña minoría, lo cual genera un proyecto de país y una conformación de sociedad donde la inmensa mayoría, trabajadores, sectores de ingresos medios, pymes de la ciudad y el campo y, pequeños y medianos productores rurales, está condenada a la exclusión.
Coherentemente con ello, se acordó con los fondos buitre pagarles lo que ellos querían, iniciando así un ciclo de endeudamiento que seguirán pagando incontables generaciones futuras y que en lo esencial servirá para financiar la fuga de capitales y el pago de dividendos al exterior, como ya lo hemos visto antes. A esto se agrega la eliminación del “cepo” cambiario y el desmantelamiento de los mecanismos de control y de regulación cambiaria y de lavado de dinero. Es precisamente lo que necesita el capital financiero especulativo para entrar y salir libremente del país y usufructuar las altas tasas de interés que paga el Estado que, para cubrirlas, exigirá en el futuro nuevo y mayor endeudamiento. Además se dispuso la liberación de importaciones, que en conjunto con las demás medidas, terminarán por institucionalizar el acta de defunción de la industria.
Este ajuste brutal, inscripto en la concepción del neoliberalismo, también incluyó la decisión de desfinanciar la satisfacción de innumerables necesidades sociales que venía ejerciendo el Estado, necesidades que hacen a la salud física y psíquica de vastos grupos sociales, a la vivienda, la educación, la universidad pública, la cultura y hasta el soporte y promoción de programas de ciencia y tecnología.
Y como era de suponer cuál sería la respuesta popular ante este aluvión de miseria, el bloque de poder, apenas convertido en gobierno, se apresuró a declarar – bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico – el estado de emergencia y el protocolo de seguridad. Es la carta que institucionaliza el derecho a reprimir la protesta social, sumándolo a la política de bloqueo informativo, a la supresión de la libertad de expresión, al levantamiento de programas que en los medios tuvieron una actitud de reflexión crítica y a la catarata de justificaciones que implican hipocresía, mentiras y descarado cinismo.
Frente a este cuadro y habiendo transcurrido tan sólo pocos meses de un gobierno objetivamente consustanciado con intereses antipopulares, es alentador que cientos de miles de trabajadores y otras capas populares, provenientes de las más diversas actividades, hayan sobrepasado reticencias de ciertos políticos y dirigentes sindicales y puesto de lado sus diferencias, para manifestar no estar dispuestos a aceptar la pérdida de los derechos conquistados, que se los trate como material descartable, ni que se los arree y lleve por delante como si fueran ganado.
En tal sentido, apoyamos fervientemente la demanda de los trabajadores de que se apruebe la ley que suspende los despidos y de que no sea vetada por el poder ejecutivo. La desocupación, además de ser un drama humano, es funcional al disciplinamiento de los trabajadores para que acepten bajos salarios y condiciones de sobreexplotación.
Nuestro país vive un conflicto político de envergadura, entre los sectores populares y un enemigo muy poderoso, el bloque de poder, que tiene a su favor ramificaciones en el poder judicial, en los servicios de inteligencia, en partidos políticos, en las corporaciones mediáticas y cuenta además con cobertura internacional.
Esto se inscribe en el contexto de una crisis global del capitalismo, donde las multinacionales necesitan de gobiernos favorables a sus intereses, para conseguir ganancias extraordinarias, sobre todo financieras, para compensar así la tendencia a la caída de la tasa de ganancia en la producción y circulación de bienes y servicios.
El que está en curso en nuestro país es un modelo elitista y dependiente, contrapuesto a todo proyecto favorable a los intereses populares, es decir auténticamente democrático.
Para superar este conflicto con éxito, es clave la participación protagónica del pueblo y sus organizaciones. No hay quien lo pueda reemplazar.
Pero con ser clave, este protagonismo no es suficiente. Es imprescindible además que su construcción se vaya sustanciando desde abajo, con sentido amplio, plural y en lo fundamental con unidad de acción y construyendo organización., Caso contrario la efectividad de ese protagonismo se diluye, sumado al riesgo de desencadenar una respuesta del bloque de poder aún más inhumana y revanchista.
Consejo Editorial de Tesis 11
12 de Mayo de 2016