PIERDEN EL PELO, PERO NO LAS MAÑAS
EL CASO DEL AVION DE LOS EE.UU.
Cuando pueblos y gobiernos latinoamericanos, incluido el argentino, vienen transitando una era de cambios que se contraponen a los dictados del Consenso de Washington; cuando las FF.AA. se han ganado un fuerte desprestigio por el despliegue del terror que aplicaron para que ese dictado se instaurase, y también por eso quedaron inhabilitadas para torcer el rumbo de estos tiempos, el incidente y la controversia derivada de la llegada del Boeing Globemaster y el intento de hacer ingresar ilegalmente al país material sensible, puso en evidencia que los viejos designios imperiales – ahora con el pretexto del entrenamiento de fuerzas policiales – recobraba
Se trata esta vez de preparar a grupos especiales de las fuerzas policiales para desestabilizar a los gobiernos democráticos tanto de Argentina como del resto América Latina ¿Por qué no repetir los frustrados ensayos contra Correa en Ecuador y contra Evo en Bolivia o el golpe, esta vez sí concretado, en Honduras?
Hacemos notar que ese avión y su carga de materiales y personas pertenecen a un grupo de fuerzas especiales del ejército de los Estados Unidos. Más de un cuarto de la carga estaba compuesta por armas de guerra, equipos de comunicación encriptados, programas informáticos, medicamentos “vencidos”, estupefacientes y drogas, algunas legalmente prohibidas, y todo sin haber sido declarado previamente. Más aún, fue explícita la negativa a que se abriera una valija para que elementos en ella contenidos fueran revisados por las autoridades argentinas. Como se publicó, hasta fueron necesarias la presencia y la perseverante insistencia de nuestro canciller para vencer la ostentosa resistencia de los militares yankys.
Estas fuerzas especiales, con asiento en Carolina del Norte, llegadas en el avión, cuentan con un triste historial: participaron de la invasión a Grenada en 1986 y de la Operación Causa Justa que en 1989 ejecutó el golpe de Estado en Panamá.
Lo ocurrido da pie a varios interrogantes. En primer lugar, para concretar un operativo de “rescate de rehenes” – nada más ni nada menos – ¿los policías argentinos requieren entrenamiento dictado por militares de una gran potencia? ¿para qué y a quién estaba destinado el cargamento que se pretendió ocultar y hacer ingresar subrepticiamente?
Estas son dudas, no una simple curiosidad, que merecen una explicación convincente de parte de quienes se han visto siempre a sí mismos con derecho a llevarse al mundo por delante, a manejarse con la política de hechos consumados y, por eso, a sentirse sin tener la menor obligación de rendir cuentas a nadie.
Si en la legislación argentina, ya desde los tiempos de Alfonsín, quedaron perfectamente delimitadas las esferas de seguridad y de defensa y las de sus respectivas fuerzas, tal como es norma en los EE·.UU. ¿cómo se explica que ahora fuerzas policiales sean instruidas (adoctrinadas) por militares, y para peor con un pasado nefasto?
Hay que felicitarse que Nilda Garré, Ministra de Seguridad, haya reparado ahora en estos mismos interrogantes y por orden presidencial haya adoptado las medidas del caso, como la revisión de todos los convenios de instrucción para discernir quiénes los dictan, a quién y para qué, sus contenidos, sus bases y programas, disponiendo ya y desde ahora la lisa y llana prohibición de aquellos a cargo de direcciones militares.
Párrafo aparte merecen los medios de comunicación concentrados, en particular los comandados por el grupo Clarín, La Nación y Perfil, sus diarios, emisoras de radios y TV y, cuándo no, los políticos integrantes del grupo A. En el mejor de los casos, como encubridores y por ello cómplices, todos ellos pintaron lo sucedido como la inocente derivación de una trivialidad burocrática o como un incidente aduanero, potenciado – según el argumento de muchos de ellos – por una presunta sobreactuación gubernamental, no exenta de demagogia. No obstante, salvo Ricardo Alfonsín, todos ellos se mostraron preocupados exhibiendo comprensión hacia los yankys, víctimas “inocentes” de esa sobreactuación, por lo que les justificaron que se hayan sentido “perplejos” ante el decomiso del cargamento en infracción y la invitación a dar explicaciones. De allí sus lamentos y acusaciones contra el gobierno argentino que osó hacer valer principios elementales de soberanía y de autorespeto frente al imperio. ¡Qué vergüenza! ¡Qué asco dan estos cipayos! Con esta misma convicción de colonizados gobernaron, cuando les tocó, lamiéndole las botas al imperio y a los socios locales de éste, el capital concentrado. Sí, así gobernaron y así nos fue.
ASOCIACION CIVIL- CULTURAL Y BIBLIOTECA POPULAR TESIS 11
BUENOS AIRES, 21 DE FEBRERO DE 2011