La sentida y espontánea movilización popular que siguió a la muerte de Néstor Kirchner, puso en evidencia no sólo el reconocimiento a las reformas progresistas impulsadas por el ex mandatario.
La presencia dolorida pero activa de distintas capas y clases sociales, con significativa participación de jóvenes, abrazados todos a la consigna “FUERZA CRISTINA”, “NI UN PASO ATRÁS”, demostró también una potencialidad de militancia transformadora, aún sin que la mayoría esté hoy enrolada en partidos políticos, sindicatos u organizaciones sociales.
Corresponde por eso valorar de Kirchner el que vastos sectores del pueblo, en particular la juventud, rescataran a la política como herramienta de transformación social; que vivan como natural el derecho a cuestionar el orden existente; que asuman como práctica el pensar con cabeza propia a partir de la defensa de los intereses de la mayoría popular, despreciando el individualismo y el pensamiento único impuestos por la dictadura y el neoliberalismo y los diagnósticos y propuestas tramposas de la oposición de derecha, de sus medios de comunicación y de sus mandantes: los sectores del capital concentrado.
Asimismo, la presencia en el funeral de los presidentes de los países de Unasur y de otros países latinoamericanos y el afecto y entusiasmo con que fueron recibidos, muestra el espíritu latinoamericanista que van asumiendo vastos sectores de nuestro pueblo y en particular de su juventud.
Estos aspectos, que hacen a la conformación de la cultura social, son seguramente el más importante testimonio de estos días, legado del inicio de un camino de transformaciones que – de afirmarse – tendrá indudable trascendencia para el futuro de la organización y funcionamiento de nuestra sociedad.
Pero lo cualitativamente más destacable de la sinergía entre el gobierno iniciado en el 2003 y los sectores populares, destacandose el interés y movilización crecientes de los jóvenes, se logró con una política objetivamente confrontada con los intereses del enemigo principal de los pueblos, que no es sino el gran capital monopolista globalizado y sus aliados locales, que para asegurar su rentabilidad recurren cada vez más a la especulación financiera y otras formas de parasitismo económico e intentan la desestabilización de los gobiernos que no se disciplinan a sus intereses, como lo estamos viendo estos años en América Latina. Las políticas de independencia respecto de los organismos financieros internacionales, impulso al desarrollo del mercado interno, inclusión social, derechos humanos, no represión de la protesta social, democratización de los medios de comunicación, integración latinoamericana, entre otras, son los argumentos que convencen sobre todo a los jóvenes que lloraron y vivaron a Kirchner.
Consolidar toda esta potencialidad en organización y con sentido de unidad de acción, será el mejor homenaje que podemos ofrendar a Kirchner y a la Patria.
Ni un paso atrás en las conquistas obtenidas con este gobierno para los sectores populares.
Vamos por lo que falta, que es mucho, pero con la convicción de que la acción unitaria de las organizaciones populares puede impulsar este proceso, encarnado por el actual gobierno, a seguir avanzando en la consecución de lo que el pueblo necesita para vivir dignamente y con el orgullo de pertenecer a un país que ya no se inclina ante el gran capital financiero y el FMI, que desarrolla políticas independientes y a la vez fortalece la unidad latinoamericana.
En pos de estos objetivos estamos a su vez prevenidos de que cualquier candidato de la oposición de derecha, de llegar al gobierno, implementaría nuevamente políticas neoliberales favorables al enemigo principal. Y eso ya lo conocemos…
Más que nunca se requiere entonces de la unidad de los sectores progresistas en pos del interés popular.
CONSEJO EDITORIAL DE TESIS 11
(13/11/1010)
La declaración plantea en sus cinco primeros párrafos una serie de conceptos que tienen anclaje en la forma en que transcurrió el emotivo velatorio de Néstor Kirchner. El mismo fue un acto político del más alto voltaje, cuyas consecuencias y trascendencia permitirán una más clara evaluación con el transcurrir del tiempo socio político.
Tengo una objeción que centra en el quinto párrafo. Salvo la ruptura con el FMI, que celebro, y el enfrentamiento con los medios monopolizados, [que se dió recién en los últimos tres años, ya que Clarín hasta 2007 fue ultra kirchnerista] no puedo encontrar en los últimos siete años demasiados ejemplos que muestren -como se afirma en dicho párrafo- “…una política objetivamente confrontada con los intereses del enemigo principal de los pueblos, que no es sino el gran capital monopolista globalizado y sus aliados locales…”. Los formadores de precios -en toda la cadena productiva- y el capital financiero, que conforman el verdadero poder, gozan de buena salud. No han sido rozados y son la base estructural del sistema económico y los grandes beneficiarios de la actual política económica. Esta situación no tiene visos de cambiar. Así por ejemplo, el jefe de gabinete Aníbal Fernández afirmó [ver diarios de hoy, 16 de noviembre] que la posibilidad que tiene el gobierno para evitar mayores incrementos de precios es limitada, ya que hay libertad de mercado y “hay medidas que se pueden tomar y otras que no”.
Mariano Wainfield muy bien decía el último Domingo en Página 12 que para el poder económico y para el alto clero gobiernos como éste siguen demostrando ser los únicos que pueden sostener la gobernabilidad.
Apoyar lo ya realizado no debería generar la ilusión –a mi criterio sin base en la realidad- de que se está confrontado con los intereses del gran capital monopolizado. Las pocas empresas que se han estatizado eran de funcionamiento insostenible. El resto, YPF, minería, ferrocarriles, etc. sigue fuera de control nacional. Los beneficios financieros siguen sin ser gravados y los aportes patronales sin ser restaurados. Y la lista sigue, incluyendo la mitad de los asalariados trabajando por negro y la precaria libertad sindical que implica no reconocer a la CTA.
El Estado no reprime, y eso es más que saludable. Pero últimos episodios muestran una seudo tercerización de la represión cuando de libertad sindical se trata.
Desde la larga y clara experiencia política de Tesis 11, sería bueno dibujar todo el espectro; caso contrario estamos generando una capa de ilusiones que bloquea la crítica capaz de empujar hacia adelante en las transformaciones y que, al caer, despolitiza.
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