“El Acuerdo de Paz fue el cambio más importante de los últimos sesenta años”, asevera Iván Cepeda.
Para el senador Iván Cepeda, uno de los líderes del movimiento Defendamos la Paz, el pacto firmado en 2016 podría salvarse mediante un amplio bloque democrático.
Colombia vive en una montaña rusa desde que el Acuerdo de Paz se firmó el 26 de septiembre de 2016. Seis días después se realizó un plebiscito nacional para ratificar el compromiso firmado por el entonces presidente, Juan Manuel Santos, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Para sorpresa de muchos, en una disputa marcada por un torrente de amenazas e informaciones falsas, el “no” resultó vencedor por el 50,2 % contra el 49,8% con la participación de tan solo el 37,4% del electorado.
El gobierno de la época cambió algunos elementos de la propuesta negociada en La Habana. Una versión revisada fue ratificada por las partes el día 24 de noviembre y el parlamento colombiano aprobó el nuevo Acuerdo de Paz a continuación.
Pero lo peor todavía estaba por llegar. Los sectores políticos liderados por el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), enemigos del tratado con las FARC y favorables a una solución militar que destruyera la guerrilla o la llevara a una rendición incondicional, acabarían ganando las elecciones de 2018. El nuevo presidente, Iván Duque, venció la elección, el día 27 de mayo, prometiendo alteraciones radicales en el documento ratificado en la gestión anterior.
Los primeros meses de su mandato estuvieron señalados por la ofensiva del “uribismo” para deshidratar las reglas de pacificación. Su principal objetivo era limitar un sistema especial de justicia ante el cual todas las fuerzas envueltas en la guerra, guerrilleros y militares, tendrían que reconocer sus crímenes y asumir compromisos de reparación de las víctimas, con la contrapartida de que esos eventuales delitos estaban exentos de condenas a la cárcel.
Después de las elecciones presidenciales más tranquilas de los últimos setenta años, la escalada de violencia adquiría ritmo, con centenares de líderes sociales, activistas de derechos humanos y exguerrilleros siendo abatidos en sus regiones.
Al contrario de lo sucedido en otros momentos y pactos de la historia colombiana, de esta vez la respuesta de quien se sentía traicionado por el gobierno no fue a tiros. Las FARC, ya convertidas en Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, se juntaron a otros segmentos y participaron del lanzamiento de un movimiento pluripartidario para asegurar el final de la guerra.
Reuniendo a gente de los dos lados de la mesa de negociaciones de La Habana, nacía la coalición Defendamos la Paz, en febrero de 2019. En la reunión inaugural, realizada en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, en Bogotá, estaban presentes exlíderes guerrilleros, intelectuales, parlamentarios y exministros. Lado a lado, simbólicamente, Rodrigo Londoño, Timochenko, el último comandante general de la guerrilla, y Humberto de la Calle, el jefe del equipo de negociadores del gobierno Santos durante los diálogos cubanos.
Ese movimiento enseguida convocó marchas y manifestaciones en defensa del Acuerdo de Paz, además de dar impulso a la alianza parlamentaria que impidió que el gobierno Duque modificara el marco jurídico del pacto con las FARC.
“Hubo una ruptura en el consenso de las elites colombianas sobre el conflicto armado y sobre la necesidad de reformas estructurales que enfrenten las razones fundamentales de la guerra”, afirma el senador Iván Cepeda, del Polo Democrático Alternativo, uno de los principales líderes de Defendamos la Paz. “Esa novedad permite el surgimiento de un amplio bloque democrático capaz de sostener el acuerdo y su implementación integral”.
Cepeda, 56 años, filósofo de formación, siempre fue un activista de derechos humanos y militante de izquierda. Atendió al equipo de reportaje de Opera Mundi en el café del Senado. Vestía bluejeans, camisa deportiva y un blazer adornado con la figura del revolucionario Antonio Gramsci en un broche discreto. Se destacaba entre la multitud de colegas con trajes y corbatas impecables y relucientes zapatos y siempre acompañados por una infinidad de escoltas.
Su padre, Manuel Cepeda, destacado dirigente comunista, diputado por la Unión Patriótica (UP), fue asesinado en agosto de 1994. Sus ejecutores: dos oficiales de la reserva al mando de un grupo paramilitar denominado Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Esa organización, a su vez, según las investigaciones, atendió el encargo de generales del Ejército, empeñados en un plan de aniquilación de la UP y de represalias contra ataques realizados por las FARC.
La pérdida personal, en lugar de provocar ira y resentimiento, tal vez haga aún más intensa su percepción sobre el pacto con la guerrilla. “El Acuerdo de Paz fue el cambio más importante de los últimos sesenta años”, declara. “Su objetivo no es solo desmovilizar a un grupo insurgente, sino señalar el camino para transformaciones que puedan eliminar las bases del conflicto, especialmente la concentración de la propiedad agraria, la pobreza de los campesinos y la exclusión política.”
Reconoce que el gobierno, presionado, avanzó en algunos puntos, tales como las medidas de reincorporación económica y el reconocimiento, aunque tardío, de los términos judiciales de la transición. Pero continúa crítico y desconfiado. “Hay estrategias en curso para hacer que el proceso fracase, por medio del descrédito público y de la violencia”, reitera. “Sectores civiles y militares desean inviabilizar el acuerdo. Unos lo hacen por odio, porque todavía no consiguieron que sus heridas cicatrizaran. Otros por miedo de ver sus crímenes expuestos y sus privilegios amenazados.”
A pesar de las aterradoras cifras de asesinatos, Cepeda cree que hay diferencias profundas entre los atentados que causaron la muerte de su padre y los ataques actuales. “Contra la Unión Patriótica había un comando unificado, centralizado en el Ejército, que accionaba a los paramilitares para su política de exterminio”, pondera sobre los cinco mil homicidios de ese frente partidario entre 1985 y 1994. “Ahora son terratenientes y clanes políticos que contratan a sicarios en el mercado del crimen, además de la acción de narcotraficantes e incluso de pequeños grupos guerrilleros”.
Para el senador, el “uribismo” puede no estar dirigiendo el exterminio, pero tiene la responsabilidad política por esos acontecimientos y trata de operarlos para empujar a ex-combatientes a que vuelvan a la insurgencia, justificando la vía militar que el expresidente siempre defendió.
“Hay investigaciones sobre los autores materiales de esos crímenes, pero no sobre sus mandantes, que continúan impunes”, analiza. “Nosotros luchamos para que el Estado ocupe los territorios con políticas sociales y económicas, no solo con policía y fuerzas militares, implementando un plan de reforma agraria y limpiando el sistema político. Sin esas medidas, la alianza entre oligarquías y criminales continuará matando.
Iván Cepeda no vacila en señalar vínculos de Álvaro Uribe con grupos paramilitares y es la pieza decisiva en el proceso judicial que puede ser entablado contra el expresidente el próximo día 8 de octubre. Desde la tribuna del Senado, consiguió testimonio de paramilitares encarcelados contra su actual colega, quien lo acusó de manipular las declaraciones. La Corte Suprema no solo declaró inocente al político del Polo Democrático Alternativo de cualquier irregularidad en ese sentido, sino que también validó la investigación de pruebas que supuestamente revelaban lo contrario: era Uribe quien estaría presionando y amenazando a testigos para que alteraran sus declaraciones, incurriendo en el delito de obstrucción de justicia.
Son disputas que ilustran dos vías para el futuro de Colombia. Por un lado, estarían Uribe y los antiguos sectores oligárquicos contrarios a cualquier cambio de fondo, inclinados a una lógica de enfrentamiento militar contra fuerzas rebeldes. Del otro, agrupaciones y personalidades de las más distintas posiciones ideológicas, que hacen que el Acuerdo de Paz sea un punto de inflexión en la historia del país.
“Queremos la paz total. No solo con uno u otro grupo”, subraya Cepeda. “Hablamos sobre algo que va más allá del desarmamiento, hablamos de transformaciones profundas, indicadas en el pacto aprobado hace tres años. Ese es el deseo que crece y adquiere mayoría entre los colombianos. Los sectores conservadores, los enemigos de la paz, pueden ser derrotados. Es por eso que se muestran cada vez más agresivos e irracionales. Las dificultades son enormes, pero estamos más cerca de darle la vuelta a una página de la historia.”
Tomado de: Opera Mundi