Roberto Grana*
Con el inicio de la construcción de las Plantas de producción de pasta de celulosa en la localidad de Fray Bentos en Uruguay y las fuertes protestas que esto originó por parte de los pobladores de Gualeguaychú en la Provincia de Entre Ríos, se puso en el centro del debate político la relación entre desarrollo y la cuestión socio – ambiental.
En el caso socio – ambiental que analizamos, se trata de la industrialización de las astillas de eucaliptos o pinos para elaborar la pasta de celulosa, materia prima semielaborada para la producción de papel. Hace más de dos décadas las empresas capitalistas transnacionales productoras de papel ante el auspicioso negocio que la demanda creciente en el mercado mundial ofrecía, observaron dos obstáculos para el mismo: la disminución de las reservas forestales en Europa y la mayor cantidad de regulaciones ambientales que se iban implementando en los países más poderosos del Hemisferio Norte. La estrategia elegida para resolver estos obstáculos fue la búsqueda de países con tierras fértiles, legislación ambiental laxa y débil capacidad técnica de control estatal, para implementar el monocultivo forestal primero y la instalación de las fábricas de pulpa después.
El monocultivo forestal de las especies citadas comenzó hace más de 15 años en el litoral argentino – uruguayo con desplazamiento o eliminación de otras actividades agropecuarias, en la actualidad se calcula que la superficie sembrada es superior a 1.500.000 hectáreas. Este monocultivo forestal degrada estas tierras fértiles por la alta absorción de nutrientes y agua.
La Unión Europea ha resuelto erradicar para la década próxima la producción de pasta de celulosa de su territorio, producción calificada por las Naciones Unidas entre los cinco procesos industriales más contaminantes y tóxicos. Simultáneamente en nuestra región han ido aumentando la cantidad de fábricas para producir la pasta, en Uruguay una, en Argentina diez (ocho de las cuales, según los expertos, deberían ser clausuradas por la grave contaminación que generan) y la expansión rápida de estas industrias en Brasil, así lo demuestra.
El método menos contaminante para la elaboración de la pulpa es el TCF (libre de cloro) que utiliza para el blanqueo de la pasta oxígeno, ozono o peróxido de hidrógeno, pero debido al costo y fundamentalmente a la opacidad y menor resistencia del papel obtenido, esta técnica solo la utilizan el 7% de las empresas, empresas ubicadas, ¡oh casualidad¡, en Finlandia, Austria y Alemania.
Parece ser que la directiva fue: vayan a producir la pulpa de celulosa a América del Sur con el método ECF ó Kraft que usa para el blanqueo el dióxido de cloro, sigan nuestro consejo intoxiquen al sur y logremos un papel brillante y resistente en el Norte. Según algunas informaciones el 90% de la producción de pasta de celulosa que se obtenga en Fray Bentos de las fábricas Orión de la Empresa Botnia y M’ Bopicua del Grupo ENCE con sedes centrales en Finlandia y España respectivamente, ya esta comprometida para entregar a empresas papeleras instaladas en Europa y Estados Unidos.
El proceso industrial para obtener la pasta de celulosa, se inicia separando la lignina de la madera con la cocción de las astillas en soluciones químicas de bisulfito cálcico o sulfato sódico a altas temperaturas y presiones. El ácido sulfhídrico que se emite por las chimeneas y su particular olor nauseabundo resulta de este proceso de cocción. Como la pasta lograda es oscura, el blanqueo se realiza con el método ECF o Kraft que utiliza el dióxido de cloro.
Lo que preocupa con motivos valederos a tantos pobladores de Gualeguaychú y a algunos movimientos ambientalistas de Uruguay, es la escala productiva y contaminante de estos emprendimientos industriales en Fray Bentos. La inversión a realizar por las empresas Botnia y ENCE representaría el 10% del Producto Bruto Interno de Uruguay; serían las dos fábricas de pasta de celulosa más importantes del planeta; la fabrica de FONAPEL instalada en Colonia, Uruguay produce el 2,3% de lo que elaborarían Botnia y ENCE, el producto elaborado por estas industrias alcanzaría más del doble de lo producido por las 10 empresas instaladas en la Argentina.
Por otro lado, se extraerían diariamente del río Uruguay 86 millones de litros de agua, que se devolverían al cauce fluvial con temperaturas elevadas y con dioxinas, con furanos y con compuestos químicos del nitrógeno y del fósforo.
La gran escala productiva de estas dos fábricas de pasta de celulosa, no alcanzaría a los puestos de trabajo creados, argumento ocupacional que esgrime el Gobierno Uruguayo, ya que según algunos especialistas, finalizadas las obras de construcción, el personal estable estaría entre 300 y 400 personas.
Los efluentes gaseosos, líquidos y sólidos no tratados junto a la elevación de la temperatura, debido a la magnitud de la descarga, afectarían los ecosistemas del río Uruguay; habría pérdida de oxígeno en el agua por el ritmo de reproducción de las algas; el cambio en la composición de la atmósfera generaría lluvias ácidas. Todo lo cual unido al característico olor que despiden estas industrias, hacen sospechar que estamos ante el peligro de un impacto ambiental inédito en la región que afectaría la salud, la economía y la calidad de vida de cientos de miles de personas que viven en las riberas del río.
La Planta Alto Paraná de la empresa chilena Arauco produce pasta en una escala mínima comparada con lo que será la producción en Fray Bentos, sin embargo los vecinos de Puerto Esperanza, de Wanda y de Puerto Libertad en Misiones, han dado rotundo testimonio sobre como el olor y la contaminación afectan su calidad de vida y su salud.
Las investigaciones epidemiológicas realizadas en otros lugares dan cuenta sobre que este tipo de contaminación tóxica genera alergias y afecciones en la piel, en los ojos, en los sistemas respiratorio, inmunológico, endocrino y locomotor; pueden ser causa del incremento de diabetes, malformaciones congénitas, cáncer y muerte.
Lo dicho anteriormente y los antecedentes de estas empresas nos dan derecho a sospechar sobre estos peligros señalados. ENCE fue condenada por la Justicia de Pontevedra en España en el año 2002 junto al actual Director General de la empresa M’Bopicua que construye su fábrica en Fray Bentos por delito ecológico cometido en las rías gallegas de esa localidad. Botnia destruyó la vida ictícola en el río Cruces ubicado en Valdivia, Chile.
Los antecedentes sobre la preservación ambiental que tiene Uruguay son óptimos comparados con los de nuestro país, que se verifican en el tratamiento de los residuos cloacales que hace el Estado Uruguayo de las aguas que retornan al Río de la Plata, problema ambiental, que como tantos otros, Argentina todavía no ha resuelto. Estos antecedentes no justifican, conociendo los intereses que movilizan hacia estos lares a Botnia y a ENCE, que no se informe como corresponde a la población de nuestras dos naciones hermanas y se ignoren las obligaciones mutuas que el Tratado del Río Uruguay impone.
Ni en el GTAN – Grupo Técnico de Alto Nivel – creado por ambos gobiernos, ni en el informe de la Corporación Financiera Internacional dependiente del Banco Mundial se da la información suficiente y que las difíciles circunstancias que vivimos exigen. Sobre el informe del Banco Mundial el Canciller Argentino dijo: “ no analiza métodos de producción libres de cloro y carece de indicaciones para prevenir la contaminación con efluentes líquidos y emisiones gaseosas, ni crea adecuados sistemas de control de las contingencias que pueden suscitarse y que son frecuentes en esa industria”
Ante una situación compleja como la que enfrentamos, quizá convenga plantearse como guía para la reflexión, algunos interrogantes:
¿Cómo se resolverá la soberanía compartida sobre el Río Uruguay?
¿Que tipo de método se utilizará para el blanqueo de la pasta?
¿ Cómo se hará el tratamiento de efluentes gaseosos, líquidos y sólidos?
¿ Cuál será el monitoreo y control por parte de los Estados nacionales?
¿ A partir de esta crisis, el Gobierno Argentino dará mayor importancia a los
graves problemas ambientales que padecemos en nuestro país?
En definitiva se trata del rumbo que elegirán los pueblos y gobiernos de América del Sur: ¿será un crecimiento económico desigual y guiado por los intereses de las grandes corporaciones capitalistas transnacionales? ó ¿se avanzará hacia una integración equitativa y solidaria, donde el crecimiento económico sirva a un desarrollo humano integral, que implica: un ambiente natural, socio – cultural, apto, sano y agradable?
*Roberto C. Grana
Biólogo – Ecólogo – Dr. en Psicología Social.