Día Internacional de la Mujer.

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Horacio Ramos*

Entre el fuego y la rosa.

 

A mediados del siglo XIX, la región de Nueva Inglaterra, especialmente Nueva York, se había convertido en el centro manufacturero de Estados Unidos. Era una territorio propicio: había energía proporcionada por los ríos, madera, carbón, hierro y otros metales imprescindibles. Aquí cabían  todas las oportunidades de negocios en gran escala. Pero quienes sufrían sobre sus espaldas el despiadado desarrollo capitalista, eran los trabajadores: la jornada empezaba en las fábricas textiles a las cinco de la mañana y terminaba a las siete de la tarde; a las ocho se concedía media hora para desayunar y, al mediodía, otra media hora para almorzar. Y esto era válido para hombres, mujeres y niños. Por ese tiempo, ya existían tres manufacturas que se alimentaban con mano de obra femenina: calzado, confecciones y textiles de algodón. Con pagos a tanto la pieza, se necesitaban jornadas interminables de quince y dieciséis horas  de trabajo para poder sobrevivir.

 

Por lo tanto, no es de extrañar que de la entraña de la ciudadela del capitalismo y futura ciudad de los rascacielos, el 8 de marzo de 1857, las obreras de una empresa textil se declararan en huelga, reclamando mejores condiciones de labor y diez horas de trabajo diarias. La respuesta patronal, en complicidad con las autoridades y la policía, no se hizo esperar: clausuraron las puertas del establecimiento, incendiaron el edificio y 129 operarias fueron víctimas de tamaña crueldad.  Muchos años más tarde, en 1907, en la conferencia de Mujeres Socialistas realizada en Stuttgart, y a propuesta de la dirigente alemana Clara Zetkin, se decidió recordar el luctuoso suceso, instituyendo a la trágica  fecha como “Día Internacional de la Mujer”.  Aun en el dolor, esto fue como si desde el fondo de aquellas cenizas, surgiera un desgarrador grito de combate.

*Horacio Ramos, periodista, escritor, miembro del Consejo de Redacción de Tesis 11.
                                                                                                                                                      H.R.

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