En estos tiempos estamos asistiendo a hechos que pueden parecer contradictorios en la política exterior del gobierno del Frente de Todos: Por un lado, el viaje de Masa a EEUU, para negociar con los organismos financieros internacionales, FMI, Banco Mundial y BID, buscar nuevas inversiones en nuestro país, y un acuerdo impositivo para recibir información sobre los titulares argentinos de cuentas en EEUU por unos 100.000 millones de dólares. Por otro lado, el simultaneo envío de una carta de Alberto Fernández a Xi Jinping, actual presidente protempore del BRICS, solicitando formalmente la inclusión de Argentina en esa asociación de naciones (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). En realidad, esto no es más que la expresión de la inserción de nuestro país en el actual mundo multipolar.
En efecto, el extraordinario desarrollo de China, particularmente económico, científico y tecnológico, el refortalecimiento de Rusia como potencia y el crecimiento también de otros países que, al igual que China, aprovecharon muy bien la globalización económica, tales como los del sudeste asiático, pero también Turquía, Irán y otros, han ido generando, en las últimas pocas décadas, una nueva configuración del poder mundial, sobre todo en lo económico, que ha dado en denominarse multipolaridad o multilateralismo. Esto ha cambiado la situación de unipolaridad de los EEUU, que se había instalado de hecho desde la disolución de la Unión Soviética.
Este es, por supuesto, un proceso dinámico, en desarrollo y en disputa, pero su tendencia muestra claramente una consecuente progresiva disminución de la hegemonía de EEUU en el mundo. La principal razón de ello es que las relaciones económicas entre los países tienden a predominar sobre el resto de sus relaciones. Esto se puede observar claramente en América Latina donde, si exceptuamos a México, China ha pasado a ser el principal socio comercial, primer inversor extranjero y primer financista de obras de infraestructura. Y esto en una región históricamente considerada como “patio trasero” de los EEUU. Es por eso que exigencias de la extrema derecha estadounidense, ante el actual gobierno de EEUU, como el requerimiento del senador Ted Cruz de aplicarles a los gobiernos progresistas de América Latina la política de “la zanahoria y el garrote”, tienen cada vez menos posibilidades objetivas de poder ser llevadas a cabo con éxito y, muy por el contrario, de aplicarlas impulsarían aún más hacia China a los países de la región.
China consolida su avance, en sus relaciones económicas con todo el mundo, sobre la base de su notable desarrollo económico, científico y tecnológico, lo que, entre otras ventajas, le permite ser muy competitiva en precios y calidad, pero también, asunto de gran importancia, porque a diferencia de EEUU y sus aliados, no impone condiciones en la política interior y exterior a los países con los que negocia acuerdos económicos.
Desde el interés de los sectores populares de nuestro país, es de gran importancia analizar el tipo de inserción que realiza nuestro gobierno en el actual mundo multipolar. En ese sentido la política exterior de nuestro país, sobre todo en lo económico, aparece como aprovechando bien la situación, particularmente en sus crecientes relaciones económicas con China, donde este país está financiando importantes obras de infraestructura y además radicando empresas, sobre todo estatales, en diversas áreas, con la característica de que cuando se dedican a la extracción de recursos naturales, también construyen localmente plantas industriales para su procesamiento. Este es el caso, por ejemplo, del litio, donde producirán localmente carbonato de litio, baterías de litio donde se utilizará el carbonato de litio, e incluso automóviles eléctricos donde se utilizarán las baterías de litio. Otro ejemplo es el de una empresa china que se radicará en Tierra del Fuego, donde construirá una planta industrial para producir urea y otros fertilizantes utilizando el gas natural. También hay acuerdos con otros países, tales como con una empresa australiana para producir hidrógeno verde en la Patagonia, o la asociación de YPF con Petronas, empresa estatal de Malasia, para construir otro gasoducto entre Neuquén y Bahía Blanca y una planta de licuefacción de gas natural para exportarlo. Este tipo de acuerdos, multilaterales, desarrollan nuestra capacidad industrial, no solo para satisfacer las demandas de nuestro mercado interno, sino también para exportar productos industriales.
Argentina ha hecho acuerdos con organismos financieros internacionales, donde EEUU sigue básicamente teniendo el control, como con el FMI, vinculado a la infame deuda contraída por el gobierno de Macri, con el Banco Mundial y el BID, para fortalecer reservas del Banco Central. Pero, a su vez, ha hecho acuerdos de importancia estratégica con China, tales como la inclusión de Argentina en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), inclusión en el proyecto “Ruta de la Seda”, o la actual solicitud para ingresar al BRICS y al Banco de Desarrollo del BRICS. Es lo que le conviene a nuestro país para aprovechar el multilateralismo, fortalecer así una política exterior independiente y no alineada con ninguna potencia extranjera.
Pero esta política exterior del gobierno del Frente de Todos corre riesgo de verse alterada, en contra del interés de los sectores populares mayoritarios, si pierde las elecciones el año próximo. El problema mayor aquí está en la política interior, donde, si bien el gobierno está teniendo éxito en lograr un muy buen crecimiento económico desde fines del año 2020, con la consiguiente creación de empleo, por otro lado, no logra éxito en su política de inclusión social, debido a que sus aportes en cuanto a impulso a las paritarias, aumentos salariales, planes sociales, otorgamiento de bonos de emergencia y otras medidas en ese sentido, son sistemáticamente corroídos por la inflación.
Es por eso que, desde Tesis 11, insistimos en que las organizaciones del campo popular, particularmente las sindicales y sociales que apoyaron decididamente a los gobiernos Kirchner y al Frente de Todos, deben participar activamente en la lucha contra la inflación y, en general, incidir crecientemente en toda la política interior y exterior del gobierno popular, para lo cual es indispensable que generen un centro de coordinación entre ellas, consensuen políticas y se movilicen activamente para impulsar al gobierno a aplicarlas. Para ese objetivo, el gobierno tiene la responsabilidad y la posibilidad de convocar a las organizaciones populares, pero las dirigencias de las mismas pueden también hacerlo por su propia iniciativa e interés. Este es el gran desafío y la gran posibilidad, particularmente pensando en las trascendentales elecciones del año próximo.
Tesis 11