La inflación, compañera de vieja data de los argentinos, se ha transformado en este tiempo en el problema central que afronta la coalición de gobierno. La acelerada recuperación post pandemia no se distribuye de modo parejo y la mayoría de los trabajadores sufre las consecuencias de una carestía que carcome sus ingresos. El análisis de las causas de estos hechos y los remedios adecuados para resolverlos en beneficio de los perjudicados divide al oficialismo, como se evidenció con la renuncia de Roberto Feletti como secretario de Comercio Interior.
El previo traslado de esa repartición al ministerio de Economía de Martín Guzmán y el reemplazo de Feletti por un estrecho colaborador del ministro, lo pone ahora a éste definidamente al frente del compromiso de frenar el proceso inflacionario. Siendo Guzmán un técnico convocado por el Presidente a las filas del gobierno, cualquier tropiezo o impotencia que exhiba lo será también de Alberto Fernández. Situación de riesgo no sólo para el futuro político de Fernández y de la coalición que encabeza, sino para la misma estabilidad del proceso democrático en nuestro país.
La sensación de desasosiego que cunde en muchos sectores que depositaron sus esperanzas en el Frente de Todos para corregir tantas inequidades acumuladas por el macrismo y potenciadas por la sorpresiva pandemia que todavía sufrimos, fue puesta en palabras por los curas de Opción por los Pobres: “El Gobierno se olvidó de los pobres”, advirtieron. “Acá no hay inflación, hay infladores”, completó el teólogo Eduardo de la Serna, para señalar que el sendero recorrido hasta el momento de no confrontación con los factores de poder, deja a los pobres a merced de la voracidad de los grupos concentrados de la economía.
Así las cosas y si no se revierte la situación económica de las mayorías, las expectativas del oficialismo de revalidar mandato en las próximas elecciones se tornan ilusorias. Una amenaza muy grave, pese a que el Frente de Todos sigue siendo de momento la mayor corriente política del país, aunque no mayoritaria. Máxime por implica la posibilidad cierta del retorno de un macrismo recargado y ávido de revancha contra los trabajadores, demás sectores populares y sus organizaciones.
Es que la división del electorado de derechas se produjo a expensas de una radicalización ideológica de las posiciones, lindante con el fascismo. Y si al hambre se le suma la intimidación estatal para reprimir las protestas, lo que termina de ser puesto en riesgo cierto es la misma posibilidad de convivencia social pacífica. Ya vivimos décadas de violencia política y sabemos que no es deseable. También, que es hija directa de la injusticia social.
Algo de eso señalaba Cristina Fernández al referirse en Chaco a la “insatisfacción democrática”. Si las fuerzas populares no son capaces de encarnar la esperanza de las mayorías, terminan ocupando ese lugar las derechas extremistas, que prometen un capitalismo salvaje como remedio para todos los males. Lo que asegura que empeorarán aceleradamente.
No es una situación exclusiva de Argentina. El mundo atraviesa una agonía semejante, mientras se precipita en forma desaforada a una catástrofe ambiental sin antecedentes históricos. Lo único que está al tope de sus prioridades para los mayores fondos especulativos mundiales, es su afán de dominio a toda costa, para seguir concentrando la riqueza producida por la humanidad, aunque cueste guerras, hambrunas y destrucción por doquier, incluso la del único planeta que habitamos.
Esa atropellada pulsión de muerte que recorre el mundo, encarna en una derecha rabiosa y capaz de las mayores atrocidades, frente a la cual las fuerzas populares carecen de propuestas orgánicas alternativas, como lúcidamente marcaba días atrás Jorge Alemán. Pero al menos, sin embargo, esas fuerzas conocen lo que no quieren, lo que desean preservar y el horizonte al que aspiran. También tienen una historia y un compromiso con sí mismas y con los que las precedieron en su lucha.
Necesitan, eso sí, recomponer su unidad en la diversidad y aceptar los errores que van cometiendo en el camino, para poder superarlos, en dirección de una sociedad post capitalista, única solución de tantos males. Para ello requieren de un liderazgo que trabaje solidariamente para resolver los problemas de la gente, dejando de lado sus diferencias. De esta forma y con una amplia movilización popular en respaldo de un programa de puntos básicos que cubran las aspiraciones y anhelos de las mayorías, se puede construir la fuerza política que haga de contrapoder a los factores hegemónicos. La renovada memoria del Cordobazo ilumina el camino a transitar.
El triunfo de Macri en 2015 fue posible, entre otras cosas, por la división del movimiento popular, expresada en el escaso entusiasmo con que muchos acompañaron la candidatura de Scioli. El impulso de la militancia entre la primera y la segunda vuelta no alcanzó a revertir la derrota anunciada. Es que ese envión cobró vuelo pese a la ausencia de guía que tuvo la campaña del peronismo desde el gobierno. Ahora todavía el movimiento está a tiempo de evitar tropezar nuevamente con la misma piedra. Lograrlo es el desafío mayor que tiene por delante la conducción del Frente de Todos.
TESIS 11.