Después de una campaña electoral, intensa y cargada de violencia por parte del bolsonarismo, Inacio Lula da Silva se convirtió en el nuevo Presidente del hermano pueblo de Brasil. Triunfo logrado tras un ballotage donde el ajustado resultado y la cantidad de votos logrados por el bolsonarismo, plantea muchas incógnitas y grandes desafíos. Con difíciles y complejos problemas a resolver. Una elección que abre un necesario debate en las fuerzas populares.
Pero también con muchas experiencias del potencial de un líder, como Lula, de sectores populares que comprendieron el peligro del avance de la ultra derecha, que entusiasmaron, que se movilizaron y produjeron un acontecimiento de trascendencia política, no sólo para Brasil, también para la Argentina y América latina. Como dijo Lula: “Es la victoria de la democracia”, “es la victoria del pueblo”, es la derrota de la dictadura, como fue expresado por los millones y millones de brasileros y brasileras por las calles de todo Brasil.
Escrutadas el 100 % de las urnas, Lula fue elegido Presidente con el 50,9% de los votos contra el 49,1% por parte de Bolsonaro En la Cámara de Diputados, la primera minoría responde a Bolsonaro y en Senadores se renovaba un tercio y Bolsonaro conquistó la mayoría. Lula ganó en general las Gobernaciones del norte, particularmente del noreste y perdió en general las del Sur. Perdió las dos más importantes, San Pablo y Rio de Janeiro.
En la actualidad de Brasil las fuerzas de derecha y ultraderecha neofascistas, se han reagrupado, presentan un proyecto para salir de la crisis, un relato y una estructura que, apoyados en el poder económico, el dominio de los medios de comunicación y las redes sociales, una parte de las fuerzas armadas y policía y la participación de organizaciones de base de la Iglesia Evangelista, han llegado para quedarse y participar en la disputa por él dominio del aparato del Estado.
Las coaliciones de las fuerzas democráticas que aparecieron, con fuerte presencia, en la primera década del siglo y lograron gobiernos democráticos y populares, que tomaron medidas anti neoliberales que mejoraron la vida de los pueblos, realizaron algunas reformas que dieron el dominio de recursos naturales y avanzaron en el camino de la Patria Grande, no terminaron de consolidarse como una alternativa contra-hegemónica. Una construcción de abajo hacia arriba y un relato para salir, de lo que parece, la lenta marcha de la decadencia del capitalismo.
En la experiencia de América latina la presencia de coaliciones, algunas fruto de grandes luchas y otras de acuerdos electorales para cerrarle el paso a la derecha, profundizar la democracia, mejorar la vida del pueblo, y desplegar una labor ideológica, política y cultural, tienen gran importancia. El desafío es su crecimiento y consolidación como herramienta para proponer y garantizar los cambios de estructura.
La batalla electoral ponía en juego dos modelos de país, el de Jair Bolsonaro, neofascista y antidemocrático, aunque con un discurso preocupado por los problemas del pueblo y el de Lula, democrático, de paz, con medidas para resolver el hambre y con propuestas para recuperar y mejorar la vida del pueblo; es decir: un gobierno de reconstrucción nacional. Dos alternativas. Dos futuros contrapuestos. Como dijo Lula, es ¡democracia o fascismo!
El proyecto del Bolsonarismo que representa los intereses de los sectores económicos más concentrados, más violentos, que odia a las mujeres, a los negros, a las minorías, con la mayor cantidad de militares y policías, más de 6.000, en el gobierno, desde la vuelta a la democracia en 1985. Que defiende la dictadura, que alienta el uso de las armas y permitió la existencia de bandas armadas que llegaron a asesinar a dirigentes sociales y políticos. Que deterioró, más aún, la ya maltrecha democracia existente. Que golpeó la puerta de los cuarteles pidiendo se postergue la segunda vuelta. Que utilizó una parte de la justicia para atacar a los dirigentes políticos y sociales –ejemplo Lula-, modelo que profundizó la crisis económica y social, en particular de los sectores más pobres. Que aún no reconoció los resultados electorales, aunque en el último debate con Lula dijo “el que saca más votos se la lleva”. Y avala las manifestaciones de grupos que desconocen los resultados.
Bolsonaro deja 35 millones de pobres, 15 más desde que asumió. Desestimó y no tomó las debidas medidas frente al Covid, que dejó el saldo de casi 700.000 muertos. Que produjo, en particular en la Amazonía, con la tala indiscriminada, serios problemas en el equilibrio ecológico y consecuencias en el medio ambiente. Un modelo de ultraderecha neofascista y trumpista, que recibió el apoyo del ex Presidente de los Estados Unidos y vinculado con todos los sectores reaccionarios de la América latina. Entre ellos hizo público su apoyo el diputado Cristian Ritondo.
Que mediante el uso de las redes sociales montó una acción de fake news, con las que pasó de 196.000 mensajes falsos durante la primera vuelta a 311.500 en la segunda. Que impulsó con la complicidad de una parte de la justicia – el Juez Moro- mediante la Operación Lava Jato, el apresamiento de Lula por lo que éste no pudo participar de las elecciones presidenciales de 2019.
Por otro lado, el modelo de Lula, que reivindica la democracia, su proyecto de atacar la pobreza y la miseria. Como en su gobierno -2003-2010- donde creció el empleo y bajó la pobreza del 11,7 al 6,1 %. La atención de la salud. Mejorar la legislación en defensa de los trabajadores. La puesta en marcha de la reindustrialización con nuevas bases tecnológicas y ambientales. Reforma fiscal progresiva, solidaria, justa y sostenible, mejorando el control fiscal del comercio exterior y liberando progresivamente productos con mayor valor agregado y tecnología incorporada. Fortalecimiento de la industria nacional, pública y privada. El desarrollo tecnológico, la ciencia y otras propuestas. Un programa para sacar a Brasil de la peor crisis desde 1985. (Leer el discurso de la noche del triunfo).
Ratificó su pertenencia al BRICS, la alianza con los gobiernos de América latina y el desarrollo del Banco Regional, el Mercosur, la CELAC y la UNASUR. Un gobierno y un programa de reconstrucción nacional, apoyado por centenares de dirigentes, gobiernos y organizaciones populares del mundo.
El gobierno de Lula, se enfrenta a un mundo y una América latina de crisis política, económica y social, que demanda no sólo salir de esta crisis que afecta en particular a los sectores más pobres y medios, sino cómo producir cambios de estructura. Transitamos un período histórico donde el capitalismo, en la fase del neoliberalismo, no se muestra capaz de resolver la crisis. Hay que construir una alternativa de un mundo de Paz, democrático, equitativo y solidario, lo que exige formar una fuerza democrática y popular, organizada en cada lugar, que discuta, participe y promueva los cambios necesarios e instale una democracia participativa, que despliegue una lucha ideológica y cultural.
Tesis 11.