Dada la influencia política, económica y militar que a nivel mundial ejerce Estados Unidos, es lógico que los ojos del mundo estén siguiendo el desarrollo de estas elecciones y las consiguientes evaluaciones respecto a los diferentes escenarios que se presenten según el resultado.
La irrupción de Trump como outsider de la política, empresario exitoso y con muy buen manejo de los medios y redes sociales, produjo un cambio en la oferta política del partido republicano atrayendo a sectores de la población que eran refractarios a adherir a ese partido.
Entendiendo que Trump no es precisamente un intelectual que haya desarrollado un nuevo movimiento político, si hubo intelectuales de derecha que dieron un respaldo ideológico a lo que se ha dado por llamar una “derecha alternativa”.
Esta nueva derecha que Trump se ha encargado de fomentar y alimentar, sería la nueva alternativa al conservadurismo que ellos consideran obsoleto. Desafían todo lo políticamente correcto y proclaman un nacionalismo autoritario y profundamente racista.
Ya desde el comienzo de la campaña electoral, se avizoraba que no sería una elección más. Una sociedad sumamente polarizada con el condimento de esta nueva derecha que agrega una importante dosis de violencia, desprecio por las reglas establecidas y apego a las teorías conspirativas. Así como se ha batido un record en la cantidad de votantes, esta masiva asistencia se ha dado tanto en demócratas como en republicanos. Otro ingrediente que se agrega es que además se ha batido el record en la venta de armas.
Al momento de escribirse estas líneas y aún no definido el resultado, también es preocupante el alto nivel de apoyo que sigue teniendo el actual presidente y los magros resultados que obtienen los demócratas con índices muy por debajo de lo que reflejaban las encuestas.
Esta situación merece un análisis más profundo en el futuro sobre los motivos que generaron tal nivel de apoyo, teniendo en cuenta el mal manejo de la pandemia, la reaparición de grupos armados, aumento de la violencia racial generada desde el estado, agregado a ello el no muy brillante desempeño de su política económica, con magros resultados excepto para los negocios especulativos.
En párrafos anteriores se mencionaba que el actual gobierno alentaba un nuevo tipo de derecha, esto no se circunscribe solamente a Estados Unidos sino que tiene un correlato internacional donde siguiendo esa línea se ha multiplicado la aparición de este tipo de movimientos, tanto en Europa como en América latina y uno de los aspectos que tienen en común es el desprecio a la democracia y a sus reglas que son meros obstáculos a eludir.
El apoyo explícito a gobiernos y candidatos de derecha no provenientes de la política se observó en el apoyo a la candidatura del capitán Bolsonaro en Brasil o el enorme préstamo del FMI a Macri para apuntalar las elecciones de medio término, donde dicho sea de paso, se nota el pragmatismo y poco apego a las reglamentaciones cuando para conseguir que se otorgue ese préstamo pasaron por encima del reglamento interno del FMI.
El advenimiento de esta nueva derecha, tanto en América como en Europa no es casual. El agotamiento y decadencia en esta etapa del capitalismo ha generado nuevas respuestas políticas para poner un dique de contención al descontento generado en amplias capas de la población mundial. Es producto de la ausencia de un horizonte laboral estable, sumidos en la soledad de una sociedad individualista y mercantilista con la certeza de ser una mercancía más en el esquema neoliberal. Cuando la precariedad se convierte en una forma de vida y además se percibe que la “meritocracia” y el esfuerzo personal no garantizan un mejor futuro, comienza una búsqueda desesperada de asociación con quienes comparten la misma problemática. Esta nueva derecha es una de las formas de canalización de ese descontento manteniendo el estatus de los grandes intereses financieros y evitando se propongan profundos cambios estructurales con la idea de que otro mundo mejor es posible.
En otro orden de cosas otro aspecto analizar es cómo continuará la relación de Estados Unidos con China ante un posible cambio en la administración. En la misma línea podemos incluir las también difíciles relaciones con Rusia, Iran y Venezuela.
Si bien cada cambio de personajes al frente del gobierno norteamericano da una tonalidad diferente a las acciones de su política exterior, existe una línea que persiste más allá de los cambios de administración y que se ajusta a los lineamientos del Pentágono y los intereses de la industria bélica. En otras palabras no es esperable grandes cambios respecto a su estrategia geopolítica y de desplazamientos de materiales de guerra.
Respecto a China actualmente las relaciones no pasan por su mejor momento y es sumamente dudoso que el cambio de gobierno se traduzca en cambios drásticos respecto a las relaciones bilaterales. China está disputando territorios económicos y geopolíticos que eran exclusivos de Estados Unidos. No es de imaginar que haya una resignación no forzada a entregar o compartir el liderazgo mundial, es de esperar que la disputa continúe y se acentúe, no con enfrentamiento directo pero si por medio de guerras comerciales, diplomáticas o por intermedio de terceros países.
Si nos referimos a como seguirán las relaciones con Cuba o Venezuela , no podemos guiarnos por los discursos de campaña de ambos candidatos, sobre todo en los pronunciados en el estado de La Florida, donde ambos dijeron lo que la tribuna quería escuchar tratando de ganar el voto de cubanos y venezolanos exiliados en ese estado. La política que finalmente se lleve a cabo si se produce un cambio en el gobierno es materia a analizar más a futuro pero con muy pocas esperanzas de cambios tan profundos que impliquen que se reviertan los bloqueos económicos y presiones políticas a los que estos países son sometidos.
Hoy sábado al mediodía, luego de tensa espera de varios días, se supone que hay un ganador en la disputa electoral y es Joe Biden. Hasta este momento Trump no ha reconocido el resultado y está dispuesto a disputarlo en la justicia. El nuevo presidente será proclamado cuando se reúna el colegio electoral que demora aproximadamente un mes, siempre y cuando las impugnaciones de Trump no frenan su realización.
Más allá de lo que suceda a futuro, queda a la vista que el rey está desnudo y pese al poderío económico y militar que sigue detentando el país del norte, crujen algunas de sus estructuras. Como corolario, con un poco de humor ácido, solo faltaría que Trump devalúe el dólar como castigo a los norteamericanos por haber votado tan mal.