En las recientes elecciones de Italia, la coalición de partidos neofascistas encabezados por Hermanos de Italia –la más importante-, la Liga del Norte que encabeza Mateo Salvini, Forza Italia de Silvio Berlusconi y Nosotros Moderados, lograron un significativo triunfo alcanzando 235 bancas –sobrepasando ampliamente las 201 necesarias para elegir a la Primera Ministra.
La coalición de centro izquierda formada por Partido Democrático, más Alianza Verde y de Izquierda y Más Europa alcanzaron los 80 escaños. El Movimiento 5 Estrellas 51 escaños y Acción más Italia otros 21 escaños. Sin ninguna duda la neofascista Giorgia Meloni se convertirá en la Primera Ministra. Una mujer, por primera vez (único aspecto positivo), desde 1946 que se fundó la República, alcanzará ese cargo.
Un aspecto a tener en cuenta es que los primeros datos indican una abstención del 36% y 50% entre los jóvenes, la más elevada de las últimas elecciones, mostrando un desinterés y desprestigio de los partidos políticos y el resto de la sociedad.
Este resultado, viene a sumarse a los triunfos de la derecha en Hungría, Polonia, Suecia y a los avances de fuerza de extrema derecha en Francia, Alemania, Finlandia, Dinamarca, Grecia y España. Tienen características distintas entre sí, produjeron una reorganización y captación del electorado, en particular jóvenes y sectores que ven deteriorada su situación social. Se presentan ante la sociedad, algunos, levantando figuras, discursos y símbolos, como Meloni, que se dice amiga de los franquistas de Vox, de la derechista Le Pen, de Francia, de los racistas húngaros, de los nacionalistas polacos y muestran su simpatía por Donald Trump. Detestan a las minorías, a los inmigrantes y a los sectores humildes. Están en contra del aborto, el matrimonio igualitario. Y contra el papel del Estado como garantía de los derechos del pueblo y de la sociedad. Aunque no todos, los sectores fascistas incentivan y no contribuyen a lograr la Paz en la guerra Ruso-Ucraniana y apoyan las acciones de la OTAN en su provocación contra China. Se resisten al avance de un mundo multipolar y a relaciones entre países basadas en el respeto de los pueblos y sus gobiernos. Aunque se dicen “republicanos y defensores de la libertad”.
Este fenómeno de radicalización de las derechas no solo aparece en Europa. También se manifiesta en algunos países de América, como el ejemplo de los grupos que, incentivados por Trump, asaltaron armados el Capitolio, desconociendo el resultado electoral. Los grupos que, en Bolivia, gestaron el golpe de estado y el intento de asesinato del Presidente Evo Morales y su Vicepresidente García Linera. Los asesinatos de dirigentes políticos y sociales, verdadero genocidio, en Colombia. La represión a las movilizaciones populares por parte del gobierno de derecha del ex presidente de Chile Sebastián Piñera. Y el gobierno de Jair Bolsonaro promoviendo el uso de armas y frente a las próximas elecciones presidenciales amenazando con desconocer los resultados si resulta perdedor.
O los grupos qué, en Argentina, vienen produciendo actos de provocación y amenazan de muerte a dirigentes del Frente de Todos y, que intentaron asesinar a la Vicepresidenta Cristina de Kirchner. Y las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires que, frente a los reclamos de estudiantes de varios colegios, no resuelven, se niegan a dialogar y usan a la policía de la Ciudad para amedrentar a los familiares y a las alumnas y alumnos que ocupan los colegios. Todos alentados y vinculados por ciertos dirigentes políticos, y promocionados por los medios de comunicación que promueven la violencia y el odio.
¿Cuál es la causa de la radicalización de estos sectores políticos y sociales?
Aparece cada vez más claro que la agudización de la crisis general del capitalismo en su etapa neoliberal, ha fracasado en resolver los problemas de la vida; el trabajo digno, la salud, la educación, la alimentación, la vivienda y el cuidado del medio ambiente. En este último período se ha acrecentado, enormemente, la riqueza en pocas manos y ampliado la pobreza de vastos sectores.
Los grupos concentrados del poder económico, con sus medios de comunicación y parte de la justicia, necesitan y promueven gobiernos autoritarios y neofascistas para mantener su hegemonía mundial, hacerse de las riquezas naturales y garantizarse una mayor ganancia, eliminando los derechos de los sectores populares. Despliegan campañas de desprestigio, mintiendo y con su hegemonía en el poder judicial, atacan a los dirigentes más capaces y luchadores.
Estamos frente a un modelo económico de acumulación, de organización política y social agotado, sin perspectiva. Los preceptos y organización de la democracia liberal, que contribuyó al desarrollo y al crecimiento, llegando en algunos países al Estado de Bienestar o logros durante los gobiernos de la primera década en América Latina, atraviesa una crisis. Se ha creado una gran incertidumbre y falta de perspectiva, una ausencia de futuro claro.
Dentro de este panorama, se debe destacar, la nueva ola de gobiernos democráticos y populares que, productos de las importantes luchas y la construcción de acuerdos entre partidos políticos y movimientos sociales, alcanzaron triunfos electorales en América Latina. Ola que se puede agrandar con el posible triunfo de Lula en Brasil. Gobiernos que abren una nueva perspectiva y posibilidad de jugar un papel más decisivo, en medio de una gran disputa.
Será un gran aporte que las fuerzas democráticas y populares, sus organizaciones políticas, sociales y sindicales, también, debatan si se ha dado importancia al avance y crecimiento de las fuerzas fascista. A sus verdaderas ideas y objetivos. Al fascismo, según la experiencia histórica, hay que enfrentarlo mostrando los caminos de la organización popular y las transformaciones sociales necesarias.
La difícil situación que atraviesa el mundo y los sectores más vulnerable, los peligros de la extensión de los focos de guerra y el avance de fuerzas profascistas, requiere la necesidad de crear ámbitos de debate, construcción y amplia movilización popular, que no solo frenen esta tendencia, sino que muestren una alternativa. Asegurar la paz, el cuidado del medio ambiente, mejorar sustancialmente el nivel de vida y un nuevo pacto democrático y popular, sobre la base de una democracia participativa.
TESIS 11