Desde que se publicó la foto de la celebración del cumpleaños de Fabiola Yáñez en la quinta presidencial de Olivos, el tema está instalado en los medios de comunicación. Permitir esa reunión en plena cuarentena ha sido un muy serio error del presidente, quien, hay que reconocerlo, asumió públicamente su responsabilidad y pidió perdón por ello a la ciudadanía. La oposición, con el apoyo de los medios de comunicación hegemónicos, ha decidido que ese será el eje de su campaña electoral. Pero, con toda la importancia que tiene el asunto, ¿es ese el principal problema a debatir?
En realidad lo que está en juego en estas elecciones es la disputa entre dos modelos de país: por un lado, el proyecto industrialista, con inclusión social y política exterior independiente y de integración latinoamericana, que asume el Frente de Todos del oficialismo y, por otro lado, el proyecto neoliberal, de darwinismo social y política exterior alineada con EEUU y sus aliados de la OTAN, que representa Juntos por el Cambio, principal sector opositor.
En efecto, según como quede la relación de fuerzas entre el oficialismo y la oposición en el Congreso, el gobierno podrá o no darle continuidad y profundización al proyecto que encarna. Una derrota electoral del oficialismo, nos podría sumir, una vez más, en el agravamiento de la crisis que sufrimos, entre otras cosas por la falta de continuidad de un proyecto progresista en el gobierno. Si eso sucediera, quienes sufrirían gravemente las consecuencias serían, como siempre, los sectores populares, particularmente la clase trabajadora, pero también los sectores medios y de pequeños y medianos empresarios.
Por otro lado, estos dos modelos de país hay que ubicarlos en el contexto internacional que los contiene y condiciona. En tal sentido, se puede observar que en las últimas décadas se ha ido pasando de la unipolaridad de la hegemonía de EEUU, instaurada desde la desintegración de la Unión Soviética, a una multipolaridad, principalmente por el advenimiento de China como potencia mundial y el fortalecimiento de Rusia. La reciente caótica salida de EEUU de Afganistán, luego de veinte años de intervención militar, política y económica en ese país, simboliza el fracaso de su sempiterna “política del garrote” contra países, o al menos gobiernos, que por diversas razones EEUU decide considerar como “enemigos”. Política impulsada siempre por el interés de sus empresas multinacionales y, muy particularmente, por su poderoso complejo militar industrial, y que sistemáticamente termina con países destruidos, con multitud de muertos y en caos.
En este contexto internacional, la definición de nuestra política exterior es un asunto de fundamental importancia. Por un lado, el oficialista Frente de Todos preconiza e intenta aprovechar el multilateralismo, para desarrollar una política exterior independiente, disponer de una mayor diversidad de mercados para nuestras exportaciones e importaciones y tener mayores opciones de acceso al crédito y al aporte de capitales extranjeros en las áreas que nos convengan, con potencias como Rusia y muy particularmente China, que en sus relaciones con otros países, particularmente las económicas, demuestran tener una política de no intervención en los asuntos internos y política exterior de los mismos. Más aún si se continúa impulsando la integración latinoamericana, lo que permitiría actuar en bloque en las relaciones internacionales. Pero, por otro lado, el principal espacio opositor, Juntos por el Cambio, sigue impulsando la alineación incondicional con los EEUU y sus aliados, cosa que hizo cuando gobernó, lo que en la actual situación significa subordinarse a una potencia históricamente intervencionista, pero que además está en franca caída de su hegemonía y con cada vez más serios problemas políticos, económicos, de credibilidad y de todo tipo.
Estos son los verdaderos temas fundamentales que están en juego en estas elecciones, pero que no necesariamente están en debate, ya que, si bien el oficialismo invita a que se discutan, el sector opositor neoliberal evita hablar de ellos y decide enfocar la campaña en temas que usa como distracción, por lo que lo de la fiesta en Olivos les viene perfecto para esos fines. La razón de fondo por la cual evitan el debate sobre los problemas fundamentales es que no tienen nada positivo para exponer como ejemplo, ya que cuando el neoliberalismo gobernó el país lo dejó siempre en profunda crisis económica y social y con grave endeudamiento externo, como fue el caso del gobierno anterior de Macri. Además la oposición no puede volver a mentir descaradamente haciendo falsas promesas para luego en el gobierno, o en el Congreso, hacer lo contrario, como hizo Macri en la campaña electoral del 2015, lo que constituyó una gran estafa a la población y un grave atentado a la democracia y a la República, grave asunto por el cual Macri nunca pidió públicamente disculpas.
Por eso es de gran importancia que las organizaciones que intentamos expresar los intereses del campo popular, hagamos nuestro mejor esfuerzo por difundir en la actual campaña electoral los temas de principal importancia para nuestro país y la gran mayoría de su pueblo, sin evitar reconocer y debatir sobre los errores que el gobierno haya cometido y pueda cometer en el camino. Y hay que hacerlo saliendo a conquistar cada voto.